Ramón Menéndez Pidal (1869-1968): El Filólogo que Transformó la Historia de la Lengua Española
Ramón Menéndez Pidal (1869-1968): El Filólogo que Transformó la Historia de la Lengua Española
Los Primeros Años y la Formación Académica (1869-1893)
Los Primeros Años
Ramón Menéndez Pidal nació el 13 de marzo de 1869 en La Coruña, una ciudad situada en la región de Galicia, al noroeste de España. Provenía de una familia de raíces asturianas, siendo el quinto de seis hijos. Su madre, de apellido Pidal, pertenecía a una familia de la nobleza asturiana, y su padre, de nombre Ramón, era un magistrado que desempeñó su carrera en diversas ciudades españolas. Esta movilidad por el país tuvo un impacto directo en la formación y desarrollo del joven Ramón. Desde su infancia, las experiencias y entornos variados forjaron su carácter y su interés por la lengua y la historia, áreas que más tarde definirían su carrera.
La familia Menéndez Pidal vivió en varias ciudades debido a los destinos laborales de su padre. Comenzó su educación en la ciudad de Oviedo, donde su padre ejercía su labor de magistrado, y continuó su formación en Valladolid y Albacete, donde inició el bachillerato. La familia se trasladó a Madrid en 1883, cuando el padre, ya enfermo, asumió un último cargo en la capital. En Madrid, Ramón conoció una nueva fase de su vida académica y cultural que marcaría el camino hacia su futuro intelectual. El ambiente madrileño fue determinante en su proceso formativo, pues la ciudad era el núcleo cultural más importante de España, lleno de recursos y bibliotecas que fomentaron su interés por la filología y la historia.
La Influencia Familiar y Académica
El traslado a Madrid también significó una profunda conexión con los primos maternos de Menéndez Pidal, los hermanos Luis y Alejandro Pidal y Mon. Alejandro Pidal, un destacado intelectual y segundo marqués de Pidal, se convirtió en una figura clave en la vida de Ramón. La influencia de estos primos y la protección que brindaron a la familia Menéndez Pidal en Madrid jugaron un papel fundamental en la integración de Ramón en los círculos académicos de la época. Gracias a este apoyo familiar, Menéndez Pidal pudo acceder a una educación de calidad, lo que le permitió seguir sus estudios en la Universidad Central de Madrid, una de las instituciones más prestigiosas del país en ese momento.
En sus años de juventud, Menéndez Pidal, influenciado por su entorno familiar, comenzó sus estudios en Filosofía y Letras. Sin embargo, y aunque su pasión por la filología era evidente, los deseos y expectativas familiares le llevaron a estudiar también Derecho, una carrera que su padre había deseado para él. La imposición de una doble carrera no fue fácil, pero permitió que Ramón Menéndez Pidal se desarrollara en un entorno académico riguroso. Este periodo fue fundamental para la futura obra de Menéndez Pidal, pues durante sus años universitarios comenzó a cuestionar la visión académica imperante en la universidad madrileña, la cual se caracterizaba por un enfoque más superficial y dogmático que no satisfacía su sed de conocimiento.
El Descubrimiento del Método Científico
Durante su estancia en la Universidad Central de Madrid, Menéndez Pidal vivió en primera persona las tensiones entre el enfoque tradicional y el emergente método científico en el estudio de la lengua y la literatura. Fue en la biblioteca del Ateneo madrileño donde tuvo la oportunidad de acceder a obras fundamentales para su formación, entre ellas la Gramática de las lenguas romances de Federico Díez y la obra de Meyer-Lübke. Estos textos, desconocidos o incluso despreciados en la universidad española, le abrieron nuevas perspectivas metodológicas. Descubrió el comparatismo, un enfoque de investigación lingüística que se basaba en la comparación de lenguas y literaturas de diferentes países, y que se estaba desarrollando con éxito en los círculos académicos de Europa, especialmente en Alemania. Este giro en su formación académica sería crucial en el desarrollo de su carrera como filólogo e historiador.
En sus primeros años universitarios, Menéndez Pidal se encontró con la figura de Marcelino Menéndez y Pelayo, uno de los más grandes filólogos e historiadores de su tiempo, quien desempeñó un papel decisivo en su formación. Aunque Menéndez Pidal fue alumno circunstancial de Menéndez y Pelayo, sería más tarde, durante los años de su doctorado, cuando entablaría una relación más estrecha con el maestro. Sin embargo, a pesar de la admiración que sentía por Menéndez y Pelayo, Menéndez Pidal desarrolló una postura más abierta y comparatista en la investigación filológica, a diferencia de la visión más centrada en el hispanismo del santanderino. Esta diferencia de enfoques se convertirá en una de las características distintivas de su carrera, permitiéndole integrar de manera más global los estudios filológicos dentro de un contexto europeo más amplio.
