Julia de Burgos (1914–1953): Voz poética del feminismo y la identidad puertorriqueña

Julia de Burgos (1914–1953): Voz poética del feminismo y la identidad puertorriqueña

Infancia y formación educativa (1914–1931)

Julia de Burgos nació el 17 de febrero de 1914 en el Barrio Santa Cruz, un pequeño y modesto sector en la ciudad de Carolina, Puerto Rico. Fue la mayor de trece hermanos en una familia numerosa, lo que le otorgó una responsabilidad temprana, no solo en el ámbito familiar, sino también en el compromiso con su propia educación. En una época en que la educación de las mujeres no siempre era una prioridad, especialmente en las zonas rurales de las Antillas, la familia de Julia destacaba por su visión y deseo de proporcionarle a sus hijas una formación académica sólida. Este entorno familiar sería crucial para el desarrollo de la poetisa, pues la prioridad de los padres fue siempre que sus hijos pudieran tener acceso a los mejores recursos educativos posibles.

El primer paso en su formación académica fue cuando tenía solo seis años, cuando sus padres decidieron inscribirla en la escuela pública del pueblo de Santa Cruz, un acto que resultaba inusual en la época para las niñas de clase baja. A los pocos años, la familia Burgos se trasladó a la ciudad de Río Grande, donde Julia continuó su educación primaria en el colegio de esa ciudad. No pasó mucho tiempo hasta que, por circunstancias familiares, la familia regresó nuevamente a su hogar original en el Barrio Santa Cruz, y fue allí donde Julia terminó sus estudios primarios en la pequeña escuela rural en 1925.

Su capacidad para captar y comprender rápidamente el mundo que la rodeaba hizo que sus padres, Francisco Burgos Hans y Paula García, se dieran cuenta de que su hija poseía un talento especial para el aprendizaje. La curiosidad intelectual de Julia, que se reflejaba en su temprana capacidad para leer y comprender temas complejos para su edad, se transformó en un motor para su educación. En esos primeros años, Julia no solo se destacó en los estudios, sino también por su afán de conocer más sobre su entorno, su historia y las ciencias. Su profunda curiosidad intelectual era evidente y no pasó desapercibida para los que la rodeaban.

Entre 1925 y 1927, Julia fue enviada a la ciudad de Carolina, donde cursó los estudios de educación secundaria. A lo largo de esos años, vivió por primera vez separada de su familia, en la casa de la doctora Rosenda Rivera, una mujer que desempeñó un papel importante en la vida de la joven Julia, ayudando en su crecimiento académico. Durante este período, Julia se destacó como una de las mejores estudiantes de su promoción, lo que le permitió regresar al seno familiar en 1928, cuando la familia Burgos se trasladó al recinto universitario de Río Piedras, en San Juan.

Este periodo fue fundamental en la vida de Julia, pues allí tuvo la oportunidad de sumergirse en un ambiente académico de mayor calidad, en el que pudo continuar desarrollando su potencial como estudiante. En la Universidad de Puerto Rico, Julia empezó a nutrir su interés por diversas disciplinas, pero también estableció una relación más cercana con la fe cristiana, que marcaría su vida personal. En 1930, a los 16 años, Julia tomó la Primera Comunión en el Pensionado Católico de Río Piedras, una etapa espiritual importante para ella en sus primeros años de adolescencia.

A nivel académico, Julia continuaba destacándose entre sus compañeros. Su notable trayectoria en la escuela fue premiada con una beca en 1931, lo que le permitió ingresar a la Universidad de Puerto Rico en el mismo año. Sin embargo, a pesar de su brillante desempeño académico, Julia abandonó la universidad en 1933, antes de completar sus estudios universitarios, aunque ya había logrado obtener el Certificado de Maestra Normalista el 24 de mayo de 1933. Esta certificación le permitió comenzar su carrera docente, un camino que, aunque estaba ligado a su vocación, la enfrentaría a una serie de dificultades personales y profesionales.

Después de obtener su Certificado de Maestra Normalista, Julia comenzó a trabajar en la educación de los niños puertorriqueños, pero su vida profesional no se limitó al aula. En 1934, trabajó en la Estación de Leche de la Puerto Rico Economic Rehabilitation Agency (P.R.E.R.A.), una institución dedicada a distribuir alimentos y desayunos gratuitos a las familias más pobres de la isla. Esta experiencia, vinculada con las clases populares de Puerto Rico, fue un reflejo de su interés por el bienestar social y su compasión hacia los más necesitados.

En 1935, después de la desaparición de la P.R.E.R.A., Julia fue enviada a trabajar como maestra en una escuela rural del Barrio Cerdo Arriba en Naranjito. Fue en esta etapa cuando comenzó a experimentar un cambio profundo en su vida, ya que en medio de su vocación docente, también empezó a escribir poesía de forma más intensa. Aquel mismo año, la poetisa inició la creación de algunos de sus primeros poemas más relevantes, entre ellos Río Grande de Loíza, una obra temprana que sería una de las primeras muestras de su talento poético. No obstante, también le llegó un diagnóstico devastador: los médicos descubrieron que padecía de cáncer, un hecho que no la apartó de su dedicación a la poesía, a pesar de las difíciles circunstancias personales que empezaba a enfrentar.

