Roberto II Estuardo (1316–1390): El Primer Rey de la Dinastía Estuardo y el Desafío de Gobernar en la Oscuridad del Feudalismo

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Los orígenes de una legitimidad dividida: nobleza, regencia y traiciones

Contexto histórico del nacimiento de Roberto II

Escocia en guerra: el conflicto Bruce-Balliol y la influencia inglesa

Cuando Roberto II Estuardo nació el 2 de marzo de 1316, Escocia estaba inmersa en un largo periodo de luchas intestinas e invasiones externas. La reciente independencia del reino, obtenida bajo el liderazgo de Robert I Bruce, no había traído paz duradera, sino una constante amenaza de restauración de la familia Balliol, con el respaldo de la corona inglesa. La tensión entre la nobleza escocesa, dividida entre partidarios de Bruce y Balliol, generó una política de alianzas inestables, regencias transitorias y guerras intermitentes que moldearon el escenario donde crecería el futuro monarca.

Inglaterra, bajo el reinado de Eduardo III, ejercía una presión constante sobre el norte, buscando controlar el territorio escocés directa o indirectamente. Esta situación de fragilidad institucional convirtió a la monarquía escocesa en una figura simbólica cuya autoridad real dependía del consenso parlamentario y de las alianzas entre los clanes dominantes.

La dinastía Estuardo antes del trono: raíces y poder feudal

El ascenso de Roberto II al trono no fue una consecuencia natural de una línea sucesoria establecida, sino el resultado de décadas de enredos dinásticos, regencias accidentales y maniobras políticas. Nieto del propio Robert I Bruce por parte materna, y heredero del poderoso clan Stewart por parte paterna, Roberto encarnaba una síntesis de las dos principales corrientes de legitimidad en Escocia. El clan Stewart ostentaba desde el siglo XII el título de senescal (steward) del reino, lo que los situaba como uno de los linajes más influyentes del país.

Cuando su padre, Walter Stewart, murió en 1326, Roberto tenía apenas diez años. Aun así, heredó no sólo vastos territorios, como el señorío de Strathearn, sino también la importante función de senescal de Escocia, que incluía deberes militares, administrativos y ceremoniales clave. Estas posesiones, unidas a su linaje materno, lo convirtieron en una figura central para los sectores parlamentarios que aspiraban a consolidar un gobierno escocés autónomo y alejado de la injerencia inglesa.

Juventud e iniciación política

Herencia de Walter Stewart y la temprana prominencia en la corte

Desde una edad temprana, Roberto fue protagonista de las discusiones sobre la sucesión del trono escocés. En 1318, aún siendo un niño, el Parlamento reunido en Scone lo declaró heredero de la corona, en previsión de que Robert I muriera sin descendencia masculina. Esta designación mostraba no sólo la confianza política en el joven Estuardo, sino también la precariedad institucional del reino, que debía planificar posibles transiciones ante cada giro de los acontecimientos.

Pero la suerte de Roberto cambió radicalmente en 1324, con el nacimiento de David, hijo legítimo de Robert I. Esta llegada lo desplazó formalmente de la línea directa, y en 1329, con la muerte del monarca, David II Bruce ascendió al trono siendo aún un niño. No obstante, el Parlamento volvió a reconocer a Roberto como heredero en 1331, subrayando que su papel dinástico no estaba del todo descartado y que su presencia era vista como una garantía de continuidad en caso de nuevas crisis.

Nombramiento como heredero y la amenaza del nacimiento de David II

La figura de Roberto II siempre estuvo ligada a un tipo de poder expectante, donde su papel como «candidato potencial» a la corona generaba tanto esperanzas como suspicacias. Su posicionamiento como heredero alternativo era útil para el Parlamento escocés como mecanismo de presión frente a los monarcas reinantes, pero también lo convertía en blanco de conspiraciones y desconfianzas. Con la minoría de edad de David II, los juegos de poder entre clanes se intensificaron, y la necesidad de una figura intermedia entre facciones opuestas consolidó a Roberto como regente interino en varias etapas de su vida.

