León Trotsky (1879–1940): Arquitecto de la Revolución Rusa y Eterno Opositor deStalin
León Trotsky, nacido Lev Davidovitch Bronstein el 7 de noviembre de 1879 en Bobrinetz, una pequeña localidad situada en lo que hoy es Ucrania, fue una de las figuras más influyentes y controvertidas de la Revolución Rusa. Proveniente de una familia judía acomodada, su educación y primeros años de vida fueron clave para forjar las ideas revolucionarias que lo acompañaron durante toda su vida. Hijo de David Leontievitch Bronstein, un rico granjero que se convirtió en propietario de tierras, y de Anna, una mujer de la burguesía judía de Odessa, Trotsky creció en un ambiente que le brindó las oportunidades para desarrollar una mente inquisitiva y crítica. Sin embargo, fue a través de las tensiones internas de su familia y de sus primeras experiencias educativas que comenzó a formarse la ideología que lo llevaría a convertirse en uno de los principales actores de la Revolución de Octubre y, más tarde, en su feroz opositor al régimen estalinista.
La infancia y los primeros años en Odessa
La infancia de Trotsky estuvo marcada por la contradicción entre su origen privilegiado y las dificultades inherentes a su identidad judía en un Imperio Ruso profundamente antisemita. Desde temprana edad, sus padres le proporcionaron una educación privada en la finca familiar de Yankovka, donde vivió junto con sus ocho hermanos. Sin embargo, fue a los siete años cuando comenzó a asistir a la escuela confesional privada de Gromokla, una colonia judeo-alemana ubicada a pocos kilómetros de su hogar. Durante este período, Trotsky no pudo aprender el yiddish, que era esencial para leer las Sagradas Escrituras del judaísmo, pero sí dominó el ruso, lo que más tarde facilitaría su inmersión en la literatura y los movimientos sociales rusos.
La influencia de su madre, proveniente de una familia burguesa judía de Odessa, fue esencial para el desarrollo de su educación, ya que fue quien lo animó a estudiar y a abrazar una perspectiva más racionalista del mundo. Sin embargo, el joven Bronstein fue desde el principio un alma inquieta, lo que le permitió ingresar en la Realschule San Pablo de Odessa en 1888, donde se destacó por su disciplina, su afán de aprender y su aguda capacidad para aprender idiomas como el alemán y el francés. La ciudad de Odessa fue un hervidero de ideas en ese tiempo, especialmente de movimientos liberales y de izquierda, lo que influyó en su desarrollo intelectual.
Sin embargo, el ambiente de relativa comodidad y estabilidad no duró mucho tiempo para Trotsky. Su visión del mundo comenzó a transformarse durante su tiempo en Odessa, cuando empezó a implicarse en los primeros movimientos políticos y sociales que estaban emergiendo en el Imperio Ruso. Fue en esa ciudad donde Trotsky comenzó a conocer el pensamiento de los socialistas rusos y europeos, algo que marcaría el rumbo de su vida.
En 1896, Trotsky se trasladó a Nikolaiev, donde continuó sus estudios y se adentró en la vida política clandestina. Fue aquí donde se unió a un círculo radical que abogaba por la lucha social y la reforma política, y donde comenzó a forjar su primera participación en el movimiento revolucionario. A esta etapa se asocia su primer proyecto importante, la creación de la Unión Obrera de Rusia Meridional, un grupo socialdemócrata que perseguía la organización del proletariado en las fábricas y muelles de Nikolaiev. De hecho, fue durante este periodo cuando Trotsky publicó sus primeras críticas sobre el sistema y comenzó a cimentar sus vínculos con la teoría marxista. Al mismo tiempo, se mostró muy interesado por las ideas de Ferdinand Lassalle, quien había fundado el primer movimiento socialista masivo en Alemania y cuya influencia sería clave en el desarrollo de las ideas de Trotsky sobre el socialismo.
Prisión y exilio en Siberia
El activismo de Trotsky, sin embargo, no pasó desapercibido para las autoridades zaristas. En 1897, la policía rusa detuvo a varios miembros de la Unión Obrera, incluyendo a Trotsky. Después de intentar escapar, fue capturado y encarcelado en Kherson, donde estuvo bajo aislamiento absoluto durante varios meses. Posteriormente, fue trasladado a la penitenciaría de Odessa, donde pasó años entre rejas, lo que le permitió profundizar en su formación intelectual. Durante su tiempo en prisión, Trotsky leyó obras clave que reforzaron su ateísmo y su adhesión al materialismo histórico, como los escritos de Charles Darwin sobre la evolución, que influyeron profundamente en su pensamiento científico y filosófico.