A lo largo de esos años, Julia de Burgos también estrechó lazos con figuras literarias influyentes de la generación anterior. Se destacó especialmente por su relación con Luis Llorens Torres, Luis Palés Matos y Evaristo Ribera Chevremont, poetas vanguardistas y modernistas de la literatura puertorriqueña. Estos escritores influyeron decisivamente en la formación literaria de Julia, que, a pesar de las dificultades personales que ya comenzaban a acosarla, continuó cultivando su arte y consolidando su visión literaria. Esta relación con los más grandes poetas de su tiempo no solo enriqueció su formación poética, sino que también la introdujo a los círculos literarios de la isla.

En el verano de 1935, Julia de Burgos amplió sus estudios en la Universidad de Puerto Rico, donde tomó el curso de «Nursery School Education», una formación pedagógica que complementaba su vocación docente. Esta faceta educativa, unida a su creciente interés por las artes y las letras, definió su vida como una mujer comprometida tanto con la enseñanza como con la creación literaria.

Fue en el año 1936 cuando Julia de Burgos comenzó a dar a conocer públicamente su poesía. En esa época, su poema Es nuestra hora fue publicado en una hoja suelta que circuló en los círculos literarios de la isla. La joven poetisa emergió rápidamente como una figura prominente dentro del panorama literario puertorriqueño. Durante ese mismo año, su discurso La mujer ante el dolor de la Patria, pronunciado en la primera asamblea del Frente Unido Pro Convención Constituyente, la posicionó como una voz poderosa que no solo abordaba cuestiones literarias, sino también sociales y políticas, a través de una mirada femenina y sensible hacia la realidad de Puerto Rico.

Además de su incipiente carrera poética, Julia también empezó a colaborar con el programa radiofónico Escuela del Aire, una iniciativa educativa promovida por el Departamento de Instrucción Pública. Durante este tiempo, también se dedicó a escribir varios dramas breves que serían fundamentales para su desarrollo como dramaturga, tales como Llamita que quiere ser mariposa, Paisaje marino, La parranda del sábado y Coplas jíbaras para ser cantadas. Esta diversificación de su producción literaria mostraba la versatilidad de Julia y su habilidad para experimentar con diferentes géneros literarios.

En 1937, con el apoyo de su creciente fama, Julia de Burgos logró publicar su primer libro de poesía, Poemas exactos a mí misma. Aunque esta edición fue una publicación de tirada limitada y de calidad modesta, marcó un hito en su carrera literaria. Esta obra recogió algunos de sus poemas más celebrados, como Interrogaciones, Paisaje interior y Ronda nocturna, que fueron previamente publicados en diarios como El Imparcial. Estos primeros versos fueron claves para la consolidación de su voz poética, que ya comenzaba a resonar con fuerza dentro de la literatura puertorriqueña.

De esta forma, la infancia y juventud de Julia de Burgos se caracterizaron por una excepcional dedicación al estudio, el descubrimiento de su talento literario y el inicio de una carrera que la posicionaría como una de las más grandes poetas de Puerto Rico y de la literatura hispanoamericana. El viaje de la joven Julia hacia la madurez literaria y personal estaba en marcha, y en el horizonte se perfilaban los desafíos y las grandes realizaciones que marcarían su vida.

Primeros logros literarios y vida adulta (1931–1939)

El camino hacia la madurez literaria de Julia de Burgos comenzó en una época de transformación para la joven poetisa. A pesar de la enfermedad que marcaba su vida desde 1934, el ímpetu de su escritura, la fuerza de su voz poética y su inquebrantable deseo de conectarse con las grandes figuras literarias de su tiempo se combinaron para abrirle las puertas del reconocimiento y la fama, a pesar de los obstáculos personales y sociales que debió enfrentar.

Después de abandonar la Universidad de Puerto Rico en 1933, Julia de Burgos se dedicó de lleno a la educación y a la poesía. En sus primeros años como docente, comenzó a dar forma a su obra literaria, mientras lidiaba con la enfermedad que había sido diagnosticada en su cuerpo. La tragedia de su enfermedad, un cáncer que la acompañaría durante gran parte de su vida, no la apartó de su compromiso con la poesía ni de su desarrollo intelectual. Fue entonces cuando, en 1934, publicó su primer gran poema, Río Grande de Loíza, que le permitió dar a conocer su nombre en la escena literaria puertorriqueña.

