Carlos Fernández Casado (1905–1988): El Ingeniero Humanista que Redefinió la Estructura en España

El entorno y la formación de un ingeniero singular

Infancia en Logroño y orígenes familiares

Carlos Fernández Casado nació el 4 de marzo de 1905 en el número 21 de la calle Muro del Siete, en Logroño, una ciudad cuya vida urbana y cultural estaba en transformación a comienzos del siglo XX. Su padre, Tomás Fernández, era un militar nacido en Zalamea (Badajoz), lo que sugiere una familia vinculada a los valores de la disciplina y el deber. Su madre, Presentación Casado, procedente de Zaragoza, aportaba al hogar una influencia distinta, de sensibilidad posiblemente más urbana y abierta a las letras. Este cruce geográfico y cultural, junto con una clase social acomodada pero no aristocrática, generó el caldo de cultivo ideal para un joven con potencial intelectual e inquietudes multidisciplinares.

A los nueve años, Carlos ingresó al Instituto General y Técnico de Logroño, situado justo frente a su casa natal, lo cual facilitó un entorno educativo continuo y accesible. Allí cursó materias fundamentales como Lengua Castellana, Geografía, Aritmética, Geometría, Religión y Caligrafía, base del pensamiento ordenado que más adelante influiría tanto en su enfoque técnico como en su visión filosófica.

Educación inicial y primeros pasos académicos

Su precoz madurez se evidenció en 1924, cuando con apenas diecinueve años finalizó la carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, destacándose por su brillantez al obtener la calificación de sobresaliente en el último curso. Esta temprana culminación marcó el inicio de una carrera en la que se entrelazarían con naturalidad la exactitud matemática y la dimensión estética de la ingeniería.

El joven Fernández Casado no se conformó con un éxito inicial. Al año siguiente se trasladó a Francia, inscribiéndose en la École Supérieure d’Électricité de París, donde se especializó como ingeniero de radiotelegrafía. Además, en 1926 profundizó en los radiofaros en el Service Central des Phares, también en Francia. Este contacto con los avances técnicos europeos le permitió incorporar una visión cosmopolita que más tarde definiría su singular estilo ingenieril.

Formación politécnica e intelectual en Europa y España

La amplitud de intereses de Carlos Fernández Casado se manifestó con claridad en su decisión de ampliar su formación más allá de la ingeniería. En 1927 inició estudios de Ingeniería de Telecomunicación en Madrid y simultáneamente se inscribió en las facultades de Filosofía y Letras y de Derecho, estudios que más adelante continuaría en Granada y Valladolid. Este esfuerzo por abarcar disciplinas técnicas y humanísticas refleja un espíritu renacentista, una voluntad de comprender el mundo no solo a través del cálculo, sino también del pensamiento crítico y la historia de las ideas.

Obtuvo su licenciatura en Filosofía e Historia en 1944, un momento clave para consolidar su visión integral del conocimiento. Su grado en Derecho, completado en 1973 cuando tenía 68 años, demuestra una vocación de aprendizaje permanente, poco habitual incluso entre los más inquietos intelectuales.

Encuentros con el pensamiento y la cultura

En los años veinte, mientras residía en Granada, Fernández Casado participó en el Grupo Gallo, un colectivo artístico y vanguardista liderado por Federico García Lorca. Fue durante una velada el 28 de octubre de 1928 cuando, junto a Lorca y otros creadores, Carlos expuso públicamente su visión sobre la ingeniería como forma artística, con la conferencia titulada «Ingeniero: Maquinismo y Arquitectura». Esta intervención, a los veintitrés años, es reveladora: situaba a la ingeniería no solo como una disciplina técnica, sino como una práctica que debía dialogar con la arquitectura y el pensamiento estético.

Ese mismo año, su ingreso a la Facultad de Filosofía de Madrid le permitió entrar en contacto con el pensamiento de Xavier Zubiri, discípulo de José Ortega y Gasset. La influencia de Zubiri sería determinante. Para Fernández Casado, el ingeniero debía ser más que un ejecutor de estructuras funcionales: debía ocuparse de los problemas radicales que surgen al ejercer cualquier profesión creadora. Esta idea se convirtió en un eje articulador de toda su obra posterior: el puente entre técnica y filosofía, entre estructura y significación.

En su visión, la ingeniería era una forma de interpretación del mundo, una herramienta para transformar la realidad física pero también cultural. Fernández Casado entendía que cada puente, cada edificio, debía responder a una lógica técnica, pero también a una necesidad simbólica, estética e incluso moral. Esta visión transdisciplinaria se convirtió en una de las claves de su legado.

