Mitre, Bartolomé (1821-1906).
Poeta, ensayista, historiador, traductor, militar y político argentino, nacido en Buenos Aires el 26 de junio de 1821, y fallecido en su ciudad natal el 19 de enero de 1906. Humanista fecundo y polifacético, a la par que hombre de acción capaz de afrontar con decisión los mayores riesgos militares y los más severos compromisos políticos, en su figura emblemática se encarnan, mejor que en cualquier otra, los atributos paradigmáticos del prócer hispanoamericano decimonónico, atento al mismo tiempo al desarrollo cultural de su pueblo y a las exigencias cívicas demandadas por la consolidación del territorio y la identidad de unas naciones frágiles e inestables que acababan de alcanzar su independencia.
Vida
Hijo de Ambrosio Mitre y de su esposa Josefa Martínez, pasó los primeros años de su infancia en la ciudad provinciana de Carmen de Patagones (sita en el extremo meridional de la provincia de Buenos Aires, en el límite con la de Río Negro), en donde su padre desempeñaba el cargo que, en su condición de funcionario público, le había sido asignado. Tras la elección de Juan Manuel de Rosas como gobernador plenipotenciario de Buenos Aires (8 de diciembre de 1829), Ambrosio Mitre y otros muchos cargos públicos que no se habían mostrado afines al futuro presidente de la Confederación Argentina se vieron asediados por numerosos peligros y dificultades que, en el caso de los Mitre, obligaron a toda la familia a abandonar la provincia en 1831 para buscar refugio en Montevideo.
En la capital de la recién proclamada República Uruguaya, el joven Bartolomé emprendió una ardua formación autodidacta que orientó definitivamente sus pasos por el sendero de las Humanidades. El temprano despertar de su innata vocación literaria se hizo patente en 1837, cuando, con apenas dieciséis años de edad, Bartolomé Mitre puso fin a su célebre composición poética titulada «El mendigo», una asombrosamente precoz canción romántica que le reveló como una de las voces más prometedoras de la incipiente literatura gauchesca, al tiempo que anunciaba ya su facilidad para asimilar, con una deslumbrante soltura expresiva, las formas tradicionales de la lírica popular y, simultáneamente, el mejor legado de la poesía culta escrita en lengua castellana. La presta difusión de «El mendigo» por todos los cenáculos poéticos de Montevideo proporcionó a Bartolomé Mitre un merecido prestigio literario que pronto se vio refrendado por sus frecuentes colaboraciones periodísticas, publicadas en los principales rotativos y revistas de Uruguay (algunos de los cuales, con el paso de los años, habrían de quedar sujetos a la dirección del escritor bonaerense).
Fue también en 1837 cuando Bartolomé Mitre emprendió una prometedora carrera militar que habría de convertirle en uno de los más destacados protagonistas de los principales acontecimientos bélicos que jalonaron el turbulento devenir histórico del subcontinente americano durante el siglo XIX. No desatendió, por ello, su firme vocación literaria, que en 1838 le permitió dar a la imprenta un primer poemario, Ecos de mi lira, con el que quedó definitivamente adscrito a la corriente romántica que se extendía con amplitud por ambas orillas del Río de la Plata. Al mismo tiempo, desde su tribuna periodística en las páginas de El iniciador de Montevideo aunó sus inquietudes literarias y políticas para congregar a los proscritos argentinos que, como él, se manifestaban en contra de la dictadura de Rosas, lo que pronto le convirtió en una de las cabezas visibles de la oposición política y militar en el exilio. Así las cosas, se unió a las filas del Partido Unitario y, aunque también tomó parte en las guerras civiles uruguayas, orientó todos sus esfuerzos hacia el objetivo de derrocar al dictador argentino.