En paralelo a su carrera literaria, Julia trabajó en la Estación de Leche de la Puerto Rico Economic Rehabilitation Agency (P.R.E.R.A.), una institución creada para asistir a las familias de la isla más necesitadas durante la Gran Depresión. Este trabajo solidario reflejaba su interés por las causas sociales y la justicia, a lo que también se sumaba su actividad en la educación, especialmente en la escuela rural del Barrio Cerdo Arriba, en Naranjito. Durante este tiempo, su vida personal experimentó un cambio significativo con su matrimonio en 1934 con Rubén Rodríguez Beauchamp, una unión que se disolvió tres años después. Este primer matrimonio de Julia de Burgos, que acabó en divorcio, fue reflejo de los complejos conflictos emocionales que la poetisa vivió a lo largo de su vida.

Fue durante estos años, entre 1934 y 1935, cuando Julia de Burgos comenzó a relacionarse más de cerca con los grandes poetas de la generación anterior, lo que tuvo un impacto directo en su crecimiento artístico y literario. Su encuentro con figuras como Luis Llorens Torres, Luis Palés Matos y Evaristo Ribera Chevremont, quienes representaban las dos grandes corrientes literarias dominantes en Puerto Rico en ese entonces, el modernismo y la vanguardia, marcó un hito en su vida. La influencia de estos grandes maestros de la poesía puertorriqueña fue clave en la formación de la voz lírica única de Julia, pero también le permitió ganar un espacio importante dentro de los círculos literarios de la isla. En particular, Luis Llorens Torres, figura de la poesía modernista puertorriqueña, fue quien la acogió en su círculo intelectual y la motivó a seguir adelante con su arte.

Durante 1935, un verano particularmente intenso en cuanto a actividad intelectual, Julia de Burgos continuó su formación académica, esta vez en la Universidad de Puerto Rico, donde realizó un curso titulado Nursery School Education, centrado en el estudio pedagógico de la educación infantil. Esta incursión en el campo pedagógico no fue casual, ya que la poetisa siempre mantuvo un fuerte vínculo con la educación como una herramienta para transformar a la sociedad. Sin embargo, mientras continuaba su trabajo pedagógico y su desarrollo literario, Julia se veía atrapada por los síntomas de su enfermedad, lo que hacía que cada uno de sus logros fuera más significativo y doloroso al mismo tiempo.

El reconocimiento de su trabajo y la difusión de su obra también se dio a través de su participación en el mundo literario de Puerto Rico. En 1936, su poema Es nuestra hora fue impreso en una hoja suelta que circuló entre los círculos literarios de la isla, lo que permitió que la joven poetisa se diera a conocer más ampliamente. Además, su participación activa en la vida pública de Puerto Rico comenzó a ganar protagonismo, sobre todo a partir de su intervención en la primera asamblea del Frente Unido Pro Convención Constituyente, en la que pronunció el discurso titulado La mujer ante el dolor de la Patria, donde abordó temas de justicia social y la situación de la mujer en la isla. Estos eventos marcaron su consolidación como una figura pública que no solo tenía una voz literaria, sino también una profunda preocupación por el contexto social y político de Puerto Rico.

Fue también en 1936 cuando Julia de Burgos comenzó a colaborar en Escuela del Aire, una serie de programas radiofónicos de carácter educativo promovidos por el Departamento de Instrucción Pública de Puerto Rico. A través de este medio, Julia pudo extender su alcance, especialmente hacia las comunidades rurales, donde su voz y su mensaje llegaron a nuevos públicos. Al mismo tiempo, la poeta empezó a experimentar con la escritura de dramas breves, obras que no solo marcaron su desarrollo como escritora, sino que también reflejaron su capacidad para abordar temas de la cultura popular puertorriqueña. Entre estos dramas se encuentran Llamita que quiere ser mariposa, Paisaje marino y Coplas jíbaras para ser cantadas, que daban cuenta de su profundo amor por la cultura boricua.

En 1937, Julia de Burgos logró finalmente ver publicada su primera colección de poesía, Poemas exactos a mí misma, una obra que se considera la primera muestra integral de su talento literario. Este libro, de tirada limitada y escaso apoyo editorial, recopiló algunas de las composiciones que ya había dado a conocer en la prensa, como Interrogaciones y Ronda nocturna. Esta primera publicación, aunque modesta en términos de difusión, fue un testamento de su dedicación a la poesía y de la convicción de que su trabajo merecía ser escuchado, a pesar de las limitaciones materiales y de salud.

Este mismo año, Julia se estableció en la capital, San Juan, donde siguió avanzando en su formación literaria, estudiando cursos de literatura inglesa y civilización contemporánea. Además, su presencia en los círculos literarios se hizo cada vez más fuerte, siendo considerada una de las voces más prometedoras de la poesía puertorriqueña. La poetisa compartía su tiempo entre la enseñanza, la creación literaria y su activismo social, siendo una constante defensora de la educación como una herramienta para el cambio.

