Francisco Rivera Pérez «Paquirri» (1948–1984): El Torero Valiente que Conquistó el Mundo del Toreo
El nacimiento de un torero
En el contexto de la España de mediados del siglo XX, marcada por el franquismo y una sociedad profundamente conservadora, surgieron figuras que, a través de su talento y valentía, dejaron una huella imborrable en la historia. Uno de esos nombres fue Francisco Rivera Pérez, conocido en el mundo del toreo como «Paquirri». Nacido el 23 de marzo de 1948 en Zahara de los Atunes, en la provincia de Cádiz, «Paquirri» se convirtió en una de las grandes figuras del toreo de su tiempo. Pero su camino hacia la fama no fue fácil ni lineal, y estuvo marcado por una temprana pasión por el mundo taurino y una gran dosis de valentía que lo definió a lo largo de su carrera.
De familia profundamente vinculada con el toreo, Paquirri no solo heredó la afición, sino también el compromiso y la valentía que definen a los grandes toreros. Su hermano, José Rivera Pérez («Riverita«), también fue matador de toros, y esta cercanía con el mundo taurino sin duda influyó en la vida del joven Francisco. Desde pequeño, fue evidente que su destino estaba ligado a las plazas de toros, pero su vida no fue solo un producto de su familia. En su caso, el toreo se convirtió en una pasión ardiente que lo impulsó a enfrentar desafíos desde muy joven.
Primeros años y la influencia de su entorno
Nacido en el pintoresco municipio gaditano de Zahara de los Atunes, Francisco creció en un entorno marcado por la tradición taurina. Su familia tenía una relación estrecha con el arte de la tauromaquia, y desde niño estuvo rodeado de historias y leyendas de toreros que recorrieron plazas de toda España y América Latina. La influencia de su hermano mayor, José Rivera Pérez, fue fundamental, ya que «Riverita» fue una figura consolidada que se convirtió en un referente para el joven Francisco.
Desde temprana edad, Paquirri se mostró muy cercano al mundo de los toros. Sin embargo, no fue un camino sencillo. El joven Francisco enfrentó no solo las expectativas familiares, sino también las dificultades que supone adentrarse en una profesión tan exigente. El torero, como muchos de sus contemporáneos, vivió una infancia y adolescencia marcadas por el sacrificio, pero también por la oportunidad que el entorno de Zahara y la cercanía con su familia le brindaron.
A los 14 años, Paquirri tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre: vestirse por primera vez con el traje de luces. En 1962, debutó en el municipio gaditano de Barbate, un pequeño pueblo cercano a su lugar natal. Aunque su debut fue modesto, con reses de la ganadería de Núñez Polavieja, mostró desde el primer momento una gran valentía y una profunda conexión con el toro. Esta actuación marcó el inicio de un camino que se consolidaría en los años venideros, destacando por su valentía y conocimientos del comportamiento del ganado.
Primeros pasos en el ruedo
El salto de Paquirri a los ruedos se dio en circunstancias que no eran nada fáciles. El joven torero comenzó su carrera en el mundo de la novillería. Con un dominio natural de los movimientos y una gran capacidad para comprender la psicología del toro, sus primeras actuaciones fueron llamativas, aunque principalmente en festivales sin picadores, donde los novilleros se enfrentan a toros menos complejos en cuanto a su lidia. Durante estos primeros años, su nombre se fue haciendo popular, especialmente en la provincia de Cádiz, donde su presencia en las plazas fue cada vez más frecuente.
En 1964, ya consolidado como uno de los novilleros más prometedores, Paquirri participó en 22 festejos, pero sería al año siguiente, en 1965, cuando el número de sus actuaciones aumentó significativamente. El joven gaditano pasó a ser uno de los novilleros de referencia, y su nombre sonó con fuerza en todo el país. Este fue un período crucial en su carrera, ya que permitió que su estilo y determinación fueran reconocidos por los aficionados al toreo.
Su gran valor y su capacidad para enfrentarse a los toros con una serenidad casi sobrehumana fueron sus principales características. Aunque su estilo no era necesariamente el más refinado desde un punto de vista estético, su profundo conocimiento del comportamiento del ganado bravo lo posicionó rápidamente como uno de los novilleros con más proyección.
Ascenso en la novillería
En el verano de 1966, Paquirri se encontraba en el umbral de la alternativa, un momento clave en la vida de todo torero. Ya con 18 años, había demostrado su valía y la seriedad con la que se tomaba el arte de la tauromaquia. En ese momento, se le ofreció la oportunidad de tomar la alternativa en la prestigiosa plaza Monumental de Barcelona. Sin embargo, la fortuna no acompañó a Francisco Rivera en su primer intento. En el día previsto para su debut como matador de toros, el toro de la ganadería de Juan Pedro Domecq lo hirió gravemente en el muslo derecho, lo que obligó a suspender su alternativa temporalmente.
