Schiaparelli, Elsa (1890-1973).
Diseñadora de modas italiana, nacida en Roma en 1890 y fallecida en París en 1973. A pesar de no tener ninguna formación como modista, la baronesa italiana, dotada de una fuerte personalidad, hizo una moda original y excéntrica, fuertemente influenciada por del dadaísmo y el surrealismo, todo lo cual le valió entre sus coetáneos el apodo de «Elsa, la escandalosa».
Vida
Fue la segunda hija de una familia culta de clase acomodada. Al término de su etapa escolar, decidió estudiar filosofía, pero su secreta afición por la poesía la llevó a publicar un poemario, titulado Arethsa, cuando sólo contaba veintitrés años de edad. En su intento de doblegar este carácter vehemente, sus padres la enviaran a Inglaterra en calidad de dama de compañía; fue casi peor el remedio que la enfermedad, pues fue precisamente allí, donde, una tarde en que asistía a una conferencia en Londres, conoció al que luego sería su marido, el conde William de Wendt de Kerlor, con el que se casó precipitadamente en 1914 a pesar de la oposición de sus padres.
Con el estalllido de la Primera Guerra Mundial, la pareja se trasladó a la localidad francesa de Niza, ya que la nacionalidad suiza del conde le permitió no ser llamado a filas. En la primavera de 1919 los condes de Kerlor se trasladaron a Boston y luego a Nueva York, donde el conde inició una apasionada relación con la bailarina Isadora Duncan. Por aquel entonces, Schiaparelli tuvo su única hija, Yvonne («Gogó») pero, a los pocos meses del nacimiento, harta de los engaños y de financiar los dispendios de Kerlor con su dote, se divorció de su marido.
La precaria situación económica en que la dejó un matrimonio deshecho hizo que se decidiera a buscar trabajo, tal y como hacían otras mujeres americas, algo que no se le hubiera pasado por la cabeza cuando estaba en Europa. Mientras tanto, conoció a Alfred Stieglitz, en cuya galería conoció a artistas como Marcel Duchamp y Man Ray, que la animaron a dar sus primeros pasos en el mundo del diseño. Lo primero que hizo fue un suéter negro tejido con un lazo blanco en el cuello que producía el efecto óptico de ser una mariposa. El jersey fue lucido por una conocida guionista de Hollywood, Anita Loos (autora de Los caballeros las prefieren rubias), lo que hizo que los almacenes Strauss le encargasen cuarenta unidades más. Sin embargo no se planteó en serio el negocio de la moda como medio de ganarse la vida hasta que, ya en París, donde se había trasladado con su hija enferma gracias a la ayuda de una amiga en 1922, asistió a un desfile de Paul Poiret como acompañante de una millonaria norteamericana; el modisto francés, que se convertiría con el tiempo en uno de sus mejores amigos, fue quien realmente la animó a dar rienda suelta a su creatividad.
Así, en 1927 Schiaparelli abrió una primera tienda en la Rue de la Paix, en cuya puerta se leía el emblema «Pour le sport» (‘Para el deporte‘), pues quería vestir a las mujeres con el estilo que había conocido durante su etapa americana, basado en sueltas prendas funcionales que pudieran combinarse entre ellas; dos años más tarde presentó su primera colección completa, precursora del prêt-a-porter, un concepto que aún no se conocía. Pero, a pesar de su intención inicial, el espaldarazo definitivo llegó con su primer traje de noche, un modelo largo que se combinaba con una chaqueta de frac, que fue copiado en todo el mundo y marcó su entrada en la alta costura. En 1935 inauguró su salón de moda en la Place Vendôme, enfrente del Hotel Ritz, con un nuevo eslógan «Bon vêtements de travail!» (‘Ropa de trabajo de calidad!‘), aunque, paradójicamente, la estilista italiana ha pasado a la historia de la moda por sus extravagancias y excentricidades.
Hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la italiana vivió su época más esplendorosa. Fueron muchas las mujeres que abandonaron a otros grandes de la moda, como Jean Patou o Coco Chanel, y se marcharon con Schiaparelli. Sus seguidores eran numerosísimos. Le gustaba sobre todo sorprender a sus clientas con diseños sorprendentes, refinados y extravagantes. Sus ideas, junto con las que tomaba de artistas famosos, fueron plasmadas con considerable destreza por maestros como Dalí, Christian Bérard, Van Dongen y Jean Cocteau, a los que contrató para que le diseñaran telas y accesorios. El genial joyero Jean Schlumberger hizo para ella bisutería y botones, y también trabajaron a sus órdenes los fotógrafos Cecil Beaton y Man Ray, que se encargaron de plasmar las imágenes de sus diseños.
