Valle, Rafael Heliodoro (1891-1959).
Poeta, ensayista, periodista, historiador, diplomático y profesor universitario hondureño, nacido en Tegucigalpa el 3 de julio de 1891 y fallecido en Ciudad de México (México) en 1959. Autor de una fecunda y variada producción literaria, ensayística y periodística que le sitúa en los puestos cimeros de las letras hondureñas del siglo XX, sobresalió también por los servicios públicos que prestó a la Administración de su país, así como por su lucha activa en defensa de la educación, la integración y el desarrollo de todos los pueblos hispanoamericanos.
Con apenas veinte años de edad, irrumpió gratamente en el panorama literario de su país natal merced a la publicación de un primer poemario que, bajo el título de El rosal del ermitaño (Tegucigalpa, 1911), le dio a conocer como uno de los más afortunados continuadores de la estela modernista en territorio centroamericano (de hecho, el propio Rubén Darío dedicó unas palabras de elogio a esta opera prima de Rafael Heliodoro Valle). Por aquellos años de su presentación literaria, el joven poeta hondureño residía en la capital mejicana, adonde se había trasladado en su adolescencia para completar su formación académica.
De regreso a su país natal, Rafael Heliodoro Valle se integró plenamente en los principales cenáculos literarios hondureños, en los que comenzó a desarrollar una infatigable labor de promoción cultural que le llevó, entre otras muchas actividades, a fundar, con la colaboración de Alfonso Guillén Zelaya y Salatiel Rosales, el Ateneo de Honduras, una institución cultural inspirada en el célebre Ateneo de la Juventud, fundado en México por Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y Antonio Caso. Desde su posición preeminente en el Ateneo de Honduras, Rafael Heliodoro Valle promovió la convocatoria de numerosas tertulias y conferencias que enriquecieron notablemente la vida intelectual hondureña del primer cuarto del siglo XX. Además, dio a la imprenta su segunda entrega poética, presentada bajo el título de Como la luz del día (Tegucigalpa, 1913).
Convertido, pues, en uno de los principales referentes del panorama cultural del país, el joven poeta de Tegucigalpa fue nombrado subsecretario del Ministerio de Educación, cargo que aprovechó para poner en marcha una de las primeras reformas educativas implantadas en Honduras. Sin embargo, su vocación de educador no pudo desarrollarse plenamente en esta primera etapa de su trayectoria profesional al servicio de la Administración pública, pues a los pocos meses de haber alcanzado dicha subsecretaría fue enviado, en misiones diplomáticas, a la legación hondureña en los Estados Unidos de América.
Durante los seis años que pasó en el extranjero como representante de su país (1915-1921), el escritor hondureño culminó la redacción de otro espléndido poemario que le confirmó como una de las voces más destacadas de la joven poesía centroamericana. Se trata de El perfume de la tierra natal (1917), obra que, junto a sus dos volúmenes de versos anteriores, vino a subrayar su predilección por la temática amorosa y la exaltación de la naturaleza, con especial interés en la descripción de los paisajes naturales de su tierra hondureña. En esta última línea temática cabe situar el que tal vez sea su poema más conocido, «Jazmines del cabo», aprendido y recitado de memoria por varias generaciones de escolares hondureños.
A comienzos de los años veinte, una vez concluida su misión diplomática en los Estados Unidos de América, Rafael Heliodoro del Valle regresó a México para ocupar un alto cargo en el Ministerio de Educación del país azteca, bajo la dirección del filósofo de Oaxaca José Vasconcelos. Integrado entre los jóvenes artistas e intelectuales que había conocido durante su época estudiantil, el poeta de Tegucigalpa comenzó a desplegar una infatigable labor cultural que se manifestó a través de numerosas colaboraciones impresas en los principales rotativos y revistas mejicanos (como los diarios El Universal y Excélsior), así como en la publicación de un nuevo poemario, titulado Ánfora sedienta (México; M.L. Sánchez, 1922), y de un ensayo que, bajo el título de Cómo era Iturbide (México; Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1922), supuso el inicio de sus primeras investigaciones históricas y bibliográficas acerca de la vida política centroamericana. Además, dio a la imprenta otro ensayo, de contenido literario, presentado bajo el epígrafe de La nueva poesía de América (México, 1923), al que sumó, tres años después, un nuevo poemario titulado San Bartolomé de Las Casas (1926).
