Gastón de Peralta (1510–1580): Virrey de Nueva España y su Controversial Mandato

El entorno histórico de la Baja Navarra en el siglo XVI

Gastón de Peralta nació hacia 1510 en Pau, una localidad que, durante esa época, pertenecía a la Baja Navarra, una región que más tarde sería incorporada al reino de Francia. La Baja Navarra vivió en un contexto de tensiones políticas y sociales a raíz de las luchas dinásticas que definían las fronteras de los reinos ibéricos y franceses. La región se encontraba bajo la influencia de los reyes de Navarra, quienes debían negociar constantemente con las potencias vecinas para mantener su independencia o, al menos, sus privilegios. Durante el reinado de los Reyes Católicos, la política expansionista de los monarcas españoles impulsó una serie de reformas y conquistas que repercutieron en todo el territorio navarro, lo que afectó directamente a las familias de la nobleza local.

La relación entre Navarra y la Corona de Castilla fue compleja, ya que, aunque Navarra gozaba de un estatus especial, su independencia se fue diluyendo con el paso de los años. Cuando Carlos V ascendió al trono, la situación de Navarra se volvió más incierta. De hecho, su territorio fue escenario de varias contiendas con los reinos vecinos, especialmente con los franceses. La figura de Gastón de Peralta emergió en este contexto político conflictivo, pues su familia, los Peralta, era una de las casas nobiliarias más influyentes en Navarra y estaba vinculada a los movimientos políticos de la época.

La familia de Gastón de Peralta

Gastón de Peralta provenía de una familia con una larga tradición en la nobleza navarra. Su linaje se remontaba a Alonso Carrillo de Peralta, segundo condestable de Navarra, lo que le confería un estatus distinguido dentro de la nobleza. Fue el tercer marqués de Falces y quinto conde de Santisteban de Larín. El linaje de los Peralta tenía una influencia considerable en la política de Navarra, especialmente durante el reinado de los Reyes Católicos y, más tarde, bajo el dominio de los Habsburgo.

Su padre, Antonio de Peralta, segundo marqués de Falces, fue un hombre que jugó un papel clave en las tensiones que marcaron la política navarra de su tiempo. Antonio había combatido a los Reyes Católicos, aunque eventualmente se rindió a Carlos V en 1524, lo que reflejaba las difíciles decisiones políticas que las casas nobiliarias navarras debían tomar para asegurar su supervivencia en un contexto tan cambiante. La relación de la familia Peralta con la Corona fue de una alianza estratégica, que más tarde permitiría a Gastón ascender a importantes posiciones en la corte imperial.

La formación de Gastón de Peralta

La juventud de Gastón de Peralta estuvo marcada por la influencia de su familia y su contacto temprano con la corte imperial de Carlos V. Entró al servicio del emperador en su juventud, lo que le permitió formar parte de los círculos de poder más cercanos al monarca. En 1545, Carlos V lo nombró mayordomo mayor de la Casa Real de Navarra, un puesto que implicaba una gran confianza por parte del emperador. Este nombramiento marcó un hito en la carrera de Gastón, quien pasó a ser parte de los pocos individuos de la nobleza que gozaban de la completa confianza de la familia real española.

Bajo la tutela de Carlos V y luego de Felipe II, Gastón de Peralta desarrolló una sólida carrera administrativa y diplomática. Su cercanía con los monarcas de la Casa de Austria le permitió obtener un poder considerable dentro de la corte española. Felipe II, sucesor de Carlos V, reconoció rápidamente la lealtad y competencia de Peralta, y fue durante el reinado de este monarca cuando Gastón alcanzó el punto culminante de su carrera.

Los primeros pasos en el servicio de la corona

El ascenso de Gastón en la corte de Felipe II fue significativo, ya que consolidó una relación de confianza con el rey que sería fundamental para su carrera futura. Cuando Felipe II ascendió al trono, Peralta le demostró su lealtad y dedicación en diversas ocasiones, lo que le permitió ocupar diferentes cargos importantes. En reconocimiento a su fidelidad, el monarca lo nombró corregidor de la Corte de Navarra, un puesto que lo colocó en el centro de las decisiones administrativas del reino.

