Bousquet, Joë (1897-1950).
Poeta francés, nacido en Narbonne (capital del departamento de Aude) el 19 de marzo de 1897 y fallecido en Carcassonne (ciudad perteneciente a dicho departamento) el 28 de septiembre de 1950. Autor de una honda y depurada producción poética en la que el lenguaje trasciende la realidad cotidiana para indagar en la esencia del ser humano, está considerado como uno de los poetas que más influencia han ejercido en las generaciones de escritores franceses de la segunda mitad del siglo XX.
Vida
Hijo de un reputado médico de Narbona, recibió en su niñez una esmerada educación escolar, iniciada en el colegio religioso de Saint-Jospeh de Cluny, sito en Carcassonne (ciudad a la que se había trasladado toda su familia, obedeciendo a las exigencias laborales del progenitor, cuando el pequeño Joë contaba tres años de edad). Concluida su formación básica, cursó sus estudios de enseñanza secundaria en el Liceo de Carcassonne, hasta que en 1913, cumplidos ya los dieciséis años de edad, se trasladó a Inglaterra para permanecer durante una larga temporada junto a una humilde familia de Southampton, con lo que consiguió su objetivo de dominar a la perfección la lengua inglesa.
A su regreso a Francia, volvió a instalarse en el seno de su familia, que en 1915, en plena Primera Guerra Mundial, abandonó el departamento de Aude y se afincó en París, donde el joven Joë Bousquet tuvo oportunidad de completar su formación académica ingresando en la Escuela de Estudios Comerciales. En esta actividad estudiantil andaba ocupado cuando en 1916, tan pronto como hubo cumplido los diecinueve años de edad, fue llamado a filas y destinado a Aurillac (en la región de Auvernia), donde recibió una completa instrucción militar que le permitió obtener el grado de oficial de Infantería. Movilizado sin mayor dilación, en su condición de teniente tomó parte activa en el mismo frente de combate y protagonizó algunas acciones heroicas que le fueron reconocidas con la entrega de diferentes condecoraciones; pero su intervención directa en la lucha armada no habría de saldarse sólo con victorias, honores y sucesos felices, ya que su implicación heroica en el combate le tenía reservada una desgracia de terribles proporciones. En efecto, el 27 de mayo de 1918, cuando la guerra estaba ya prácticamente concluida, una bala alcanzó de lleno a Joë Bousquet en el pecho, le atravesó un pulmón y le quebró de forma irreversible una vértebra, de resultas de lo cual vino a quedar paralítico y reducido a una silla de ruedas para el resto de sus días.
Trasladado a su querida ciudad de Carcassonne -ciudad a la que estuvo permanentemente vinculado desde los tres años hasta la fecha de su muerte-, se interesó desde allí por todas las innovaciones estéticas e ideológicas que hacían eclosión en la Europa del momento y, de forma muy señalada, en París, donde florecía con singular vehemencia el movimiento surrealista. Por vía epistolar y a través de su círculo de amistades pertenecientes al ámbito de las Letras, Joë Bousquet entró en contacto con el grupo surrealista integrado -entre otros- por André Breton (1896-1966), Paul Éluard (1895-1952) y Philippe Soupault (1897-1990), y pronto sus artículos y poemas se hicieron frecuentes en las principales publicaciones de dicha corriente. Al mismo tiempo, Bousquet comenzaba a significarse públicamente como uno de los artistas y pensadores más comprometidos con el movimiento pacifista, sobre todo a raíz de la virulenta carta pública que, en 1925, dirigió al poeta y dramaturgo Paul Claudel (1868-1955) -a la sazón consagrado ya como uno de los grandes «popes» de las Letras francesas, y el mayor renovador del catolicismo entre la intelectualidad del momento-, carta en la que le exigía que se pronunciase públicamente en contra de las guerras y las sangrientas revoluciones que amenazaban con destruir el mundo contemporáneo.
Entretanto, su producción literaria sólo se conocía por las muestras aparecidas en las publicaciones periódicas que tanto animaron el panorama cultural en la Europa de entreguerras, ya que, con la excepción de una pequeña plaquette que, hacia mediados de los años veinte, había publicado en Nîmes bajo el pseudónimo de Pierre Maugars, demoró la impresión de su primer poemario hasta 1930. Fue en dicho año, cuando había cumplido ya los treinta y tres, cuando Joë Bousquet irrumpió en los escaparates de las librerías francesas con el poemario titulado La fiancée du vent (La novia del viento, 1930), obra que causó una grata impresión entre los lectores y la crítica especializada, y convirtió de la noche a la mañana al escritor de Narbona en un autor de culto.