El Trabajo de Doctorado: Las Primeras Investigaciones
Menéndez Pidal completó su doctorado en 1892 con una tesis sobre Las fuentes de El Conde Lucanor, un tema que despertó su interés desde los primeros años de su formación. Sin embargo, a pesar de la relevancia de este trabajo, Menéndez Pidal no quedó completamente satisfecho con el resultado, ya que la supervisión de su tesis fue mínima, dada la falta de apoyo de su profesor, Sánchez Moguel. Este hecho reflejaba el escaso interés académico que existía en la Universidad Central por una investigación más rigurosa y comparativa. La falta de orientación y la insuficiencia de recursos para llevar a cabo una investigación de calidad se convirtieron en obstáculos que Menéndez Pidal supo superar, pero que también alimentaron su frustración con el sistema universitario.
A pesar de sus reservas sobre su tesis doctoral, el trabajo de Menéndez Pidal sobre El Conde Lucanor sirvió de base para investigaciones posteriores, y más tarde, en 1893, Menéndez Pidal se presentó a un concurso convocado por la Real Academia Española para premiar el mejor estudio sobre el Cantar de Mío Cid, uno de los más importantes poemas épicos de la literatura medieval española. Menéndez Pidal resultó vencedor en dicho certamen, y aunque el trabajo original no se publicó en su totalidad, los materiales que contenía se convirtieron en la base para su futura investigación sobre este poema. La influencia de investigadores como Gaston Paris y Leite de Vasconcellos en el desarrollo de su trabajo sobre el Cantar de Mío Cid fue esencial, ya que le ofrecieron una perspectiva más amplia que la hasta entonces predominante en España. Menéndez Pidal se adentró de lleno en la tarea de analizar la literatura épica española a través de un enfoque comparativo, lo que resultó ser un avance significativo en los estudios literarios de la época.
La Real Academia y los Primeros Reconocimientos
A lo largo de estos primeros años de investigación, Menéndez Pidal fue ganando un reconocimiento creciente dentro del ámbito académico. En 1899, fue nombrado catedrático de Filología Comparada (latina y española) en la Universidad Central de Madrid, lo que consolidó su posición como uno de los intelectuales más prometedores del momento. La cátedra de Filología Comparada no solo le permitió profundizar en sus estudios, sino que también le ofreció una plataforma desde la cual influir en el desarrollo de la filología española.
Además, en 1902, Menéndez Pidal ingresó en la Real Academia Española, lo que representó otro hito importante en su carrera. Este ingreso fue un reconocimiento a su labor intelectual, pero también reflejó la creciente influencia de su enfoque comparativo en los círculos académicos. Su relación con la Academia y su posterior ascenso a la dirección en 1925 y 1947 reflejan el respeto que se fue ganando a lo largo de su carrera. En estos primeros años, Menéndez Pidal también comenzó a colaborar con varias publicaciones académicas y científicas, tanto en España como en el extranjero, lo que consolidó su reputación como filólogo e historiador.
Primeros Trabajos y Reconocimiento (1893-1902)
Los Primeros Logros y Estudio del Cantar de Mío Cid
A partir de 1893, Ramón Menéndez Pidal comenzó a consolidar su posición como uno de los intelectuales más destacados de la filología española. Su victoria en el concurso de la Real Academia Española sobre el Cantar de Mío Cid marcó un punto de inflexión en su carrera. Aunque el trabajo no se publicó en su versión original, los materiales recopilados y la investigación realizada para este estudio serían fundamentales en el desarrollo de su obra más significativa. En este periodo, Menéndez Pidal amplió su comprensión de la épica española, buscando nuevas perspectivas en el análisis de textos que ya habían sido considerados clásicos, pero que nunca habían sido abordados con el rigor y la metodología comparativa que él proponía.
El Cantar de Mío Cid, una de las más antiguas y emblemáticas piezas de la literatura medieval española, fue un tema recurrente en su obra durante muchos años. Para Menéndez Pidal, el poema representaba un pilar esencial de la literatura castellana, no solo por su calidad literaria, sino también por su valor histórico. En sus estudios posteriores, Menéndez Pidal abordó el Cantar desde una perspectiva innovadora, al comprenderlo como un poema compuesto por varios elementos populares que se habrían transmitido oralmente antes de ser fijados por escrito. Esta visión de la épica, centrada en la idea de una creación colectiva y popular, contrastaba con las teorías anteriores que atribuían la creación de estos textos a autores cultos y eruditos. Menéndez Pidal sostuvo que los cantares de gesta, como el Cantar de Mío Cid, habían surgido en el seno del pueblo y se habían transmitido oralmente a través de los juglares, quienes los recitaban y los adaptaban a las circunstancias del momento.