En cuanto a su vida personal, 1938 fue un año de especial significancia. En ese momento, Julia inició una relación amorosa con el médico y sociólogo dominicano Juan Isidro Jimenes Grullón, quien jugaría un papel crucial en su vida emocional. Además, en ese mismo año, publicó su segundo libro de poesía, Poema en veinte surcos, que se consideró una obra más refinada y madura que la anterior. Esta publicación estuvo marcada por la necesidad de Julia de financiar los gastos médicos derivados de la enfermedad de su madre, lo que le permitió recorrer diferentes lugares de la isla para promover la venta de su obra. A través de estos esfuerzos, Julia logró no solo poner a la venta su trabajo, sino también difundir su mensaje, un mensaje de profunda conexión con la cultura puertorriqueña, el sufrimiento humano y la lucha social.

El ascenso de Julia de Burgos en el ámbito literario fue vertiginoso en este período. Su presencia en revistas literarias como Renovación y El Poeta de Hoy se consolidó, y su trabajo fue aclamado por la crítica. La aceptación de su obra, sin embargo, no fue sin dificultades, ya que Julia debía enfrentarse a los prejuicios y obstáculos de ser una mujer que se atrevía a abordar temas complejos, como la sexualidad, el sufrimiento y el dolor, en una sociedad que tradicionalmente limitaba las voces femeninas.

En 1939, el panorama cultural puertorriqueño le brindó un homenaje significativo: el Ateneo Puertorriqueño organizó un recital en su honor, donde se leyeron sus poemas y se discutieron las características de su obra literaria. La ocasión también le permitió rendir homenaje a su madre, quien falleció en octubre de ese año, y quien había sido una de las mayores fuentes de inspiración en su vida. La tristeza de perder a su madre, junto con la intensificación de su enfermedad, hizo que este año fuera particularmente difícil para Julia, pero también lo convirtió en un momento crucial para el reconocimiento de su obra.

La década de 1930, aunque marcada por dificultades personales y de salud, representó el momento en que Julia de Burgos se consolidó como una de las voces más prominentes de la literatura puertorriqueña y de la poesía hispanoamericana. Su capacidad para transformar el dolor y la adversidad en una expresión poética única la convirtió en una figura clave en la literatura de su tiempo, que hoy sigue siendo relevante e inspiradora.

Consolidación y reconocimiento en Puerto Rico (1939–1940)

La consolidación de Julia de Burgos como una de las más grandes poetisas de Puerto Rico y de Hispanoamérica tuvo su auge a finales de la década de 1930. Durante estos años, la poeta experimentó una doble dinámica: por un lado, su trabajo alcanzaba una mayor visibilidad en la vida literaria de la isla, mientras que, por otro, las tensiones emocionales y las dificultades personales comenzaban a tornarse más intensas, sumiendo a Julia en una crisis de identidad y en un constante proceso de reconfiguración tanto de su vida como de su obra.

En 1939, un año especialmente significativo para la poetisa, Julia de Burgos vivió una serie de eventos cruciales para su carrera literaria. El impacto de su primer libro de poesía, Poemas exactos a mí misma, había sido profundo, aunque la tirada fuera limitada y de baja calidad en su confección. A pesar de ello, la crítica ya reconocía en ella una de las voces más frescas y originales de la poesía puertorriqueña. En el mismo año, su segundo libro, Canción de la verdad sencilla, fue publicado, lo que le dio un nuevo impulso a su carrera. Este poemario, uno de los más celebrados de su producción, reflejaba su evolución como escritora y su capacidad para explorar de manera aún más profunda los sentimientos humanos, la identidad y el dolor social.

El impacto de Canción de la verdad sencilla fue inmediato, y el año 1939 comenzó a marcar un antes y un después en la vida de Julia. La obra no solo fue bien recibida por la crítica literaria, sino que también ganó el reconocimiento en círculos más amplios. La poetisa fue invitada a participar en diversos actos literarios, en particular en un recital homenaje organizado por el Ateneo Puertorriqueño, una de las instituciones culturales más prestigiosas de Puerto Rico. Este evento se celebró en el mismo año, donde se rindió un tributo a su obra y se discutió el valor de su poesía, que ya había trascendido el ámbito local. Este reconocimiento formal, en el que se destacaron sus versos más significativos, consolidó a Julia de Burgos como una de las grandes voces de la literatura puertorriqueña y, por extensión, de la literatura hispanoamericana.

Durante ese mismo año, Julia enfrentó el dolor de perder a su madre, Paula García, quien falleció el 12 de octubre de 1939. La muerte de su madre fue un golpe devastador para la poetisa, quien había encontrado en ella una gran fuente de inspiración y apoyo emocional. El fallecimiento de Paula dejó a Julia sumida en una profunda tristeza, pero también produjo una serie de poemas llenos de melancolía y reflexión sobre la muerte, el legado materno y la pérdida. Uno de estos poemas, titulado Mi madre y el río, fue leído por Julia durante el recital homenaje en el Ateneo Puertorriqueño, y se convirtió en uno de los momentos más emotivos de la velada.

