Martín Díaz de Mayorga (1721–1783): De Soldado Borbónico a Virrey de las Américas

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Raíces, vocación y ascenso en el ejército

Contexto histórico y familiar del siglo XVIII español

Barcelona y la España borbónica tras la Guerra de Sucesión

Martín Díaz de Mayorga nació en Barcelona en septiembre de 1721, en una España que aún sentía los efectos de la reciente Guerra de Sucesión (1701–1714). La instauración de la dinastía borbónica con Felipe V trajo una profunda centralización administrativa y militar, transformando el rol de la monarquía y reforzando su control sobre los territorios peninsulares y ultramarinos. Cataluña, particularmente Barcelona, había sido uno de los escenarios finales de la contienda, y aunque sufrió la represión borbónica, también se convirtió en un centro de reorganización del poder.

En este entorno centralizador y marcadamente militarizado, nacería Martín Díaz de Mayorga, cuya vida y carrera serían ejemplo claro del nuevo modelo de funcionario leal al rey, formado en el ejército y comprometido con los intereses imperiales en América.

La tradición militar en la familia Díaz de Mayorga

Martín fue hijo póstumo del brigadier Martín Díaz de Mayorga, fallecido en abril del mismo año de su nacimiento, y de Manuela Ferrer, natural de Vich (Gerona), descendiente de Jerónimo Ferrer y Mariana Pou. Su linaje paterno estaba profundamente vinculado al ejército: su abuelo, también de nombre Martín, había sido coronel y sargento mayor de los presidios de Cádiz, una posición clave en la defensa del litoral andaluz.

Desde su nacimiento, la figura del padre ausente, pero honrado en los anales militares, así como la influencia de su abuelo, crearon una atmósfera de deber militar que marcaría su destino. La identidad familiar estaba entrelazada con el servicio a la Corona, y ese legado parecía una vocación heredada más que una elección personal.

Juventud y formación militar

Influencias familiares y primeras decisiones

Bautizado el 12 de septiembre de 1721 en la iglesia barcelonesa de San Justo y San Pastor, Martín creció bajo la tutela de su madre y, probablemente, de otros parientes militares. Desde joven mostró inclinación por seguir los pasos de su linaje, no sólo por tradición, sino por la seguridad social y movilidad ascendente que ofrecía el ejército borbónico a familias hidalgas de provincias. Las Reformas Borbónicas promovían el ascenso de oficiales leales, disciplinados y formados en las reglas del absolutismo ilustrado.

Ingreso en las Reales Guardias Españolas

A los catorce años, en 1735, se alistó en el prestigioso Regimiento de Reales Guardias Españolas, unidad de élite directamente vinculada a la Casa Real. En esta etapa temprana alcanzó el grado de alférez, un logro que denotaba su valía o los méritos previos de su familia. Esta unidad no solo representaba la fuerza militar más cercana al monarca, sino también una cantera de cuadros para futuras misiones administrativas y diplomáticas.

Campañas en Italia y ascenso por méritos de guerra

Entre 1745 y 1748, participó activamente en la guerra por el control de los dominios italianos de los Habsburgo, un conflicto que implicó a las potencias europeas y en el cual España buscaba recuperar su influencia en Italia. Martín intervino en las campañas de Tortosa, Plasencia, Parma, Pavía, Alejandría, Valenza, Asti y Milán, lo que le permitió adquirir experiencia de combate real y formación táctica, especialmente en un contexto multinacional y de alto nivel estratégico.

Durante estas campañas fue ascendido a oficial de granaderos, una de las posiciones más honoríficas en la jerarquía militar del siglo XVIII. El cuerpo de granaderos, reservado para soldados de alta estatura, valor y disciplina, era un símbolo de prestigio. La trayectoria italiana cimentó su prestigio militar y lo situó como un oficial confiable y experimentado en los círculos de la Corte borbónica.

Consolidación de su carrera militar

Participación en la Guerra de los Seis Años

Posteriormente, Díaz de Mayorga fue destinado a la guerra de los Seis Años (1763-1769), en el marco de los conflictos periféricos posteriores a la Guerra de los Siete Años. Participó en la toma de Almeida durante la campaña en Portugal, una plaza fronteriza estratégica en las disputas hispano-lusas. Su intervención fue notable, tanto por su eficacia táctica como por su capacidad de liderazgo. Estas acciones fortalecieron su reputación y lo posicionaron para futuros ascensos dentro del aparato militar.