La influencia de Gaston Paris y Leite de Vasconcellos fue clave en este enfoque comparativo. Estos estudiosos europeos le ofrecieron una perspectiva más amplia y comparada de la épica medieval, especialmente en relación con las baladas germánicas y la poesía popular europea. Menéndez Pidal adoptó un método más riguroso, que combinaba la investigación de los textos literarios con la etnografía y la historia, lo que le permitió ofrecer una visión renovada de la génesis y la difusión de la literatura épica en la península ibérica.
La Leyenda de los Siete Infantes de Lara y la Academia de la Historia
Otro de los grandes logros de Menéndez Pidal en esta etapa temprana de su carrera fue el estudio de la Leyenda de los Siete Infantes de Lara, que publicó en 1896. Este trabajo, que recibió el premio al talento de la Academia de la Historia, reflejaba el interés de Menéndez Pidal por las leyendas populares y su capacidad para analizar el folklore castellano desde una perspectiva histórica y lingüística. El premio que recibió por este estudio consolidó su prestigio dentro del ámbito académico, y su nombre comenzó a resonar en círculos filológicos y literarios fuera de España.
La publicación de esta leyenda no fue un hecho aislado, sino que formaba parte de un conjunto más amplio de investigaciones sobre las crónicas medievales y la literatura popular. Durante estos años, Menéndez Pidal empezó a trabajar en la recopilación y el análisis de diversas crónicas históricas, muchas de ellas aún no exploradas adecuadamente en el ámbito académico español. Su visión comparativa y su capacidad para reunir textos y documentos de distintas épocas y lugares le permitieron ofrecer una comprensión más completa y matizada de la evolución de la lengua y la literatura española.
En 1898, Menéndez Pidal publicó un Catálogo de las Crónicas Generales de España, un trabajo pionero en el que intentó establecer un árbol genealógico de los textos medievales españoles. Esta obra representaba un esfuerzo por organizar y clasificar las crónicas que narraban la historia de España desde la Edad Media, permitiendo que futuros estudiosos pudieran acceder de manera más ordenada a los documentos históricos. Este trabajo fue una contribución invaluable a los estudios históricos y literarios, ya que aportaba una base sólida sobre la que se podrían construir investigaciones posteriores.
Antología de Prosistas Castellanos y su Impacto Editorial
Uno de los trabajos que más reconocimiento le dio fue su Antología de prosistas castellanos, que se publicó por primera vez en 1898. Esta obra representó un avance significativo en la recopilación y publicación de textos literarios en España. Hasta ese momento, había pocos esfuerzos por reunir y organizar las obras de los prosistas castellanos en una antología accesible al público. La antología de Menéndez Pidal no solo llenó ese vacío, sino que también introdujo una metodología más científica y comparativa en la selección de los textos, lo que ayudó a posicionar a Menéndez Pidal como uno de los principales filólogos de su tiempo.
La antología tuvo un éxito editorial sin precedentes, ya que cubría un vacío en la literatura española y ofrecía una selección rigurosa de obras que abarcaban los principales autores castellanos hasta el Siglo de Oro. Además de su impacto en la academia, la obra tuvo una influencia significativa en la educación y en la formación de nuevas generaciones de filólogos y literatos españoles. La obra sirvió como base para los estudios de prosistas del siglo XVI y XVII y se convirtió en un texto esencial para el estudio de la evolución de la lengua y la literatura española.
La Colaboración con el Ateneo y los Primeros Enfrentamientos
Durante esta etapa, Menéndez Pidal también se involucró activamente en la vida académica y literaria de Madrid. Su participación en la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo madrileño fue fundamental para su desarrollo profesional, y sus conferencias sobre los Orígenes de la Lengua Castellana marcaron un punto de inflexión en su carrera. Estas conferencias fueron recibidas con críticas tanto positivas como negativas. A pesar de que la mayoría de sus estudios se centraban en la investigación científica y el análisis riguroso de los textos, Menéndez Pidal también se vio envuelto en disputas ideológicas y políticas dentro del campo académico.
Una de las críticas más duras que recibió en esta etapa vino de Clarín, un influyente escritor y crítico literario. La confrontación con Clarín fue significativa, ya que se enmarcó dentro de un conflicto más amplio entre las distintas corrientes ideológicas que existían en el mundo literario y académico de la época. Clarín, quien había estado involucrado en la crítica política y social de la España de su tiempo, se mostró especialmente crítico con las posiciones conservadoras de la familia de Menéndez Pidal, lo que dio lugar a un enfrentamiento entre ambos. Este tipo de disputas no fue algo aislado en la vida de Menéndez Pidal, quien a lo largo de su carrera mantuvo una postura independiente y flexible, alejada de las divisiones políticas y partidistas que caracterizaban a muchos de sus contemporáneos.