En efecto, a partir de entonces su modesta habitación de enfermo en Carcassonne empezó a ser visitada por los grandes escritores franceses de aquel período, deseosos de conversar en persona con quien sólo conocían por su firma en las revistas literarias. En su silla de ruedas, Bousquet recibió a algunos autores de la talla de Paul Valéry (1871-1945), André Gide (1869-1951), Jean Cassou (1897-1981), Louis Aragon (1897-1982) y, entre otros muchos, a la alemana exiliada en Francia Anna Seghers (1900-1983) y al ya citado Paul Éluard. Consagrado, pues, como una de las mentes más lúcidas del panorama intelectual francés del siglo XX, Joë Bousquet continuó desplegando su intensa actividad poética desde su alejado retiro provinciano, sin renunciar nunca a ese papel de conciencia crítica de una sociedad cada vez más empecinada en su propia aniquilación. Así, al estallar la Segunda Guerra Mundial convirtió su modesta casa rural en un refugio clandestino donde se ocultaron numerosos judíos perseguidos por el afán exterminador del ejército invasor alemán; y a tal extremo llegó a comprometerse, sin parar mientes en su frágil salud, con la causa de la Francia libre, que el finalizar la conflagración bélica internacional fue nombrado presidente del Comité de Intelectuales del departamento de Aude.
No disfrutó mucho tiempo de este honroso cargo, ya que en 1947 sufrió un repentino ataque de uremia que estuvo a punto de acabar con su vida; y, aunque logró recuperarse de este gravísimo achaque, no pudo evitar sucesivas recaídas que auguraban un triste desenlace (ya que su sangre presentaba cada vez más impurezas que su organismo no conseguía eliminar). En esta penosa situación, entre ataque y ataque, sobrevivió por espacio de tres años, hasta que en septiembre de 1950 experimentó un serio empeoramiento que aconsejó a los facultativos su ingreso inmediato en el hospital de Carcassonne. Ante la constatación de que nada se podía hacer por salvar su vida, el día 27 de dicho mes fue enviado de nuevo a su domicilio, en el que falleció en el transcurso de la jornada siguiente. Tras su muerte, los jóvenes poetas franceses convirtieron a Joë Bousquet en uno de los grandes maestros de las nuevas generaciones, ensalzando una obra poética que -aunque admirada en vida por sus colegas escritores y por la crítica especializada- hasta entonces no había gozado de la fama y el reconocimiento que merecía. Así, durante la segunda mitad del siglo XX la poesía de Bousquet se convirtió en objeto de numerosos ensayos, tesis doctorales y números monográficos de revistas literarias, y dejó su huella evidente en las obras primerizas de gran parte de los poetas franceses que le sucedieron.
Obra
Para el poeta nacido en Narbona, la belleza inherente al hecho poético no debe convertirse en un mero objeto artístico que se contempla, aislado, en la vitrina de un museo, sino en fuerza evocadora de la verdad, la justicia, la paz y cuantas ilusiones y utopías puedan humanizar la realidad cotidiana. Según sus propias palabras, la poesía es «don de la verdad, que prepara la victoria de la conciencia sobre le yo«, mientras que «el amor a la realidad no es más que el presentimiento de la belleza por descubrir«; de ahí que, en su opinión, el poeta está obligado «a buscar en su corazón la fuente de los pensamientos que iluminaron la vida, los deseos que la animaron desde que es gracia«.
Todo ello empezó a quedar patente en la tardía aparición de su primer volumen de versos, el ya citado La fiancée du vent (La novia del viento, 1930), al que siguió, en el transcurso de aquel mismo año, un nuevo poemario de Bousquet titulado Voie libre (1930), escrito en colaboración con Ph. Lamour y C. Suarès. La aparición de estas dos obras confirmó las buenas expectativas creadas por sus publicaciones dispersas en la prensa literaria, lo que animó a Joë Bousquet a dar a la imprenta nuevas colecciones de versos como las tituladas Il ne fait pas asser noir (1932), La Comédie Psychologique (1932) -obra escrita en colaboración con el gran poeta y prosista René Daumal (1908-1944) y el ya citado Suarès-, Le rendez-vous d’un soir d’hiver (1933), Une passante bleue et blonde (1934), Lumière, infranchissable pourriture (1935), Les petits papiers de Monsieur Sureau (1935), L’une. L’autre, L’une et l’autre (1935), La tisane de sarments (1936), La mal d’enfance (1936), Traduit du silence (1936), La passeur s’est endormi (1939), Iris et petite fumée (1939), Le medisant par bonté (1945), La connaissance du soir (1945), Le meneur de lune (1946), L’Oeuvre de la nuit (1946) y Le fruit dont l’ombre est la saveur (1947).
Tras la desaparición de Joë Bousquet, vieron la luz algunos poemarios suyos publicados póstumamente bajo los títulos de La neige d’un autre âge (1953), Le mal du soir (1953), Les capitales (1955), Langage entier (1966) y Lettres à Poisson d’or (1967).
Bibliografía
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Francia: Literatura.
J. R. Fernández de Cano.