José Patiño (1666–1736): Arquitecto del Renacer Borbónico y Reformador de la Marina Española
José Patiño nació en Milán el 11 de abril de 1666, en una familia de renombrada ascendencia y una profunda vinculación con la monarquía hispánica. Su linaje, que tenía orígenes gallegos por parte de su padre, el marqués de Castelar, y una sólida conexión con la aristocracia italiana por parte de su madre, Beatriz Rosales Farini, marcó el carácter y el destino del joven Patiño. La familia Patiño estaba firmemente instalada en Milán desde principios del siglo XVII, donde se consolidó como un linaje comprometido con los intereses de la corona española. Desde un principio, José fue destinado a una vida religiosa, siguiendo una tradición familiar en la que los varones de la familia, tras el primogénito, se dedicaban a la carrera eclesiástica o militar.
José Patiño fue el segundo de tres hijos. Su hermano mayor, Baltasar Patiño Rosales, destacó en la Guerra de Sucesión Española como general del ejército de Felipe V, mientras que su hermano menor, Diego, siguió la carrera eclesiástica. De este modo, José recibió la formación inicial en la iglesia de noviciado de la Compañía de Jesús, una de las instituciones educativas más prestigiosas de la época. Los jesuitas eran ampliamente respetados por su nivel académico, que abarcaba una formación integral en teología, filosofía y derecho canónico, áreas que formaban la base de su educación.
En su tiempo en la Compañía de Jesús, José demostró una gran capacidad tanto intelectual como humana. Se trasladó a Roma, donde continuó su formación en la Casa Generalicia de los jesuitas, entre 1682 y 1683. Sin embargo, después de varios años en el seminario, José abandonó la vocación religiosa, una decisión que marcaría su vida futura, llevándolo a abandonar los votos de obediencia y castidad, aunque nunca llegó a ejercer como sacerdote.
Esta etapa de su vida es crucial para entender el carácter de Patiño. Durante su formación en Roma, pudo madurar su pensamiento y, aunque se apartó de la carrera religiosa, comenzó a desarrollar un sentido del deber y una vocación al servicio público que marcaría toda su trayectoria política. A su regreso a Milán, ya con una clara orientación hacia el ámbito político, se dedicó a completar su formación en derecho civil, complementando así la base teológica que había recibido con conocimientos prácticos esenciales para el ejercicio del poder en un contexto de administración pública. Durante esta época, comenzó a trazar los primeros esbozos de su carrera, que le llevarían a colaborar estrechamente con los nuevos monarcas borbónicos en España.
El Inicio de su Carrera Política y el Ascenso en la Administración Borbónica
La carrera política de José Patiño dio comienzo en un momento crítico para la monarquía española, justo tras la Guerra de Sucesión, que dejó a España sumida en la devastación y en la necesidad urgente de reorganizar su administración. En 1703, Patiño llegó a España junto al nuevo rey Felipe V, hijo de Luis XIV de Francia, tras una serie de eventos que marcaron un punto de inflexión en su vida. Aunque su familia había estado vinculada a la causa borbónica desde los primeros momentos del conflicto, fue en la España de Felipe V donde José comenzaría a labrar su futuro.
A pesar de su falta de experiencia administrativa directa, Patiño mostró su capacidad para navegar en los complejos entresijos del poder, un talento que le permitió ascender en la estructura gubernamental. En 1707, tras varios años de preparación, recibió su primer cargo público de relevancia al ser nombrado consejero del Consejo de Órdenes Militares, aunque este puesto no era particularmente influyente. La falta de hábito en alguna de las órdenes militares españolas fue resuelta cuando Felipe V le concedió el hábito de la Orden de Alcántara en 1708, una acción que no solo fortaleció su posición en la corte, sino que también le permitió tener acceso a la élite política de la España borbónica.
Fue en este primer cargo donde Patiño empezó a entender el funcionamiento de la administración real, particularmente en los órganos consultivos y asesores. Estos primeros años fueron fundamentales para que Patiño forjara su identidad política, demostrando tanto su lealtad al rey como su aptitud para la gestión pública. Además, en estos primeros años también se mostró como un ferviente defensor de la centralización administrativa, un principio que guiaría muchas de sus reformas posteriores.
