Palafox y Mendoza, Juan de (1600-1659).
Clérigo y político español, decimoctavo virrey de Nueva España y obispo de Puebla, nacido en Fitero el 24 de junio de 1600 y muerto en el Palacio Episcopal de Osma, el 1 de octubre de 1659. Miembro de una conocida familia navarro aragonesa fue adoptado por Juan y Casilda (así figura en el acta de bautismo) y bautizado en Santa María la Real, el día 29 de junio. Era hijo ilegítimo de Pedro Jaime de Palafox y Rebolledo, Marqués de Ariza, que lo reconoció cumplidos los nueve años y, según Sanchez Castañer, su madre natural, que lo había abandonado, se llamaba Lucrecia de Mendoza.
Hizo sus estudios primarios en Tarazona y los de bachiller, a partir de 1615 en Huesca. De inteligencia muy despierta, aunque inicialmente parecía destinado al ejercicio de las armas, decidió trocarlas por las letras y estudió jurisprudencia en Alcalá y en Salamanca. Entre 1620 cuando se graduó de Bachiller en Cánones y 1625, residió en Ariza (Aragón) administrando las propiedades del marquesado, leyendo autores clásicos, a la vez que perfeccionaba su dominio de las lenguas. La italiana se la enseñó su propio padre, que había tratabajo en el Vaticano. Su doctorado, según descubrimiento reciente, tuvo lugar en la Universidad de Sigüenza el 2 de marzo de 1633.
Joven aún y en representación del marquesado, asistió a las Cortes de Aragón, convocadas por el rey Felipe IV, que se celebraron en 1626, primero en Barbastro y después en Calatayud, iniciando de este modo sus contactos con la actividad política del reino. A los 27 años recibió el título de Fiscal del Consejo de Guerra, gozando del favor del rey y del Conde-duque de Olivares. Se le nombró Consultor de Cámara y segundo Ayo del príncipe Baltasar Carlos. Fue por entonces cuando sufrió una profunda transformación personal, «por razones humanas y sobre todo espirituales«, como señala uno de sus biógrafos, que lo condujo al sacerdocio. En 1629 fue nombrado Fiscal del Consejo de Indias, recibió las órdenes sagradas (le ordenó «de grados y de epístola» el patriarca de las Indias don Alonso Pérez de Guzmán y «de evangelio y presbiterado» el obispo de Plasencia) y fue capellán mayor y limosnero de la infanta doña María de Austria, hermana de Felipe IV, a la que acompañó a Viena, para reunirse con su esposo, el rey de Bohemia y Hungría, después emperador Fernando III, con el que se había casado por poderes.
Durante un largo viaje que duró dos años, a partir de 1629 y del que se ha conservado un extraordinario Diario del viaje… escrito por él, visitó Italia, Bohemia, Suecia y por los Palatinados llegó hasta Flandes para terminar en Francia, regresando a Madrid en 1631. En el texto del oficio que le ordenaba viajar, se puede leer que Su Majestad le encargaba «que hiciese apuntamiento sucinto de los sucesos de esta jornada y lo que hubiese en ella. La calidad de los sujetos, provincias, ciudades, ejércitos y acaecimientos y modo de gobierno de Príncipes, y muy particularmente de todo el Imperio, Norte y Flandes; y que si se detuviese en aquellos estados, que procurase pasar a Inglaterra«. Para Sánchez Castañer, fruto de este fecundo viaje, fueron algunos de sus Tratados y Escritos políticos posteriores.
Durante ocho años siguió prestando servicios a la Corona, meditando y escribiendo sobre su más reciente experiencia europea y sobre el impacto que ejercieron sobre su persona los acontecimientos y sucesos vividos directamente: «¡Ay de España, cuando tenga la guerra dentro de su misma casa. ¿Sabéis qué tal es la cara de la guerra? ¿Qué tales son sus efectos?…la Religión pisada, la tiranía poderosa, la justicia, la razón, la piedad a las espaldas…«, escribió en Diálogo político del estado de Alemania y comparación de España con las demás naciones. Para Sánchez Castañer, se trata del pensamiento de un gran hispanista, convencido de «la indudable variedad peninsular y extrapeninsular hispánica«. Palafox había escrito: «¿Qué fatal espejismo es ese de que porque la Corte resida en Madrid, es decir en Castilla, se haya de considerar a los nacidos en las demás regiones como extranjeros, o al menos como enemigos o al menos como súbditos poco seguros?«. Sus dos exigencias fundamentales eran: «La unidad política y la pluralidad nacional de la Monarquía«.