Matrimonio con María Goyri y la Formación de una Familia
En 1900, Menéndez Pidal se casó con María Goyri, una joven filóloga que más tarde desempeñaría un papel importante en la vida académica del país. Su matrimonio fue una de las decisiones más importantes de su vida personal y profesional. María Goyri, que compartía su pasión por la filología, se convirtió en una colaboradora cercana de Menéndez Pidal en varios de sus proyectos. A través de su relación con ella, Menéndez Pidal se alejó de las expectativas sociales y familiares que, en un principio, pretendían que se casara con una mujer de una familia aristocrática para consolidar una posición más sólida dentro de los círculos conservadores de la época.
De su matrimonio nacieron tres hijos: Ramón, Gonzalo y Jimena. La muerte de su primer hijo, Ramón, en 1908, marcó un punto de inflexión en su vida personal y profundizó su alejamiento de la vida mundana. La tragedia de su hijo primogénito y el constante trabajo de investigación de Menéndez Pidal lo alejaron de los compromisos sociales y políticos, a pesar de la presión familiar y de los intentos de su tío Alejandro, que le había preparado un futuro en la política del partido conservador.
Reconocimiento Académico y Primeros Honores
Durante los primeros años del siglo XX, la carrera de Menéndez Pidal continuó en ascenso. En 1902, fue nombrado miembro de la Real Academia Española, un logro que consolidó su prestigio en el ámbito académico. Al mismo tiempo, su nombramiento como catedrático de Filología Comparada en la Universidad Central de Madrid le permitió influir en nuevas generaciones de estudiantes y seguir desarrollando su visión comparatista de la lengua y la literatura española.
Este periodo estuvo marcado por un constante crecimiento intelectual y profesional, que culminó con su contribución al estudio de la literatura medieval y su metodología innovadora en el campo de la filología comparada.
La Consolidación de una Carrera Internacional (1904-1919)
La Expansión de su Obra y Reconocimiento Internacional
A principios del siglo XX, Ramón Menéndez Pidal alcanzó el cénit de su carrera en cuanto a influencia académica y relevancia internacional. Durante la década que va de 1904 a 1914, su figura se consolidó como la de un líder indiscutido de la filología española, destacando no solo en el ámbito nacional, sino también en los círculos intelectuales internacionales. Su enfoque innovador y su método comparatista marcaron un antes y un después en el estudio de la lengua y la literatura española, posicionándose como una figura clave en la historia de los estudios hispánicos. En este período, Menéndez Pidal no solo continuó con su labor investigadora, sino que también dejó una huella profunda a través de su implicación en diversas instituciones académicas de prestigio.
Uno de los hitos más relevantes de este periodo fue su contribución a la creación y consolidación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), una institución clave en la modernización de las ciencias humanas en España. Esta Junta fue creada en 1907 y tuvo un papel fundamental en el impulso de la investigación científica en diversas áreas, como la filología, la historia, la filosofía y la literatura. Menéndez Pidal fue una figura clave dentro de esta institución, no solo como miembro, sino también en su papel de vicepresidente desde 1910 hasta 1930. La JAE promovió el desarrollo de la filología comparada y otras disciplinas a través de becas de investigación y la creación de centros especializados, como el Centro de Estudios Históricos, cuyo impulso estuvo estrechamente ligado a Menéndez Pidal.
A través de la JAE y el Centro de Estudios Históricos, Menéndez Pidal fue capaz de formar una verdadera escuela de filología, en la que participaron destacados discípulos y colaboradores como Tomás Navarro Tomás, Américo Castro, Samuel Gili-Gaya y Federico de Onís, entre otros. Este grupo de jóvenes investigadores compartía el enfoque comparatista y el rigor científico que Menéndez Pidal había introducido en los estudios de la lengua y la literatura española. Bajo su dirección, el Centro de Estudios Históricos se convirtió en un referente para los estudios filológicos y en un núcleo de producción intelectual que, a pesar de las dificultades económicas y políticas de la época, continuó siendo un faro de la filología hispánica.
La Revista de Filología Española
Otro de los logros más importantes de Menéndez Pidal en esta etapa fue la creación y dirección de la Revista de Filología Española, que comenzó a publicarse en 1914. Esta revista fue un medio esencial para la difusión de las investigaciones filológicas en España y más allá de sus fronteras. Durante más de dos décadas, Menéndez Pidal dirigió la revista, que se convirtió en un espacio clave para la discusión y publicación de trabajos de investigadores españoles y extranjeros. La revista incluyó estudios innovadores sobre el romancero, la lengua medieval, la literatura española clásica y los orígenes del idioma, todos temas en los que Menéndez Pidal había sido pionero.