En 1899, Trotsky fue condenado a la deportación a Siberia, donde pasó varios años exiliado. En ese tiempo, se dedicó a estudiar los textos de Karl Marx y, en particular, a leer El Capital, lo que le permitió consolidar su comprensión del socialismo y su crítica al capitalismo. Durante su exilio, Trotsky también se enfrentó a la dureza de la vida en Siberia, pero encontró tiempo para organizar debates políticos con otros exiliados y para continuar desarrollando su visión revolucionaria. En 1902, ya bajo el seudónimo de Trotsky, decidió huir de Siberia y se trasladó a Europa.
Su llegada a Europa y el encuentro con Lenin
Una vez fuera de Rusia, Trotsky adoptó el seudónimo con el que sería conocido para siempre: Trotsky, un nombre tomado de uno de sus carceleros. A partir de 1902, vivió en varias ciudades europeas, como Viena, Zürich y Londres, donde se sumergió en la vida política del exilio y entabló relaciones con otras figuras importantes del socialismo internacional. Fue en estos años cuando Trotsky se encontró por primera vez con Vladimir Lenin, el líder bolchevique que jugaría un papel crucial en su vida. Aunque sus primeras impresiones de Lenin fueron complejas, en ese momento no se unió completamente al bolchevismo. De hecho, en sus primeros años en Europa, Trotsky se alineó con los mencheviques, la facción moderada dentro del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR).
A través de su influencia en diversos círculos socialistas, Trotsky ganó renombre como escritor, articulista y polemista, un hombre con grandes capacidades oratorias que se dedicó a organizar la revolución socialista. Aunque sus ideas eran en muchos aspectos similares a las de Lenin, hubo diferencias importantes que se hicieron más notorias con el paso del tiempo, particularmente en lo que respecta al papel del partido y la organización centralizada. En este período, también se unió a su segunda esposa, Natalia Sedova, con quien formaría una sólida relación personal y política durante el resto de su vida.
Exilio y Primeras Contribuciones al Socialismo Internacional
Tras huir del exilio siberiano en 1902, León Trotsky comenzó una nueva etapa en Europa, que sería fundamental para la evolución de su pensamiento político y su carrera dentro del socialismo internacional. A lo largo de estos años, el joven revolucionario se relacionó con destacadas figuras del movimiento socialista europeo, encontró un terreno fértil para sus ideas y empezó a forjar una carrera como teórico y agitador político. Sin embargo, también fue en esta etapa cuando las diferencias con los líderes del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), particularmente con Lenin, comenzaron a agudizarse, lo que resultaría en un distanciamiento que marcaría su futuro.
La llegada a Europa y la entrada en la vida política del exilio
Después de su fuga de Siberia en 1902, Trotsky se trasladó a Viena, luego a Zürich y finalmente a Londres, donde se involucró activamente en la vida política del exilio ruso. Desde su llegada, Trotsky no tardó en ganar notoriedad como un polemista y teórico brillante. En el exilio, encontró un entorno más libre para la discusión política y comenzó a forjar su reputación como escritor y orador revolucionario.
A pesar de haber pasado algunos años de su vida en prisión, Trotsky no se mostró ajeno a los desarrollos en la teoría marxista que estaban en auge en Europa. En los círculos socialistas europeos, Trotsky discutía la necesidad de una revolución socialista global, compartiendo muchas de las preocupaciones y teorías de los principales pensadores del momento. Fue en Londres donde tuvo su primer encuentro personal con Vladimir Lenin, quien se encontraba también en el exilio tras su enfrentamiento con el zarismo.
Aunque ambos líderes compartían el mismo fin revolucionario, sus diferencias de enfoque se hicieron evidentes pronto. Lenin estaba convencido de que la clave para el éxito de la revolución pasaba por la organización centralizada del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), mientras que Trotsky prefería un enfoque más flexible, que apostara por una organización que representara más directamente a la clase obrera. Trotsky criticó a Lenin por su tendencia a formar un partido de tipo casi militar, con un grupo reducido y centralizado de conspiradores. En este sentido, Trotsky defendió una línea más democrática, sin perder de vista los objetivos revolucionarios.
La ruptura con los mencheviques y la consolidación de su ideología revolucionaria
Trotsky participó en el Segundo Congreso del POSDR en Bruselas en 1903, donde sus diferencias con Lenin se hicieron irreconciliables. Durante el Congreso, Trotsky se alineó con la facción menchevique, dirigida por Julius Martov, que abogaba por una estrecha relación entre las actividades del partido y el movimiento obrero, y defendió la importancia de una democracia más inclusiva dentro de la estructura del partido. Sin embargo, esta postura le enfrentó con Lenin, quien en ese momento ya estaba comenzando a consolidar su visión de un partido más centralizado y disciplinado.