En 1711, Patiño fue nombrado intendente de Extremadura y del ejército que allí se encontraba. Este cargo fue crucial para su carrera, ya que permitió que Patiño aplicara el sistema francés de intendencias, un modelo diseñado para centralizar el poder en la administración real y mejorar la eficiencia en la gestión de los recursos militares y económicos del reino. Aunque el sistema no tuvo un éxito rotundo en España, las acciones de Patiño fueron fundamentales para estabilizar la situación en una región clave, particularmente al reorganizar el sistema de impuestos y la administración local. Además, su trabajo en Extremadura le permitió demostrar su habilidad para manejar situaciones de crisis, lo que le valió el reconocimiento tanto en España como en la corte de Felipe V.
Durante este período, Patiño también se vio involucrado en la reforma del sistema fiscal, implantando un «servicio de milicias» que garantizaba el abastecimiento de las tropas en la región. A pesar de que este impuesto general fue inicialmente impopular, resultó ser clave para asegurar el suministro de recursos en un contexto bélico tenso, en el que las tensiones con Portugal eran aún palpables. Este éxito le permitió ascender rápidamente, y en 1713, tras la firma de la tregua entre España y Portugal, fue nombrado Superintendente de Cataluña.
En Cataluña, Patiño se encargó de la reorganización de la administración en la región, que había quedado devastada tras los últimos años de conflicto. Aquí, su labor no solo consistió en la mejora de las finanzas y el orden militar, sino que también se dedicó a la reintegración de los funcionarios locales en la nueva estructura administrativa, una tarea difícil dada la compleja situación política de la región. Sin embargo, Patiño consiguió ganarse la confianza de muchos de los sectores locales, al demostrar una actitud conciliadora en la reforma de las instituciones catalanas, lo que le permitió sentar las bases para la Nueva Planta, un proceso que transformó profundamente la administración española.
Uno de los aspectos más destacados de su actuación en Cataluña fue su capacidad para compaginar las reformas administrativas con un enfoque pragmático, buscando siempre la cooperación con las elites locales. Patiño reunió a un grupo de colaboradores catalanes que, posteriormente, jugarían un papel crucial en la implementación de las reformas en otras partes del reino. Esta habilidad para trabajar con los diferentes sectores sociales y políticos de España sería una característica definitoria de su carrera, y lo consolidaría como uno de los hombres clave en la administración borbónica de Felipe V.
Reformas y Consolidación del Poder: La Marina y el Comercio con América
La carrera de José Patiño alcanzó su mayor apogeo durante los primeros años del siglo XVIII, una etapa marcada por una serie de reformas que redefinirían el rumbo de la monarquía borbónica, especialmente en los ámbitos de la marina, el comercio con América y la política exterior. A pesar de su creciente influencia en la corte, Patiño se enfrentó a un desafío crucial: restaurar y modernizar la infraestructura naval española, que había quedado gravemente afectada durante la Guerra de Sucesión.
En 1715, tras la toma de Mallorca y las Baleares, Felipe V nombró a José Patiño para un puesto clave en la reorganización de la marina: la Intendencia General de Marina. Este cargo, de nueva creación, marcó el inicio de una serie de esfuerzos para renovar y expandir la flota española. En esos primeros años, la marina española se encontraba en un estado precario, con una flota envejecida y mal equipada, incapaz de competir con las potencias navales como Inglaterra o Francia. Patiño, consciente de esta debilidad, trabajó incansablemente para mejorar la capacidad naval de España, recurriendo incluso a la contratación de embarcaciones privadas, tanto catalanas como francesas y genovesas, para suplir la falta de barcos de guerra.
La reforma de la marina no solo era esencial para la defensa de las costas españolas, sino también para garantizar el control de las rutas comerciales con las Américas, un territorio de vital importancia para la economía española. En este contexto, José Patiño emprendió una reorganización del comercio transatlántico, buscando consolidar la centralización de los recursos y la administración. Esto implicó la implementación de nuevas medidas que redujeron la influencia de los comerciantes privados, asegurando que el comercio con América estuviera bajo el control de la corona. Sin embargo, esta centralización no estuvo exenta de conflictos, especialmente con los comerciantes andaluces, quienes se vieron perjudicados por la creciente intervención del Estado en sus actividades. A pesar de las tensiones, Patiño mantuvo su postura, convencido de que el bienestar del imperio pasaba por un control más estricto del comercio con las colonias.