Nombrado Fiscal del Consejo de Indias el 25 de octubre de 1629 y hasta que el 27 de diciembre de 1639 fuese designado y se le consagró obispo electo de Puebla de los Angeles, en México (por el cardenal Agustín Espíndola, arzobispo de Compostela) estuvo dedicado a seguir y estudiar los problemas de América, subiendo en la escala de sus responsabilidades hasta la de consejero en 1633, de tal modo que se le consideró decano de todos los demás. Simultáneamente, se le nombró visitador general de Nueva España y juez de residencia de los virreyes marqués de Cadereita y marqués de Cerralvo, en cuyos juicios procedió con gran rigor. Sus biógragos asientan el rechazo a asumir el encargo del monarca y su aceptación final, tras la insistencia de sus valedores y amigos, el conde de Olivares y el de Castrillo y los padres maestros fray Pedro de Tapia, arzobispo de Sevilla y fray Joan de Santo Thomás, confesor de su Majestad.
Partió en la flota que transportaba al mismo tiempo al nuevo virrey, recién designado por su Majestad, don Diego López Pacheco, marqués de Villena y las incidencias ocurridas a lo largo de la navegación fueron recogidas por el cronista del virrrey, el doctor Cristóbal Gutiérrez de Medina. Habían salido del Puerto de Santa María el 8 de abril de 1640 aunque, obligados a regresar por una fuerte tormenta, tuvieron que reanudar definitivamente la navegación el 21 del mismo mes.
Llegaron a Nueva España, tras repostar en Puerto Rico y demorarse frente a las costas de Yucatán, el 24 de junio de 1640, día de su onomástica y cuarenta aniversario de su nacimiento.Tras la toma de posesión por poderes, en la persona del chantre de la catedral, entró en su sede, en la ciudad de Puebla de los Angeles, solemnemente pero conforme a la tradición montado en una mula, el domingo 22 de julio, fiesta de la Magdalena.
Durante el periodo de gobierno obispal, que se prolongó a lo largo de nueve años, dedicó su talento y entusiasmo a la terminación de las obras de la catedral de Puebla, una de las más hermosas de América, sin escatimar el menor esfuerzo. Promulgó las Reglas y Ordenanzas del Coro y Constituciones para la Contaduría, estableció las Reglas de algunas comunidades religiosas y fundó los conventos de las dominicas de Santa Inés, el tridentino de San Pedro y el de teólogos de San Pablo, a los que dotó de bibliotecas especializadas en lenguas indígenas. Su interés por los idiomas hablados por los indios de México, le llevó a acudir a las clases de un seminario donde trató de aprenderlos, promoviendo la publicación del catecismo en náhuatl.
Pronto entró en conflicto, siguiendo en todo las más reciente doctrina del Concilio de Trento, con los franciscanos, dominicos y agustinos, a los que trató de recortar sus privilegios y exenciones, que entendía limitaban las prerrogativas obispales, aunque el conflicto más grave le enfrentó con la Compañía de Jesús, con cuyos miembros discutió y aclaró los puntos, tanto de doctrina como de jurisdiccion eclesiástica, mediante una ruidosa controversia. En torno a esta disputa doctrinal y teológica, escribió sendas cartas al papa Inocencio X, fechadas en 1647 y 1649, a las que éste respondió solicitando del Obispo una actitud más conciliadora, aunque igualmente firme. En un breve fechado en 1653 Inocencio X confirmó la plena aceptación de las posiciones de Palafox.
Siguiendo órdenes recibidas de la Corte, enjuició y resolvió con todo rigor las actuaciones del virrey Diego López Pacheco, Marqués de Villena (agosto 1640-junio 1642), al que destituyó y sustituyó interinamente, del 9 de junio al 23 de Noviembre de ese año, tratando de poner freno a los abusos que habitualmente se cometían y promoviendo una rebaja de precios en los consumos de los más pobres. Simultáneamente, rechazó el título de arzobispo de México, para continuar al frente del Obispado de Puebla. En cambio, durante estos cinco meses ejerció la Capitanía General del virreinato. En noviembre de 1642 entregó el mando al conde de Salvatierra, García Sarmiento de Sotomayor.