El desacuerdo entre Trotsky y Lenin no se limitó al Congreso, ya que también surgieron tensiones dentro del propio POSDR. Trotsky criticó abiertamente el autoritarismo de Lenin y sus métodos, señalando que el Partido no debía convertirse en una maquinaria cerrada y rígida, sino en una organización flexible y dinámica, abierta a la participación de las masas obreras. Además, durante su estancia en Ginebra y otros centros del exilio, Trotsky comenzó a colaborar con figuras de la II Internacional, pero su apoyo a los mencheviques fue efímero. En 1904, después de un conflicto con Georgi Plejanov (uno de los fundadores del POSDR), Trotsky rompió formalmente con los mencheviques y se alejó de la redacción del periódico Iskra, órgano oficial del partido.
Esta ruptura le permitió a Trotsky madurar su crítica al papel del Partido y a las estrategias adoptadas por Lenin, desarrollando su propia teoría. Fue en este período que Trotsky formuló su teoría de la «revolución permanente», que abogaba por un movimiento continuo de lucha proletaria a nivel global, sin limitarse a las fronteras nacionales. En palabras de Trotsky, el capitalismo no podía ser derrotado en un solo país sin la extensión de la revolución a nivel mundial, ya que los sistemas capitalistas interconectados y globalizados no permitirían que un solo país alcanzara el socialismo de manera aislada.
Contribuciones a la revolución de 1905
A medida que la situación política en Rusia se deterioraba, Trotsky regresó clandestinamente a Rusia en 1905, justo antes del estallido de la Revolución de 1905. De hecho, Trotsky fue uno de los primeros líderes socialistas en tomar parte activa en los eventos de ese año, en los que la clase obrera rusa se levantó contra el régimen zarista. Durante esta revolución, Trotsky no solo desempeñó un papel clave como organizador, sino que también se convirtió en uno de los principales líderes del Soviet de Petrogrado, el primer consejo obrero en la historia de Rusia.
En su papel de agitador y organizador, Trotsky impulsó la participación activa del proletariado en las luchas revolucionarias. Su experiencia organizativa y su habilidad para galvanizar a las masas le ganaron el respeto tanto de los mencheviques como de los bolcheviques, aunque sus diferencias con Lenin se mantuvieron firmes. Durante el levantamiento de 1905, Trotsky abogó por la formación de un gobierno obrero, que reuniera a todas las fuerzas de izquierda para derrocar al zarismo y comenzar un proceso de revolución socialista. Aunque la Revolución de 1905 terminó en derrota para los revolucionarios, las ideas y la experiencia adquirida durante esos meses sentaron las bases para la Revolución Rusa de 1917.
En 1906, Trotsky fue arrestado nuevamente, pero esta vez la represión fue más dura. Después de pasar tiempo en prisión, Trotsky fue deportado a Siberia, donde continuó desarrollando su pensamiento político. Fue durante su encarcelamiento que Trotsky publicó uno de sus trabajos más importantes, el panfleto «Balance y perspectivas», en el que explicó su teoría de la «revolución permanente». En este texto, Trotsky argumentaba que el socialismo no debía limitarse a las fronteras de un solo país y que el proletariado ruso, dada la debilidad de la burguesía, debía ser el motor de la revolución en todo el mundo.
El regreso a Europa y la relación con la Internacional Socialista
Tras su liberación y exilio en 1907, Trotsky se trasladó a Berlín, donde continuó trabajando como periodista y teórico, y retomó su relación con la Internacional Socialista. A lo largo de este período, Trotsky publicó varios artículos y libros que sentaron las bases de su reputación como uno de los pensadores más profundos del socialismo revolucionario. Sus escritos sobre la naturaleza del Estado capitalista, el papel de la clase obrera y el futuro del socialismo adquirieron notoriedad y contribuyeron a la intelectualización del movimiento socialista en Europa.
En su nuevo rol como teórico y agitador internacional, Trotsky también se dedicó a fortalecer su influencia dentro de las facciones socialistas y revolucionarias de Europa. Fue uno de los principales defensores de la tercera internacional y se asoció con figuras clave como Karl Kautsky, Rudolf Hilferding, Viktor Adler y Otto Bauer, quienes compartían una visión socialista y marxista de la revolución. Durante su estancia en Europa, Trotsky contribuyó activamente a la prensa socialista de la época, escribiendo en periódicos como Neue Zeit y Vorwärts.