Este mismo año, Julia continuó su labor de difusión literaria, publicando en varias revistas literarias importantes como El Poeta de Hoy y Renovación. Sus poemas, como Ay, ay, ay de la grifa negra, A Julia de Burgos y Romance a Guayama, aparecieron en estos medios, consolidando su presencia en la literatura puertorriqueña. Al mismo tiempo, su poesía comenzó a traspasar fronteras, ya que su obra empezó a ser leída en otros países de habla hispana, lo que le permitió ganar visibilidad en el panorama literario internacional. Su nombre se unió al de otros grandes poetas contemporáneos de América Latina, quienes también estaban luchando por abrir espacios para las voces femeninas en un mundo literario tradicionalmente dominado por hombres.

Un hecho clave que marcó este periodo de consolidación fue la publicación de su segundo poemario, Canción de la verdad sencilla, que, a pesar de ser un trabajo íntimo y doloroso, reflejaba la fortaleza de la poetisa y su capacidad para enfrentar los desafíos de su vida personal. Esta obra fue muy bien recibida por la crítica y se destacó por su sinceridad emocional y su exploración de los sentimientos de amor, dolor y lucha. En este libro, Julia de Burgos mostró una evolución en su estilo poético, caracterizándose por una mayor profundidad en el tratamiento de los temas existenciales y la expresión del yo. Fue esta obra la que le otorgó mayor reconocimiento y que la consolidó como una de las voces más potentes de la poesía en español.

No obstante, mientras su carrera ascendía, la vida personal de Julia de Burgos continuaba siendo compleja y llena de contradicciones. En 1938, la poetisa había iniciado una relación amorosa con el médico y sociólogo dominicano Juan Isidro Jimenes Grullón. Esta relación, que marcó un punto clave en su vida emocional, se tornó cada vez más significativa. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta relación también se vería empañada por tensiones y dificultades personales, las cuales serían el preludio de una serie de crisis emocionales que afectaron profundamente a Julia. En este momento de su vida, su relación con Jimenes Grullón era una fuente de inspiración y sufrimiento a la vez, lo que alimentó tanto la producción de su obra como las complicaciones que atravesó en su vida personal.

La poetisa, profundamente marcada por las luchas emocionales que vivía, siguió adelante con su carrera literaria y social. En este período, su identidad como mujer, poetisa y activista se consolidó, y Julia de Burgos se convirtió en una de las figuras más relevantes del movimiento cultural puertorriqueño de la época. En sus intervenciones públicas, en sus poemas y en sus discursos, siempre subrayó la importancia de la libertad de la mujer y de la justicia social, convirtiéndose en una de las voces más fuertes en la lucha por los derechos civiles y la igualdad de género en Puerto Rico.

A pesar de que su salud física seguía deteriorándose debido al cáncer que le había sido diagnosticado años antes, Julia de Burgos no permitió que la enfermedad la apartara de sus actividades literarias ni de su trabajo en la defensa de la educación y los derechos de las mujeres. Continuó sus estudios en la Universidad de Puerto Rico y siguió dando conferencias y recibiendo el reconocimiento de importantes intelectuales y artistas de la isla. En este período de consolidación, se hizo evidente que su vida profesional y su legado literario iban de la mano con sus experiencias personales, marcadas por el sufrimiento, la incomprensión y la lucha constante por su espacio en un mundo literario tradicionalmente dominado por hombres.

A finales de 1939, la vida de Julia de Burgos alcanzó una etapa de madurez literaria. A sus 25 años, ya se consideraba una de las grandes poetisas de su tiempo. A pesar de las tensiones emocionales, de la pérdida de su madre y de los desafíos personales que la aquejaban, Julia continuaba produciendo versos que la afirmaban como una de las escritoras más relevantes de su generación. Su poesía seguía teniendo una voz auténtica, un testimonio de las luchas y emociones humanas que la poeta vivió y plasmó en su obra.

La crítica, que había comenzado a valorar su trabajo a mediados de la década de 1930, se encontraba ahora ante una poetisa consolidada, cuya obra estaba madura y había trascendido los límites de la isla. En el panorama literario de Puerto Rico, Julia de Burgos se había ganado un lugar que muy pocas mujeres habían logrado antes, y su legado parecía estar destinado a perdurar mucho más allá de los límites de su tiempo.

Viaje a Nueva York y crisis personal (1940–1942)

La década de 1940 marcó un punto de inflexión crucial en la vida de Julia de Burgos. Durante este periodo, la poetisa puertorriqueña emprendió un viaje hacia los Estados Unidos que no solo redefiniría su carrera literaria, sino también su vida personal y emocional. A partir de 1940, su vida comenzó a verse teñida por una serie de circunstancias dolorosas, tanto externas como internas, que transformarían su existencia y tendrían un impacto irreversible en su salud mental y emocional.

En enero de 1940, Julia de Burgos viajó a Nueva York para participar en una serie de eventos culturales promovidos por la comunidad hispanoamericana que se encontraba en crecimiento en los Estados Unidos. Este viaje, que inicialmente parecía ser una oportunidad para ampliar su influencia literaria y social, también sería el inicio de una etapa de mayor soledad y desesperación para la poetisa. Durante los seis meses que pasó en Nueva York, Julia participó activamente en recitales de poesía y conferencias en las que compartió sus obras y reflexiones, lo que le permitió ganar mayor notoriedad en los círculos literarios y culturales de la ciudad.

