Paola Ruffo di Calabria, reina de Bélgica (1937-VVVV). La nobleza italiana que conquistó el corazón de un rey

Paola Ruffo di Calabria, nacida el
11 de septiembre de 1937 en Forte dei Marmi, Italia, es una de las
figuras más emblemáticas de la realeza belga. A través de su matrimonio
con Alberto II, se
convirtió en la reina consorte de Bélgica, llevando consigo una mezcla
única de historia, tradición y elegancia que ha capturado la admiración
del pueblo belga y del mundo entero. Su vida, marcada por la tragedia,
la dedicación y un sentido de deber, ha sido la de una mujer que, a
pesar de su nobleza y linaje, nunca perdió su cercanía con las personas
que la rodeaban.

Orígenes y contexto histórico

Paola Margherita Giuseppina Maria
Consiglia Ruffo di Calabria nació en una de las estaciones balnearias
más elegantes de la costa toscana, en Forte dei Marmi, Italia. Su
familia, los Ruffo di Calabria,
provenía de una de las siete grandes casas aristocráticas de Nápoles,
cuyo auge se remontaba al siglo XI. La genealogía de la familia está
llena de apellidos nobles que datan de más de mil años atrás. A lo
largo de los siglos, los Ruffo llegaron a poseer varios títulos,
incluidos quince principados, diez ducados y más de treinta marquesados y condados en el sur de Italia. Además, en su linaje figuraban grandes títulos otorgados por los monarcas españoles, como el duque de Santa Cristina, con Grandeza de España.

La historia de la familia de Paola
está impregnada de una tradición de honor y servicio. Los Ruffo fueron
conocidos por su valía en el ámbito militar y político, y la figura de
su padre, el príncipe Fulco Ruffo di Calabria,
es especialmente destacada. Condecorado con la Medalla de Oro al valor
por su participación en la Primera Guerra Mundial como piloto de la
aviación militar italiana, Fulco representaba la dedicación al servicio
que era una constante en la familia.

Sin embargo, la vida de Paola no
estuvo exenta de sufrimiento. A los diez años, perdió a su padre, lo
que dejó a su madre encargada de criar a seis hijos en medio de la
Segunda Guerra Mundial. Durante su infancia, Paola vivió los traslados
forzosos, la movilización de sus hermanos y la tragedia de la muerte de
uno de ellos en acción de guerra. Esta tragedia marcó profundamente su
carácter, forjando en ella una resiliencia que la acompañaría a lo
largo de su vida.

Logros y contribuciones

A pesar de los obstáculos de su
infancia, Paola desarrolló una amplia formación académica y un carácter
polifacético. Cursó estudios de enfermería y, a lo largo de su vida,
mostró una especial dedicación al servicio humanitario. Fue en este
campo donde comenzó a conocer el fervor de su fe, participando en
diversas ocasiones como enfermera en el viaje a Lourdes.
Además, Paola fue considerada una excelente deportista, destacando
especialmente en disciplinas como el esquí, el tenis y la natación, lo
que también le permitió cultivar una imagen de gracia y agilidad que le
valió el apodo de «la dolce Paola» en la prensa belga.

La formación cultural de Paola es
otra de sus grandes contribuciones, siendo una apasionada por la
cultura italiana. Dominaba perfectamente varios idiomas, incluidos el
francés, inglés y alemán, y pasó largas temporadas en Suiza y el sur de Alemania,
enriqueciendo su vida con una profunda comprensión de diversas
culturas. Este enfoque cosmopolita no solo reflejó su identidad
personal, sino que también le permitió desempeñar un papel importante
como embajadora cultural de Bélgica.

Momentos clave

Encuentro con Alberto II

El destino de Paola cambió de manera definitiva en 1958, cuando conoció a Alberto II en una recepción en Roma, durante la coronación del papa Juan XXIII.
En aquel entonces, Alberto era príncipe de Lieja, y su encuentro en la
capital italiana selló el comienzo de una historia de amor que, a pesar
de las dificultades, se mantuvo en secreto hasta principios de 1959. Su
noviazgo fue discreto, lo que contribuyó a aumentar la curiosidad y el
misterio en torno a la pareja.