La Revista de Filología Española no solo cumplió con la función de publicar investigaciones y artículos académicos, sino que también desempeñó un papel de vanguardia en la creación de una comunidad internacional de filólogos e historiadores interesados en los estudios hispánicos. La participación de figuras tan destacadas como Américo Castro, Gili-Gaya, Sánchez Cantón, García Solalinde y Navarro Tomás ayudó a consolidar la revista como un referente indispensable para el ámbito académico. Los artículos publicados en la revista no solo abordaban la lengua española y su evolución histórica, sino que también se centraban en cuestiones literarias, históricas y culturales que permitían un enfoque integral de la cultura hispánica.
El trabajo que Menéndez Pidal y sus colaboradores realizaron a través de la revista permitió que los estudios filológicos adquirieran un nivel de prestigio y profesionalismo sin precedentes en España, consolidando así a Menéndez Pidal como una figura central del pensamiento académico en la península ibérica.
Su Relación con las Instituciones Internacionales
En el ámbito internacional, Menéndez Pidal también alcanzó un alto nivel de reconocimiento. En 1913, recibió la Medalla de Plata de la Hispanic Society of America de Nueva York, un honor que le fue otorgado en reconocimiento a su destacada labor como filólogo e historiador. Durante este periodo, Menéndez Pidal tuvo la oportunidad de dar conferencias magistrales en algunas de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, como la Universidad John Hopkins y la Universidad de Columbia, lo que le permitió no solo ampliar su influencia, sino también establecer conexiones con académicos de todo el mundo.
Una de las conferencias más destacadas de Menéndez Pidal en Estados Unidos fue la que pronunció en la Universidad John Hopkins sobre la épica castellana. En ella, Menéndez Pidal expuso su visión sobre el origen popular de los cantares de gesta y su transmisión oral a través de los siglos. Esta conferencia fue publicada en francés bajo el título L’épopée castillane à travers la littérature espagnole, y fue uno de los textos más influyentes de la época sobre la literatura medieval española. A través de sus conferencias y su participación en los círculos académicos internacionales, Menéndez Pidal consolidó su reputación como uno de los grandes filólogos e historiadores de su tiempo.
Además de sus compromisos académicos, Menéndez Pidal también participó en la Accademia dei Lincei en Roma, donde fue recibido como miembro, lo que le permitió continuar su colaboración con intelectuales europeos. Esta relación con instituciones académicas internacionales permitió que Menéndez Pidal fuera conocido no solo en España, sino también en el resto de Europa y América, lo que contribuyó a dar a los estudios hispánicos el prestigio internacional que hasta entonces no habían tenido.
Su Mención en el Contexto Literario Español
Durante estos años, Menéndez Pidal también se involucró en debates literarios dentro de España. Su vínculo con la literatura no se limitaba a la lengua y la filología, sino que también se extendía al estudio de las influencias literarias y los orígenes de las tradiciones literarias españolas. En este contexto, Menéndez Pidal participó en debates sobre el Romancero y el Cantar de Mío Cid, buscando establecer una conexión entre la literatura oral medieval y la literatura escrita posterior.
En 1912, Menéndez Pidal fue elegido miembro de la Academia de la Historia, aunque no leyó su discurso de ingreso hasta 1916. Este ingreso en la Academia de la Historia consolidó su estatus como un intelectual de renombre y le permitió tener acceso a una red más amplia de académicos, políticos e intelectuales. Además, en 1919, al cumplir 50 años, fue elegido presidente del Ateneo de Madrid, un puesto que le permitió seguir influyendo en el ámbito cultural y académico del país.
Durante este periodo, Menéndez Pidal fue testigo de la muerte de algunas de las figuras más destacadas de la filología y la historia española, como Rufino José Cuervo, Menéndez y Pelayo, Hanssen y Lenz, lo que le dejó la responsabilidad de mantener viva la tradición filológica en España. Con su incansable trabajo, Menéndez Pidal consolidó el legado de los grandes maestros del pasado y, al mismo tiempo, modernizó la forma en que se abordaba el estudio de la lengua y la literatura española.
El Impulso a la Filología Comparada
Una de las contribuciones más destacadas de Menéndez Pidal en este periodo fue su consolidación de la filología comparada como un método riguroso y sistemático de investigación. A través de sus investigaciones sobre las lenguas románicas y su relación con las lenguas germánicas, Menéndez Pidal sentó las bases de una disciplina que, aunque todavía joven en España, se estaba imponiendo en los círculos académicos europeos.
El manual de gramática histórica española que Menéndez Pidal publicó en 1904, y que amplió a lo largo de los años, se convirtió en uno de los textos fundamentales para el estudio de la lengua española desde una perspectiva histórica. Este manual, junto con otros trabajos de menor envergadura, permitió que Menéndez Pidal fuera reconocido como un referente no solo en España, sino en toda Europa, en el ámbito de la filología comparada y la gramática histórica.