Nombramientos y responsabilidades crecientes bajo Carlos III

En 1766, en reconocimiento a sus méritos y lealtad, el rey Carlos III lo nombró gobernador político y militar de Alcántara, localidad cercana a la frontera portuguesa, con alta relevancia estratégica. Desde este puesto comenzó a desempeñar funciones que combinaban la autoridad militar con la administrativa, modelo típico de la administración borbónica.

Este cargo fue una antesala para su siguiente gran paso: en 1772, fue designado gobernador de Guatemala y presidente de su Real Audiencia, con un salario considerable de ocho mil pesos anuales, evidencia del nivel de confianza que la Corona depositaba en él. Este nombramiento lo colocó como representante máximo del rey en uno de los territorios más complejos del virreinato.

Matrimonio con Josefa Valcárcel y su vínculo con la corte

En el plano personal, Martín Díaz de Mayorga se casó el 17 de enero de 1760 con Josefa Valcárcel y Daoiz, natural de Pamplona y camarera de la reina María de Braganza. La ceremonia tuvo lugar en la capilla del Real Palacio del Buen Retiro, lo que evidencia la cercanía de la pareja a los círculos cortesanos. Este matrimonio no solo fortalecía sus vínculos con la aristocracia, sino que también consolidaba su posición como funcionario imperial de confianza.

Del matrimonio nacieron tres hijos, dos de los cuales, Pedro y Francisco, siguieron la vocación militar paterna. La presencia de su esposa en sus destinos coloniales, como el largo viaje a Guatemala, subraya la dimensión familiar de su servicio y el papel que ella tuvo en la vida social del poder virreinal.

La trayectoria de Díaz de Mayorga hasta este punto revela a un militar borbónico modelo: disciplinado, experimentado, leal a la Corona y dispuesto a servir en destinos lejanos. Su ascenso no fue fruto de la fortuna, sino del mérito acumulado a lo largo de más de tres décadas de servicios en Europa, reflejo de la meritocracia parcial que los Borbones trataban de implantar en el aparato imperial.

Gobierno en Guatemala y virreinato interino

Gestión como gobernador de Guatemala

Llegada a Guatemala y el terremoto de 1773

Martín Díaz de Mayorga arribó a Guatemala el 12 de junio de 1773, tras un largo y fatigoso viaje desde España. Lo acompañaba su esposa, Josefa Valcárcel y Daoiz, lo que confirma su disposición a asumir el gobierno con estabilidad y compromiso familiar. Sin embargo, apenas iniciado su mandato, se enfrentó a una de las peores catástrofes naturales de la historia colonial: el devastador terremoto del 29 de junio de 1773, que destruyó gran parte de la ciudad capital. La tragedia se agravó con nuevos sismos ocurridos el 7 de septiembre y el 13 de diciembre del mismo año, que provocaron 123 muertes y un número elevado de heridos.

La actuación de Mayorga fue inmediata y decidida. Organizó socorros, distribuyó víveres y coordinó las labores de asistencia a los damnificados, ganándose el elogio directo de Carlos III. Pero la situación dio lugar a un conflicto profundo: ¿debía reconstruirse la ciudad en el mismo sitio, o trasladarla a un lugar más seguro?

Conflicto con el arzobispo Cortés y Larraz

Este dilema abrió un enfrentamiento con el arzobispo Pedro Cortés y Larraz, quien defendía la permanencia en el emplazamiento original. Cortés y Larraz, líder influyente y figura respetada entre los criollos, representaba los intereses de buena parte de los vecinos que temían perder su propiedad e influencia en caso de traslado. Mayorga, en cambio, consideraba más sensato erigir una nueva ciudad en una zona menos sísmica. Tras una prolongada disputa, el rey se inclinó por la propuesta del gobernador, aprobando en 1775 el traslado a lo que se conocería como la Nueva Guatemala de la Asunción, en el Llano de la Virgen.

Esta decisión tuvo un impacto urbanístico, político y simbólico de gran calado. Significaba un nuevo comienzo para la capital, y reforzaba la autoridad del poder virreinal sobre la jerarquía eclesiástica local. El liderazgo de Mayorga en esta difícil coyuntura evidenció su capacidad de gestión y su adhesión a la visión reformista de los Borbones.