La Revolución Rusa y el Ascenso al Poder
En 1917, León Trotsky regresó a Rusia desde su exilio en Europa para jugar un papel fundamental en los eventos que transformarían el curso de la historia rusa y mundial. Con la Revolución de Febrero, que derrocó al zar Nicolás II, y la Revolución de Octubre, que instauró el régimen bolchevique bajo el liderazgo de Vladimir Lenin, Trotsky emergió como uno de los más importantes y carismáticos líderes revolucionarios. Aunque inicialmente se había mantenido distante de los bolcheviques, su papel en la Revolución de Octubre consolidó su estatus como uno de los arquitectos de la Revolución Rusa. Además, su liderazgo en la organización del Ejército Rojo y en las luchas de la Guerra Civil Rusa lo convirtió en uno de los personajes más influyentes en los primeros años del régimen soviético.
Regreso a Rusia y el encuentro con Lenin
Trotsky había seguido de cerca los eventos que ocurrían en Rusia desde el exilio, y en cuanto el 1917 comenzó, no dudó en regresar al país. El 13 de enero de 1917, llegó a Nueva York, donde fue recibido con entusiasmo por la colonia de socialistas rusos. En ese momento, el país se encontraba en plena efervescencia revolucionaria, y los acontecimientos comenzaron a precipitarse rápidamente. En marzo, tras el estallido de la Revolución de Febrero, que había dado fin al régimen zarista, Trotsky comenzó su viaje hacia Rusia. Fue detenido en Halifax (Canadá) debido a las autoridades británicas, quienes lo interrogaron y lo sometieron a un internamiento, pero la presión de la Revolución Rusa logró que las autoridades permitieran que continuara su viaje. El 17 de mayo, Trotsky desembarcó en Petrogrado (hoy San Petersburgo), donde fue recibido por multitudes que lo consideraban uno de los grandes héroes de la Revolución de 1905.
Aunque su llegada fue acogida con entusiasmo, no todos los revolucionarios compartían su perspectiva. A pesar de su popularidad, los mencheviques y otros grupos dentro del Soviet de Petrogrado mostraron cierta desconfianza hacia él, debido a su pasado como crítico del Partido Bolchevique. No obstante, Lenin, quien ya estaba consolidando su influencia en los círculos bolcheviques, rápidamente entendió que la experiencia política y la capacidad oratoria de Trotsky serían decisivas para la causa revolucionaria. De hecho, la voluntad de Lenin de sumar a Trotsky a su círculo estrechó la alianza entre ambos, con Trotsky incorporándose oficialmente a los bolcheviques, sumándose a la lucha por la revolución proletaria.
El papel de Trotsky en la Revolución de Octubre
A partir de su entrada en el Comité Central del Partido Bolchevique, Trotsky se destacó por su brillante capacidad organizativa y su firme determinación. En la crisis de 1917, el gobierno provisional encabezado por Aleksandr Kerensky se encontraba cada vez más debilitado, mientras que la clase obrera y los campesinos se sentían cada vez más insatisfechos con la falta de cambios profundos. Con la revolución a punto de estallar, Trotsky fue nombrado presidente del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado, y su liderazgo organizó la insurrección que derrocaría al gobierno provisional.
El 25 de octubre de 1917 (7 de noviembre según el calendario gregoriano) marca el momento culminante de la Revolución de Octubre, cuando los bolcheviques, bajo la dirección de Lenin y Trotsky, tomaron el control de Petrogrado, la capital rusa. La acción insurreccional fue sumamente efectiva, con la toma de puntos estratégicos como el Palacio de Invierno, sede del gobierno provisional. Aunque no hubo una gran cantidad de víctimas, la rapidez y la eficacia de la toma del poder por parte de los bolcheviques fueron una victoria decisiva para la Revolución.
Trotsky desempeñó un papel decisivo en esta acción. Su capacidad para movilizar a las masas y para coordinar las diferentes facciones dentro del ejército revolucionario fue clave. A través de su Comité Militar Revolucionario, organizó los «Guardias Rojos», fuerzas militares compuestas por obreros y soldados, que participaron activamente en la insurrección. También fue quien dirigió el asalto al Palacio de Invierno, y aunque Lenin fue el líder ideológico de la Revolución, fue Trotsky quien se encargó de la ejecución práctica de la toma del poder.