En Nueva York, la poeta puertorriqueña comenzó a estrechar lazos con escritores y artistas de diferentes partes de América Latina. Entre ellos destacó la relación con el destacado poeta chileno Pablo Neruda, quien quedó fascinado con la obra de Julia de Burgos. En su encuentro, Neruda mostró un sincero interés por el trabajo de Julia y se comprometió a escribir un prólogo para su futuro libro El mar y tú, obra que la poetisa había comenzado a escribir en Cuba y que reflejaba su profunda conexión con el mar, la naturaleza y la identidad puertorriqueña. A pesar del auge de su reconocimiento, la creciente soledad de Julia en la ciudad y su lucha contra la enfermedad hicieron que su vida se volviera cada vez más compleja.

Durante su estancia en Nueva York, Julia de Burgos también participó en recitales que la llevaron a importantes escenarios de la ciudad, como el Master Theatre, donde se presentó el 17 de abril de 1940. En este recital, la poetisa leyó varios de sus poemas más conocidos, incluidos Amanecida, Nada, Principio de un poema sin palabras y Dame tu hora perdida. Estos poemas, cargados de la intensidad emocional que caracterizaba su estilo, revelaron el alma de una mujer marcada por el dolor y el desarraigo. Sin embargo, a pesar de su éxito en los escenarios, el contraste con su vida privada no era menos oscuro. A pesar de las luces de la fama, Julia de Burgos sentía que estaba profundamente sola y desorientada en un mundo que cada vez le resultaba más ajeno.

En los meses siguientes a su estancia en Nueva York, Julia de Burgos abandonó los Estados Unidos y viajó a Cuba, donde se reunió con Juan Isidro Jimenes Grullón, su amor más importante, quien la había acompañado en su vida desde hacía un tiempo. La relación con Jimenes Grullón, a pesar de las tensiones que ya se vislumbraban, parecía ser el único refugio emocional que Julia aún conservaba. A lo largo de los años anteriores, la poeta había experimentado una montaña rusa emocional relacionada con este hombre, pero también encontraba en él una fuente de inspiración, de pasión y, al mismo tiempo, de sufrimiento. En Cuba, Julia aprovechó la oportunidad para aprovechar los recursos del premio obtenido por la publicación de Canción de la verdad sencilla, lo que le permitió quedarse en la isla un tiempo, primero en Santa Clara y luego en Trinidad, donde se sumergió en la vida cultural cubana.

Este regreso a Cuba, aunque estuvo marcado por el afecto de la comunidad intelectual cubana, también evidenció el contraste con los recuerdos y las sombras que Julia de Burgos arrastraba consigo. A pesar de su creciente éxito, la poeta sentía que su vida se estaba desmoronando, y la relación con Jimenes Grullón no hizo más que profundizar esa sensación de caos emocional. La separación con él, ocurrida en 1942, fue el detonante de una nueva crisis en la vida de la escritora, quien ya lidiaba con la angustia de un diagnóstico de cáncer avanzado, trastornos psíquicos y una creciente dependencia del alcohol.

En este periodo de transición, Julia de Burgos se sintió como una mujer atrapada entre dos mundos: el de la reconocida poetisa que tenía en sus manos una obra significativa y el de una mujer quebrada por las desilusiones amorosas y el sufrimiento físico y emocional. La separación con Jimenes Grullón marcó el fin de una etapa en la vida de Julia, aunque ella misma no pudo prever la magnitud del impacto que tendría en su salud mental y su futuro. La poetisa abandonó Cuba de manera abrupta, sin avisar a casi nadie, y regresó a Nueva York, donde la situación emocional de la escritora empeoró notablemente.

El regreso a Nueva York fue el comienzo de un período de oscuridad existencial para Julia de Burgos. Durante esos meses, la poetisa vivió de manera errática, mudándose constantemente de residencia y buscando empleos temporales para sobrevivir. Sus días se llenaron de una constante sensación de desarraigo y desesperanza. Fue en este contexto de caos que Julia de Burgos aceptó trabajos que la distanciaban cada vez más de la vida literaria que había construido con tanto esfuerzo. Trabajó como inspectora de óptica, empleada en un laboratorio químico, vendedora de lámparas, oficinista y costurera. La poeta, cuya obra había sido celebrada por su poder de evocación y su profunda conexión con la realidad social, se vio forzada a dejar atrás el que había sido su mayor refugio: la escritura.

A pesar de las adversidades, Julia de Burgos continuó enviando cartas a su hermana Consuelo, quien vivía en Puerto Rico, y fue a través de esas cartas que la escritora reveló la magnitud de su sufrimiento y la desconexión que sentía con el mundo que la rodeaba. Durante ese periodo de oscuridad creativa y emocional, Julia de Burgos también experimentó un doloroso distanciamiento con su propia identidad, ya que la escritora se encontraba atrapada en una crisis de autoimagen, incapaz de encontrar un equilibrio entre la persona que era en el escenario público y la que vivía en la soledad de su alma.