Así se cerraba el primer ciclo de formación de un hombre que no se contentaba con dominar el cálculo estructural, sino que aspiraba a comprender el lugar del ingeniero en la historia, su responsabilidad social y su papel como mediador entre la materia y el espíritu. Este enfoque, visionario y audaz, marcaría profundamente su posterior labor como docente, constructor, teórico y pensador.

El ingeniero de estructuras y el pensador humanista

Primeras obras y proyectos profesionales

La carrera profesional de Carlos Fernández Casado comenzó a consolidarse en la década de 1920, cuando su formación multidisciplinaria ya le permitía abordar la ingeniería desde una perspectiva integral. En 1926, empezó a trabajar en estudios de proyectos de caminos, ferrocarriles, canales de riego y aprovechamientos hidráulicos, particularmente en las provincias de Granada, Jaén, Cádiz, Almería y Palencia. Su dedicación a este tipo de obras no solo obedecía a una necesidad laboral, sino a su firme convicción de que la infraestructura era una vía de transformación profunda del territorio y de mejora social.

En 1932, fue contratado como ingeniero asesor por la empresa Huarte y Cía, un vínculo profesional que mantendría hasta el final de su vida. Esta relación fue crucial para el desarrollo de sus proyectos más ambiciosos, permitiéndole experimentar con estructuras complejas y novedosas soluciones constructivas. Paralelamente, entre 1931 y 1936, colaboró con el Ministerio de Obras Públicas, integrándose en el Gabinete de accesos y extrarradios de Madrid, lo que le situó en el corazón de la planificación urbana en la capital española.

Su enfoque práctico, basado en el rigor técnico y el conocimiento profundo de los materiales y del terreno, se complementaba con una visión artística del espacio público, en la que la función y la forma se fundían. Durante estos años iniciales, Fernández Casado fue afinando una metodología de trabajo basada en el equilibrio entre la matemática pura y la intuición estética.

Cátedras, docencia e innovación académica

En 1929, con solo 24 años, inició su labor docente con un curso sobre Faros y Señales Marítimas en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid. A lo largo de las décadas siguientes, su perfil como pedagogo se consolidó y evolucionó. En 1961, obtuvo por oposición la cátedra de Puentes de Fábrica en la misma Escuela, y a partir de 1970, se le asignaron también las cátedras de doctorado de Historia de la Ingeniería y de Puentes de grandes luces.

Estos nombramientos no fueron solo reconocimientos honoríficos: marcaron el momento en que Carlos Fernández Casado se convirtió en un referente en la formación técnica e intelectual de varias generaciones de ingenieros. Su capacidad para explicar lo complejo con claridad, así como su insistencia en dotar a la ingeniería de una dimensión ética y cultural, fueron cualidades altamente valoradas por sus estudiantes.

Desde 1963, extendió su magisterio al ámbito internacional, participando en los cursos bianuales del CEMCO, destinados a ingenieros y arquitectos hispanoamericanos. Este esfuerzo formativo reforzó el papel de España como punto de referencia en ingeniería estructural y tendió puentes entre Europa y América Latina.

Grandes obras y puentes icónicos

La trayectoria profesional de Fernández Casado se caracterizó por una intensa actividad constructiva, que abarcó desde obras hidráulicas hasta edificaciones industriales y residenciales. Entre 1949 y 1963, mientras fue Ingeniero de la Jefatura de Puentes del Ministerio de Obras Públicas, participó en la construcción de veintitrés puentes, muchos de ellos considerados ejemplos notables de la ingeniería moderna española.

Destacó especialmente como proyectista y constructor de estructuras metálicas, colaborando en obras para múltiples organismos estatales, como los ministerios de Obras Públicas, Aire, Vivienda y Justicia, y también para el Instituto Nacional de Previsión. Su firma aparece vinculada a residencias sanitarias en ciudades como Zaragoza, Barcelona, Pamplona y Lérida, así como a la construcción de edificios académicos como la Facultad de Filosofía y Letras y las Escuelas de Arquitectura, Ingenieros Navales e Ingenieros de Montes en Madrid.

Entre sus obras singulares destacan la Estación de Ferrocarril de Santander, almacenes en el Puerto de Pasajes, y diversos talleres para industrias como Ensidesa, Endasa, Ibérica del Nitrógeno, Española del Zinc en Cartagena, Itelhorce en Málaga, y Hitasa en Sevilla. Estos proyectos muestran la amplitud de su campo de actuación y su capacidad para adaptarse a contextos técnicos y funcionales muy diversos.