Nombramiento como Comisario de Asuntos Exteriores y la paz con Alemania
Una vez tomada Petrogrado y consumada la Revolución de Octubre, Trotsky asumió el puesto de Comisario de Asuntos Exteriores del nuevo gobierno bolchevique, en el que las relaciones internacionales y la cuestión de la paz fueron prioritarias. Trotsky heredó una situación diplomática complicada, ya que Rusia seguía inmersa en la Primera Guerra Mundial, y los bolcheviques necesitaban cumplir una de sus promesas clave: sacar a Rusia de la guerra.
En este contexto, Trotsky encabezó las negociaciones con los poderes centrales, particularmente con Alemania. Las conversaciones de paz comenzaron en Brest-Litovsk en diciembre de 1917, y fueron una prueba de fuego para Trotsky. Aunque el gobierno bolchevique quería salir de la guerra, Trotsky se mostró inflexible al principio, exigiendo que la paz fuera global y no solo entre Rusia y las potencias centrales. En un giro dramático, Trotsky suspendió las negociaciones, esperando que la revolución socialista en Europa podría cambiar el equilibrio de poder. Sin embargo, el tiempo jugó en su contra, ya que las fuerzas alemanas presionaron aún más, y el gobierno bolchevique tuvo que aceptar un tratado de paz con Alemania en marzo de 1918. La firma del tratado implicaba grandes pérdidas territoriales para Rusia, pero para los bolcheviques, mantener la paz con Alemania era crucial para consolidar el poder interno.
La organización del Ejército Rojo y la Guerra Civil
El siguiente gran desafío para Trotsky fue la Guerra Civil Rusa, que se desató poco después de la Revolución de Octubre. La contrarrevolución, apoyada por una coalición de monárquicos, liberales, mencheviques y fuerzas extranjeras, comenzó a tomar forma rápidamente. Ante esta situación, Trotsky fue nombrado Comisario de Guerra y asumió la tarea de organizar el Ejército Rojo.
Trotsky enfrentó el desafío de crear un ejército desde cero. Los bolcheviques no tenían una estructura militar formal, por lo que tuvo que hacer uso de oficiales y soldados del antiguo ejército zarista. Muchos de estos oficiales, aunque experimentados, eran hostiles a los bolcheviques, lo que complicó la situación. No obstante, Trotsky, con su notable habilidad organizativa, transformó al Ejército Rojo en una fuerza formidable que logró resistir los ataques de las fuerzas blancas y de los ejércitos intervencionistas extranjeros.
La figura de Trotsky se consolidó como el comandante más destacado de la Revolución. Dirigió las operaciones militares con un tren blindado, supervisando las batallas en el frente, en una muestra de su carácter indomable y su devoción a la causa bolchevique. A lo largo de la Guerra Civil, su liderazgo y su capacidad para mantener la disciplina en un ejército revolucionario compuesto por soldados voluntarios y oficiales del antiguo régimen fueron claves para la victoria de los bolcheviques.
La Guerra Civil y la Consolidación del Poder
Tras la Revolución de Octubre de 1917, Trotsky emergió como una de las figuras centrales del gobierno bolchevique, desempeñando un papel fundamental tanto en la organización de la victoria de los bolcheviques como en la consolidación de su poder en los primeros años del régimen soviético. Su rol en la Guerra Civil Rusa (1918–1921) fue decisivo para la supervivencia del naciente estado socialista, pero al mismo tiempo, sus tensiones con otros líderes del Partido Bolchevique, especialmente con Stalin, comenzaron a crecer. La guerra civil fue un momento de luchas intensas, no solo contra los blancos (las fuerzas contrarrevolucionarias), sino también dentro del propio partido, lo que marcó el comienzo de un proceso de burocratización del sistema soviético que, para Trotsky, representaba una traición a los ideales de la revolución.
La Guerra Civil Rusa y la creación del Ejército Rojo
Cuando la Guerra Civil Rusa comenzó, la joven República Soviética se encontraba rodeada por ejércitos extranjeros y fuerzas internas hostiles. El Ejército Blanco, compuesto por monárquicos, liberales y otros grupos contrarrevolucionarios, recibió el apoyo militar de países como Francia, Gran Bretaña, Japón y los Estados Unidos, quienes temían que la Revolución Rusa inspirara a otros movimientos socialistas en Europa. Frente a esta amenaza, Trotsky asumió la responsabilidad de organizar y liderar el Ejército Rojo, que, bajo su mando, se convertiría en una fuerza decisiva para la victoria bolchevique.