A pesar de este contratiempo, Paquirri no se rindió. En agosto de 1966, tras la recuperación de su herida, volvió a la plaza Monumental de Barcelona para finalmente recibir la alternativa. En esta ocasión, fue apadrinado por el sevillano Francisco Camino Sánchez («Paco Camino«), un torero muy reconocido de la época, quien le entregó los trastos de torear en un acto lleno de simbolismo. Esa tarde, frente a un toro de la ganadería de Urquijo, Paquirri demostró que su fuerza y valentía no solo se reducían a su capacidad para enfrentarse a los toros, sino también a su determinación por superar los obstáculos que le ponía el destino.
Su primer gran triunfo como matador de toros llegó pocos días después, cuando en la misma plaza, consiguió cortar dos orejas, lo que consolidó su posición en el toreo y lo catapultó a la élite de los matadores de su generación. A partir de este momento, Paquirri ya no sería solo una promesa del toreo, sino una figura central en la tauromaquia española.
La Toma de la Alternativa y Primeros Triunfos
Tras recibir la alternativa en Barcelona en 1966, Paquirri se vio lanzado a un camino que, aunque lleno de desafíos, también estuvo marcado por grandes triunfos. Su determinación y valentía lo convirtieron rápidamente en uno de los matadores más respetados, tanto en España como en los cosos taurinos de América Latina. Sin embargo, su estilo único, menos preocupado por la estética del toreo y más centrado en el dominio del toro, provocó tanto admiración como críticas.
El torero gaditano comenzó a forjar su leyenda en las plazas más importantes de España. Paquirri demostró una y otra vez que, más allá de las formas clásicas del toreo, su dominio sobre los toros y su valentía eran insuperables. La mayoría de sus faenas se caracterizaban por su capacidad para manejar cualquier tipo de toro, incluso aquellos que, por su bravura o tamaño, ponían en peligro la integridad de los matadores.
Travesía Internacional: Hispanoamérica
No pasó mucho tiempo antes de que el joven Paquirri diera el salto a Hispanoamérica, donde su fama comenzó a expandirse rápidamente. En 1967, apenas un año después de su confirmación como matador, Paquirri toreó en Perú, Colombia y Venezuela, donde dejó una huella profunda en las principales plazas taurinas. Su capacidad para lidiar con reses de gran bravura, y la autenticidad con la que enfrentaba los toros, le permitió ganarse rápidamente el respeto de los aficionados taurinos en el continente.
En Lima (Perú), Cali (Colombia) y Bogotá (Colombia), Paquirri se llevó los máximos galardones en las ferias más importantes, destacándose por su valentía y la impresionante conexión con el toro. Estos triunfos internacionales no solo cimentaron su lugar en la historia del toreo, sino que le proporcionaron una base sólida de seguidores en Latinoamérica, donde sería bien recibido a lo largo de toda su carrera. Este reconocimiento le permitió regresar a España con una gran cantidad de contratos y la proyección de una carrera que ya se veía como una de las más exitosas del momento.
Años de Gloria en España y el Mundo
A lo largo de los años 70, Paquirri se consolidó como una de las figuras centrales del toreo, destacándose especialmente por su estilo valiente, su serena actuación frente al toro y su destreza en el manejo de las banderillas. El número de festejos en los que participó creció exponencialmente. En 1970, con tan solo 22 años, ya había pisado las plazas más importantes de España y Hispanoamérica, y había recibido una gran cantidad de premios.
Este periodo de gloria coincidió con la llamada “Edad Dorada del Toreo”, en la que Paquirri luchó en las mismas plazas que otros grandes nombres del toreo, como Antonio Ordóñez, Santiago Martín «El Viti» y Francisco Camino, su padrino en la confirmación de alternativa. Durante la década de los 70, su figura fue una de las más relevantes y su nombre se convirtió en sinónimo de valentía y capacidad técnica.
Sin embargo, su estilo tan físico y su entrega en cada faena no eran del todo apreciados por todos los aficionados. Mientras que muchos lo consideraban un torero de gran maestría en el manejo del toro, hubo quienes opinaban que carecía de la estética refinada de otros toreros contemporáneos. Sin embargo, en cuanto a la bravura y el dominio del toro, Paquirri siempre estuvo a la altura de las grandes figuras del toreo de su tiempo.
Reconocimiento y Controversia
A lo largo de su carrera, Paquirri enfrentó la crítica constante por su estilo menos elegante, pero implacable. Para muchos puristas del toreo, su forma de lidiar con el toro, directamente enfrentándose con ellos en lugar de buscar la delicadeza de los movimientos, no siempre estaba a la altura de las expectativas estéticas de la tauromaquia. No obstante, los aficionados más entusiastas elogiaban la valía de Paquirri para someter a cualquier tipo de toro, incluso los más peligrosos, con una serenidad que sorprendía.
A pesar de estas críticas, su reconocimiento fue absoluto, tanto en España como en el resto del mundo. Paquirri se convirtió en un referente del toreo para las generaciones venideras y su nombre apareció constantemente en los carteles de las principales ferias taurinas. Las plazas más importantes de Madrid, Sevilla y Valencia se convirtieron en escenarios de sus brillantes faenas.
