Cañizares y Suárez de Toledo, José de (1676-1750).
Escritor español nacido en Madrid en 1676 y muerto en la misma ciudad en 1750. Fue el dramaturgo más cotizado y famoso de la primera mitad del siglo XVIII español.
Los datos biográficos que se conocen de este personaje son escasos, y se carece todavía de una biografía consistente que aclare los pormenores de su creación. Nació en Madrid el 4 de julio de 1676 y fue bautizado diez días después en la iglesia de San Martín. De joven siguió la carrera militar, en la que en 1711 aún figuraba como Capitán Teniente de Caballos Corazas. Se desconoce en qué momento se inició en el mundo de las letras, pero el impreso más antiguo es un poema cortesano: Al lamentable suceso de la muerte de la Reyna Madre (Madrid, 1686). La excelente recepción de sus obras dramáticas por el público de los corrales le llevó a retirarse del ejército, y pasó a gozar de la protección del duque de Osuna, trabajando en la Contaduría de la casa. Ejerció el puesto de Fiscal o censor de comedias de casa y corte desde 1702 hasta 1747, cargo municipal que controlaba la calidad de las obras dramáticas que se representaban en los teatros de Madrid y por el que cobraba 100 ducados anuales (1.100 reales de vellón). El 25 de abril de 1736 fue nombrado Compositor de Letras Sagradas de la Real Capilla, función que en verdad llevaba realizando desde 1700 ó 1701, con lo cual formalizó su relación laboral con palacio por la que cobraba 2.200 reales de vellón anuales. Pero dentro de estos servicios cortesanos habría que incluir varios poemas áulicos: Pompa funeral y reales exequias en la muerte de los Príncipes delfines de Francia (1711), España llorosa sobre la funesta pira el augusto mausoleo y regio túmulo… (1711), Serenata a los reales desposorios de don Carlos de Borbón y doña María Amalia de Sajonia (1738)… Murió en Madrid el 4 de septiembre de 1750, y fue enterrado en el convento dominico del Rosario.
Debido a su labor como dramaturgo, así como a su asidua colaboración en los festejos dramáticos cortesanos y municipales alcanzó un merecido prestigio. El poder que ejerció desde el órgano fiscal del teatro orientó la estética de la creación dramática nacional durante medio siglo, que impidió que se renovara a partir de los tímidos intentos reformistas de los clasicistas, y que dio pie a numerosas polémicas con quienes se sintieron perjudicados por su trabajo censorio como por Juan Pedro Maruján en su sátira Ovillo en que se devanan las quebradizas especies (1743), cuarenta décimas donde denunciaba su parcialidad, amén de acusarle de mantener relaciones con la cómica Rosa la Gallega y de plagiar a Lope y a otros ingenios del siglo anterior, por lo que el vate andaluz fue desterrado a África. Su obra muestra que era un autor de gran imaginación y variedad temática. Fue refundidor, adaptador y traductor. Buen conocedor del teatro del Siglo de Oro, toma elementos de Lope de Vega (libertad, amplitud de fuentes para la creación) y de Calderón de la Barca (ruptura de barreras entre el espectador y el actor, agrandamiento de la realidad escénica, empleo de una escenografía desbordante). Refundió varias obras de esta época (Lope de Vega, Jiménez de Enciso…); adaptó algunos temas de Cervantes en La más ilustre fregona y Pedro de Urdemalas; y tradujo de manera libre y adaptada a los gustos populares la Ifigenia de Racine y el Temístocles de Metastasio.
Fue uno de los poetas dramáticos más fecundos de su siglo, ya que escribió alrededor de un centenar de piezas dramáticas dentro de la tendencia popular en la línea de la tradición barroca. Sin embargo, introdujo ciertas novedades para adaptarlas a los nuevos gustos del público y también a los progresos de la escenografía espectacular que se puso de moda en los teatros del país. No siempre esta producción fue impresa; muchas de sus obras quedan aún manuscritas, y sobre otras existen dudas razonables sobre su autoría. Cultivó todos los géneros dramáticos en boga en su tiempo: comedias de santos, de magia, históricas, de figurón, de capa y espada; zarzuelas, y todas las formas del teatro breve, que se representaron en múltiples ocasiones a lo largo del siglo.
La fórmula que más frecuentó fue la comedia heroica con revisión de temas históricos ya vistos en el teatro y otros nuevos, tratados con gran espectacularidad escénica (con ejércitos, caballos, desfiles, armas…). Destacan las siguientes obras: Carlos V sobre Túnez (1730), Las cuentas del Gran Capitán (quizá inspirada en Lope), El pleito de Hernán Cortés con Pánfilo de Narváez (1716), La heroica Antona García, El rey don Enrique III llamado el Enfermo, A un tiempo rey y vasallo, La banda de Castilla y duelo contra sí mismo (1727)… Obtuvo gran fama con tres obras en las que los sucesos históricos se mezclan con las aventuras: El pastelero de Madrigal (1706), El falso nuncio de Portugal y El picarillo en España, señor de la Gran Canaria. Esta última ridiculiza los aspectos más negativos de la sociedad de su tiempo, con afán cómico y tono moralista. Considerada una de las más relevantes del autor, presenta como protagonista a Federico de Bracamonte, hijo del descubridor de las islas, que tiene que ocultar su nombre y vivir en la corte castellana disfrazado de pícaro. Estimado por los reyes y su valido don Álvaro de Luna, debido a su ingenio y atractivo personal, se descubre su verdadera identidad, recupera el señorío de las Canarias y consigue el amor de la dama que pretendía. La obra fue representada en numerosas ocasiones y mereció los honores de la impresión (Madrid, 1747).
