Mata Fransoy, Luis (1918-1983).
Matador de toros español, nacido en Zaragoza el 20 de marzo de 1918 y fallecido en la ciudad de México el 9 de julio de 1983. En medio de una irregular trayectoria novilleril en la que dejó bien acreditados su enorme afición y su desmesurado valor, en 1939 cortó un rabo en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, lo que le catapultó directamente hasta la madrileña plaza de Las Ventas, donde tuvo ocasión de torear por vez primera ante la severa afición de la Villa y Corte el día 15 de agosto del citado año. En ambas ocasiones siguió dando muestras de un arrojo temerario, poco común entre los lidiadores de su tiempo; pero, a la vez, acusó una evidente falta de recursos técnicos que reducía su estilo a un mero ejercicio de doma esforzada y poderosa, pero carente de la guinda artística que requiere cualquier faena para ser debidamente premiada.
Estas limitaciones en su estilo y su oficio empujaron al joven Luis Mata hasta las plazas hispanoamericanas antes aún de haber tomado la alternativa en España, pues la mayor benevolencia del público de Ultramar y, en general, la condición más boyante y pastueña de los toros del otro lado del Atlántico, le auguraban mayores oportunidades de triunfo que las que se le ofrecían en los cosos hispanos. Tras largos años de peripecias taurinas de escasa repercusión por el subcontinente americano, regresó a la península Ibérica en 1946 para tomar la alternativa el día 5 de mayo en el coliseo de su ciudad natal, apadrinado por el coletudo levantino Aurelio Puchol Aldás («Morenito de Valencia»); el cual, bajo la atenta mirada del diestro madrileño Domingo González Lucas («Dominguín») -que hacía las veces de testigo-, puso en manos del toricantano la muleta y el acero con los que debía trastear y despachar a un astado criado en las dehesas de Pérez de la Concha.
Dos meses y medio después (concretamente, el día 21 de julio de aquel año de 1946), Luis Mata Fransoy volvió a pisar ese redondel madrileño que no hollaba desde su lejana etapa novilleril, pero ahora investido ya como matador de reses bravas y dispuesto a confirmar, ante la primera afición del mundo, los méritos que le acreditaban como tal. Actuó aquella tarde en calidad de padrino de confirmación el espada mexicano Carlos Vera Muñoz («Cañitas»), quien, en presencia del testigo Julián Marín Arnedo, cedió a Luis Mata la lidia y muerte a estoque de un burel marcado con el legendario hierro de Miura, que atendía a la voz de Carteremo. No anduvo fino el diestro zaragozano en la lidia de este toro de su confirmación, pero sí frente al segundo enemigo de su lote -perteneciente también a la terrorífica vacada de Lora del Río-, al que cortó un apéndice auricular que, amplificado por la resonancia que confiere Madrid a los escasos triunfos que se producen en su coso, permitió a Luis Mata afrontar su siguiente temporada bien colocado en el escalafón superior.
Fue, en efecto, dicha campaña de 1947 la que contempló la mayor actividad torera en la carrera profesional de Luis Mata Fransoy, quien cumplió durante aquel año un total de treinta y ocho ajustes. En la temporada siguiente esta cifra se redujo a veintiocho actuaciones, casi todas ellas marcadas por esos temerarios «arrimones» con los que el diestro maño venía a suplir su carencia de recursos técnicos y adornos estéticos. Pronto se vio forzado, ante la escasez de contratos que se le ofrecían, a emigrar de nuevo a Hispanoamérica, donde siguió gozando de mejores oportunidades y, tras vestirse de luces por última vez en España en 1953, de mayor respeto y admiración por parte de la afición mexicana, hasta el extremo de que llegó a afincarse definitivamente en la capital azteca, donde perdió la vida a los sesenta y cinco años de edad.
JRF.