La tarea era monumental. En un país devastado por la guerra, con escasos recursos y un ejército desorganizado, Trotsky tuvo que improvisar, reclutando a miles de obreros y campesinos, muchos de los cuales no tenían experiencia militar. A pesar de las dificultades, la determinación de Trotsky y su habilidad para motivar a las tropas fueron cruciales. Optó por una estrategia pragmática: incorporó a antiguos oficiales del ejército zarista en el Ejército Rojo, pero los vigiló de cerca mediante los comisarios políticos, un sistema de control ideológico que garantizaba la lealtad política de las tropas.
El papel de Trotsky en la guerra fue tan importante que algunos lo consideran uno de los artífices de la victoria bolchevique. Su capacidad para maniobrar estratégicamente en los frentes de batalla y su presencia constante en el campo, a menudo dirigiendo las operaciones desde su famoso tren blindado, consolidaron su reputación como líder militar. Su liderazgo en la toma de Kazán en 1918 y en la defensa de Petrogrado en 1919 fueron ejemplos destacados de su capacidad organizativa y estratégica.
El terror rojo y la represión política
A medida que la guerra se intensificaba, las tensiones dentro de la Revolución Rusa también se fueron agudizando. Para Trotsky, la lucha por la supervivencia del régimen bolchevique justificaba medidas extremas, lo que le llevó a apoyar la represión de los contrarrevolucionarios mediante el uso del terror rojo. El gobierno bolchevique, bajo el control de la Cheka (la policía secreta), emprendió una feroz campaña contra los enemigos de la Revolución, que incluyó tanto a los blancos como a los anarquistas y los socialistas rivales. La política de represión fue severa, y muchos opositores fueron encarcelados, exiliados o ejecutados.
Trotsky defendió la necesidad de utilizar la violencia como herramienta para consolidar el poder y derrotar a los enemigos de la revolución. En su opinión, la Revolución no podía ser vista como un proceso pacífico, sino como una guerra civil continua en la que el proletariado debía tomar medidas drásticas para asegurar su victoria. Esta postura fue clave para la creación de un estado soviético altamente centralizado y disciplinado, aunque, al mismo tiempo, alimentó las críticas internas dentro del Partido Bolchevique, que comenzaban a cuestionar la dirección autoritaria de la Revolución.
La creciente burocratización del Partido y el estado, y el uso de métodos autoritarios para mantener el orden, fueron puntos de fricción con otros revolucionarios, como los anarquistas y algunos socialistas democráticos. Sin embargo, Trotsky se mantuvo firme en su apoyo a estas medidas, considerando que el Partido Bolchevique, bajo su control, representaba la única vía para la preservación de la Revolución.
La creciente rivalidad con Stalin
A medida que la Guerra Civil Rusa llegaba a su fin, con la victoria de los bolcheviques asegurada, comenzó a gestarse una feroz lucha interna dentro del Partido Bolchevique. Trotsky, aunque ocupaba una posición prominente, no era el único líder con ambiciones de poder. Josef Stalin, quien se encontraba al mando de la Comisaría del Pueblo para las Nacionalidades y luego de la Secretaría General del Partido, había comenzado a consolidar su influencia dentro del Partido, utilizando su poder para colocar a sus aliados en puestos clave y consolidar una red de apoyo. Aunque Trotsky y Stalin compartían el objetivo de la Revolución socialista, sus enfoques y visiones sobre el futuro del país eran completamente diferentes.
Trotsky, quien seguía abogando por una revolución permanente, creía que la revolución socialista debía extenderse más allá de las fronteras de Rusia, impulsando una revolución mundial que ayudara a fortalecer el Estado soviético. En cambio, Stalin, quien se había establecido como líder de la facción conservadora del Partido, defendía un enfoque más centrado en Rusia, lo que implicaba, entre otras cosas, la construcción del socialismo en un solo país.
La rivalidad entre ambos se fue intensificando a medida que Lenin comenzó a sufrir problemas de salud a partir de 1922. Aunque Lenin seguía siendo el líder indiscutido del Partido, la falta de su liderazgo activo permitió que las diferencias entre Trotsky y Stalin emergieran con mayor claridad. Mientras Trotsky se mantenía fiel a la idea de una revolución global, Stalin se inclinaba por una política más pragmática que priorizaba la estabilidad interna de la Unión Soviética, a veces a costa de las ideas revolucionarias más radicales.
El principio de la burocratización y las críticas a Stalin
A lo largo de los primeros años del régimen soviético, Trotsky observó con creciente preocupación lo que él percibía como una burocratización de la Revolución. A medida que Stalin consolidaba su poder, Trotsky empezó a ver cómo el Partido Bolchevique se transformaba en una estructura autoritaria y jerárquica que se alejaba de los principios democráticos que él había defendido inicialmente. En su opinión, Stalin estaba utilizando su poder para crear una «dictadura burocrática» que no solo traicionaba los ideales de la Revolución, sino que también ponía en peligro la permanencia del régimen soviético.