Proyectos de reconstrucción y reforma económica

Además de la reubicación, su gestión impulsó una serie de reformas destinadas al desarrollo agrícola, industrial y comercial del reino. Se promovieron cultivos rentables, se incentivó la producción artesanal y se facilitaron rutas comerciales más eficientes. Estas medidas no sólo tenían un propósito económico, sino también político: fortalecer el dominio español en una región estratégica del virreinato.

Por estos esfuerzos, Mayorga fue recompensado por la Corona con el grado de mariscal de campo de los Reales Ejércitos, uno de los más altos en la jerarquía militar de la época. Sin embargo, la intensidad del trabajo y los conflictos derivados de su cargo comenzaron a mermar su salud, por lo que solicitó ser relevado.

Transición al virreinato de Nueva España

Nombramiento inesperado y contexto de guerra con Inglaterra

En enero de 1779, el ministro de Indias, José de Gálvez, le informó que sería sustituido por su propio hermano, Matías de Gálvez, al frente de la gobernación guatemalteca. Sin embargo, la repentina muerte del virrey Antonio María de Bucareli cambió su destino. En vez de regresar a España como tenía previsto, Mayorga fue designado virrey interino de Nueva España, uno de los cargos más poderosos del imperio colonial.

Al llegar a Puebla, pocos días antes de su entrada en la capital virreinal el 23 de agosto de 1779, recibió la noticia de que España había declarado la guerra a Inglaterra (real orden del 18 de mayo). Esto convirtió a su administración en una etapa de emergencia, en la que debía asegurar la defensa del virreinato y contribuir al esfuerzo militar del imperio.

Reformas militares y defensivas

Mayorga reaccionó con celeridad, organizando las milicias urbanas, reforzando los regimientos existentes y ordenando la creación de nuevos cuerpos, como el Regimiento de la Costa del Sur. Uno de sus mayores logros fue la reconstrucción del fuerte de San Diego en Acapulco, destruido por un sismo en 1776, y la modernización de las fortificaciones del litoral atlántico, desde Yucatán hasta Veracruz.

En Tacubaya, se edificó una nueva fábrica de pólvora, esencial para la autosuficiencia militar del virreinato. No obstante, algunas decisiones resultaron polémicas, como la demolición de baterías costeras en Mocambo, Alvarado y Coatzacoalcos, que debieron ser restauradas posteriormente por orden directa de Carlos III.

Tensiones internas: Cossio, Jiménez de Cisneros y conflictos de poder

A nivel interno, su administración se vio entorpecida por rivalidades y duplicidades de mando. José de Gálvez, aún desde la metrópoli, envió a Pedro Antonio de Cossio como administrador general de la Real Hacienda en Veracruz, un cargo en apariencia subordinado, pero con atribuciones reales superiores. Esta división de poderes, mantenida en secreto incluso para otros funcionarios virreinales, socavaba la autoridad tradicional del virrey y generaba órdenes contradictorias.

Otra figura conflictiva fue Pascual de Jiménez de Cisneros, inspector general de tropas, quien, como teniente general, poseía un rango superior al de Mayorga. Las fricciones personales y de competencias entre ambos deterioraron aún más el ambiente administrativo. A pesar de estas disputas, el virrey logró mantener el control militar en tiempos de escasez y urgencia.

Medidas sociales y sanitarias durante su mandato

Epidemia de viruela y expansión hospitalaria

A la par de sus responsabilidades defensivas, Mayorga enfrentó una grave epidemia de viruela entre 1779 y 1780, que diezmó a la población novohispana. En respuesta, se inauguraron importantes instituciones sanitarias: el Hospital General de San Andrés en la Ciudad de México, y el de Jesús, María y José en Veracruz. Estas obras no solo respondían a una necesidad urgente, sino que se alineaban con los ideales ilustrados de salud pública promovidos por el reformismo borbónico.

Urbanismo y reorganización de la Ciudad de México

En el plano urbano, el virrey impulsó la división de la capital en ocho cuarteles principales y 32 menores, medida diseñada por el oidor Baltasar Ladrón de Guevara. Este reordenamiento permitía una mejor vigilancia, higiene y control poblacional, y respondía a la lógica racionalizadora del siglo XVIII.