Declive y el Desgaste de una Carrera Intensa
A medida que avanzaba la década de los 80, el número de festejos en los que participaba Paquirri comenzó a disminuir, aunque su figura seguía siendo imponente. La década de los 70 había sido la cúspide de su carrera, con su consolidación en las principales plazas de España y Hispanoamérica, pero a finales de esa década y principios de los 80, las consecuencias físicas de su arriesgado estilo comenzaron a notarse.
Durante el año 1980, Paquirri siguió cosechando triunfos en plazas emblemáticas como Sevilla y Madrid, pero el desgaste físico de su cuerpo, producto de las múltiples cornadas sufridas a lo largo de los años, se volvió evidente. A pesar de ello, su valentía nunca flaqueó. Paquirri continuó enfrentándose a los toros con la misma determinación de sus primeros años, aunque el número de festejos anuales empezó a reducirse.
A lo largo de la década de 1980, su presencia en los ruedos fue cada vez más esporádica. En 1982, la cornada que sufrió en la plaza de Santamaría en Bogotá, provocada por un toro de la ganadería de Icuasuco, le dejó una herida grave en el muslo derecho. Esta cornada le obligó a reducir su número de actuaciones ese año a solo 37 festejos. Sin embargo, su nombre seguía estando entre los más solicitados, especialmente en las plazas latinoamericanas, donde la admiración por su valentía era enorme.
El Trágico Final
El destino de Paquirri parecía estar marcado por la tragedia. El 26 de septiembre de 1984, tras haber toreado en España 49 corridas ese año, se disponía a hacer su última actuación en España antes de viajar nuevamente a Hispanoamérica. En Pozoblanco, un pueblo en la provincia de Córdoba, se celebraba una corrida de toros en la que Paquirri se presentó para lidiar al cuarto toro de la tarde, Avispado, un burel negro de la ganadería de Sayalero y Bandrés.
En el transcurso de la lidia, el toro le propinó una tremenda cornada en el muslo derecho mientras Paquirri intentaba ponerlo en suerte para el tercio de varas. La cornada fue tan grave que causó una hemorragia masiva, lo que llevó a los médicos de la plaza a intentar, en vano, detener la hemorragia. Ante la gravedad de la situación, decidieron trasladarlo de inmediato al hospital Reina Sofía de Córdoba, pero su estado empeoró durante el traslado, y finalmente fue llevado al Hospital Militar, más cercano.
Lamentablemente, a su llegada, los médicos solo pudieron certificar su muerte, un trágico desenlace que conmocionó a toda España. En los últimos momentos de su vida, un vídeo grabado en la enfermería de la plaza mostraba la serenidad con la que Paquirri enfrentó la muerte. Con un temple sobrehumano, el torero gaditano, herido de muerte, aconsejaba a los médicos sobre cómo proceder, pidiendo calma y dirigiendo la situación, lo que solo aumentó la admiración hacia su figura.
La Huella que Dejó «Paquirri»
La muerte de Paquirri el 26 de septiembre de 1984 dejó una huella imborrable en el mundo taurino y en la sociedad española. Su trágico final se amplificó por su enorme popularidad, no solo como torero, sino también como figura pública, aclamado tanto en España como en Latinoamérica. La cobertura mediática de su muerte, especialmente por la cinta de vídeo que capturó sus últimos momentos, provocó una conmoción generalizada, tanto entre los aficionados al toreo como en aquellos que no estaban tan vinculados a esta tradición.
El torero gaditano, conocido por su valentía y su capacidad de enfrentarse a los toros más peligrosos, se convirtió en un símbolo de la tauromaquia del siglo XX. Su figura trascendió más allá de las plazas de toros, especialmente debido a su vinculación con Isabel Pantoja, la famosa tonadillera sevillana, con quien estuvo casado en sus últimos años. La imagen de Paquirri como un hombre valiente y sereno ante la adversidad se mantuvo en la memoria colectiva de todos los españoles, y la figura de su viuda, Isabel Pantoja, se asoció a la tragedia de su muerte.
Además, su legado como torero continuó a través de su hijo, Francisco Rivera Ordóñez, quien más tarde también se convertiría en matador de toros. De esta forma, la estirpe de los Rivera continuó en el mundo del toreo, perpetuando el nombre de Paquirri en la historia de la tauromaquia.
La figura de Francisco Rivera Pérez «Paquirri» sigue siendo recordada hoy como un ejemplo de valentía, determinación y destreza en el ruedo. Su legado, tanto en el toreo como en la cultura popular, sigue siendo una referencia para los nuevos toreros y para los aficionados que buscan en él la esencia de la tradición taurina más pura.
MCN Biografías, 2025. "Francisco Rivera Pérez «Paquirri» (1948–1984): El Torero Valiente que Conquistó el Mundo del Toreo". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/rivera-perez-francisco [consulta: 26 de septiembre de 2025].