Escribió también Cañizares numerosas comedias de santos, que tuvieron una excelente aceptación en su tiempo no sólo porque reflejaban una piedad popular dada a lo sentimental y milagrero, sino porque se prestaban también a la espectacularidad escénica. Muchas de ellas incluían números musicales. Son títulos de este grupo: A un tiempo monja y casada, Santa Francisca Romana (1719), Lo que vale ser devoto de San Antonio de Padua, La más amada de Cristo Santa Gertrudis la Magna, Santa Catalina, virgen, mártir y doctora (1730)… De tema mitológico son Amor aumenta el valor, fiesta real para los desposorios del Príncipe de Asturias en 1728, Amor es todo invención, Júpiter y Anfitrión, melodrama…
Destacan de modo particular en el conjunto de la producción literaria del autor las comedias de magia y las de figurón. Respecto a las primeras, Cañizares practicaba en sus textos la magia blanca y realizó comedias de gran espectáculo aprovechando los progresos de la escenografía en la época y el acompañamiento musical que llevaban. Las ilusiones, los efectos de la física recreativa, la presencia de rudimentarios autómatas… o la utilización de los valores maravillosos de la naturaleza (plantas, minerales, animales…) están muy presentes en el teatro “mágico” de Cañizares. La estructura de estas comedias era muy barroca y mezclaba en ella elementos de distinta procedencia. La acción principal, desarrollada en tres jornadas, aparecía cortada por numerosas acciones secundarias. Estas obras tuvieron tanto éxito que no sólo pervivieron a lo largo del siglo, sino que dieron lugar a continuaciones en segundas, terceras e incluso cuartas partes, no siempre realizadas por el mismo dramaturgo. Fue Cañizares quien puso de moda el género, sobre todo con su serie Don Juan de Espina en Madrid (o en su patria), estrenada en febrero de 1714, y Don Juan de Espina en Milán (1715). Ambas tienen como protagonista a un extraño sacerdote madrileño de tiempos de Felipe IV, coleccionista de objetos raros, aficionado a la música y con fama de mago. Mezclan sucesos reales con otros inventados. La primera está mejor construida y tuvo gran aceptación del público que debió de gozar en la representación con la presencia de autómatas. La segunda parte tiene menos fuerza dramática a causa de las reiteraciones, que le dan cierto aire monótono. Un tema clásico, la historia del pastor Giges que llega a ser rey de Lidia, se recoge en las dos partes de El anillo de Giges, y el mágico rey de Lidia (también titulada Ser rey y pastor a un tiempo), donde el tema del anillo mágico, antiguo ya en la tradición literaria, juega un papel importante en la sugestión mágica de la obra con la aparición y desaparición de personajes. Cañizares recrea una historia antigua, dándole un contexto de época, a pesar de los forzados anacronismos que esto trae consigo (vestimenta, costumbres, personajes típicos…).
El mayor éxito lo obtuvo Cañizares en su serie de “mágicas”, en la que se continúa la antigua tradición dramática de La Celestina, transformada por los pliegos de cordel y la picarescafemenina. El 7 de noviembre de 1716 estrenaba en el corral del Príncipe de la capital El asombro de Francia, Marta la Romarantina. Se recoge en ella la historia de Marthe Brossier, conocida mujer francesa que había sido poseída por el demonio a fines del siglo XVI. La presencia de este personaje ambiguo y temible por sus poderes mágicos se convierte además en Cañizares en un auténtico espectáculo en el que no faltan autómatas, mutaciones, vuelos y, por supuesto, efectos cómicos. El escritor madrileño hizo una segunda parte con este tema para el Carnaval de 1740, pero el éxito fue tal que se continuó por otros autores hasta cinco partes, en las que se añadieron ciertos elementos truculentos (cárceles, ejecuciones) o exóticos. Repitió Cañizares con el personaje femenino de la maga en El asombro de Jerez, Juana la Rabicortona, estrenada en octubre de 1741 por la compañía de Palomino. Como en la anterior, el elemento musical es muy importante, de tal modo que convierte a la obra casi en zarzuela. Ahora, el escenario español de Jerez permite al autor presentar animados cuadros de costumbres, pero la historia central gira en torno a esta equívoca mujer, Juana, educada por unos gitanos siendo niña, con poderes mágicos e incluso perseguida por hechicera. Misterios, mutaciones, elementos burlescos, vuelven a repetirse en una comedia que intenta recoger los ingredientes que halagan el gusto del público para convertirla en una obra lúdica.