Además de sus responsabilidades administrativas, Gastón de Peralta fue muy respetado por su carácter diplomático y su habilidad para manejar situaciones complicadas. Fue este pragmatismo lo que lo llevó a tomar decisiones difíciles en momentos clave, incluida la toma de posesión como virrey de Nueva España en 1566, cargo que asumiría en un momento crítico para la colonia.

El rey Felipe II, al conocer la noticia de la muerte del virrey Luis de Velasco, decidió nombrar a Gastón de Peralta como su sucesor en el virreinato de Nueva España. Su carrera alcanzó así un nuevo hito, ya que pasaba de ser un funcionario de la Corte a un administrador del vasto imperio español en el continente americano. Este nombramiento no estuvo exento de controversia, pues, al mismo tiempo, se sucedían intrincadas luchas de poder en la colonia, lo que marcaría la primera prueba de fuego para el nuevo virrey.

Nombramiento como Virrey de Nueva España

El 12 de febrero de 1566, Felipe II nombró a Gastón de Peralta como el tercer virrey de Nueva España tras el fallecimiento de Luis de Velasco. La designación de Peralta a este puesto de relevancia en el imperio español no estuvo exenta de motivaciones estratégicas. En ese momento, el virreinato se encontraba en una situación de tensiones internas, exacerbadas por conflictos políticos y sociales. La audición de la corte, los oidores y la creciente disconformidad con la administración colonial, hacían de este un cargo delicado. Peralta, a pesar de su formación y experiencia, asumió el virreinato en un contexto lleno de incertidumbre.

Gastón de Peralta embarcó hacia el Nuevo Mundo en la nao del maestre Antonio Darmas, y llegó a Veracruz el 17 de septiembre de 1566, después de un largo y arduo viaje que incluyó una parada en Campeche, donde recibió importantes noticias sobre los acontecimientos recientes en la colonia. Uno de los eventos más relevantes de este periodo fue la llamada Conspiración del Marqués del Valle, un conflicto político que involucró a Martín Cortés, hijo de Hernán Cortés, quien fue acusado de conspirar para obtener el control de Nueva España. La situación era tensa, y Peralta debía navegar cuidadosamente por las aguas turbulentas de la política virreinal.

La recepción en la Ciudad de México

El 19 de octubre de 1566, Gastón de Peralta llegó finalmente a la Ciudad de México, donde fue recibido con una ceremonia sin precedentes, que reflejaba el respeto y la reverencia que se tenía por su nombramiento. Los detalles de la recepción fueron elaborados y fastuosos: se le rindió homenaje bajo un palio de oro y plata, con la presencia de justicias y regidores vestidos con ropones y trajes de raso de distintos colores. Fue un acto cuidadosamente diseñado para resaltar la grandeza de la administración española en la Nueva España y, al mismo tiempo, para consolidar la autoridad de Peralta ante una sociedad que ya estaba marcada por las disputas internas.

La llegada de Peralta a la Ciudad de México no solo fue una celebración protocolaria, sino también el inicio de su intervención en los complejos asuntos políticos que se desarrollaban en la colonia. Entre los problemas más urgentes que enfrentaba el nuevo virrey se encontraba la cuestión de la Conjuración del Marqués del Valle, un escarceo de ambición y traiciones que amenazaba con desestabilizar el control imperial.

La gestión de la «Conjuración del Marqués del Valle»

El caso de Martín Cortés, hijo de Hernán Cortés, fue uno de los primeros desafíos serios que enfrentó Gastón de Peralta como virrey. La acusación contra Cortés involucraba un supuesto intento de sublevarse contra la Corona, aprovechando la situación política que se vivía en la Nueva España. Los oidores de la Audiencia, en particular, tenían un interés particular en la causa, ya que consideraban que la figura del Marqués del Valle podía amenazar la estabilidad del virreinato.