La Influencia de la Guerra y la Dictadura (1936-1947)
La Guerra Civil y el Exilio
En 1936, España vivió uno de los momentos más convulsos de su historia contemporánea: el estallido de la Guerra Civil. La división política y social que marcó esta etapa afectó profundamente a las instituciones culturales y académicas del país, y Menéndez Pidal, como figura destacada del panorama intelectual, no fue ajeno a los efectos de este conflicto. Aunque en sus primeros años de vida profesional se había mantenido distante de los enfrentamientos políticos y sociales, la guerra civil lo encontró en una posición difícil, atrapado entre su profundo amor por la cultura española y su rechazo tanto a los extremismos ideológicos como a las divisiones políticas que desgarraban el país.
Con la República en guerra contra el levantamiento militar de Franco, Menéndez Pidal optó por mantenerse al margen de los enfrentamientos directos, buscando refugio en su labor investigadora y académica. Sin embargo, la situación política española se tornó cada vez más insostenible. Al principio, su postura fue la de un intelectual que se desvinculaba de la política activa, centrado en su investigación y evitando alinearse con cualquiera de los dos bandos, pero la creciente represión franquista y la clausura de las universidades afectaron su trabajo y su estabilidad personal.
En 1937, Menéndez Pidal se vio obligado a abandonar España. A través de contactos con intelectuales y académicos de otros países, consiguió la posibilidad de viajar a Burdeos en el sur de Francia, donde pudo impartir clases durante dos meses. A pesar de la delicada situación en la que se encontraba, su prestigio académico fue reconocido, y la Universidad de La Habana lo invitó para ofrecer una serie de conferencias sobre la historia de la lengua española, lo que le permitió viajar a Cuba. En 1937, también se trasladó a Columbia, en los Estados Unidos, donde continuó con su trabajo de investigación y dejó una importante huella en la academia estadounidense.
Menéndez Pidal pasó los años de guerra fuera de su patria, atravesando un periodo de aislamiento político que, no obstante, permitió una distensión en su vida intelectual. Aunque se distanció de los sectores más radicales de la política española, su exilio no le impidió seguir siendo una voz relevante en el ámbito académico internacional. En su correspondencia con otros intelectuales, especialmente con figuras como Américo Castro, Menéndez Pidal manifestó su dolor por la situación de España, pero al mismo tiempo mostró su deseo de mantenerse ajeno a las luchas partidistas.
La Universidad Internacional Menéndez y Pelayo
En 1939, Menéndez Pidal fue invitado a colaborar en la creación de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (UIMP), una institución académica cuya misión era ofrecer formación a estudiantes internacionales. La universidad, creada en el contexto de la dictadura franquista, se convirtió en un medio para la difusión de la cultura española en el ámbito global. Menéndez Pidal, a pesar de sus reservas políticas sobre el régimen franquista, se involucró en la creación de la universidad y participó en su desarrollo institucional. La Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, que más tarde se consolidaría como un centro de prestigio en España, pasó a ser uno de los proyectos clave en los que Menéndez Pidal se involucró en sus últimos años.
Aunque su posición política y su vínculo con el régimen franquista fueron ambiguos y a menudo objeto de críticas, su labor como académico y su influencia internacional en el campo de la filología le otorgaron un estatus que permitió que su carrera continuara desarrollándose, a pesar de las presiones del contexto político. Menéndez Pidal rechazó en diversas ocasiones ofertas para involucrarse más directamente en la política, como la posibilidad de ser candidato a la presidencia de la República o aceptar un escaño como diputado, lo que evidenció su aversión a involucrarse en la arena política.
La Dictadura de Franco y el Despido de la Academia Española
Con el final de la Guerra Civil y el ascenso al poder de Francisco Franco, las tensiones entre los intelectuales españoles fueron aún más marcadas. La dictadura impuso un régimen autoritario que también afectó las instituciones académicas y culturales, que se vieron sometidas a una fuerte censura. En 1939, Menéndez Pidal fue apartado de su cargo de director en la Real Academia Española, lo que marcó un punto bajo en su relación con la institución. Menéndez Pidal se negó a realizar el juramento que le exigían, en el que debía prometer lealtad al régimen franquista, lo que resultó en su exclusión de la dirección de la Academia.
A pesar de este desaire, Menéndez Pidal continuó su trabajo en la Academia de la Historia, que, a diferencia de la Real Academia Española, mostró una actitud más flexible hacia él. Esta institución, aunque también sometida a las presiones del régimen, permitió que Menéndez Pidal siguiera contribuyendo con su conocimiento y liderazgo intelectual en el ámbito histórico y lingüístico. El apoyo de la Academia de la Historia fue esencial en estos años difíciles, ya que le permitió seguir activo y continuar con sus investigaciones, sin que su reputación se viera tan dañada como la de otros intelectuales que fueron más directamente perseguidos.