Nombrado Jefe del Departamento de Publicaciones del Museo de Arqueología de México (país en el que también ejerció la docencia universitaria, en calidad de profesor de Historia y Literatura), comenzó a profundizar con ahínco en sus investigaciones históricas hasta culminar uno de los trabajos más impresionantes de cuantos se han realizado sobre la vida republicana de Centroamérica. Se trata de la obra monumental titulada La anexión de Centroamérica a México: documentos y escritos de 1821-1828 (México; Secretaría de Relaciones Exteriores, 1924-1949), publicada en seis tomos a lo largo de veinticinco años de constantes investigaciones historiográficas y copiosas acumulaciones de documentos y material bibliográfico. Instalado definitivamente en la capital azteca (a pesar de que sus labores diplomáticas le obligaban a realizar constantes desplazamientos al servicio de su país natal), se dedicó durante las décadas de los años treinta y cuarenta a completar este voluminoso y exhaustivo trabajo de investigación, sin dejar por ello de prodigar sus constantes colaboraciones periodísticas en los principales medios de comunicación de los Estados Unidos de América y buena parte de los países del subcontinente Hispanoamericano. Se consagró, así, como uno de los articulistas más destacados de cuantos escribían por aquellos años en lengua española, lo que le valió un merecido reconocimiento internacional que, a su vez, le permitió impartir numerosos cursos en diferentes cátedras de las principales universidades hispanoamericanas. Como recompensa a esta infatigable labor intelectual, en 1941 fue galardonado con el prestigios premio Cabot de Periodismo.
Entretanto, sus escritos ensayísticos progresaban a través de otras publicaciones como Cronología de la cultura (Tegucigalpa; Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 1939) e Índice de la poesía centroamericana (1941). A mediados de la década de los años cuarenta, ya cada vez más implicado en los asuntos políticos que agitaban la vida pública de los distintos países hispanoamericanos, Rafael Heliodoro Valle dio a la imprenta otro interesante volumen ensayístico, publicado bajo el título de Tres pensadores de América: Bolívar, Bello, Martí (México; Secretaría de Educación Pública, 1946).
En efecto, su progresiva toma de conciencia acerca de la necesidad de llevar a cabo profundas reformas sociales para solucionar los graves problemas que afectaban a los grupos humanos más desfavorecidos le llevó a involucrarse de forma activa en la política centroamericana de su tiempo, y muy especialmente en la obra reformista del presidente guatemalteco Juan José Arévalo Bermejo, considerado por Valle como el modelo de dirigente político que debía marcar la pauta gubernamental en el resto de los países de su entorno geo-cultural. Al lado del régimen democrático de Arévalo Bermejo, perduraba en Honduras el sistema dictatorial sostenido por el general Tiburcio Carías Andino desde 1933, lo que impulsó al escritor de Tegucigalpa a fundar en 1947, junto a otros disidentes hondureños afincados en México, un comité por la democracia en Honduras, desde el cual expresó en numerosas ocasiones su deseo de implantar en su país natal un gobierno emanado de la soberanía popular. Entretanto, continuó desplegando sus fecundas investigaciones en el campo de la Historia, que le permitieron obtener un doctorado en dicha disciplina humanística en 1948.
Un año después, con la llegada al poder en Honduras del reformista Juan Manuel Gálvez, Rafael Heliodoro Valle fue nombrado embajador de su país en Washington, en donde permaneció hasta 1955. Desde allí se esforzó denodadamente, con la colaboración de otros creadores e intelectuales como el peruano Jorge Basadre, el colombiano Germán Arciniegas y el argentino Eduardo Mallea, por difundir la cultura hispanoamericana por los principales foros intelectuales y artísticos de los Estados Unidos de América. Pero a mediados de los años cincuenta, tras el fallecimiento del reformista Gálvez, el nuevo gobierno hondureño destituyó a Valle de su cargo al frente de la legación diplomática, circunstancia que sumió al humanista de Tegucigalpa en una amarga desilusión que le condujo a apartarse definitivamente de la vida política.
Aquejado de una grave dolencia, Rafael Heliodoro Valle regresó a México para continuar una rigurosa investigación histórica y filosófica que no llegó a ver impresa, pues la muerte le sobrevino en la capital azteca en 1959, un año antes de que sus amigos y colaboradores mejicanos pudieran dar a los tórculos su impresionante Historia de las ideas contemporáneas en Centroamérica (México; Fondo de Cultura Económica, 1960). Cuatro años después, una espléndida selección de la obra lírica del gran poeta de Tegucigalpa (que había sido elegido miembro de las academias Hondureña y Española de la Lengua) vio la luz bajo el título de La rosa intemporal. Antología poética. 1908-1957 (México, 1964).
Bibliografía.
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– ACOSTA, Óscar. Rafael Heliodoro Valle: vida y obra, biografía, estudio crítico, bibliografía y antología de un intelectual hondureño (Tegucigalpa; Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 1964).
– BARRIENTOS, Adolfo Enrique. Rafael Heliodoro Valle (Guatemala; Tipografía Nacional, 1963).
– DORN, Georgette M. «Rafael Heliodoro Valle», en Latin American Writers, vol. II, págs. 721-726 (New York: Charles Scribner’s Sons, 1989).
– ROMERO DE VALLE, Emilia (Comp.). Recuerdo a Rafael Heliodoro Valle en los cincuenta años de su vida literaria (México, 1957).
————– (Comp.). Corona a la memoria de Rafael Heliodoro Valle (México; Libros de México, 1963).