Había, entretanto, contraído matrimonio en 1841 con Delfina de Vedia, hija de un alto mando del ejército uruguayo, lo que sin duda le movió a tomar parte activa, entre 1843 y 1846, en la defensa de Montevideo, sitiada por la Legión Argentina. Tras haberse unido, en Corrientes, a las tropas del general José María Paz -enconado enemigo de Juan Manuel de Rosas-, su cada vez más brillante trayectoria militar le condujo, en 1846, hasta el territorio de la actual Bolivia, en donde asumió, durante un año, el cargo de Jefe de Estado Mayor del general y presidente del gobierno José Ballivián. Aunque el país estaba inmerso en una feroz guerra civil, Bartolomé Mitre supo cumplir con acierto sus misiones militares sin descuidar por ello su vocación literaria, que le permitió incluso, en medio de los escarceos bélicos, fundar y dirigir en La Paz el rotativo La Época. Entre sus páginas vio la luz, en sucesivas entregas folletinescas, su narración romántica titulada Soledad, un relato que Mitre situó en la altiplanicie boliviana en señal de la gratitud que profesaba al pueblo que tan excepcionalmente le había dado asilo.
En 1847, la derrota y el subsiguiente derrocamiento de José Ballivián por parte de los militares sublevados obligó a Bartolomé Mitre a salir de Bolivia para afincarse primero en Perú y, poco después, en Chile, donde volvió a desplegar una infatigable labor literaria que difundió su firma por los principales periódicos de Santiago y Valparaíso. Pero los daños causados por su afilada pluma no le permitieron permanecer durante mucho tiempo en la nación andina: tras otra breve estancia en Perú y un desesperado intento por establecerse de nuevo en Chile, en 1851 fue obligado a emprender de nuevo el rumbo del destierro con destino a Montevideo. Desde allí comenzó a acariciar la idea de regresar por fin a su país natal para tomar parte activa en el cada vez más populoso movimiento antirrosista, a cuyo servicio puso todo su ardor patriótico y su ya contrastada experiencia militar.
Así las cosas, en 1851 ingresó en el «Ejército Grande» del general Justo José de Urquiza, constituido por una alianza de federales y unitarios argentinos, a los que se sumó el apoyo material y humano de fuerzas militares procedentes de Brasil y Uruguay. En calidad de jefe de artillería, el día 3 de febrero de 1852 Bartolomé Mitre desempeñó un destacado papel en la célebre batalla de Monte Caseros, en la que el ejército del gobernador plenipotenciario de Buenos Aires cayó estrepitosamente derrotado, dando lugar con ello a la inmediata abolición de una dictadura que se venía prolongando desde 1835. En el transcurso de aquel mismo mes de febrero de 1852, Urquiza asumió el cargo de Director Supremo y se convirtió en el nuevo gobernador de la Confederación Argentina, para proceder a cubrir las vacantes rosistas en los altos cargos públicos con el llamamiento a los colaboradores que mejor le habían servido durante sus campañas bélicas. Entre ellos figuraba, lógicamente, Bartolomé Mitre, quien se incorporó de inmediato al cuerpo legislativo de Buenos Aires, para ser distinguido, en 1953, con el nombramiento de Jefe de la Guardia Nacional Porteña.
Sin embargo, el permanente anhelo de justicia e igualdad que guiaba los pasos del escritor argentino chocó frontalmente con las tentaciones dictatoriales en las que empezó a caer el gobierno de Urquiza tan pronto como ocupó todos los resortes del poder, por lo que Mitre se enfrentó directamente con el nuevo gobernador y encabezó la secesión del estado de Buenos Aires. De nuevo en el desempeño de funciones militares, al frente de las tropas bonaerenses luchó contra el ejército de Urquiza en la batalla de Cepeda (1859), donde cayó derrotado y sufrió la humillación de ver cómo Urquiza obligaba de nuevo a Buenos Aires a integrarse en la Confederación. Pero no permitió que el desánimo -ni tampoco los elogios con que se venía celebrando su ya notoria producción literaria- le condujese hasta el abandono de la profesión militar; antes bien, se entregó a la ardua tarea de formar un nuevo ejército con el que, dos años después de la derrota en Cepeda, presentó de nuevo batalla a las tropas de Urquiza, para salir ahora triunfante tras el choque de ambas fuerzas enemigas en Pavón (17 de septiembre de 1861).