Trotsky también criticó abiertamente las políticas de Stalin en relación con las nacionalidades de la Unión Soviética. Stalin había implementado un enfoque centralista que, según Trotsky, oprimía a las minorías nacionales y favorecía una política de ruso-centrismo. Trotsky consideraba que la Revolución debía abrazar una verdadera política socialista, basada en la autodeterminación de las naciones y en la igualdad de todos los pueblos que formaban parte de la URSS.
La lucha por la sucesión y el exilio de Trotsky
Las diferencias entre Trotsky y Stalin llegaron a su punto culminante en la lucha por la sucesión de Lenin. Aunque Lenin dejó un testamento en el que expresaba sus críticas a Stalin y sugirió que debía ser removido de su cargo, la muerte de Lenin en 1924 dejó un vacío de poder que Stalin aprovechó para consolidar su control sobre el Partido. Trotsky, por su parte, no pudo hacer frente a la maquinaria burocrática que Stalin había construido, y su creciente aislamiento dentro del Partido lo llevó a ser finalmente expulsado del Partido Comunista en 1927.
Tras su expulsión de la URSS en 1929, Trotsky continuó su lucha política desde el exilio, donde se convirtió en un feroz crítico del régimen estalinista. Vivió en varios países, incluido Francia, Noruega y México, hasta que en 1940 fue finalmente asesinado en un atentado orquestado por los agentes de Stalin.
La Oposición a Stalin y el Exilio Final
Después de haber sido derrotado en la lucha por la sucesión de Lenin, León Trotsky se vio obligado a abandonar la Unión Soviética en 1929, marcando el inicio de su exilio y su lucha incansable contra el régimen de Josef Stalin. A partir de su expulsión, Trotsky dedicó sus últimos años a denunciar la burocratización del Partido Bolchevique y la degeneración del Estado soviético bajo Stalin. Aunque alejado de la URSS, su influencia en el movimiento socialista internacional no disminuyó, y continuó siendo una figura clave en la oposición al stalinismo. Sin embargo, su vida en el exilio estuvo marcada por constantes persecuciones y amenazas, hasta que en 1940 fue asesinado en México por un agente soviético. Este trágico final no hizo sino consolidar su leyenda como uno de los mayores mártires de la Revolución Rusa.
El exilio y la creación de la Cuarta Internacional
Tras su expulsión de la URSS, Trotsky se trasladó primero a Turquía, luego a Francia y finalmente a México, donde encontró refugio político tras varios años de constante persecución. Su vida en el exilio no fue fácil. A pesar de haber sido uno de los más importantes líderes de la Revolución Rusa, Trotsky se vio obligado a reconstruir su vida en un entorno completamente nuevo, lejos de la influencia directa sobre los movimientos políticos y sin el apoyo de su antigua base en el Partido Bolchevique.
En este período, Trotsky se dedicó principalmente a organizar la oposición internacional al stalinismo. Su principal esfuerzo fue la creación de la Cuarta Internacional, fundada en 1938, que tenía como objetivo la lucha contra la degeneración de la Revolución Rusa bajo Stalin y la restauración de una verdadera revolución socialista mundial. Para Trotsky, la Cuarta Internacional representaba la continuación del proyecto original del bolchevismo, pero sin el autoritarismo y la burocratización que Stalin había introducido en la URSS. Su meta era formar una alternativa socialista internacionalista que pusiera fin a las dictaduras burocráticas y avanzara hacia una verdadera revolución mundial.
La Cuarta Internacional tuvo una recepción mixta. Mientras que en algunos países, especialmente en Francia y España, ganó seguidores y simpatizantes, en muchos otros, su influencia fue limitada. La política de Stalin, con el apoyo de la Comintern (la Internacional Comunista), fue predominante en gran parte del movimiento socialista internacional, y la lucha de Trotsky contra el stalinismo fue vista como un acto de oposición interna dentro del comunismo.
Sin embargo, la creación de la Cuarta Internacional marcó una de las últimas grandes contribuciones políticas de Trotsky. En sus escritos de esta época, defendió la idea de una «revolución permanente», insistiendo en que la revolución socialista no podía limitarse a un solo país, sino que debía extenderse internacionalmente para garantizar su supervivencia. En este contexto, Trotsky se opuso tanto al stalinismo como a los movimientos reformistas que, según él, traicionaban la esencia de la revolución.
