Cartier-Bresson, Henri (1908-2004).
Fotógrafo francés nacido en Chanteloup, Seine-et-Marne, el 22 de agosto de 1908 y fallecido en París el 2 de agosto de 2004.
Si una de las grandes posibilidades que brindó la fotografía desde sus inicios fue la de “apresar el momento”, nadie como Cartier-Bresson para demostrarlo. Sus imágenes fijan el instante de una manera “decisiva” porque, en definitiva, eso es lo que cuenta para él, el “momento decisivo”, ese que lleva en sí mismo la esencia de una situación: «…a fin de cuentas, la foto en sí misma no me interesa lo más mínimo. Lo único que quiero es retener la realidad una fracción de segundo… Para mi sólo cuenta una cosa: el instante y la eternidad, eternidad que, como la línea del horizonte, siempre retrocede«. No deja de ser curioso que una afirmación como ésta saliera de los labios de uno de los fotógrafos más sorprendentes que haya dado la historia de la fotografía, una leyenda viviente capaz de registrar momentos con gran precisión.
Se inició en la fotografía hacia 1931, tras estudiar en Cambridge pintura y filosofía. Trabajando como fotógrafo independiente, un año más tarde organizó su primera exposición individual. En 1935 entró en contacto con el mundo del cine gracias a Paul Strand y fue operador de prestigiosos directores franceses como Jacques Becker o Jean Renoir. Prisionero de los alemanes en 1940, participó en el movimiento clandestino de ayuda a prisioneros y evadidos de los campos de concentración nazi y prosiguió con su labor como fotógrafo independiente una vez terminado el conflicto bélico. En 1947 fundó la Agencia Magnum -junto a Robert Capa y David Seymour– dejándola en 1969.
Con el inicio de la década de los 70, Cartier-Bresson abandona definitivamente la fotografía para dedicarse plenamente a sus dos grandes pasiones: el dibujo y la pintura. La opción de Bresson de desaparecer públicamente la tomó desde el principio, nada tiene que ver con el hecho de haberse convertido en el fotógrafo vivo más célebre y respetado. Cuando quiso ser fotógrafo optó por una postura política muy radical, que tuviese que ver con la espontaneidad y con una forma rápida de captar la realidad. Pese a este sentido abandono, Bresson ha dejado una obra fotográfica apasionante, unas imágenes que parecen estar tomadas con la facilidad de aquel que posee el talento suficiente para comprender rápidamente las cosas y, al tiempo, una extraordinaria capacidad de reacción ante esos detalles, quizá superficiales, pero que van hilvanando la vida real porque, de eso se trata, de realidad.
Por esta razón puede afirmarse que sus fotografías son imágenes dotadas de gran realismo, testigos de situaciones vividas y experimentadas. Su forma de fotografiar sólo puede entenderse si se es consciente de que la fotografía “dice” la verdad, sólo así -con la verdad como estandarte-, Bresson atrapa la realidad que le rodea sorprendiéndola en sus momentos “decisivos” gracias a ese inexplicable instinto que le hacía encontrarse siempre en el sitio apropiado en el momento oportuno. Una vez allí, atrincherado tras su cámara, sólo tenía que esperar que la situación alcanzara su punto culminante para accionar su disparador: tras la cortinilla del diafragma, una fracción de realidad impresionará para siempre el celuloide haciendo una mueca burlona al tiempo.
Para Bresson la fotografía no fue un oficio, ni un entretenimiento, sino una vocación. Afrontó la realidad en toda su plenitud sin tratar de eludirla; la retrató subrepticiamente, como a hurtadillas –à la sauvette-. No es el instante de un Lartigue, desenfadado y alegre, es el instante de quien asimila como por azar todos los matices de la realidad que, al ser registrados, adquieren una impresionante fuerza testimonial. En este sentido, podría decirse que no es un esteta que acude a la búsqueda de la imagen bella en sí misma. La belleza deviene de la revelación de un indefinible misterio donde lo trágico y lo cómico se confunden constantemente.
Tras abandonar la fotografía, Cartier-Bresson se dedica fundamentalmente al dibujo, reencontrando, según él mismo apunta, su verdadera vocación y cerrando el “paréntesis” de la fotografía: «Es cosa terminada. La fotografía ha satisfecho una faceta aventurera que hay en mi. Me comporté como un ladrón en todos los países que fui. En el fondo, el fotógrafo se sitúa entre el ratero y el funámbulo…«. Un paréntesis que duró casi cuarenta años y que, afortunadamente, no cerró de manera definitiva gracias a los retratos.
En los retratos, la imagen no se toma a hurtadillas, el retrato exige requerir y obtener la atención del modelo además de alcanzar una sintonía con la persona fotografiada. No hay, pues, imágenes tomadas subrepticiamente pero quien afirme que en los retratos de Bresson no hay “momentos decisivos” se equivoca ¿qué puede ser más fugaz que la expresión de un rostro? Es quizá en el retrato donde lo “decisivo del momento” de Bresson se exprese con mayor claridad: «…la fulminante apertura del diafragma es como una picadura de mosquito, hay que alcanzar al modelo “entre la piel y la camisa”, en un momento de silencio interior, de la manera más ligera que sea posible, de forma que la picadura sea menos dolorosa«.
Obra destacada
Shanghai. Shanghai, 1949. Blanco y negro.El fotógrafo trabajó para casi todos los grandes periódicos internacionales. En “Shanghai” un tumulto de personas se amontonan ante la ventanilla de un barco con violencia y calma a un tiempo, lo que genera gran tensión en el espectador. El momento decisivo se expresa en unos rostros sorprendidos como por azar, congelados por el ojo implacable de un observador inoportuno.
Rue Mouffetard. París, 1958. Blanco y negro.Una escena callejera en la que un niño, con gesto altivo y sonrisa artificiosa en el primer plano de la composición, avanza decidido hacia el objetivo llevando dos botellas de vino, una debajo de cada brazo. La definición del muchacho hace volcar la mirada sobre él para después, una vez escudriñada su graciosa expresión, recorrer la toma hacia el interior descubriendo en el desenfoque la mirada burlona de dos niñas que le observan a corta distancia.
Retratos. A partir de 1970. Blanco y negro.»En el retrato el modelo debe entregarse y no dedicarse a otras actividades -apunta Bresson- para, a partir de su gesto, expresar su verdad y su relación con el mundo y con la vida«. Desde Matisse a Giacometti, desde Duchamp a los Curie (Marie Curiey Pierre Curie), Chagall, Sartre, Picasso o Madame Chanel, una galería de personajes articulan con sus rostros la verdad humana de un encuentro “decisivo” con Bresson.
Bibliografía
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CARTIER-BRESSON, Henri : Images à la sauvette. Ed. Verve, París, 1952.
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SOUGEZ, Marie-Loup: Historia de la fotografía. Cátedra. 2ª edición. Madrid, 1985.
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VV.AA. La fotografía del siglo XX. Taschen. Colonia, 1997.