A partir de entonces, Buenos Aires se convirtió en el foco de consolidación de la nueva República Argentina, cuya presidencia asumió el propio Bartolomé Mitre en 1862. Durante los seis años que duró su mandato, el escritor bonaerense continuó protagonizando los más sonados acontecimientos bélicos de su tiempo, entre ellos el enfrentamiento armado contra Paraguay. Su buen hacer político le permitió conseguir el apoyo de Uruguay y Brasil por vía del Tratado de la Triple Alianza, lo que dio lugar al desencadenamiento de acciones militares conjuntas de los tres países entre 1865 y 1870, que culminaron con la inapelable derrota de Paraguay y la pérdida de algunos de sus territorios. Y aunque, en su condición de militar, dirigió personalmente las tropas aliadas, cuando acabó la denominada Guerra de la Triple Alianza Bartolomé Mitre ya estaba fuera del poder presidencial desde hacía un par de años.
Ello no le impidió seguir desempeñando relevantes misiones públicas al servicio de sus compatriotas, como la que, en 1872, le llevó a encabezar las negociaciones encaminadas a la firma definitiva de la paz con Paraguay. Alentado por estos éxitos diplomáticos, poco después volvió a probar suerte en la arena política, pero su intento de regresar a la presidencia de la República quedó bruscamente interrumpido por su derrota en las elecciones presidenciales de 1874. Recluido durante cuatro meses en la prisión de Luján, se abrió a partir de entonces en su vida un extenso período -de algo más de un lustro- en el que se consagró a sus labores de escritor, historiador y traductor (fueron muy celebrados sus traslados al castellano del Infierno de Dante, las Odas de Horacio y el Ruy Blas de Victor Hugo); pero, a comienzos de la década de los años ochenta, su habilidad como negociador salió de nuevo a la palestra y se midió dialécticamente con la otros líderes liberales hasta que logró convencer a los seguidores de la Unión Cívica para que llegaran a un acuerdo con los conservadores, lo que a su vez permitió el ascenso a la presidencia del general Julio Roca (1880-1886); y, poco tiempo después, Bartolomé Mitre volvió a enfrascarse en las lides políticas uniéndose al movimiento que habría de derrocar al sucesor de Roca, Miguel Juárez Celman. Inmerso en todos los foros en los que se fraguaban las decisiones de la vida pública argentina de finales del siglo XIX (además de haber ocupado la presidencia de la República entre 1862 y 1868, había sido ministro en varias ocasiones), sólo se retiró de la política activa cuando su avanzada edad le impidió seguir ocupando con regularidad el escaño que mantenía a su nombre en el Senado durante la última etapa de su dilatada trayectoria cívica.En su condición de prohombre al servicio de todos los aspectos relacionados con el progreso de su nación, el autor bonaerense sobresalió también por su ingente labor cultural, desempeñada a lo largo de casi toda la mitad del siglo XIX desde la dirección del cotidiano La Nación, fundado por el propio Mitre en 1869. Además, por sus brillantes investigaciones históricas le cupo el honor de ser reconocido, en vida, como el fundador de la moderna historiografía científica en su país, reconocimiento que quedó bien patente con su nombramiento como director de la Academia de la Historia Argentina, institución cuya fundación se hizo posible merced a sus desvelos. Su dimensión artística, intelectual y humana alcanzó tales cotas de admiración en todo el territorio hermano de Hispanoamérica que, en el mismo año de su muerte, el nicaragüense universal Rubén Darío escribió, en su memoria, el célebre homenaje en verso titulado «Oda a Mitre».