Finalmente, en julio de 1959, la relación fue formalizada cuando Paola y Alberto contrajeron matrimonio en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula
en Bruselas, un evento que marcó un hito en la historia de la monarquía
belga. La joven princesa, abrumada por la emoción, tuvo que repetir su
juramento conyugal en tres ocasiones antes de poder cumplir con el
protocolo, lo que muestra lo profundamente conmovida que estaba en ese
momento.

Coronación como reina consorte

El 9 de agosto de 1993, Paola pasó de ser princesa consorte a reina consorte de Bélgica
tras la ascensión de su marido, Alberto II, al trono. Desde entonces,
ha desempeñado un papel fundamental en la vida pública del país. Su
reinado no estuvo exento de desafíos, ya que Bélgica vivía momentos
tensos debido a las diferencias entre las comunidades lingüísticas
flamenca y valona. Sin embargo, Paola supo ganarse el corazón de la
nación, al igual que su predecesora Fabiola de Mora y Aragón,
quien había sido reina consorte de Bélgica hasta su fallecimiento en
2014. Aunque Paola no dominaba el flamenco, a diferencia de su
antecesora, su elegancia y dedicación al deber le otorgaron el cariño y
el respeto de los belgas.

Paola y Alberto II tuvieron tres hijos: el príncipe Felipe, nacido en 1960, la princesa Astrid, nacida en 1962, y el príncipe Lorenzo,
nacido en 1963. La estabilidad familiar que logró Paola al lado de
Alberto II fue un pilar fundamental para la monarquía belga durante
varias décadas, consolidando a la familia real como una figura de unión
y estabilidad para el país.

Relevancia actual

Aunque Paola ya no ejerce
funciones oficiales, su legado perdura en la monarquía belga. Como
reina consorte, su apoyo a Alberto II y su dedicación a diversas causas
sociales y culturales de Bélgica la han convertido en un referente para
las generaciones futuras. Además, su figura se mantiene vigente en la
vida pública, participando en diversas actividades y continuando con su
labor en varias organizaciones benéficas y culturales.

En términos de relaciones
internacionales, Paola ha sido una embajadora constante de la cultura y
los intereses belgas. Su compromiso con el bienestar de la sociedad, su
carisma y su elegancia, siguen siendo parte integral de su identidad
pública.

El lugar que ocupa en la historia
de Bélgica está asegurado, ya que su reinado fue marcado por su
cercanía al pueblo, su dedicación y su vínculo estrecho con la familia
real. Su huella perdura no solo en la memoria de su pueblo, sino
también en la cultura popular de un país que la adoptó como propia.

Hitos importantes en su vida

  1. Nacimiento en Italia (1937): Nació en Forte dei Marmi, Italia, en una familia aristocrática.

  2. Encuentro con Alberto II (1958): Conoció al príncipe Alberto en Roma, donde comenzó su historia de amor.

  3. Matrimonio con Alberto II (1959): Contrajo matrimonio con el príncipe en Bruselas, convirtiéndose en princesa consorte.

  4. Coronación como reina (1993): Tras la ascensión de Alberto II al trono, Paola fue coronada reina consorte de Bélgica.

  5. Madre de tres hijos: Junto a Alberto II, tuvo tres hijos, quienes continúan con el legado de la familia real belga.

Paola Ruffo di Calabria, más
conocida por su nombre real, ha sido testigo y protagonista de una era
llena de desafíos y triunfos, tanto para su familia como para el reino
de Bélgica. A lo largo de los años, ha demostrado que la realeza no
solo implica títulos y coronas, sino también un profundo compromiso con
el servicio público y el amor hacia su gente.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Paola Ruffo di Calabria, reina de Bélgica (1937-VVVV). La nobleza italiana que conquistó el corazón de un rey". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/paola-ruffo-di-calabria-reina-de-belgica [consulta: 28 de septiembre de 2025].