Mariné Bruguera, Juan (1920-VVVV).


Director de fotografía, nacido en Barcelona en 1920.

A los catorce años se inició en el mundo del cine como auxiliar de cámara, en la productora Eos Films, de la que sus padres eran accionistas; de allí pasó a trabajar con Laya Films durante la Guerra Civil. Al término de la guerra recuperó su antiguo puesto en Barcelona hasta que, en 1947, se trasladó a Madrid, montó su propio estudio fotográfico y comenzó a trabajar como director de fotografía.

A lo largo de su extensa carrera profesional ha trabajado con los más importantes directores cinematográficos españoles; en colaboración con Antonio del Amo hizo películas como Noventa minutos (1949), Alas de juventud (1949) y Día tras día (1951), además de las protagonizadas por Joselito, como Saeta del ruiseñor (1957) y El ruiseñor de las cumbres (1958). Con José María Forqué ha hecho numerosas producciones, entre las que destacan algunas como Niebla y sol (1951), 091, policía al habla (1960), Usted puede ser un asesino (1961), Accidente 703 (1962), El juego de la verdad (1963), Vacaciones para Yvette (1964) y Un millón en la basura (1966). Igualmente estuvo a las órdenes de Manuel Mur Oti en Orgullo (1955), El batallón de las sombras (1956) y Duelo en la cañada (1959). Otras de las figuras de la escena española con las que ha trabajado son Pedro Lazaga, especialmente en el género de la comedia, algunas de las más famosas de la veintena que hicieron son La ciudad no es para mí (1965) hasta El dinero tiene miedo (1970); para Pedro Masó, realizó Experiencia prematrimonial (1972), Una chica y un señor (1973) y Un hombre como los demás (1974) y, finalmente, con Juan Piquer en sus últimas películas, Mil gritos tiene la noche (1982) y Muerte viscosa -también conocida por Slugs-, de 1987.

Cuando trabajaba como operador creó un sistema de rodaje que mejoraba sensiblemente la calidad de la imagen. Por la construcción de su máquina obtuvo en 1974 el Premio Juan de la Cierva de Investigación.

Desde mediados de la década de los ochenta prefirió dedicarse a restaurar antiguos filmes para la Filmoteca Nacional, gracias a una máquina de su invención. Entre otras películas, destacan las versiones muda y sonora de La aldea maldita (Florián Rey, 1929) y La venenosa de Raquel Meller, Santander en llamas y Los caballos del vino, trabajos que le valieron, en 1994, el Premio Nacional de Cinematografía; también cuenta en su haber con el galardón otorgado por la Asociación Española de Autores de Fotografía Cinematográfica. En 1990 recibió la medalla de oro al mérito de las Bellas Artes. Su dedicación al rescate de imágenes perdidas del cine español y su aportación tecnológica al séptimo arte también le valieron en 2001 el reconocimiento de la Academia de Cine que le galardonó con el premio honorífico Segundo de Chomón.

Véase España: Cine.