Gastón de Peralta, en un acto de prudencia y quizás por simpatía hacia el conquistador Hernán Cortés, decidió no ejecutar a Martín Cortés, a pesar de la presión que recibía de la Audiencia. Optó por un enfoque que, en su momento, fue polémico: suspendió la ejecución de Cortés y ordenó que fuera trasladado a España para ser juzgado por el Consejo de Indias, el organismo judicial de la Corona española encargado de dictar sentencia en los casos relacionados con los dominios de ultramar. Esta decisión, lejos de apaciguar la situación, agudizó los conflictos entre Peralta y los oidores, quienes se sentían desautorizados por la intervención del virrey.

La decisión de Peralta de permitir que Cortés fuera enviado a España sin la escolta habitual para un prisionero, basándose únicamente en su palabra de caballero, fue vista como una muestra de nobleza. Sin embargo, algunos de sus detractores lo acusaron de permitir que Cortés tuviera un trato especial, lo que avivó aún más las tensiones dentro de la administración virreinal. Las reacciones en la corte y en la colonia fueron mixtas, y las repercusiones para Peralta serían graves.

Obstáculos y desafíos durante su mandato

La relación entre Peralta y los oidores de la Audiencia de Nueva España fue muy conflictiva. La Audiencia, como órgano judicial, tenía un poder considerable, y sus miembros no estaban dispuestos a permitir que un virrey tomara decisiones que consideraran inapropiadas. Este choque de poderes se tradujo en una creciente confrontación entre Peralta y los representantes de la justicia en la colonia.

Además de estos problemas con la Audiencia, el virrey enfrentó constantes críticas por su estilo de liderazgo, que algunos consideraban demasiado autocrático. La constante oposición por parte de la Audiencia y la desconfianza de algunos sectores sociales y políticos de la Nueva España culminaron en una denuncia contra Peralta. La acusación principal fue que el virrey se habría servido de su poder para intentar sublevarse y tomar el control del virreinato, un cargo que muchos consideraban estaba reservado para quienes realmente pudieran demostrar su lealtad absoluta a la Corona.

Este clima de tensión culminó en la decisión de Felipe II de destituir a Gastón de Peralta. A pesar de los logros administrativos que alcanzó durante su breve tiempo en el cargo, el virrey no pudo evitar la creciente hostilidad y las intrigas de la corte virreinal. La última gota fue la acusación de que Peralta había preparado una movilización de tropas para hacerse con el poder. Aunque no se probó que estas acusaciones tuvieran fundamento, el rey, influenciado por la presión de la Audiencia, optó por destituir al virrey.

La destitución y regreso a España

El mandato de Gastón de Peralta como virrey de Nueva España fue muy breve, durando apenas un año, desde octubre de 1566 hasta noviembre de 1567. Las tensiones con la Audiencia y las controversias en torno a su gestión, especialmente su decisión de intervenir en el caso del Marqués del Valle, resultaron en una serie de acusaciones y un proceso judicial que acabaría con su destitución. La acusación central contra Peralta fue la de intentar sublevarse, aprovechándose de la situación conflictiva en la colonia. Aunque las pruebas de esta acusación fueron muy débiles, el entorno político de la Nueva España se encontraba tan polarizado que la corte española, influenciada por las críticas de la Audiencia, optó por actuar con rapidez.

El rey Felipe II, en su preocupación por asegurar el control sobre sus territorios de ultramar, decidió enviar jueces visitadores a la Nueva España con la misión de investigar la conducta del virrey. Estos visitadores, nombrados Luis Carrillo y Alonso Muñoz, tenían amplias facultades para examinar la situación política y administrativa en la colonia. Tras una investigación que algunos historiadores consideran precipitada y en parte influenciada por los enemigos de Peralta, los jueces recomendaron la destitución del virrey. La decisión final de Felipe II fue inquebrantable: Gastón de Peralta debía regresar a España, y su mandato fue dado por concluido.

El regreso de Peralta a España, en 1567, fue un viaje lleno de significados. La coincidencia de que viajara en el mismo barco que el visitador Alonso Muñoz, uno de los principales responsables de su destitución, no pasó desapercibida. Durante el viaje, Peralta se dedicó a redactar un memorial en el que detallaba las dificultades de su mandato y defendía las decisiones que había tomado, especialmente en relación con la Conjuración del Marqués del Valle. El tono de la carta era respetuoso pero firme, reflejando su carácter noble y su confianza en la justicia real.