Claramente influida por el cubismo y el surrealismo, separaba los objetos de su contexto habitual y los introducía en otro totalmente distinto. A ella se deben, por ejemplo, el famoso sombrero-zapato, diseñado al alimón con Salvador Dalí, la falda estrechísima que obligaba a andar a la mujer que la lleva a pasitos cortos o el bolso de noche con forma de teléfono: la italiana y el genial artista catalán, ayudados por Gala -la esposa de éste- eran igual de estrambóticos a la hora de dar rienda suelta a su creatividad. También hizo Schiaparelli los guantes que incorporaban uñas doradas, o el vestido de noche hecho de harapos, que se podría considerar precursor del actual estilo punk, incluyó bolsillos en forma de labios en las faldas y desempeñó un papel decisivo en los diseños de sombreros sin ser ni costurera ni modista (de hecho, el pequeño modelo de fieltro rojo adornado con plumas de gallo se convirtió en uno de los distintivos de su casa); aparte de los ya mencionados en forma de zapato o de teléfono, dos de sus modelos de sombrero más famosos tenían forma de helado de cucurucho y de chuleta de cordero. En 1933 introdujo la manga pagoda, de hombro muy ancho y que determinó las líneas de la moda hasta después de la Segunda Guerra Mundial; sus trajes de noche estaban confeccionados en tejidos de tweed o arpillera, teñía las pieles de colores brillantes, colocaba candados a modo de cierres en los trajes, e incorporó las cremalleras de plástico a los vestidos dejando que se vieran, como un elemento decorativo más, en lugar de ocultarlas -como se venía haciendo hasta entonces-. Presentó en sus colecciones broches fosforescentes en forma de insectos y collares de aspirinas; creía que los botones eran aburridos, así que los transformó en pisapapeles, en terrones de azúcar y en pequeñas esculturas, caso de su colección de 1938, «Circo», en que los botones de sus trajes eran acróbatas saltando o caballitos de tiovivo. La empresa francesa Colcombet creó para ella una tela estampada de periódico de la que, en plena inspiración picassiana, hizo pañuelos para el cuello. Schiaparelli bordó los signos del zodiaco en su ropa y vendió bolsos que se encendían o tocaban una melodía al abrirlos, o que llevaban un reloj en el cierre. Su elegancia provocativa e irreverente fue todo un éxito, pues ofrecía a las mujeres una alternativa que ampliaba el vestido hasta la concepción de arte. Con todo, a pesar de estos recursos efectistas para llamar la atención, sus diseños eran en el fondo absolutamente prácticos: trajes pantalón combinados con chaquetas abiertas que permitían moverse con facilidad y boleros que protegían los hombros.
A su primera colección, Detente, mira y escucha, siguieron Música (1937), Circo (1938), Mariposas, Commedia dell’Arte, Astrología, Pagar y llevar… Cada presentación era un auténtico espectáculo teatral, lo que explica que se convirtiera con facilidad en la niña mimada de la prensa, algo que la enemistó de por vida con Chanel que se refería a ella como «esa italiana que hace vestidos». En justicia hay que decir que Schiaparelli se refería a la francesa como «esa aburrida provinciana»
Amante del color como era, hizo suyo uno de los tonos rosas de Bérard, color bautizado posteriormente por su amigo Paul Poiret como shocking pink (‘rosa sorprendente’), y lo promocionó con entusiasmo en pañuelos, barras de labios o trajes de noche. De hecho, el este adjetivo (shocking) le gustó tanto que lo utilizó para todo en su vida: su última colección, presentada en 1952 se llamó Shocking Elegance (Elegancia sorprendente), y cuando apareció su bigrafía dos años más tarde se titulaba así: Shocking Life (Una vida sorprendente).
De esta manera, Schiaparelli decidió que todos sus perfumes llevasen un nombre que empezase con la letra «s», inicial de su apellido y del famoso adjetivo. Fue así como en 1928 lanzó S, que no obtuvo el éxito esperado, y luego, en 1933, Schiap, Salut et Soucis. El período de 1936 a 1938 fue ciertamente el más creativo para la estilista. Primero lanzó Shocking, con un extraño frasco de inspiración surrealista, que representaba un maniquí con formas a lo Mae West, una de sus mejores clientes (la rubia actriz fue una musa para los perfumistas de la época, pues sus contundentes formas también inspiraron el frasco de Femme, el perfume de Marcel Rochas). Su siguiente perfume, Sleeping, tenía la forma de una palmatoria con una vela encima y el tapón de color rojo asemejaba la llama. En 1945 fue su amigo Salvador Dalí quien diseñó el frasco de Roy Soleil, un tapón de color oro que representaba el sol y el frasco era como una roca azul.
Durante la Segunda Guerra Mundial marchó a los Estados Unidos y en 1949 abrió una tienda en Nueva York. Se estableció luego en Hollywood (hay que decir que, de todos los modistos, ella fue quien más éxito obtuvo en el mundo cinematográfico), donde diseñó el vestuario de auténticas bombas sexuales como Zsa Zsa Gabor o Mae West, no obstante lo cual, es más recordado su trabajo con Joan Crawford o con Katharine Hepburn, una de las actrices ligadas a ella para siempre, cuyo estilo después de conocer a Schiap cambió de desaliñado a indolente, y se convirtió en uno de los más imitados hasta nuestros días. A pesar de estos triunfos, y de las muchas conferencias que dictó, Schiaparelli no logró imponerse del todo en América. Hasta 1945 no volvió a Francia, pero, como le había pasado a su amigo Poiret, su originalidad no tenía cabida en un mundo acuciado por los problemas económicos de la posguerra. Presentó su último desfile en 1954. Hasta su muerte, acaecida en 1973 vivió de los ingresos que le reportaban las ventas de sus perfumes.
En abril de 2004 fueron expuestas 250 de las mejores piezas de la diseñadora en el Museo de la Moda de París, la mayoría anteriores a 1939.
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