Melgarejo, Mariano (1818-1871).


Militar y político boliviano, nacido en Tarata (departamento de Cochabamba) en 1820 y asesinado en Lima el 13 de noviembre de 1871. Presidente de la República durante el período comprendido entre 1864 y 1871, fue un ejemplo más de los gobernantes conocidos como «caudillos bárbaros», que se destacaron por su tiranía y excentricidad.

Abandonado probablemente por sus padres, entró a muy temprana edad en el ejército, único centro educativo que frecuentó. Peleó en las guerras de la Confederación y en la batalla de Ingavi, y participó en numerosas rebeliones. Siendo sargento 2°, se rebeló en Oruro contra el gobierno de Velasco, hecho que le valió la baja y el destierro a las regiones de Huanay. En 1853 se sublevó de nuevo en Santa Cruz; fue apresado y condenado a muerte, y Belzú le perdonó la vida a instancias de las damas cochabambinas, no sin antes advertir que algún día se arrepentirían de ello (de hecho, años más tarde Melgarejo asesinaría a Belzú). En 1858 se rebeló contra Linares, y éste, en lugar de ejecutarlo, lo confinó a San Matías, en la frontera con Brasil. Durante el gobierno de Achá, Melgarejo, con el arrojo que le daba su casi constante estado de embriaguez, inició el ataque contra los ejércitos de Gregorio Pérez (que quería derrocar al presidente Achá), y logró una victoria que permitió a Achá continuar en el poder. En recompensa, y a pesar de su repudiable pasado, Melgarejo fue elevado al rango de general. Con el apoyo de la oligarquía, derrocó al presidente Achá y se hizo con el poder el 28 de diciembre de 1864, momento en que dio comienzo a un sexenio de régimen dictatorial que fue uno de los más ominosos que ha tenido Bolivia en su historia.

Durante su gobierno se decretó el uso del sello de correos y el sistema métrico decimal (aunque éste no se aplicaría sino cincuenta años más tarde). Estableció máquinas de vapor para la acuñación de monedas en Potosí y aumentó irresponsablemente la circulación del feble. En este período se dio la coincidencia del auge del precio internacional del guano y del salitre, lo cual suponía una verdadera revolución económica para el país, revolución que un régimen de orden y honesto habría podido aprovechar con magníficos resultados para el país. Pero fue tan malo el manejo de esos intereses, que las concesiones se hicieron a compañías extrajeras, con consecuencias catastróficas para Bolivia.

El gobierno de Melgarejo resultó devastador para Bolivia. Saqueó el tesoro público, desde el momento en que centralizó los fondos públicos en una sola caja que manejaba él a su arbitrio; suprimió las municipalidades y decretó empréstitos forzosos que eran hechos efectivos con amenazas de muerte. Pronto se dio cuenta el país de que un caprichoso borracho dominaba «con la constitución en el bolsillo», como él mismo solía decir. Las protestas surgieron por todas partes, pero eran aplastadas una a una por la fuerza de un ejército al que le eran permitidos todos los excesos. El propio Melgarejo ejecutó, en la batalla de Cantería, al poeta Néstor Galindo y a otros destacados intelectuales. La vida humana no merecía para él ningún respeto. Vivía borracho y de orgía en orgía con sus colaboradores más cercanos, y con su concubina favorita, Juana Sánchez, cuyos familiares se aprovechaban de los fondos del país. Despojó de sus tierras a las comunidades indígenas, en beneficio propio y de sus amigos, para lo cual dictó, el 20 de mayo de 1866, un decreto en el que se declaraba propietarios de sus tierras a los indígenas, siempre y cuando siguieran un trámite legal y pagaran veinticinco pesos. Dado que los indígenas no se enteraron del decreto, y, si llegaron a enterarse, no estaban en grado de ejecutar las condiciones impuestas, sus propiedades fueron adjudicadas en pública subasta, con lo que pudieron obtenerlas a cambio de míseras sumas los favoritos del tirano. Durante la expoliación, que llevó a efecto el ejército nacional, se produjeron verdaderas masacres de de indios.

En política internacional se mostró con un servilismo humillante, ante diplomáticos y poderes extranjeros. Se le ocurrió declarar que todo ciudadano de la América Española, lo era también de Bolivia, con lo cual nombró ministro de Bolivia en Chile al chileno Aniceto Vergara Albano, el mismo que redactó el tratado entre Bolivia y Chile para la explotación conjunta de un terreno comprendido entre los 23° y 25°, lo cual supuso para Bolivia el inicio de la pérdida de su salida al Pacífico. Igualmente cedió ante las pretensiones de Brasil al suscribir el tratado del 27 de marzo de 1867, por el cual Bolivia cedía al gran país vecino más de 300.000 km2, comprendidos entre los ríos Madeira y Paraguay, lo que dejaba al país sin la salida histórica que había heredado de la colonia y que Portugal había siempre respetado.

Tras numerosos intentos de derrocamiento frustrados, el 15 de enero de 1871 finalmente se levantó la ciudad de La Paz, con el apoyo del coronel Hilarión Daza, uno de los pilares del régimen, y Melgarejo fue vencido en una sangrienta batalla librada en las calles de la capital que se saldó con la muerte de más de mil ciudadanos. Melgarejo huyó al Perú, donde anduvo pobre y desvalido, intentando recuperar algo de lo mucho que había entregado a la familia Sánchez. Pero despreciado por su propia concubina Juana, fue asesinado por el hermano de ésta, José Aurelio Sánchez. La historia ha dado su veredicto sobre el gobierno de Melgarejo, calificándolo como una mancha vergonzosa en la historia de Bolivia.

CCG