Al llegar a la Corte española, Peralta fue recibido con amabilidad por el rey Felipe II, quien, al parecer, comenzó a tener una visión más matizada de la situación que había vivido el virrey. Aunque las críticas de la Audiencia de Nueva España habían influido en su destitución, la atención del rey parecía centrarse en la calidad de la administración de Peralta y en los informes que este había enviado.

La vida posterior a su mandato

Tras su regreso a España, Gastón de Peralta se retiró a sus posesiones en Navarra, donde pudo disfrutar de la tranquilidad que le otorgaban sus títulos nobiliarios. En ese periodo, su vida estuvo marcada por dos eventos significativos: el fallecimiento de su esposa, Leonor de Mur, y su posterior matrimonio con Isabel Díez de Aux y Armendáriz, una dama navarra vinculada a la nobleza local.

El fallecimiento de Leonor de Mur en 1573 fue un golpe duro para Peralta. Ella lo había acompañado durante su breve mandato en Nueva España, y su muerte dejó una marca en el virrey. Sin embargo, no mucho después, en 1575, Peralta se casó en terceras nupcias con Isabel Díez de Aux, lo que consolidó aún más sus relaciones con la nobleza navarra.

A pesar de la amargura de su destitución, Gastón de Peralta nunca perdió la influencia en la Corte española, que reconoció sus méritos y su lealtad a la Corona. En los años posteriores a su retiro, la memoria de su mandato en Nueva España fue reinterpretada, especialmente a través de los informes y memoriales que dejó. Aunque no fue un virrey que lograra un impacto duradero en la política de la Nueva España, sí dejó un legado interesante en cuanto a su visión administrativa, como lo demuestra el análisis de las tendencias sociales y políticas que observó durante su gobierno.

Legado y reflexión sobre su mandato

A pesar de su corta estadía como virrey, Gastón de Peralta dejó un legado que sería recordado tanto en la historia oficial de la Nueva España como en la memoria de la Casa Real española. Durante su gobierno, se tomaron algunas decisiones administrativas importantes, como la construcción de fortificaciones en San Juan de Ulúa y la mejora de las infraestructuras urbanas en la Ciudad de México, que contribuyeron al desarrollo de la colonia. Además, su memoria de marzo de 1567, escrita antes de su destitución, contiene reflexiones sobre los mestizos y criollos que estaban cobrando fuerza en la Nueva España, lo que denota una visión más avanzada de las dinámicas sociales del virreinato.

En su memorial, Peralta también mencionó la necesidad de convocar una reunión de Cortes, que fuera democrática pero vigilada cuidadosamente, lo que subraya su interés en la gestión política de la colonia. Sin embargo, su intento por fomentar un sistema más inclusivo y equilibrado dentro del virreinato chocó con los intereses de las facciones dominantes, lo que dificultó la implementación de sus ideas.

Años después de su destitución, la figura de Gastón de Peralta fue reinterpretada. Si bien los informes de la Audiencia sobre su mandato contribuyeron a su caída, la historia ha sido más generosa al evaluar sus esfuerzos por consolidar un gobierno justo y equilibrado. Algunos historiadores argumentan que su destitución fue el resultado de un conflicto personal más que de una verdadera deficiencia en su gobierno. Por lo tanto, el legado de Peralta sigue siendo un tema de debate entre los estudiosos de la historia virreinal, que reconocen sus aciertos administrativos a pesar de los obstáculos políticos que enfrentó.

Gastón de Peralta falleció en Valladolid en 1580, dejando una huella en la historia de la Nueva España, aunque su nombre no figura entre los virreyes más famosos. En la memoria de sus contemporáneos y en los registros históricos, Peralta es recordado como un hombre que, a pesar de su corta permanencia en el cargo, dejó una marca en el desarrollo de la colonia, demostrando en su gestión la complejidad de gobernar en un contexto tan conflictivo.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Gastón de Peralta (1510–1580): Virrey de Nueva España y su Controversial Mandato". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/peralta-gaston-de-marques-de-falces [consulta: 17 de octubre de 2025].