En 1944, tras varios años de silencio creativo, Julia de Burgos emergió del retiro emocional en el que se encontraba al aceptar un puesto como redactora en la revista Pueblos Hispanos. Durante este tiempo, comenzó a tomar un renovado interés por los movimientos literarios y sociales de su país, gracias en parte a las noticias que recibía de su antiguo amigo, el poeta Luis Llorens, quien estaba gravemente enfermo en Nueva York. La muerte de Llorens, a quien Julia siempre había considerado un mentor, la afectó profundamente, pero también la impulsó a seguir adelante con sus proyectos literarios, a pesar de la tormenta emocional que la asolaba.

Julia, sin embargo, aún no encontraba consuelo, y aunque fue invitada a participar en otros eventos literarios y recibió nuevos homenajes, la salud de la poeta, tanto física como mental, continuaba en declive. En 1945, a pesar de su creciente desgaste, aceptó un empleo en Washington como oficinista en el Coordinator of Interamerican Affairs. Este trabajo, a pesar de sus limitaciones, la acercó a nuevos círculos intelectuales, entre los cuales destacó su encuentro con el poeta español Juan Ramón Jiménez, quien había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura. La relación con Jiménez, aunque fugaz, reafirmó la vigencia del talento literario de Julia, que, a pesar de sus luchas personales, seguía siendo reconocida y admirada por figuras literarias de renombre mundial.

A pesar de los intentos por restablecer su equilibrio y su identidad literaria, la vida de Julia de Burgos continuó su curso marcado por la enfermedad y la creciente desesperación. La poeta, consciente de su enfermedad terminal y su salud deteriorada, vivió en un constante estado de angustia, entre la lucha por mantener su vigencia literaria y el sufrimiento emocional y físico que la aquejaba.

Últimos años y legado póstumo (1943–1953)

Los últimos años de la vida de Julia de Burgos estuvieron marcados por una constante lucha contra sus propios demonios, tanto físicos como emocionales, una batalla que la llevó a un final prematuro, pero que también consolidó su legado como una de las voces más importantes de la poesía hispanoamericana. La década de 1940 se convirtió en un período de intensas crisis personales, literarias y de salud para la poetisa, pero también fue la etapa en la que su nombre empezó a resonar más allá de Puerto Rico, con un reconocimiento que, aunque tardío, la colocó en un lugar destacado en la historia de la literatura.

En 1943, después de haber pasado por un largo período de crisis personal y profesional, Julia de Burgos experimentó una ligera recuperación, tanto emocional como física, gracias a un breve regreso a la vida literaria. Ese mismo año, publicó varios poemas en la revista Pueblos Hispanos, y aunque su salud seguía siendo frágil, esta participación la acercó nuevamente a los círculos intelectuales de la comunidad hispana en Nueva York. A pesar de su deterioro físico, Julia logró encontrar algo de paz en el trabajo que realizaba, aunque su cuerpo y mente seguían siendo prisioneros de sus pasados dolores.

La relación con su esposo, el músico Armando Marín, un puertorriqueño de la isla de Vieques, marcó un nuevo capítulo en la vida de Julia, ya que se trasladó a Washington, D.C., con él en 1944. Allí, la poetisa continuó trabajando como oficinista en el Coordinator of Interamerican Affairs, un puesto que ocupó en un esfuerzo por estabilizar su vida material y, al mismo tiempo, participar en el ambiente intelectual de la capital estadounidense. Sin embargo, a pesar de la estabilidad laboral, la poetisa continuó luchando contra su creciente dependencia del alcohol y la incertidumbre que sentía sobre su futuro literario y personal.

Este período estuvo marcado por la incertidumbre y la desconexión emocional. La separación de su amor más duradero, Juan Isidro Jimenes Grullón, dejó una huella profunda en su vida y en su obra. A pesar de los intentos por superar esta pérdida, Julia nunca dejó de sentir el vacío que dejó esa relación, y la tensión entre su vida pública como poeta y su dolor interno se acentuó aún más. La sensación de desarraigo continuó, y la poetisa, aunque reconocida y admirada, se enfrentaba al deterioro físico y psíquico que le causaba la enfermedad terminal que le habían diagnosticado años atrás.

Para 1945, los recuerdos de su vida en Puerto Rico, el sufrimiento por la enfermedad de su madre y la separación de los amores de su vida seguían presentes. Julia se sintió cada vez más desconectada de su propio ser, lo que quedó reflejado en sus últimos escritos. A pesar de sus problemas personales y de salud, la poeta continuaba escribiendo y buscando su lugar en el mundo literario. Fue en esos años cuando recibió una invitación de Juan Ramón Jiménez, el poeta español y ganador del Premio Nobel, quien quedó profundamente impresionado por su obra. Aunque la vida de Julia de Burgos estaba marcada por el sufrimiento y la enfermedad, el reconocimiento de su talento por una figura tan importante del mundo literario mundial fue un consuelo en sus últimos años.