Uno de los principales logros de Patiño en el ámbito comercial fue la creación de nuevas ferias anuales en las colonias, como la de Jalapa en el virreinato de Nueva España y Portobelo en Panamá, medidas que facilitaron el intercambio de bienes y, en última instancia, aumentaron los ingresos de la corona. Además, Patiño desempeñó un papel crucial en la reforma de los sistemas impositivos relacionados con el comercio de las Indias, estableciendo un sistema más eficiente que permitió aumentar la recaudación y mejorar la gestión de los recursos.
Pero no solo la marina y el comercio fueron el foco de Patiño. Su influencia se extendió también a las políticas de expansión territorial. Tras la guerra, España había perdido gran parte de su poder en el Mediterráneo, pero Patiño trabajó para devolver a la monarquía española su influencia en Italia y el norte de África. La llegada de Isabel de Farnesio, la segunda esposa de Felipe V, en 1715, trajo consigo un giro en la política exterior española, con un mayor enfoque en la recuperación de los territorios italianos y una nueva orientación hacia el Mediterráneo.
La política exterior española en este periodo se caracterizó por la ambición de recuperar los dominios italianos, un proyecto que Patiño apoyó activamente. La influencia de la reina, junto con la habilidad diplomática de Patiño, permitió que España se reconfigurara como una potencia decisiva en la región. Patiño, además de sus responsabilidades en la marina y el comercio, se encargó de la organización de expediciones en el Mediterráneo y de los proyectos para reafirmar la presencia española en Italia. Fue un periodo de expansión, en el que España se acercó a la configuración de alianzas estratégicas con otras potencias, como Francia, lo que permitiría a la monarquía borbónica recuperar algunas de las plazas perdidas.
Sin embargo, los logros de Patiño no estuvieron exentos de desafíos. El comercio y la expansión naval fueron objetivos fundamentales, pero también lo fue el control de las tensiones internas, como las disputas sobre los territorios de Cataluña y las Islas Baleares, que tuvieron que ser reorganizados según las directrices de la Nueva Planta, un proceso que implicó tanto reformas políticas como sociales. La implementación de la Nueva Planta fue, para Patiño, una oportunidad para fortalecer la administración central del reino, y a través de su acción en Cataluña y las Baleares, dejó una huella que perduró en la reorganización de las instituciones locales.
El Resurgir de España en Italia y África
La política exterior de José Patiño alcanzó su máximo apogeo en los años 1720 y 1730, cuando se consolidó como un personaje clave en la recuperación de la influencia de la monarquía española en Italia y en la expansión de su presencia en el norte de África. Tras la firma de la Paz de Utrecht en 1713, España se encontraba en una situación de debilitamiento en muchos de sus dominios, especialmente en el Mediterráneo. Fue en este contexto de redefinición de fronteras y poderes internacionales que José Patiño, aprovechando su posición como ministro y hombre de confianza de Felipe V, jugó un papel determinante en la restauración del prestigio de España en varias regiones estratégicas.
El primer gran paso en esta dirección fue la recuperación de Italia. Con la llegada de Isabel de Farnesio, la nueva reina consorte de Felipe V, en 1715, se produjo un giro en la política exterior española. La reina, originaria de la casa de los Farnesio, tenía grandes intereses en Italia, especialmente en las posesiones de Parma, Piacenza y el reino de Nápoles, que España había perdido anteriormente o se encontraba en peligro de perder. Isabel, influenciada por sus orígenes italianos y con el deseo de afianzar su familia en la península itálica, propició una serie de cambios en la administración española que culminaron en la intervención española en los asuntos italianos.
José Patiño, que ya se encontraba al frente de varias áreas cruciales de la administración borbónica, fue nombrado para liderar esta ambiciosa recuperación. En 1717, Patiño fue responsable de organizar una expedición militar para recuperar Cerdeña, un primer paso en el proceso de restauración del poder español en Italia. Esta operación fue crucial para preparar el terreno para la conquista de Sicilia y Nápoles, con el objetivo de asegurar los intereses dinásticos de Isabel de Farnesio y de Felipe V.