Primeras regencias y tensiones internas

Corregencias compartidas y la lucha entre clanes nobles

En 1332, el estallido de una nueva crisis institucional dio pie a la instauración de una corregencia, compartida entre Roberto Estuardo y John Randolph, conde de Moray. Esta decisión respondía a la instauración en el trono de Eduardo Balliol, apoyado por Eduardo III de Inglaterra, quien había forzado el exilio de David II. Pese a que los Estuardo se habían alineado tradicionalmente con la causa Bruce, Roberto aceptó esta corregencia, una maniobra que reflejaba su voluntad de evitar enfrentamientos abiertos y mantener la cohesión del reino en lo posible.

Durante la batalla de Halidon Hill (1333), Roberto actuó como senescal del ejército y defendió la legitimidad del trono escocés, aunque paradójicamente la lucha enfrentó a bandos en los que se diluían las lealtades tradicionales. Su actitud pasiva y la búsqueda de consensos marcaron su estilo político: más mediador que caudillo, más símbolo de estabilidad que líder militar.

Batalla de Halidon Hill y el ascenso de un regente cauteloso

La muerte de John Randolph en 1338 permitió a Roberto asumir la regencia en solitario. Sin embargo, su liderazgo no fue firme ni efectivo. La figura que realmente desestabilizó su gobierno fue William Douglas de Liddesdale, un noble escocés de lealtades cambiantes, cuyo ascenso reflejaba el carácter fragmentado de la nobleza escocesa. El control territorial se volvió cada vez más difícil, con múltiples clanes operando de forma independiente y enfrentados entre sí por antiguos agravios y nuevas ambiciones.

Durante esta etapa, el Parlamento escocés siguió respaldando a Roberto por razones pragmáticas: su linaje, su disposición al diálogo y su aparente desinterés por concentrar el poder lo hacían menos peligroso que otros aspirantes. No obstante, su liderazgo también dejó un vacío que fue llenado por señores feudales con agendas propias, alimentando así una inestabilidad endémica.

Roberto perdió la regencia cuando David II Bruce regresó a Escocia para retomar el poder. A pesar de ser su tío, Roberto fue apartado de las decisiones de Estado, y en su lugar se elevó a Alexander Ramsey, jefe de la casa regia del joven monarca. Esta exclusión dio inicio a una nueva etapa de tensiones entre ambos, y preparó el terreno para futuras rebeliones en las que Roberto asumiría un papel inesperadamente activo.

El largo camino hacia el trono: rivalidades, intrigas y una coronación tardía

De regente a enemigo del poder

El conflicto con Alexander Ramsey y el poder creciente de los Douglas

La rivalidad entre Roberto Estuardo y el entorno inmediato de David II se agravó tras la destitución del primero como regente. La figura de Alexander Ramsey, ascendido por el joven monarca, representaba un nuevo equilibrio en la corte, más favorable a intereses centralizados y contrarios a las alianzas feudales que sustentaban el poder de Roberto. Sin embargo, esta situación cambió bruscamente cuando Ramsey fue asesinado, acto atribuido a William Douglas de Liddesdale, el mismo personaje que, a lo largo de los años, había oscilado entre la lealtad a Bruce y a Balliol.

La traición de Liddesdale se completó al convertirse en el nuevo aliado de Eduardo Balliol. Fue él quien delató la posición del ejército escocés en la batalla de Neville’s Cross (1346), lo que facilitó una contundente derrota para los partidarios de David II y su captura por las fuerzas inglesas. Este evento marcó el regreso de Roberto Estuardo a la regencia, impulsado tanto por el Parlamento como por el interés de Eduardo III en mantener un orden mínimo en Escocia bajo un liderazgo débil y manipulable.

La batalla de Neville’s Cross y el retorno a la regencia

La segunda regencia de Roberto, entre 1346 y 1356, se caracterizó por su estilo parco y conservador. Lejos de asumir un papel de liderazgo activo, prefirió delegar el control territorial en los señores locales, reforzando así la fragmentación feudal del reino. Esta descentralización propició una nueva ola de conflictos entre facciones nobiliarias, principalmente entre los leales a Eduardo Balliol y los que permanecían fieles a David II Bruce.

