Jouvet, Louis (1887-1951).


Escritor, actor de cine y de teatro, director y escenógrafo teatral, y profesor francés, nacido en Crozon (en la región de Bretaña) en 1887, y muerto en 1951. Aunque cursó estudios superiores de química, pronto se entregó en cuerpo y alma a su verdadera vocación, el mundo de la escena, al que se sintió vinculado desde muy temprana edad. Viajó a París para matricularse en el Conservatorio de Arte Dramático, donde fue rechazado por un acusado defecto en su pronunciación (era notablemente tartamudo); sin embargo, su tesón y su firme convencimiento de que estaba llamado a convertirse en una de las grandes figuras del teatro francés del siglo XX le permitieron superar este grave defecto. Para ello, se vio obligado a aceptar la interpretación de varios papeles secundarios en diversos melodramas infames, en los que, sin embargo, consiguió curtirse en el oficio.

Teatro

Con este humilde -pero denso- bagaje en su formación, en 1911 consiguió por fin una oportunidad para hacer su debut profesional. Fue en el montaje de una adaptación teatral de Los hermanos Karamazov, de Fiódir Dostoievsky, debida a la pluma del gran actor y director Jacques Copeau. En esta representación, el debutante Jouvet compartió reparto con quien luego se convertiría en otro gran actor, director, empresario teatral y teórico de la escena, Charles Dullin, que hacía allí el papel de Smerdjakov, padre de Zósima.

El éxito obtenido por esta adaptación de Los hermanos Karamazov afectó también a la inmediata progresión de Jouvet, quien en 1913 fue requerido por el susodicho Copeau para que pasara a ser miembro fijo en la compañía que acababa de crear, la «Vieux-Colombier». En este círculo teatral se consumó el proceso de aprendizaje que venía desarrollando Jouvet, ya que, a las órdenes de Copeau, desempeñó todo suerte de labores relacionadas con el Arte de Talía: fue decorador, director escénico e -incluso- montador y electricista; pero destacó sobre todo por su interpretación en el papel de Sir Andrew Aguecheek en el montaje de Noche de Reyes, de William Shakespeare.

Tras un largo período de alistamiento militar (1914-1917), volvió a formar parte de la Vieux-Colombier, con la que se desplazó a los Estados Unidos de América para ofrecer su repertorio en los principales teatros neoyorkinos. A partir de 1920, Louis Jouvet comenzó a ser valorado por sus originales innovaciones en el ámbito de la escenografía, sobre todo a raíz de un diseño que pronto le hizo famoso: el escenario abierto, sin embocadura. Así las cosas, en 1922 aceptó la dirección de la Comédie des Champs-Elysées, donde triunfó sonoramente en 1923, por su interpretación en Knock ou Le triomphe de la médicine (Knock o El triunfo de la medicina, 1923), de Jules Romains.

Sin embargo, estos indiscutibles éxitos artísticos no se traducían en grandes beneficios económicos, por lo que decidió unirse a su colega y antiguo compañero Charles Dullin, con el propósito de afrontar juntos los problemas financieros que agobiaban a ambos. Fruto de esta alianza de supervivencia fue la fundación de la celebérrima compañía conocida como «Cartel des Quatre», en la que también formaron parte desde un principio los actores y directores Pitoëff y Baty. El «Cartel des Quatre» se mantuvo en activo desde 1927 hasta 1939, fecha en la que Jouvet fue designado director del teatro del Ateneo, que a partir de entonces fue conocido como «Ateneo Louis Jouvet». En los doce años que quedaban atrás, había protagonizado junto a Dullin, Pitëoff y Baty los mayores éxitos del teatro francés de la primera mitad del siglo XX (entre estos montajes, es obligado destacar la puesta en escena del Sigfrido de Giraudoux, dirigida por Jouvet).

Ya al frente del teatro del Ateneo, trabajó también como escenógrafo a las órdenes del prestigioso director artístico Christián Bérard, quien solicitó la colaboración de Jouvet a instancias de las encendidas recomendaciones que, a su favor, le había dado el genial escritor, pintor y director Jean Cocteau.

A raíz de la ocupación alemana, Jouvet abandonó Francia para realizar una extensa gira con su compañía por varios países de Hispanoamérica, periplo en parte voluntario y en parte forzoso (pues téngase en cuenta que la difusión de la obra de algunos grandes autores franceses -como Giraudoux y Romains, amigos íntimos de Jouvet- había sido prohibida por la censura nazi). A su regreso a Francia, en 1945, dirigió la puesta en escena de La loca de Chaillot, como homenaje póstumo a su autor (el recién mencionado Giraudoux), que había fallecido durante la ocupación alemana.

Posteriormente, tras un intento semi-fallido de llevar a escena Las criadas, de Jean Genet (obra que sólo pudo estrenar, el 19 de abril de 1947, después de haber introducido varias modificaciones que intentaban reducir el grado de crudeza del texto original), decidió volver a los clásicos y aventurarse en la dirección e interpretación de Molière. Su encarnación del personaje del Tartufo aún se recuerda como una de las mayores aportaciones al desarrollo de las técnicas interpretativas del siglo XX.

Cuatro años después, cuando se encontraba dirigiendo una representación de El poder y la gloria, del escritor británico Graham Greene, falleció al pie de las tablas, como le había ocurrido tres siglos antes al propio Molière.

Cine

La versatilidad interpretativa de que hizo gala Jouvet sobre un escenario teatral le permitió, asimismo, dejar grabadas en el celuloide algunas actuaciones memorables. Aún son materia de estudio entre los jóvenes aspirantes a actores sus interpretaciones en Topaze (Topazio, 1931), Knock (1933), La kermesse héroïque (La kermesse heroica, 1935), Les bas-fonds (Los bajos fondos, 1936), Carnet de baile (1937), Drôle de Drame (1937), Hôtel du Nord (1938), Quai des orfèvres (1947) y En legítima defensa (1947).

Teoría dramática

Jouvet dejó tras de sí una bien merecida fama de profesor duro y exigente en el Conservatorio de París, donde impartió clases sobre interpretación dramática. Aunque muchas de sus teorías teatrales ya habían quedado recogidas en el ensayo que el propio actor y director publicara en 1938 (Réflexions du comédien), lo cierto es que sus métodos han sido ampliamente difundidos y revalorizados a partir de 1986, con motivo de una película reciente cuyo guión se basa en las anotaciones de Elvire Jouvet. Sus enseñanzas suponen un término medio entre las propuestas de Bertolt Brecht y Konstantin Stanislavski, pero siempre dentro de una constante preocupación pedagógica que rebasa los límites de lo puramente teatral para mostrar su interés por los procesos generales de transmisión de conocimientos.