Entre las actividades que desarrolló, según los cronistas de la época, en el curso de su breve periodo virreinal, «arregló los estudios de la Universidad y redactó sus Constituciones, formó ordenanzas para la Audiencia, abogados y procuradores y levantó 12 compañías de milicias para la defensa del reino«.
Al final de su gobierno, «como era talentoso e incansable«, escribe de la Torrre Villar, redactó una interesante Relación en la que desmenuza la situación general de Nueva España y describe las funciones del virrey: «Conservar estas provincias en paz y en justicia, mirar con amor la hacienda del rey, amparar a los indios, despachar con brevedad las flotas y armadas, defender las costas del mar de la invasión de sus enemigos, excusar discordias públicas o tumultos en el interior y encaminar todas las materias al mayor servicio de Dios y de S.M.«.
De su actuación como virrey, los jueces de residencia dictaminaron en 1652 «declarar a D. Juan de Palafox y Mendoza por bueno, recto y limpio ministro y celoso del servicio de Dios y del rey nuestro señor. Y que merece que S.M. le premie los servicios que ha hecho….honrándole y sirviéndose de su persona en iguales y mayores puestos y oficios«.
Llamado por Felipe IV, obedeciendo las órdenes contenidas en cédula fechada en Madrid el 6 de febrero de 1648, a principios del año siguiente inició un largo proceso de despedida de sus feligreses, a los que había prometido no abandonar nunca voluntariamente. En enero comunicó al cabildo la noticia de su próximo viaje a España y el mes de abril lo ocupó con las fiestas de la Dedicación de la Santa Iglesia Catedral, en cuyo novenario se vistió de negro riguroso, para demostrar el dolor que sentía al dejar la sede angelopolitana. El presbítero Tamariz de Cardona describe las escenas que tuvieron lugar: «Los diluvios de gente que concurrieron en el palacio episcopal: los regulares a despedirse, los naturales a lastimarse, los nobles y capitulares a asistirle, las mujeres a enternecerse, los pobres a sentir la falta de su obispo, el clero a manifestar su desconsuelo…«.
Partió de la ciudad de Puebla el 6 de mayo de 1649, creyendo que regresaría al cabo de poco tiempo y embarcó finalmente en Veracruz el 10 de junio, nueve años después de su llegada. Tras el juicio de residencia que se celebró en Madrid, Felipe IV lo designó para que ocupase la presidencia del Consejo Real de Aragón. En Madrid, entre tanto, además de escribir y estudiar, se incorporó a varias de las numerosas congregaciones y corporaciones religiosas existentes, como la de la Escuela de Cristo, de la Magdalena, del Caballero de Gracia, del Ave Maria y del Salvador.
Finalmente, mediado el año de 1654 se le otorgó la mitra del Obispado de El Burgo de Osma, «donde vivió con suma pobreza y al servicio de los pobres, visitando a los enfermos y todas las poblaciones de la diócesis«. Realizó numerosos viajes por todos los lugares de la zona, sufriendo y consolándose como penitencia y y al cabo de cinco años falleció, en el Palacio Episcopal de Osma, el día primero de octubre de 1659.
«Varón de enorme espiritualidad, fecundo escritor, poeta latino y español de enormes méritos, habiendo vivido virtuosamente, sus devotos y admiradores trataron de promover su beatificación«. Su causa, introducida en 1726 durante el papado de Benedicto XIII, fue objetada por los jesuitas y se convirtió en complicado asunto político, ya que aunque en la votación final, celebrada en 1777, se pronunciaron veintiséis votos a favor frente a quince en contra. Pio VI, años más tarde, suspendió definitivamente su aplicación.
Escribió numerosas obras políticas, teológicas, filosóficas, de espiritualidad e incluso pedagógicas, que a partir de 1659 se fueron reuniendo en volúmenes separados, hasta que en 1762 aparecieron en Madrid, recogidas en 14 volúmenes en folio, con el título de Obras del ilustrísimo, excelentísimo y venerable siervo de Dios, Don Juan de Palafox y Mendoza, en la imprenta de Gabriel Ramírez. Además de esos textos, se han publicado las Constituciones de la Real y Pontificia Universidad de México (1775); las Constituciones para la contaduría de la iglesia catedral de Puebla (1713); Manual de los Santos Sacramentos (1758); Obras varias (manuscritos, decretos) que se encuentran en la titulada Biblioteca Palafoxiana; Visitas pastorales a sus diócesis… y Diario del Viaje a Alemania (1935).
Bibliografía
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Manuel Ortuño