Cada cuartel quedaba bajo la supervisión de un alcalde de barrio, encargado de mantener el orden, supervisar el aseo público y censar a los habitantes. Esta división territorial anticipaba las futuras estructuras administrativas de las ciudades modernas.

Proyectos logísticos y administrativos

Mayorga también impulsó un proyecto de flota de carromatos para facilitar el transporte de bienes entre Veracruz, Puebla y Ciudad de México, aunque este experimento tuvo poco éxito. Las limitaciones presupuestarias durante la guerra y las dificultades del terreno impidieron su consolidación.

Otras iniciativas fueron postergadas o ralentizadas por la falta de recursos, lo que acentuó el carácter interino y limitado de su virreinato. En este contexto, muchas decisiones fueron vistas como actos de administración más que de gobierno pleno, y sus logros fueron evaluados a la sombra de su limitada autonomía y la ausencia de apoyo directo desde la metrópoli.

Crisis, declive político y legado histórico

Revuelta indígena y crisis política

La sublevación de Izúcar y su represión

Uno de los episodios más delicados del gobierno de Martín Díaz de Mayorga como virrey fue la sublevación indígena en Izúcar, una localidad cercana a Puebla de los Ángeles, ocurrida el 21 de enero de 1781. Un grupo de vecinos indígenas, motivados por agravios locales acumulados, se rebeló, liberó a los presos y destruyó las casas reales del poblado. La reacción inicial fue el envío de soldados al mando del coronel Rodríguez Pontón, pero su intervención empeoró la situación, causando varios muertos tras un enfrentamiento armado.

La crisis fue contenida cuando el virrey envió al alcalde de Corte, José Antonio de Urízar, acompañado del cura de indios, quien logró pacificar la región mediante una estrategia de mediación reforzada con presencia militar. Cinco vecinos fueron castigados ejemplarmente, y se impusieron prohibiciones y controles a las corporaciones locales indígenas. Este conflicto reflejaba las tensiones sociales estructurales entre las autoridades virreinales y los pueblos originarios, tensiones que irían en aumento en el siglo XIX.

Aunque la revuelta no escaló a nivel regional, evidenció el agotamiento del orden colonial y las dificultades del gobierno de Mayorga para articular respuestas duraderas ante los desafíos de justicia, desigualdad y control territorial. También expuso la fragilidad del virrey como figura de mediación en un territorio tan vasto como conflictivo.

Críticas a su gobierno y acusaciones de debilidad

Durante su mandato, la figura de Díaz de Mayorga comenzó a ser objeto de críticas crecientes, tanto desde sectores populares como desde círculos cortesanos. Se le acusaba de desidia administrativa y de debilidad de carácter, especialmente por delegar tareas en personajes poco adecuados. Una de las figuras más señaladas fue su mayordomo, Guillermo Bargigli, quien, junto a otros miembros de su círculo íntimo, fue considerado responsable de ciertas decisiones impopulares y objeto de sátiras públicas.

Los rumores sobre su escasa energía, su actitud dubitativa y su escasa iniciativa política comenzaron a empañar su imagen. Su autoridad se percibía disminuida, especialmente en comparación con la firmeza de su antecesor Bucareli o la energía que proyectaría su sucesor, Matías de Gálvez. La misma estructura administrativa impuesta por José de Gálvez, que le restaba autonomía en Hacienda y Defensa, lo convertía en un virrey interino con poder limitado, sujeto a decisiones tomadas desde la metrópoli.

Declive personal y salida del poder

Peticiones de relevo y alejamiento del círculo de Gálvez

Consciente de su aislamiento político y del agotamiento físico y moral que acarreaba su cargo, Mayorga solicitó repetidamente ser relevado y regresar a España. Su carácter interino lo mantenía en un limbo funcional, sin plenos poderes ni reconocimiento formal en el escalafón militar. No obtuvo ascenso durante su gestión como virrey, y su remuneración parcial contribuía a su sentimiento de marginación.