En medio de esta guerra casi civil, Eduardo III de Inglaterra mantuvo una postura ambigua. Si bien había respaldado anteriormente a Balliol, su interés principal estaba cada vez más volcado en la Guerra de los Cien Años contra Francia. Esta distracción permitió a Escocia cierta autonomía interna, aunque dominada por el caos político. Roberto, con su perfil de regente dócil, ofrecía una solución tolerable para todos los actores: los clanes escoceses, el Parlamento y la misma Inglaterra.

Rebelión contra David II y afirmación parlamentaria

El pacto sucesorio con Inglaterra y la revuelta de los clanes

En 1357, un giro inesperado sacudió la política escocesa. El Parlamento elevó el señorío de Strathearn al rango de condado, aumentando el prestigio de Roberto. Pero simultáneamente, David II, de regreso al trono, intentó consolidar su poder firmando un acuerdo con Eduardo III que estipulaba que, si moría sin descendencia, el monarca inglés sería su sucesor legítimo. Esta cláusula encendió todas las alarmas.

La posibilidad de que Escocia cayese pacíficamente en manos inglesas mediante un pacto sucesorio era inaceptable para muchos nobles y clanes. Entre ellos, el mismo Roberto Estuardo, quien entendía que su linaje y su aceptación parlamentaria eran la barrera natural contra esa eventual anexión. En 1362, Roberto encabezó una rebelión, acompañado por clanes influyentes como los Campbell y los Murray, en un intento de forzar la renuncia a ese acuerdo.

Aunque la rebelión no logró destronar a David II, sí obtuvo concesiones significativas: el monarca se comprometió a respetar el derecho del Parlamento a designar a su sucesor. Este compromiso fue una victoria política para Roberto, quien reafirmaba así su posición como heredero legítimo avalado por la representación nacional.

La guerra civil permanente y el vacío de liderazgo efectivo

Entre 1363 y 1371, Escocia vivió un estado crónico de inestabilidad. Ni David II ni Roberto Estuardo mostraban gran interés en gobernar activamente, y los clanes actuaban como autoridades de facto en sus respectivos territorios. Esta etapa puede entenderse como un interregno prolongado dentro de una monarquía aún en pie, pero profundamente debilitada.

El desinterés del rey y del heredero creaba un vacío de poder propicio para las intrigas. Los Douglas, aún divididos entre facciones, continuaban siendo una fuerza militar poderosa; mientras tanto, el Parlamento se consolidaba como institución decisiva para la legitimidad de cualquier autoridad central. Cuando David II murió sin herederos en 1371, el camino para la coronación de Roberto parecía finalmente despejado, aunque no sin resistencia.

Coronación y afirmación dinástica

Muerte de David II y ascenso de Roberto Estuardo

El 22 de febrero de 1371, el fallecimiento de David II Bruce cerró una era conflictiva y abrió otra marcada por la necesidad de estabilizar la monarquía. En menos de un mes, el 26 de marzo, Roberto Estuardo fue coronado en Scone, conforme al respaldo unánime del Parlamento. Esta coronación no sólo ponía fin a la disputa entre los Bruce y los Balliol, sino que inauguraba oficialmente la dinastía Estuardo, que gobernaría Escocia y, más adelante, Inglaterra.

Eduardo III de Inglaterra intentó tímidamente invocar los derechos sucesorios concedidos por David II, pero sus compromisos en Francia y su percepción de Escocia como un problema secundario lo llevaron a desistir de cualquier acción seria. La entronización de Roberto, aunque tardía, marcaba un nuevo capítulo en la historia escocesa: el de un linaje nacido del equilibrio político más que de la imposición militar.

Oposición de Liddesdale y consolidación del trono en 1371

Pese a que la coronación se realizó con cierta fluidez, no estuvo exenta de desafíos. La oposición más sorprendente provino nuevamente de William Douglas de Liddesdale, quien reivindicó un supuesto acuerdo con Eduardo III por el cual este le habría prometido el trono escocés a cambio de su traición en Neville’s Cross. Esta pretensión, aunque absurda desde un punto de vista legal, ganó cierto eco en sectores descontentos.