La lucha contra el stalinismo desde el exilio
La vida de Trotsky en el exilio fue también una vida de constante denuncia del régimen estalinista. En sus escritos, denunció el autoritarismo de Stalin, su control sobre el Partido Comunista y la represión brutal que se desató bajo su liderazgo. Trotsky se convirtió en un feroz crítico de las purgas de Stalin, donde miles de comunistas, antiguos compañeros de lucha, fueron acusados de traición y ejecutados o encarcelados.
Trotsky también denunció la «degeneración burocrática» del Partido Comunista Soviético, y sostenía que Stalin había traicionado los principios de la Revolución de Octubre, convirtiendo al Partido Bolchevique en una máquina burocrática que oprimía a los trabajadores y aplastaba la democracia interna del partido. Según Trotsky, el culto a la personalidad de Stalin y la centralización del poder en manos de un solo líder representaban una perversión del socialismo.
En sus textos, Trotsky no solo criticaba a Stalin y sus políticas, sino que también advertía sobre los peligros de la burocratización del Estado soviético y la concentración de poder. Su visión del socialismo era profundamente democrática y orientada hacia una participación activa y continua de las masas en la vida política, lo que consideraba imposible bajo el régimen de Stalin.
Además, Trotsky se esforzó por poner en evidencia las contradicciones dentro del régimen soviético y señalar la incapacidad de la URSS para llevar a cabo las reformas necesarias para consolidar el socialismo. Creía que el capitalismo mundial seguía siendo una amenaza para el socialismo soviético, y que la revolución en un solo país, como defendía Stalin, era una ilusión. En lugar de nacionalismo socialista, Trotsky postulaba la necesidad de una revolución internacional para la expansión de la revolución socialista, lo que chocaba frontalmente con las políticas de Stalin y sus seguidores.
La muerte de Trotsky: el asesinato en México
A pesar de sus esfuerzos por organizar la oposición al stalinismo, la vida de Trotsky en el exilio estuvo marcada por la persecución constante por parte del régimen soviético. Stalin no perdonó a Trotsky su desafío ideológico y político, y lo persiguió implacablemente. En 1940, después de varios intentos fallidos de asesinato, Trotsky fue finalmente asesinado en México.
El 20 de agosto de 1940, un agente soviético llamado Ramón Mercader, disfrazado de simpatizante de la causa trotskista, se infiltró en la casa de Trotsky en Coyoacán, un suburbio de Ciudad de México, y le asestó un golpe mortal con un piolet, un instrumento de trabajo agrícola. Trotsky fue llevado de inmediato al hospital, pero murió al día siguiente, el 21 de agosto, a la edad de 60 años.
El asesinato de Trotsky fue un acto brutal orquestado por Stalin, que veía en él una amenaza para su poder absoluto. Aunque Trotsky había sido una figura marginal en la política de la URSS durante sus últimos años, su muerte fue un evento de gran importancia simbólica. La eliminación de Trotsky representaba la victoria final de Stalin en la lucha interna por el control del movimiento comunista, pero al mismo tiempo, consolidó a Trotsky como una figura legendaria de la Revolución Rusa y de la lucha contra el totalitarismo estalinista.
Legado de Trotsky
El legado de Trotsky es controvertido y complejo. Si bien fue uno de los principales arquitectos de la Revolución Rusa y jugó un papel central en la creación del Estado soviético, su lucha contra Stalin y la burocratización del régimen le convirtió en una figura central de la oposición al stalinismo, tanto en la URSS como en el resto del mundo. Para muchos, Trotsky representa la voz de la Revolución socialista genuina, una que luchó por la democracia, la libertad y el internacionalismo.
Sus ideas sobre la revolución permanente y su crítica a la burocratización del socialismo continúan siendo influyentes dentro de las corrientes trotskistas y en los movimientos de izquierda revolucionaria. La creación de la Cuarta Internacional fue uno de sus mayores logros políticos, aunque la organización nunca alcanzó el tamaño ni la influencia que él había anticipado. Sin embargo, su legado intelectual, como teórico marxista, sigue vivo a través de sus escritos, que siguen siendo leídos y debatidos en todo el mundo.
Trotsky fue un hombre que, a pesar de su trágico final, dejó una marca profunda en la historia del siglo XX. En un momento en que el stalinismo consolidaba su poder, Trotsky representó una alternativa radical y democrática al totalitarismo, un hombre que luchó por un mundo diferente hasta su muerte.
MCN Biografías, 2025. "León Trotsky (1879–1940): Arquitecto de la Revolución Rusa y Eterno Opositor deStalin". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/trotski-leon [consulta: 29 de septiembre de 2025].