En 1947, aún luchando con sus problemas de salud, Julia de Burgos pronunció una conferencia en Nueva York, en la que rindió homenaje al poeta puertorriqueño Luis Llorens Torres, quien había fallecido en ese mismo año. La participación de Julia en este evento se convirtió en un momento de resurgimiento en su vida pública, aunque sus propias dificultades personales no le permitieron disfrutar plenamente de este tipo de homenajes. La sombra del dolor y la angustia seguía siendo su constante compañera, y a pesar de los momentos de lucidez y creatividad, Julia vivía sumida en un mar de dudas y desesperación.

A principios de la década de 1950, la situación de salud de Julia de Burgos empeoró significativamente. La poetisa se encontraba cada vez más afectada por el cáncer que había arrastrado durante tantos años, lo que le generaba fuertes dolores físicos, además de los trastornos psíquicos relacionados con su sufrimiento emocional. Durante 1951 y 1952, la poetisa casi desapareció del radar público, con pocas apariciones públicas. Sin embargo, en 1951, participó brevemente en un programa de radio en el que recitó su poema Homenaje al cantor de Colleres, un tributo a Llorens Torres, en el cual se mostró emocionada, pero también fatigada por el paso del tiempo.

A pesar de los esfuerzos de su hermana Consuelo por darle apoyo en esos últimos años de vida, Julia de Burgos nunca volvió a estar plenamente recuperada. En 1952, se emprendió un esfuerzo por publicar El mar y tú, su último libro de poesía, que había sido dejado en manuscrito. Consuelo, con el apoyo de algunos amigos cercanos, trató de lograr la publicación de la obra antes de la muerte de Julia, pero este esfuerzo fue en vano. El año 1952 culminó con la intervención quirúrgica a la que Julia fue sometida en diciembre, una operación en sus cuerdas vocales, que la dejó hospitalizada en el Goldwater Memorial Hospital en Nueva York, donde permaneció bajo cuidados médicos. Este fue el último de los muchos hospitales en los que la poetisa había estado a lo largo de su vida, debido a sus enfermedades y crisis de salud.

En el mes de febrero de 1953, mientras se encontraba en el hospital, Julia de Burgos escribió uno de sus últimos poemas, titulado Farewell in Welfare Island («Adiós en la isla del bienestar»). Este poema, escrito en inglés, es un desgarrador canto a la muerte como única salida a su sufrimiento físico y emocional. La obra refleja la angustia de una mujer que ya no veía esperanza en el horizonte, sino solo la inevitabilidad de su final. El poema, lleno de desesperación y resignación, es una de las últimas manifestaciones de su genio literario.

El 5 de julio de 1953, Julia de Burgos abandonó el hospital y salió hacia el domicilio de algunos familiares. No se supo nada más de ella durante los días siguientes, hasta que, el 4 de agosto de 1953, su cuerpo fue encontrado sin vida en una esquina entre la 106th Street y la Quinta Avenida en Nueva York. El informe oficial de su muerte señaló que había fallecido a causa de una pulmonía lobular. La poetisa puertorriqueña, cuyo cuerpo no llevaba identificación, permaneció en los depósitos forenses durante varias semanas hasta que, gracias a la publicación de una fotografía en la prensa, su identidad fue confirmada. La noticia de su muerte fue un shock para el mundo literario, pero su legado ya había comenzado a cobrar forma en la memoria colectiva.

El reconocimiento póstumo de Julia de Burgos se convirtió en un fenómeno literario que la consolidó como una de las figuras más emblemáticas de la literatura hispanoamericana escrita por mujeres. En 1953, se publicó un número especial de la revista Artes y Letras, dedicado a su vida y obra, y su obra continuó siendo leída, estudiada y apreciada en diferentes contextos. En 1954, su poemario El mar y tú finalmente fue publicado en Puerto Rico, y la obra se convirtió en un emblema de la poesía puertorriqueña y feminista. La década de 1960 trajo consigo una serie de homenajes y reediciones, y en 1987, el Colegio Universitario de Humacao otorgó a Julia de Burgos el título de Doctor Honoris Causa en Letras Humanas, a título póstumo, como reconocimiento a su invaluable contribución a la cultura literaria.

A través de su poesía, Julia de Burgos sigue siendo una figura indiscutible, no solo en la literatura puertorriqueña, sino en el panorama literario global. Sus versos, llenos de pasión, dolor y humanidad, continúan siendo fuente de inspiración para generaciones de escritoras y poetas, quienes encuentran en ella una voz poderosa que luchó por los derechos de las mujeres, la justicia social y la autenticidad del ser.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Julia de Burgos (1914–1953): Voz poética del feminismo y la identidad puertorriqueña". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/burgos-julia-de [consulta: 1 de octubre de 2025].