Entre 1371 y 1374, los partidarios de Liddesdale promovieron incursiones y pequeñas escaramuzas en distintas regiones del reino. Incluso el duque de Lancaster intervino en apoyo de esta causa, intentando abrir un nuevo frente de inestabilidad. Finalmente, la muerte de Liddesdale y la disipación de sus seguidores consolidaron el trono de Roberto II, quien optó por una estrategia de gobierno basada en la delegación del poder.

Desde 1374, el rey cedió progresivamente la administración a su hijo John Stewart, conde de Carrick, mientras él se retiraba al castillo de Edimburgo. Esta decisión reflejaba tanto su estilo personal —alejado de la acción directa— como una cierta fatiga acumulada por décadas de conflictos. Así iniciaba la última etapa de su reinado, caracterizada por la inestabilidad feudal y la creciente influencia de sus hijos en la política del reino.

Un reinado pasivo en tiempos turbulentos: gobierno delegado y legado familiar

La Escocia de Roberto II: decadencia feudal y guerras permanentes

Delegación de poder en el conde de Carrick y el conde de Fife

Tras consolidarse en el trono, Roberto II Estuardo optó por un modelo de gobernanza pasivo que consistía en delegar las funciones ejecutivas a sus hijos, especialmente al conde de Carrick, John Stewart, y más tarde al conde de Fife, Robert Stewart, futuro duque de Albany. Ambos asumieron roles de gobernadores de facto, mientras el rey se retiraba a sus residencias en Edimburgo y Dundonald, participando cada vez menos en los asuntos del reino.

Este esquema no fue casual ni exclusivo de la vejez de Roberto, sino una prolongación de su estilo de liderazgo caracterizado por el pragmatismo, la prudencia y el mínimo intervencionismo. No obstante, este tipo de gestión dejaba a Escocia en manos de ambiciosas facciones aristocráticas que aprovecharon la situación para fortalecer sus dominios. El país, lejos de experimentar una centralización monárquica, cayó en un régimen de poder compartido y segmentado que agudizó la crisis estructural del sistema feudal.

La descentralización impulsada por los Estuardo, aunque útil para mantener la paz temporalmente, alimentó los conflictos entre clanes. Las rivalidades por el control de regiones clave como Fife, Galloway o Lothian se intensificaron, mientras el Parlamento actuaba más como árbitro de disputas que como institución promotora de reformas.

Invasiones inglesas y la tregua humillante con Ricardo II

A partir de 1378, el debilitamiento del poder real fue percibido por Inglaterra como una oportunidad. Se reanudaron las hostilidades fronterizas, esta vez lideradas por Ricardo II, nieto de Eduardo III. Sin contar con un liderazgo central firme, Escocia fue incapaz de responder eficazmente a las incursiones inglesas, que culminaron en 1385 con una devastadora invasión desde el sur.

El ejército inglés arrasó la región entre Edimburgo y Fife, obligando a Roberto II a aceptar una tregua que muchos consideraron humillante. Esta tregua no detuvo las hostilidades por completo, ya que los nobles escoceses continuaron las escaramuzas en la frontera, a menudo actuando por su cuenta sin consultar al rey. El conde de Carrick y su hermano, el conde de Fife, organizaron campañas militares independientes, reforzando así su poder y protagonismo ante la pasividad del monarca.

El hecho de que las decisiones militares más importantes fueran tomadas por sus hijos subrayaba el creciente desfase entre el rey y los mecanismos reales del poder. Si bien su posición simbólica seguía siendo importante para la unidad nacional, Roberto II ya no era percibido como el actor central en los asuntos del reino.

El ocaso del monarca

Desinterés progresivo y consolidación del poder de sus hijos

A finales de la década de 1380, Roberto II se encontraba en un estado de semi-retiro, mientras sus hijos dominaban los aspectos fundamentales del gobierno. El conde de Carrick, con fuertes credenciales militares, se convirtió en el líder de facto, mientras que el conde de Fife, más hábil en el terreno político y administrativo, controlaba el aparato gubernamental. Esta diarquía entre hermanos delineó el camino para la sucesión futura, aunque también generó tensiones internas.

