Antonio María Fabres y Costa (1854-1936). El pintor y escultor que conquistó el mundo con su arte orientalista
Antonio María Fabres y Costa fue uno de los artistas más destacados de finales del siglo XIX y principios del XX. Su obra abarcó la pintura, la escultura y la enseñanza, dejando un legado imborrable en la historia del arte español e internacional. Nacido el 27 de junio de 1854 en Gràcia, hoy parte de Barcelona, Fabres desarrolló una carrera marcada por la innovación y la maestría en diversas disciplinas artísticas. Conocido sobre todo por su fascinación por la pintura orientalista, sus obras reflejan la riqueza cultural de otras latitudes, combinada con una técnica impecable que le permitió ganarse el reconocimiento a nivel mundial.
Orígenes y contexto histórico
Antonio María Fabres y Costa nació en una familia vinculada al arte y la artesanía. Su padre, Cayetano Fabres, fue dibujante, y su tío, Raimundo Costa, platero de renombre. Desde temprana edad, Fabres mostró un gran talento artístico, lo que le permitió ingresar en 1867 en la Academia Provincial de Bellas Artes de la Lonja en Barcelona. A los 13 años, el joven Fabres ya había ganado la medalla de oro por su retrato escultórico de la cabeza de su tío, una obra que hoy se conserva en el Museo Nacional d’Art de Catalunya.
Durante sus años de formación en Barcelona, Fabres perfeccionó su técnica bajo la tutela de Apelles Mestre y Andrés Aleu, dos influyentes artistas de la época. En 1875, fue premiado con una beca para viajar a Roma, un hito que marcó el comienzo de su expansión artística fuera de España. A partir de este momento, la ciudad eterna se convirtió en el escenario principal de su evolución, tanto como pintor como escultor.
Logros y contribuciones
A lo largo de su carrera, Fabres se destacó por su versatilidad artística, incursionando tanto en la escultura como en la pintura, y desarrollando un estilo único que dejó huella en las colecciones de museos alrededor del mundo. Uno de los momentos decisivos de su carrera fue su viaje a Roma, donde fue influenciado por las esculturas de Vicenzo Gemito. En esta ciudad, el artista creó dos de sus más célebres obras: el relieve Siglo XIX y la escultura La tragedia, ambas piezas que evidencian su capacidad para plasmar emociones profundas a través del mármol y el bronce.
Sin embargo, fue la pintura la que le permitió alcanzar mayor notoriedad. En Roma, Fabres se empapó de la influencia de otros artistas de renombre, como Mariano Fortuny, Francisco Pradilla y José Villegas Cordero, quienes marcaron su evolución hacia el estilo orientalista. Su contacto con estos artistas, además de las experiencias personales y culturales adquiridas en la ciudad, le llevaron a realizar una serie de obras de temática exótica, en su mayoría centradas en el norte de África y el Oriente Medio.
En cuanto a sus contribuciones más destacadas en el mundo de la pintura, sobresalen las obras El regalo del sultán (1878) y Guerrero en reposo (1878), ambas de gran impacto por su detallado tratamiento y el uso de la luz y el color para capturar la atmósfera oriental. Estas pinturas, realizadas en óleo sobre lienzo y tabla, se exhiben actualmente en el Museo Nacional d’Art de Catalunya, uno de los principales centros de conservación de su legado.
Momentos clave de su carrera
A lo largo de su carrera, Fabres vivió momentos decisivos que marcaron el rumbo de su arte y su vida personal. Tras su paso por Roma, se trasladó a París en 1894, donde comenzó a relacionarse con otros artistas y se dedicó a realizar cuadros de gran minuciosidad técnica. En la capital francesa, la Ofrenda a la Virgen María, una de sus obras más características, fue presentada en la Exposición de la Société des Arts Français de 1885, destacándose por su minucioso trabajo en los detalles.
Otro de los hitos importantes en su carrera fue su invitación en 1902 por parte del presidente mexicano Porfirio Díaz para trabajar en la Academia de Bellas Artes de San Carlos en México. Este período fue fundamental para el desarrollo de Fabres como maestro, pues fue en este momento cuando formó a algunos de los más grandes artistas mexicanos, como Diego Rivera y José Clemente Orozco, quienes más tarde serían figuras clave del muralismo mexicano. La influencia del pintor español en estos grandes maestros es un testimonio de la magnitud de su legado.
Entre sus logros en México, cabe destacar la decoración del Palacio Nacional y la Sala de Armas de la residencia privada de Díaz. Su obra Hidalgo después de la victoria de Monte de las Cruces (1904) es una de las más emblemáticas de su etapa mexicana, aunque lamentablemente la decoración de la sala privada del presidente fue destruida con el tiempo.
Relevancia actual
Antonio María Fabres y Costa dejó un legado artístico inmenso que hoy sigue siendo admirado en museos y colecciones privadas de todo el mundo. Obras suyas se conservan en importantes museos como el Museo Nacional d’Art de Catalunya, el Museo del Prado en Madrid, el Museo de San Carlos en Ciudad de México y el Museo del Vaticano en Roma. Su capacidad para plasmar la realidad de los mundos orientales y exóticos con un estilo detallado y lleno de vida sigue siendo una fuente de inspiración para artistas contemporáneos.
Además de su legado artístico, Fabres también dejó una huella importante en la educación artística. Como maestro en la Academia de Bellas Artes de San Carlos en México, contribuyó a la formación de una nueva generación de artistas, lo que le asegura un lugar destacado en la historia del arte latinoamericano.
Algunos momentos destacados de su carrera:
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1867: Ingreso a la Academia Provincial de Bellas Artes de la Lonja de Barcelona.
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1875: Becado para viajar a Roma, donde realiza sus primeras esculturas de gran renombre.
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1885: Presenta la Ofrenda a la Virgen María en la Exposición de la Société des Arts Français de París.
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1902: Se muda a México, donde comienza su etapa como profesor en la Academia de Bellas Artes de San Carlos.
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1907: Realiza el óleo Cristo en la columna, regalado al Museo del Vaticano.
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1925: Llega a un acuerdo con el Ayuntamiento de Barcelona para entregar 224 obras, aunque el acuerdo no se concreta.
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1938: Fallece en Roma.
En resumen, la obra de Antonio María Fabres y Costa continúa siendo un referente para la historia del arte español y mundial. Su maestría como pintor y escultor, sumada a su labor educativa, ha dejado una huella indeleble en el panorama artístico de su época.
Bibliografía:
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ANTOLÍN PAZ, M. (director). Diccionario de pintores y escultores españoles del siglo XX. Madrid, Ediciones Forum Artis, 1994.
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AA. VV. (1854-1938) Fabres y su tiempo (catálogo de la exposición). Ciudad de México, Museo de San Carlos, 1994.
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DIZY CASO, E. Les orientalistes de l’école espagnole. París, ACR Édition, 1997 (Les orientalistes, 12).
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GONZÁLEZ, C. L. y MARTÍ, M. Pintores españoles en París (1850-1900). Barcelona, Tusquets Editores, 1989.
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MORENO, S. El pintor Antonio Fabrés. Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Estéticas, 1981.
MCN Biografías, 2025. "Antonio María Fabres y Costa (1854-1936). El pintor y escultor que conquistó el mundo con su arte orientalista". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/fabres-y-costa-antonio-maria [consulta: 28 de septiembre de 2025].