Durante este periodo, Menéndez Pidal también recibió críticas por su actitud hacia el franquismo, especialmente por parte de aquellos que esperaban una postura más firme en contra del régimen. A pesar de las tensiones políticas, Menéndez Pidal se mantuvo alejado de los conflictos ideológicos y adoptó una postura conciliadora, lo que le permitió seguir desarrollando su obra y mantener relaciones con figuras de distintas orientaciones políticas.
La Muerte de Su Esposa y la Revalorización de su Obra
En 1954, Menéndez Pidal sufrió una de las grandes pérdidas de su vida: la muerte de su esposa, María Goyri. Esta tragedia personal afectó profundamente al filólogo, quien había encontrado en su esposa una colaboradora intelectual y emocional fundamental para su trabajo. La muerte de María dejó un vacío difícil de llenar, pero Menéndez Pidal continuó su labor investigadora a pesar del dolor. La figura de su esposa, que había sido clave en el desarrollo de su carrera, se mantuvo viva en su recuerdo y en su trabajo.
A pesar de los desafíos personales y políticos que enfrentó en estos años, la obra de Menéndez Pidal continuó siendo relevante en el ámbito académico. Sus estudios sobre la lengua española, el romancero, la épica y la historia medieval española fueron revalorizados por nuevas generaciones de investigadores, quienes lo consideraban uno de los grandes referentes en los estudios hispánicos. En 1962, la publicación de los Estudios dedicados a Menéndez Pidal en honor a su ochenta cumpleaños fue un reflejo de la admiración que su trabajo seguía generando en la comunidad académica.
Últimos Años y Legado (1947-1968)
El Regreso a Madrid y la Resistencia al Franquismo
Los últimos años de Ramón Menéndez Pidal fueron una etapa compleja, marcada por un retorno a España bajo el régimen de Franco, que había impuesto su dictadura tras el final de la Guerra Civil. Después de ser apartado de la dirección de la Real Academia Española en 1939 debido a su negativa a jurar fidelidad al régimen, Menéndez Pidal se mantuvo relativamente al margen de la política española, concentrándose en su trabajo académico. Sin embargo, su regreso a Madrid en los años posteriores estuvo marcado por la presión del franquismo, que mantuvo un control férreo sobre las instituciones culturales y académicas.
Aunque se mantenía distante de las disputas ideológicas, Menéndez Pidal no pudo evitar la exclusión social y académica que sufrió durante la dictadura. En 1947, cuando la Real Academia le prohibió el acto en el que iba a ser nombrado «hijo predilecto» de su ciudad natal, La Coruña, debido a su actitud moderada y su postura ante el franquismo, quedó patente que su influencia política seguía siendo rechazada en ciertos círculos. Sin embargo, su trabajo académico seguía siendo altamente respetado en el ámbito intelectual, y su estatus como figura central en la filología española permaneció intacto. La exclusión de Menéndez Pidal de la dirección de la Real Academia, en contraste con su reconocimiento en otras instituciones académicas, muestra cómo las presiones del régimen se entrelazaron con su vida personal y profesional.
A pesar de esta situación, Menéndez Pidal no dejó que la política limitara su trabajo. Se volcó en sus investigaciones, en la revisión y mejora de su extensa obra académica, y en la formación de nuevas generaciones de filólogos, muchos de los cuales fueron discípulos suyos directos. Entre sus colaboradores y alumnos se encontraban figuras como Américo Castro, Federico de Onís, Dámaso Alonso, Antonio García Solalinde, Samuel Gili-Gaya, Juan Corominas, Vicente García de Diego, Marcel Bataillon y Miguel Asín Palacios, quienes continuaron su legado y ampliaron su influencia en el campo de los estudios hispánicos.
La Muerte de María Goyri y el Deterioro de su Salud
La muerte de María Goyri, su esposa y compañera intelectual, en 1954 fue un golpe devastador para Menéndez Pidal. A lo largo de su vida, María no solo fue su esposa, sino también su principal colaboradora en sus investigaciones, una figura clave en el desarrollo de su carrera. Su fallecimiento dejó a Menéndez Pidal con una sensación de pérdida profunda que se reflejó en su obra de los años posteriores. A pesar de este dolor, el filólogo continuó con su labor académica, manteniendo su ritmo de trabajo incansable, incluso en los años de su envejecimiento.
A medida que pasaron los años, Menéndez Pidal enfrentó un deterioro progresivo de su salud. En 1965, sufrió una trombosis que le dejó parcialmente paralizado, lo que afectó gravemente su movilidad y capacidad de trabajo. No obstante, la enfermedad no lo apartó de su labor intelectual. A pesar de la parálisis parcial que sufrió en su brazo y pierna derechos, Menéndez Pidal siguió trabajando incansablemente desde su casa en Madrid, donde montó un pequeño centro de investigación que continuó siendo un punto de encuentro para sus discípulos y colaboradores.