Los últimos dos años de vida del rey se caracterizaron por su completa ausencia de la esfera pública. Desde su residencia en Dundonald, Roberto II asistía pasivamente al deterioro del orden feudal y al ascenso de un nuevo equilibrio de poder basado en la fuerza militar de sus descendientes. La legitimidad dinástica, sin embargo, se mantenía intacta gracias a su figura como símbolo de continuidad y paz tras décadas de guerras intestinas.

Batalla de Otterburn y victoria militar como salvación simbólica

En 1388, una campaña militar organizada por los hijos de Roberto logró un importante triunfo en la batalla de Otterburn, en territorio inglés. Esta victoria, considerada una de las más resonantes del período, fue atribuida principalmente al liderazgo del conde de Fife y del conde de Carrick, lo que consolidó aún más su prestigio ante el Parlamento y la nobleza.

Aunque Roberto II no participó directamente, la victoria le brindó un respiro simbólico al final de su reinado, mitigando la percepción general de inacción que había caracterizado su mandato. La campaña de Otterburn ofrecía al Parlamento una base para justificar la continuidad de la dinastía Estuardo, no por los méritos personales del rey, sino por las cualidades de sus herederos.

Sucesión compleja y legado de la dinastía Estuardo

Prole numerosa y conflicto de legitimidades

Uno de los legados más problemáticos de Roberto II fue su extensa descendencia, que generó múltiples disputas en torno a la sucesión. De su primer matrimonio con lady Elizabeth Mure, celebrado hacia 1348, nacieron nueve hijos legítimos, entre ellos John Stewart, futuro Roberto III. Sin embargo, la validez canónica de esta unión fue cuestionada durante años, lo que arrojó dudas sobre los derechos sucesorios de sus hijos.

En 1355, el rey se casó con Eufemia Ross, condesa de Moray, con quien tuvo otros cuatro hijos. A esta complejidad se sumaban al menos ocho hijos ilegítimos que Roberto II reconoció públicamente, muchos de los cuales también aspiraban a cargos y territorios dentro del entramado nobiliario. Esta proliferación de herederos reales debilitó la autoridad de la corona y creó un clima de sospecha y competencia permanente en la corte.

El Parlamento, en su intento por garantizar una transición pacífica, eligió como sucesor a John Stewart, conde de Carrick, valorando su trayectoria militar y su aceptación entre los clanes. Esta decisión evitó una guerra dinástica inmediata, pero dejó latente una fractura que influiría en las futuras crisis de la casa Estuardo.

Ascenso de Roberto III y consolidación de la casa Estuardo

Con la muerte de Roberto II el 19 de abril de 1390 en Dundonald, su hijo John Stewart ascendió al trono con el nombre de Roberto III Estuardo. Este cambio nominal buscaba reforzar la continuidad dinástica con el linaje Bruce, cuyas huellas aún resonaban en el imaginario colectivo escocés. La dinastía Estuardo, fundada formalmente con el reinado de Roberto II, se consolidaba así como la nueva casa real de Escocia, con proyección futura hacia el trono inglés.

El legado de Roberto II Estuardo es, en muchos aspectos, paradójico. Fue un monarca que accedió al trono sin haberlo buscado activamente, que gobernó sin imponerse con fuerza, y cuya influencia real fue menor que la de sus hijos y nietos. Sin embargo, logró estabilizar una nación fracturada, legitimó una nueva dinastía y sirvió como puente entre dos épocas: la del feudalismo medieval y la del ascenso de una monarquía más institucional.

A través de una combinación de paciencia política, fidelidad parlamentaria y habilidad para delegar, Roberto II cimentó los pilares de una dinastía que marcaría el destino de las islas británicas durante los siglos venideros. Su figura encarna la transición de un liderazgo guerrero a un poder moderador, necesario para preservar la unidad en un reino fragmentado.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Roberto II Estuardo (1316–1390): El Primer Rey de la Dinastía Estuardo y el Desafío de Gobernar en la Oscuridad del Feudalismo". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/roberto-ii-estuardo-rey-de-escocia [consulta: 28 de septiembre de 2025].