Reconocimiento internacional y participación en congresos

Además de su actividad constructiva en España, Carlos Fernández Casado amplió su campo de acción a nivel internacional. En 1944, participó en el proyecto y construcción del taller de montaje de Torrejón, junto con el ingeniero Sánchez del Río. En 1952, colaboró en el diseño de la tribuna principal del estadio San Mamés en Bilbao, trabajando con los arquitectos J.A. Domínguez Salazar, C. de Miguel y R. Magdalena. Y en 1968, intervino en el paso superior de Cuatro Caminos en Madrid, un proyecto emblemático que realizó a través de la empresa Carlos Fernández Casado S.A. en asociación con Huarte y Cía. S.A.

Su excelencia profesional fue reconocida con premios en concursos internacionales, como el premio al mejor proyecto de puente en Zaza y Tuinicu (Cuba, 1958), y su asesoramiento fue requerido en grandes obras latinoamericanas, como el viaducto de la autopista Caracas-Tejerías (Venezuela, 1963), o el proyecto del puente sobre el río Uruguay entre Argentina y Uruguay.

Participó también en los congresos internacionales más prestigiosos de su campo: Asociación Internacional de Puentes y Estructuras (París, 1932; Lieja, 1948; Estocolmo, 1960; Río de Janeiro, 1964; Madrid, 1970), Federación Internacional de Pretensado (Berlín, 1958; París, 1966; Praga, 1970), y la Asociación Internacional del Hormigón Prefabricado (Estocolmo, 1960; París, 1963; Londres, 1966; Praga, 1970; Nueva York, 1974). Estas participaciones no solo refrendaban su posición en la élite ingenieril, sino que también mostraban su interés por el intercambio técnico y cultural a escala global.

Una voz en la comunidad técnica y cultural

Carlos Fernández Casado no se limitó a construir obras y formar alumnos. También fue un prolífico escritor técnico, con once libros publicados (uno con ocho ediciones), más de veinte estudios en publicaciones no periódicas y más de 140 artículos en revistas especializadas como Obras Públicas, Ingeniería y Construcción, Informes de la Construcción, Estudios Geográficos, Revista de Ideas Estéticas, Archivo de Arqueología, y otras publicaciones internacionales.

Entre sus títulos más influyentes destacan «Cálculo de estructuras reticulares» (1934), «Puentes de hormigón armado pretensado» (1961 y 1965), «Historia del puente en España» (1980) y «Ingeniería Hidráulica Romana» (1983). En ellos, Fernández Casado abordó tanto los aspectos técnicos como los históricos, consolidando una visión integral de la ingeniería como una disciplina situada entre el arte, la ciencia y la historia.

Además, su inclinación filosófica le llevó a publicar ensayos como «Tres momentos del ingeniero en la historia» y «Estética de las artes del ingeniero», en los que planteaba la necesidad de pensar la técnica desde una perspectiva humanista. Esta capacidad de conectar la práctica profesional con la teoría cultural convirtió a Fernández Casado en una figura única en el panorama de la ingeniería española del siglo XX.

Un legado monumental: arte, ingeniería y pensamiento

Distinciones, honores y culminación profesional

A lo largo de su extensa carrera, Carlos Fernández Casado acumuló no solo proyectos, cátedras y publicaciones, sino también reconocimientos institucionales que reflejaban el respeto que sus colegas y las autoridades le profesaban. En 1976, fue nombrado Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, una distinción que simbolizaba la fusión entre el arte y la técnica que él tanto defendía. Su discurso de ingreso, “Estética de las artes del ingeniero”, fue un verdadero manifiesto sobre el carácter artístico de la ingeniería.

En ese mismo año recibió la Medalla de la Asociación Española del Pretensado, seguida en 1978 por la Medalla de la Asociación Internacional del Pretensado y, en 1979, la Medalla de la Asociación Internacional de Puentes y Estructuras. Estas distinciones, otorgadas por organismos nacionales e internacionales de alto prestigio, consolidaron su posición como figura emblemática de la ingeniería estructural en el siglo XX.

Más allá de los premios, su verdadera consagración residía en la amplitud de su legado: infraestructuras funcionales, ideas filosóficas, métodos didácticos y modelos estéticos que continuaban influyendo en el diseño y la reflexión técnica mucho después de la finalización de sus obras.

Últimos años y actividad intelectual constante

Lejos de retirarse con los laureles, Fernández Casado mantuvo una actividad intelectual vigorosa hasta sus últimos años. A los 68 años, completó su licenciatura en Derecho, un gesto que refleja no solo curiosidad sino también una voluntad de comprender el marco jurídico que rige las obras públicas. Esta licenciatura no era un simple título más, sino un componente clave para su visión integral del ejercicio profesional, donde el ingeniero debía ser también un ciudadano consciente de las implicaciones éticas y legales de su trabajo.