En su casa de Chamartín, Menéndez Pidal recibía a estudiantes, colegas e intelectuales, quienes venían a buscar su orientación, consejo y colaboración. El Seminario Menéndez Pidal, dirigido por su nieto Diego Catalán, surgió de este ambiente de trabajo en los últimos años de su vida, convirtiéndose en una institución clave en el estudio de la lengua y la literatura española. Menéndez Pidal mantuvo una activa participación en este seminario, revisando trabajos y ofreciendo sugerencias a sus estudiantes, aunque su salud le impidió desempeñar un papel tan activo como en su juventud.
La Muerte de Su Hijo y Su Yerno
El dolor por la muerte de su hijo primogénito, Ramón, en 1908, ya había sido un golpe devastador para Menéndez Pidal, pero la tragedia volvió a tocar a la familia en los últimos años de su vida. En 1956, su yerno, Miguel Catalán, físico y también un destacado intelectual, falleció de manera repentina. Este nuevo golpe supuso otra pérdida importante para Menéndez Pidal, quien había mantenido una relación estrecha tanto con su hijo como con su yerno. La partida de estas dos figuras cercanas, junto con la de su esposa, lo dejó con una sensación de soledad que solo la dedicación a su trabajo académico parecía aliviar.
A pesar de estas tragedias personales, Menéndez Pidal se mantuvo firme en su labor investigadora. La muerte de sus seres queridos y los desafíos personales no mermaron su pasión por la filología y su empeño en dejar un legado académico que perdurara más allá de su tiempo. Los últimos años de su vida fueron testimonio de su resiliencia y su dedicación a la ciencia, a pesar de las dificultades.
La Publicación de los Estudios Dedicados a Menéndez Pidal
En 1950, a la edad de 81 años, Menéndez Pidal recibió un homenaje en forma de una serie de trabajos académicos dedicados a su obra y legado. Los Estudios dedicados a Menéndez Pidal, publicados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), fueron un reflejo del reconocimiento global que recibía su obra. Este homenaje, en forma de una publicación colectiva, fue una muestra del impacto y la admiración que había generado su trabajo en los círculos académicos internacionales.
Los Estudios reunieron contribuciones de varios de sus discípulos y colaboradores más cercanos, quienes habían continuado su labor en el campo de la filología, la historia de la lengua española y la literatura medieval. Esta publicación no solo sirvió como un reconocimiento a Menéndez Pidal, sino también como un testimonio de su influencia perdurable en las ciencias humanas.
La Última Etapa y Su Legado
A pesar de las dificultades de salud que enfrentó en sus últimos años, Menéndez Pidal nunca abandonó su trabajo académico. La idea de la lengua española como una entidad dinámica y en constante evolución siguió siendo uno de los pilares de su obra. Durante los últimos años de su vida, continuó revisando y ampliando su trabajo sobre el Cantar de Mío Cid, el romancero y la historia medieval española, consolidando su lugar como uno de los más grandes estudiosos de la lengua y la cultura españolas.
La labor de Menéndez Pidal no solo se centró en el estudio de la literatura y la lengua española, sino también en el desarrollo de un método riguroso que influyó en generaciones de filólogos e historiadores. Su obra dejó un legado que trascendió fronteras y generaciones, y su visión comparatista se convirtió en una de las características definitorias de los estudios hispánicos. Hoy, su nombre está ligado de manera ineludible a la filología española y a la historia cultural de España.
El Fallecimiento y la Perpetuación de su Legado
El 14 de noviembre de 1968, Ramón Menéndez Pidal falleció en su casa de Madrid a los 99 años. Su muerte marcó el fin de una era en los estudios de la lengua y la literatura española. Sin embargo, su legado perduró en las instituciones que fundó, en los discípulos que formó y en la vasta obra que dejó atrás. El Seminario Menéndez Pidal, dirigido por su nieto Diego Catalán, sigue siendo un centro de investigación clave en la filología y la historia del idioma español.
Menéndez Pidal dejó una marca indeleble en la academia, y su influencia sigue viva en las nuevas generaciones de estudiosos, que continúan desarrollando y revisando su obra. Su rigor académico, su enfoque comparatista y su capacidad para integrar la historia, la lingüística y la literatura en un solo cuerpo de conocimiento siguen siendo fundamentales para comprender la evolución de la lengua y la cultura españolas.
MCN Biografías, 2025. "Ramón Menéndez Pidal (1869-1968): El Filólogo que Transformó la Historia de la Lengua Española". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/menendez-pidal-ramon [consulta: 27 de septiembre de 2025].