El éxito en Cerdeña se completó con la toma de Sicilia en 1718, cuando la flota española, comandada por José Antonio Gaztañeta, conquistó Palermo y Mesina. La victoria, sin embargo, no fue sencilla. La intervención española en Sicilia levantó las sospechas de Gran Bretaña, que temía que la expansión de la influencia española en el Mediterráneo alterara el equilibrio de poder en la región. En respuesta, el almirante británico Bing dirigió una expedición para frenar el avance español, lo que culminó en la batalla de Pessaro en 1718. Aunque la escuadra española sufrió una derrota en la batalla, el impulso de las tropas y la ocupación de Sicilia consolidaron la posición española en el Mediterráneo.
El conflicto con las potencias europeas, especialmente con Inglaterra, no se limitó a Sicilia. España también se vio involucrada en una serie de negociaciones diplomáticas que, en última instancia, permitieron la consolidación de la presencia española en la península itálica. En 1731, la firma de la Paz de Viena configuró un bloque que incluía a Gran Bretaña, España y el Imperio, enfrentado a Francia. En este contexto, España no solo consiguió mantener sus territorios en Italia, sino que también consolidó su influencia en el sur del continente.
Más allá de Italia, la política de Patiño también se extendió al norte de África. En 1732, organizó una expedición para recuperar el enclave de Orán, que estaba bajo control de los corsarios berberiscos. La presencia de estos piratas en la zona representaba una amenaza constante para las rutas comerciales españolas y para las costas del Levante. La intervención de Patiño resultó en la exitosa conquista de Orán, lo que fortaleció la posición de España en el Mediterráneo y contribuyó a la eliminación de las incursiones de piratas en la zona.
El éxito de la expedición a Orán no solo significó una victoria territorial, sino también un golpe a los corsarios berberiscos que durante años habían atacado las costas españolas. Con la nueva posesión de Orán, España aseguró el control sobre un puerto estratégico que facilitaría el comercio en el Mediterráneo y fortalecería su posición frente a otras potencias europeas. Esta acción fue celebrada en la corte, y como reconocimiento a los méritos de Patiño, Felipe V le concedió la Orden del Toisón de Oro en 1732.
La importancia de estas intervenciones no solo radicaba en el control territorial, sino también en la proyección de poder y prestigio de España en el escenario internacional. Gracias a las victorias de Patiño en Italia y África, España recuperó el respeto de las potencias europeas y consolidó su influencia en las regiones del Mediterráneo, que hasta ese momento habían estado en manos de otras potencias.
Además de estas victorias militares, Patiño también jugó un papel clave en la diplomacia europea. A través de su habilidad para negociar y manejar los intereses de España, fue capaz de lograr acuerdos que beneficiaron a la monarquía. La firma del Primer Pacto de Familia en 1733 con Francia fue uno de los hitos diplomáticos más importantes de su carrera, pues consolidó la alianza entre ambos países y aseguró la sucesión de su protegido, el infante don Carlos, al trono de Nápoles y Sicilia.
El Último Período y Legado de José Patiño
El último tramo de la vida de José Patiño estuvo marcado por grandes tensiones políticas y personales, pero también por algunos de los logros más significativos de su carrera. A partir de 1725, Patiño vivió un periodo de altibajos, durante el cual experimentó tanto el apogeo de su poder como su más rotundo descalabro. Fue también una época en la que consolidó su legado, asegurando la estabilidad de la monarquía borbónica en una España que aún se recuperaba de las secuelas de la Guerra de Sucesión y de los cambios dinásticos impuestos por la llegada de Felipe V.
En 1725, el ascenso al poder de Johan Willem Ripperdá, quien se convirtió en Primer Secretario de Estado, significó un giro radical para Patiño. El barón de Ripperdá, que había sido nombrado para llevar adelante una nueva política mercantilista, rápidamente se enfrentó con Patiño, quien no solo fue apartado de su influencia política sino también desplazado de los círculos cercanos al rey. Ripperdá, con sus ambiciosos proyectos de reforma económica y de expansión marítima, comenzó a promover una línea dura que excluía a los ministros españoles tradicionales, como Patiño, favoreciendo en cambio a una serie de nuevos consejeros.