El alejamiento del poderoso círculo de José de Gálvez, que dominaba los resortes del poder colonial desde Madrid, fue clave para entender su situación. Sin protectores en la Corte y con enemigos en su entorno, su posición era cada vez más insostenible. Las reformas borbónicas, a pesar de sus logros administrativos, se convirtieron también en un campo de batalla político entre distintos sectores de la burocracia colonial.

Traspaso del mando a Matías de Gálvez y viaje a España

Finalmente, el 28 de abril de 1783, Martín Díaz de Mayorga entregó el mando a su sucesor, Matías de Gálvez, hermano mayor de José de Gálvez, quien encarnaba la consolidación del poder ilustrado en el virreinato. El traspaso fue ordenado, pero no exento de un sentimiento de derrota por parte de Mayorga.

Poco después, se trasladó a Veracruz, desde donde embarcó rumbo a La Habana en el navío Santo Domingo. Allí permaneció varias semanas a la espera de un barco con destino a España. El elegido fue la fragata Clotilde, a bordo de la cual emprendió su último viaje. Sin embargo, nunca llegó a la península: murió de forma repentina el 28 de julio de 1783, a la vista de la ciudad de Cádiz.

Muerte inesperada y legado histórico

Misteriosa muerte a bordo de la Clotilde

La muerte de Mayorga fue súbita y rodeada de rumores. Algunas voces de la época afirmaron que pudo haber sido envenenado, lo cual nunca fue demostrado ni investigado formalmente. Dado el clima político del momento y los conflictos personales que acumuló durante su gobierno, esta hipótesis no fue del todo descartada por sus contemporáneos. No obstante, también es probable que se tratase simplemente del desenlace natural de un hombre agotado por años de servicio y enfermedad.

Su cuerpo nunca regresó a tierra firme, y su figura se desvaneció en medio del mar, sin los honores ni los reconocimientos que, en otras circunstancias, habrían acompañado el final de un virrey. Esta desaparición física simboliza también su difusa presencia en la memoria histórica, relegado entre figuras más llamativas o carismáticas del siglo XVIII novohispano.

Valoración contemporánea y percepciones populares

Durante su vida, Mayorga fue percibido como un funcionario correcto pero sin brillo, eficaz en lo técnico, pero sin carisma político. Las clases populares lo vieron como un administrador lejano, y las élites criollas desconfiaron de su escasa autonomía frente al poder metropolitano. Su gobierno interino, prolongado por la guerra, limitó su capacidad de implementar un programa propio.

Sin embargo, sus decisiones en materia de defensa, salud pública y urbanismo demostraron una voluntad de gestión racional y un compromiso con el bienestar colectivo. Su intervención durante el terremoto de Guatemala, su impulso a la infraestructura militar y su preocupación por la organización urbana lo sitúan entre los virreyes reformistas, aunque sin el mismo reconocimiento que figuras como Bucareli o Gálvez.

Reinterpretaciones historiográficas y legado institucional

En el siglo XX, historiadores como Salvador Bernabéu y Pérez Valenzuela revisaron su figura a la luz de los procesos de centralización borbónica y los conflictos institucionales en el virreinato. Desde esta perspectiva, Mayorga aparece como un actor clave en la transición entre el modelo colonial tradicional y el modelo ilustrado, atrapado entre el peso de la burocracia y la resistencia local.

Su gestión en Guatemala dejó una huella duradera en el trazado urbano y en la institucionalización del poder político. En Nueva España, sus obras sanitarias y su reorganización administrativa prefiguraron algunas de las transformaciones modernizadoras del siglo XIX. Aunque no fue un innovador radical, sí fue un eficaz ejecutor del programa reformista.

Cierre narrativo

La vida de Martín Díaz de Mayorga encarna la figura del funcionario imperial borbónico, disciplinado, obediente, sacrificado, pero vulnerable ante los vaivenes del poder y las intrigas de la Corte. Su legado no se mide en gestos grandilocuentes ni en conquistas espectaculares, sino en su capacidad de gobernar en medio de crisis, de sostener el aparato colonial en tiempos inciertos y de aplicar los principios de la Ilustración borbónica con sensatez y responsabilidad. Su muerte, silenciosa y casi olvidada en las costas de Cádiz, contra

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Martín Díaz de Mayorga (1721–1783): De Soldado Borbónico a Virrey de las Américas". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/diaz-de-mayorga-martin [consulta: 27 de septiembre de 2025].