Un éxito semejante alcanzó Cañizares con sus comedias de figurón que, por mezclar lo burlesco con lo didáctico, fueron aceptadas incluso por la crítica clasicista, salvando los errores de ruptura de las unidades y el exceso de humor. Son obras críticas, llenas de exageraciones para acentuar la comicidad. El figurón adquiere en este autor nuevas dimensiones, pues aunque mantiene ideas y lenguaje extravagantes, varía su moral y su capacidad crítica. No es sólo un tipo literario sino el resultado de la observación de personajes que le rodean. Hay varias comedias pertenecientes a este grupo: Abogar por su ofensor y Barón del Pinel (1715), El honor da entendimiento y el más bobo sabe más (1715), De comedia no se trate, allá va ese disparate, de tono burlesco, Si una vez llega a querer, la más firme es la mujer (1723), Dios los cría y ellos se juntan, La boba discreta, estrenada en el corral del Príncipe con música de Francisco Coradini en 1733. La más famosa de todas es El dómine Lucas, que recoge el mismo título de una de Lope de Vega. Critica en esta obra el falso orgullo nobiliario y las estúpidas creencias en los duendes, que convierten al protagonista en alguien manejable, prototipo de la “ranciedad”.
Los estudiosos han destacado la probada habilidad de Cañizares en la redacción de libretos para zarzuela, piezas a las que el autor denomina en otros lugares “melodrama” o “drama armónico”. Compuso unas cuarenta, la mayor parte de las cuales trata sobre asuntos mitológicos, aunque dramatizó igualmente vidas de santos y motivos históricos. Son títulos destacados: A cual mejor confesada y confesor, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, Accis y Galatea, estrenada en el teatro cortesano del Buen Retiro el 19 de diciembre de 1708 para celebrar el cumpleaños del rey, Amando bien no se ofenderá un desdén, Eurotas y Diana (1721), Las amazonas de España (1720, Buen Retiro), Angélica y Medoro, Con amor no hay libertad, melodrama armónico para el Carnaval de 1731 en el corral de la Cruz, Cuerdo delirio de amor (1733), De los encantos de amor la música es el mayor (1725), representada por la compañía de Francisco Landoño en el corral del Príncipe. Con motivo de la inauguración de la restauración del Teatro del Príncipe de Madrid, convertido en coliseo, en 1745 se representó la zarzuela de Cañizares titulada Cautelas contra cautelas o El rapto de Ganimedes, con música de José de Nebra, uno de los músicos que más colaboró en la confección de zarzuelas. Ésta debió de ser la última gran obra que el autor escribió. Trata una historia clásica de la mitología: Zeus, enamorado del joven Ganimedes, que guardaba los rebaños de su padre en el monte, lo raptó llevándolo al Olimpo, donde ejerció como copero del dios. Cañizares trató la leyenda mitológica con total libertad, convirtiéndola en una historia humana en la que inserta una variada serie de aventuras galantes, amor y celos, a las que los aficionados al teatro estaban acostumbrados. Quizá escogió este tema por ser muy propicio para un aprovechamiento escénico espectacular.
Se conservan de nuestro autor alrededor de una veintena de piezas breves que desempeñaban una tarea imprescindible en la organización de la función teatral, en ocasiones eran los auténticos animadores del festejo. Entre ellas hay que destacar: introducciones o loas(Loa para la compañía de José Prado del año de 1719), mojigangas (Alejandro Magno, El antojo de la gallega), entremeses (Bartolo Tarasca, El caballo, La cuenta del gallego), sainetes (La estatua de Prometeo), bailes (Baile de empezar, El reloj de repetición), fines de fiesta (El vizcaíno en Madrid).
Cañizares fue uno de los dramaturgos más prolíficos de su tiempo. Pensaba que el teatro de su época debía renovarse, pero era necesaria la existencia de escritores con talento que se basasen en la realidad y no se sometieran a las normas clasicistas que limitaban la capacidad de creación. Criticaba también recursos que se utilizaban en la escena, aunque debido a su deseo de tener éxito él mismo los siguió utilizando por ser del gusto del público.
Fue elogiado por hombres de su tiempo como Luzán en sus creaciones de figurón o Forner. Recibió críticas del canónigo Huerta o del citado Maruján, que lo acusaban de entrar a saco en las obras de Lope. Leandro Fernández de Moratín veía también a Cañizares como un simple remodelador de las obras de Lope, con poca inventiva a pesar de la variedad de su obra. Posteriormente, a comienzos del siglo XIX, Alberto Lista fue el primer crítico que habló con juicios positivos de la importancia de la creación del dramaturgo madrileño.
Bibliografía Fundamental
Ediciones
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Estudios
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EMILIO PALACIOS FERNÁNDEZ