En los años finales, publicó obras clave como “Historia del puente en España” y “Ingeniería Hidráulica Romana”, que recopilaban décadas de investigaciones técnicas, históricas y arqueológicas. Su interés por los acueductos romanos y la arquitectura histórica revelaba una obsesión por los orígenes, por encontrar en el pasado modelos duraderos de eficacia, belleza y permanencia.

También participó en conferencias nacionales e internacionales, incluyendo ciudades como La Habana, Caracas, Bogotá, Quito, Lima, Medellín, La Plata, México, Buenos Aires y Múnich. Este diálogo constante con públicos variados ampliaba el impacto de sus ideas más allá del mundo técnico, llevándolas al ámbito cultural y académico.

Recepción crítica y afectiva en vida

El 3 de mayo de 1988, Carlos Fernández Casado falleció en Madrid a los 83 años, siendo enterrado en el cementerio de Cercedilla. Su desaparición generó una oleada de homenajes y reconocimientos en medios especializados y generalistas. En el diario ABC, el catedrático de arte Antonio Bonet Correa publicó una nota necrológica que lo describía como una “inteligencia privilegiada” unida a una “bondad y cordialidad extremas”. Bonet lo evocaba como gran conversador, dueño de un temperamento sereno y una palabra apasionada, capaz de enriquecer cualquier intercambio con una curiosidad intelectual sin límites.

Este retrato no solo era una muestra de afecto personal, sino una validación pública del carácter humanista que impregnó toda su obra. Carlos no era únicamente un técnico brillante, sino un hombre con una profunda comprensión del pensamiento, del arte y de las relaciones humanas, atributos que raramente confluyen con tal intensidad en un ingeniero.

Relecturas de su obra tras su muerte

La figura de Carlos Fernández Casado no quedó encerrada en el recuerdo inmediato de sus contemporáneos. A partir de 1988, se multiplicaron los estudios sobre su vida y su legado. Entre ellos, destaca el ensayo “Ingeniería y filosofía: Carlos Fernández Casado y Xavier Zubiri” de San Baldomero Ucar, publicado por el Instituto de Estudios Riojanos en 1992, donde se explora el diálogo entre técnica y filosofía que tanto marcó su obra.

Javier Manterola Armisen, uno de sus discípulos y también destacado ingeniero, dedicó múltiples artículos a analizar su legado técnico y humano, en revistas como Revista de Obras Públicas, Hormigón y Acero e Informes de la Construcción. Estas publicaciones no solo reconstruyen su trayectoria, sino que también lo inscriben en una tradición intelectual española que une a científicos, arquitectos, filósofos y artistas.

Además, sus escritos comenzaron a ser reeditados, estudiados y citados en contextos académicos multidisciplinares, donde se destacaba su capacidad para pensar la técnica desde una mirada crítica, abierta a los problemas culturales, estéticos y éticos del presente.

La herencia de Carlos Fernández Casado

A día de hoy, la influencia de Carlos Fernández Casado se extiende más allá de sus estructuras físicas. Sus puentes y edificios aún en pie siguen cumpliendo funciones prácticas, pero también funcionan como símbolos visibles de una forma de entender la ingeniería: rigurosa, sí, pero también sensible a la historia, al paisaje y a las necesidades humanas.

La empresa Carlos Fernández Casado S.A., fundada bajo su impulso, continúa siendo un referente en ingeniería estructural. Pero más allá de la herencia institucional, su verdadera aportación es cultural: mostró que el ingeniero no tiene por qué ser ajeno a la filosofía, al arte o al pensamiento crítico. Que el cálculo puede convivir con la estética, y que construir es también interpretar el mundo.

Para las generaciones futuras, su figura sirve de modelo interdisciplinario. En una época donde la especialización a menudo separa más de lo que conecta, Carlos Fernández Casado representa la posibilidad de ser técnico y humanista, científico y artista, constructor y pensador. Un ideal que, aunque difícil de alcanzar, sigue siendo inspirador.

Con su vida, sus obras y su pensamiento, dejó un legado sólido y profundo. No solo hizo puentes entre ríos y carreteras: hizo puentes entre disciplinas, entre épocas, entre mundos. Y esos, como los mejores de sus diseños, siguen en pie.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Carlos Fernández Casado (1905–1988): El Ingeniero Humanista que Redefinió la Estructura en España". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/fernandez-casado-carlos [consulta: 27 de septiembre de 2025].