Fuxi, Emperador de China (ca. 3000 a.C.).
Emperador de China, que forma parte del antiguo panteón, en el cual debió ocupar un lugar preponderante, puesto que se convirtió en el primero y más glorioso de los Tres Emperadores Augustos.
La historia de estos emperadores divinizados, a los que sucedieron los Cinco Emperadores, conserva la herencia de antiguos mitos, que fueron unificados y reelaborados más tarde por los letrados confucianistas con objeto de legitimar o sacralizar las instituciones y el poder soberano.
Las leyendas presentan a Fuxi como hijo del dios del Trueno, y cuentan que su madre le concibió al pisar la huella de un gigante a orillas del Pantano del Trueno. Le asocian a menudo con su hermana Nügua, también considerada como su esposa. Esta pareja es uno de los poquísimos casos de incesto en la mitología china. La tradición atribuye a Nügua la creación de los primeros hombres, modelados con tierra amarilla. Venerados como ancestros y protectores del género humano, su imagen aparecía a menudo grabada en las tumbas donde se les representa con cara y busto humanos y cuerpo de serpiente. Los historiadores confucianistas, reacios a la representación zoomórfica de los antiguos héroes, no pudieron sin embargo borrar de la memoria colectiva su aspecto fabuloso, que persistió en la abundante documentación iconográfica. Así, en los bajorrelieves de la dinastía Han, se puede ver todavía a Fuxi y Nügua con sus cuerpos de serpiente entrelazados. Fuxi ocupaba el lado derecho, que corresponde al principio masculino (yang) y sujetaba con su mano derecha una escuadra, símbolo de las artes mágicas, o en otros casos el Sol, mientras Nügua, a su izquierda, en representación del principio femenino (yin), portaba en su mano izquierda un compás, o bien la Luna. En los frescos del templo de Wu Liang, en Jiaxiang (provincia de Shandong) la pareja abraza a un niño.
Los confucianistas asignaron a Fuxi un papel importante en la historia de la civilización y de las instituciones chinas. Según la tradición, Fuxi enseñó a los hombres el uso del fuego, de las redes de pescar y de la cítara, e instauró, junto con su hermana, los ritos del matrimonio. La atribución a Fuxi del descubrimiento de los trigramas, sobre el caparazón de una tortuga, símbolo del universo, permitió dar también a las artes adivinatorias mayor antigüedad y mayor prestigio. Para conocer la respuesta a una pregunta hecha por un adivino, se utilizaban primero trocitos de aquilea, que dibujaban una línea continua (yang, equivalente a una afirmación) o discontinua (yin o negación). Luego se añadió un tercer elemento para formar ocho conjuntos distintos. Una leyenda, recogida por Wang Jia (dinastía Jin) en su Shiyi ji, cuenta cómo Fuxi apareció ante el emperador Yu y le entregó los trigramas que serían empleados durante la dinastía Xia (a partir del siglo XXI a.C.). Los 64 hexagramas, atribuidos tradicionalmente a Wen Wang, primer emperador de la dinastía Zhou, fueron recogidos en el Yi Jing (Libro de los Cambios o Libro de las Mutaciones) junto con varios comentarios, de los cuales uno habría sido escrito por Confucio. El Yi Jing se convirtió en el principal libro oracular de la historia china.
Cuentan que Fuxi era capaz de subirse al Árbol Erguido (Jian mu) que unía el Cielo y la Tierra. Éste tenía nueve ramas orientadas hacia el cielo y nueve raíces entremezcladas. En esa leyenda Fuxi es asimilado a Dahao (el Gran Resplandor), emperador celestial que reinaba sobre el Este. El Cielo y la Tierra, considerados por los confucianistas como mundos simétricos, debían seguir, en su organización, un esquema idéntico. Así, al soberano le correspondía el Supremo Emperador Celeste, y a sus vasallos, que gobernaban las cuatro regiones del imperio, les correspondía los Cuatro Emperadores, que reinaban sobre el Este (emperador Dahao), el Oeste (Shaoshao), el Norte (Zhuanxu) y el Sur (Yandi o Shennong).
Consuelo Marco MartínezCatherine François Brugidou