Este período de ostracismo no fue fácil para Patiño, quien vivió en un exilio político que lo llevó a ser enviado a Bruselas, aunque con el tiempo logró que se anulara este mandato. Su lealtad al rey y su capacidad para maniobrar políticamente en circunstancias adversas le permitieron regresar a la corte en 1726. La intervención de la reina Isabel de Farnesio y del embajador de Austria, el conde de Koenigsegg, fue clave para que Patiño volviera a ocupar posiciones de poder. Esta vez, lo hizo con una influencia renovada, pero bajo la amenaza constante de las presiones internas en la corte.
A partir de 1726, José Patiño volvió a los puestos clave que había ocupado previamente, siendo nombrado para las secretarías de Marina e Indias y, posteriormente, para la de Hacienda. Su regreso al poder coincidió con la resolución del conflicto de Gibraltar, una de las principales preocupaciones internacionales de España en ese momento. La decisión de Felipe V de lanzar un ataque contra Gibraltar, que culminó en un largo asedio que duró desde 1727 hasta 1729, representó no solo una cuestión militar sino también diplomática, en la que Patiño tuvo un papel destacado, dado que se trataba de una cuestión que afectaba a las relaciones con Inglaterra.
El ataque a Gibraltar fue un intento de restaurar el poder español en el estrecho y frenar el creciente dominio inglés sobre el comercio en el Mediterráneo. Aunque el asedio terminó en fracaso, Patiño demostró su habilidad para manejar la política exterior con agudeza, buscando alternativas y asegurando que la diplomacia española no se viera eclipsada por las derrotas militares. La firma del Acuerdo de Sevilla en 1729 con Gran Bretaña puso fin a los enfrentamientos y fue un testamento del pragmatismo diplomático de Patiño, quien logró sacar provecho de una situación aparentemente desfavorable para España.
Sin embargo, el verdadero legado de Patiño se encuentra en las reformas que implementó en el sistema administrativo y económico del reino. Tras el regreso de Felipe V a la corte, Patiño tomó las riendas de la reforma del comercio con América, que consistió en centralizar las actividades comerciales a través del puerto de Cádiz, eliminando los intereses privados y fortaleciendo la corona como la principal autoridad en las transacciones entre España y sus colonias. Patiño también implementó reformas que favorecieron la creación de nuevas ferias comerciales en el continente americano, como la de Jalapa en el virreinato de Nueva España y la de Portobelo en Panamá, lo que permitió aumentar los ingresos del imperio español.
Uno de los hitos de este periodo fue la Paz de Viena de 1731, que consolidó una nueva alianza de intereses entre Gran Bretaña, España y el Imperio, que se mantendría durante una parte crucial del reinado de Felipe V. En este contexto, Patiño jugó un papel esencial en la reorganización de las relaciones diplomáticas de España, fortaleciendo su presencia en el escenario internacional y asegurando los intereses estratégicos de la monarquía borbónica en Italia y África.
Durante los últimos años de su vida, José Patiño acumuló todo el poder político del reino, especialmente después de la muerte de su hermano Baltasar Patiño Rosales y del marqués de la Paz en 1733. No obstante, este poder fue efímero, ya que en 1736, cuando ya se encontraba en su madurez, falleció en el Real Sitio de San Ildefonso (Segovia), a los 70 años.
El legado de Patiño se mantuvo a través de su influencia en la administración borbónica, especialmente en la reorganización de la marina, la implementación de reformas fiscales y la recuperación de los dominios españoles en Italia y el norte de África. Su nombre se asocia con la restauración de la potencia marítima y comercial de España en el siglo XVIII, así como con la centralización y modernización del aparato estatal.
A través de su trabajo, Patiño dejó una huella indeleble en la historia política y económica de España, siendo considerado uno de los grandes arquitectos del resurgir de la monarquía borbónica en un momento crítico de su historia.
MCN Biografías, 2025. "José Patiño (1666–1736): Arquitecto del Renacer Borbónico y Reformador de la Marina Española". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/patinno-jose [consulta: 28 de septiembre de 2025].