Obra
A mediados del siglo XIX salió de los tórculos una valiosa recopilación de las composiciones poéticas escritas hasta entonces por Bartolomé Mitre, y publicadas bajo el epígrafe genérico de Rimas (Buenos Aires: Imprenta de Mayo, 1854). Este interesante volumen (cuyo éxito entre críticos y lectores propició una reedición corregida y aumentada en 1876) apareció dividido en varias secciones (como «Armonías de la pampa», «El caballo del gaucho», «El pato», «El ombú», «En medio de la pampa», «A Santos Vega», etc.), todas ellas compuestas por poemas fundidos en uno de los moldes estróficos que tuvieron mayor rendimiento en la lírica hispanoamericana del siglo XIX: la décima octosilábica. En la producción gauchesca del autor bonaerense, la pampa y sus tópicos referentes ambientales (el ombú o «árbol de la pampa», la llanura inmensa, la huella imprescindible de la cabalgadura, el canto lastimoso de los payadores, etc.) se humanizan desde un enfoque nítidamente romántico que, más que atribuir cualidades vitales al resto de las cosas, acaba por envolverlas en un halo idílico dotado de tanta belleza como irrealidad. Junto a ello, la impagable recuperación de tipos, usos y paisajes pintorescos como los que retrata Mitre en sus versos dan lugar a unas composiciones enriquecidas por el encanto de los ecos populares y las tradiciones legendarias, aunque, eso sí, testimoniales de la rigurosa labor de reconstrucción realizada por un autor culto.
En su faceta de ensayista, Bartolomé Mitre se interesó principalmente por el estudio de la historia reciente de Hispanoamérica, materia que le suministró argumentos más que suficientes para elaborar dos de los más difundidos tratados históricos de las Letras argentinas. Se trata de Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina (1857) e Historia de San Martín y la emancipación sudamericana (empezada a redactar hacia 1858, pero publicada en 1950), obras en las que queda patente la amena erudición de un intelectual que, pesa a su agitada vida política y militar, llegó a reunir en su biblioteca particular más de veinte mil volúmenes.
El resto de sus artículos, ensayos y relatos dispersos -que vieron la luz en ediciones póstumas- se condensa en títulos tan sugerentes como Catálogo razonado de la sección: lenguas americanas (Buenos Aires: Ed. Coni, 1909); Archivo del general Mitre (Buenos Aires: La Nación, 1911); Comprobaciones históricas (Buenos Aires: La Facultad, 1916); La cuestión chileno-peruana: la política de la República Argentina (Santiago de Chile: Zig-Zag, 1919); Cuatro épocas (Buenos Aires: Imprenta de la Universidad, 1927); Soledad (Buenos Aires: Imprenta de la Universidad, 1928); Memorias de botón rosa (Buenos Aires: Imprenta de la Universidad, 1930); Obras completas de Bartolomé Mitre (Buenos Aires: Ed. Kraft, 1938); El diario de la juventud de Mitre (1843-1846) (Buenos Aires: Ed. Coni, 1939); Ensayos históricos (Buenos Aires: Ed. Sopena, 1941); Páginas de historia (La Plata: Ed. Calomino, 1944); Estudios históricos y literarios (Buenos Aires: W. M. Jackson, 1944): Defensa de la poesía (Buenos Aires: Academia Argentina de las Letras, 1947); Profesión de fe y otros escritos (Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 1956); Arengas parlamentarias (Buenos Aires: W. M. Jackson, [s.d.]); Arengas selectas (Buenos Aires: W. M. Jackson, [s.d.]); Falucho y el sorteo de Matucana. El crucero de la Argentina (1817-1819) (Rosario: Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, 1968); y La abdicación de San Martín (México: Universidad Nacional Autónoma de México [UNAM], Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Filosofía y Letras, 1979).
Bibliografía
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BLOMBERG, Héctor Pedro: Mitre, poeta, Buenos Aires: Coni, 1941.
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GIUSTI, Roberto Fernando: «Algunas observaciones sobre las Rimas de Mitre y su influencia», en Boletín de la Academia Argentina de Letras, Buenos Aires, XXI, 82, 1956, pp. 493-504.
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FIORI, Pedro Aurelio: La poesía contemporánea y la sangre, La Plata: Municipalidad de La Plata, 1962.
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OLAZÁBAL, Renee: Mitre: vocación y destino, Buenos Aires: Ed. Guillermo Kraft, 1955.