Blanco, Eduardo (1839-1912).
Narrador, dramaturgo, militar y político venezolano, nacido en Caracas en 1839 y fallecido en su ciudad natal en 1912. Autor de una brillante producción literaria que le consagró como el iniciador del género fantástico en la narrativa breve venezolana, es recordado principalmente por su espléndida novela titulada Zárate (1882), considerada como la primera obra de tema venezolano y, en cierto modo, el punto de partida de la posterior novela nacional.
Volcado en su temprana juventud al ejercicio de las armas, a los veinte años de edad dio inicio a una brillante carrera militar que pronto le situó entre los edecanes favoritos del general José Antonio Páez, cuya confianza se granjeó durante el transcurso de la Guerra Federal (1859-1863). Ya en el último trecho de su agitada andadura vital, el anciano caudillo relató a su joven ayudante de campo numerosos recuerdos de sus antiguas andanzas militares, con las que alcanzó muchos momentos de gloria y llegó a convertirse en uno de los héroes de la emancipación venezolana. Al hilo de estas relaciones surgidas de la memoria del viejo Páez, Eduardo Blanco, lejos de experimentar el enardecimiento de su vocación militar, sintió la necesidad de recuperar la antigua inclinación a la literatura que había tenido en su adolescencia, cuando cursaba su formación secundaria en el Colegio «El Salvador del Mundo», bajo el fecundo magisterio del gran poeta Juan Vicente González. Recordó, entonces, lejanas lecturas de juventud que habían excitado su curiosidad literaria y sus aficiones épicas, como las obras universales de Alejandro Dumas y Víctor Hugo, y decidió abandonar su brillante trayectoria militar (que, en una ascensión meteórica, le había llevado hasta el grado de coronel del Estado Mayor) para consagrarse de lleno a la escritura.
Surgió así su primera pieza literaria, un relato titulado «El número 111» que, publicado bajo el pseudónimo de «Manlio», vio la luz en 1873 entre las páginas de la publicación periódica caraqueña La Revista. Al año siguiente, otra revista de Caracas, La Tertulia, dio a conocer por entregas un nuevo relato de Eduardo Blanco, el folletín romántico titulado «Vanitas vanitatis», al que siguió, a partir del 21 de mayo de 1875, la publicación -también por entregas- de su novela sentimental La penitente de los Teatinos, que pocos meses después vería la luz en formato de libro bajo el nuevo título de Una noche en Ferrara (Caracas: Imprenta Federal, 1875). Por aquel entonces, la revista La Tertulia, ante el éxito cosechado entre sus lectores por estos relatos primerizos de Eduardo Blanco, reveló la auténtica identidad que se ocultaba tras ese enigmático pseudónimo de «Manlio».
Pero su gran triunfo literario tuvo lugar el día 2 de agosto de 1879, fecha en la que se estrenó en el Teatro Caracas la pieza dramática titulada Lionfort (Caracas: Imprenta de Vapor de La Opinión Nacional, 1879), un drama en tres actos que supuso la primera y exitosa aparición de Eduardo Blanco en el panorama de la escena venezolana. Esta pieza teatral, que mereció los elogios unánimes de críticos y espectadores, consagró al escritor caraqueño entre las figuras literarias de su tiempo, reconocimiento que pronto se vio respaldado por la aparición a comienzos de los años ochenta de una de sus obras maestras, titulada Venezuela heroica (Caracas: Imprenta Sanz, 1881). Se trata de una espléndida narración histórica que, aparecida en plena consolidación del Estado bajo los auspicios de la ideología liberal que dominaba en aquel período, pronto se convirtió en el mejor emblema de los valores que contribuyeron a forjar la identidad nacional venezolana. Escrita en un estilo vigoroso que potencia la plasticidad de sus secuencias narrativas y el inflamado aliento épico que recorre todas sus páginas, esta narración histórica de Eduardo Blanco apareció, ante los miles de lectores que agotaron de inmediato su primera tirada de dos mil ejemplares, como una encendida soflama que ensalzaba las proezas de unos héroes vinculados entre sí por su amor a la patria y, al mismo tiempo, por la devoción que hacia ellos sentían todos los venezolanos. Así, al reconstruir con la recreación de sus hazañas el pasado reciente, el escritor caraqueño no sólo consiguió convertirse en el imán de la admiración de todos sus compatriotas, sino que logró también un objetivo que, a pesar de sus numerosos afanes, no había alcanzado el gobierno liberal de Antonio Guzmán Blanco: otorgar carta de naturaleza a ese sentimiento patriótico que debería contemplar a Venezuela como una unidad nacional, en un tiempo en el que cualquier observador, desde dentro o desde fuera de las fronteras del país, podía vislumbrar únicamente un panorama social, político y económico realmente fragmentado, en un territorio carente de cohesión interna y desprovisto de unos ideales e intereses comunes que pudieran forjar ese sentimiento de unidad.
A pesar de estos logros, Venezuela heroica no puede considerarse un panfleto ideológico, y tampoco una mera relación de personajes y acontecimientos que, como si de un manual histórico se tratase, ofreciera al lector una mera reconstrucción rigurosa y fidedigna del pasado reciente de la nación. Antes bien, la obra maestra de Eduardo Blanco debe leerse como una auténtica pieza literaria en la que la plástica dramatización de los hechos, el exquisito tratamiento del lenguaje y la intención fabuladora del narrador (siempre afortunado en la incrustación de personajes y situaciones ficticias) triunfan por encima de cualquier interés didáctico, metodológico o ideológico.
Alentado por la excelente recepción dispensada a esta narración histórica (que, en tan sólo dos años, requirió cinco ediciones), Eduardo Blanco recopiló al año siguiente de su aparición sus dos relatos primerizos titulados «El número 111» y «Vanitas vanitatis» -al que ahora rotuló con una pequeña variación, más acorde con la correcta expresión latina- en el volumen titulado Cuentos fantásticos: Vanitas vanitatum y El número 111 (Caracas: Imprenta Bolívar, 1882). Aquel mismo año dio a la imprenta los dos volúmenes de su novela extensa Zárate (Caracas: Imprenta Bolívar, 1882), que incrementó su enorme popularidad y le otorgó el honroso título de creador de la novela nacional venezolana. Se trata de una narración característica de la prosa romántica, cuya originalidad estriba en que la figura de su protagonista, el bandolero Zárate, refleja a la perfección la idiosincrasia de la población criolla.
A mediados de la década de los años noventa, con motivo de los fastos organizados para conmemorar el Centenario del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, Eduardo Blanco dio a los tórculos una nueva recopilación de narraciones cortas, presentada bajo el título de Las noches del Panteón (Caracas: Tipografía El Cojo, 1895), a la que siguió, tras un largo decenio de silencio editorial -aunque no creativo- la tercera novela extensa del narrador caraqueño, titulada Fauvette (Caracas: Imprenta Bolívar, 1905). Entre la publicación de ambas obras, el antiguo edecán de José Antonio Páez dejó estampados varios relatos entre las páginas de la revista El Cojo Ilustrado, piezas que, agrupadas en dos series bajo los epígrafes de «Tradiciones épicas» y «Cuentos Viejos», vieron la luz en forma de volumen impreso en 1912, a los pocos días de la muerte del escritor de Caracas. En este libro póstumo, titulado Tradiciones épicas y cuentos viejos (París: Librería P. Ollendorff, 1912), quedaron recogidos dentro de la primera serie algunos relatos tan memorables como «Manuelote», «Entre centauros», «El jardinero de la Viñeta», «Fecha clásica» y «Carne de cañón»; y, en la serie segunda, otros cuentos tan elogiados por críticos y lectores como «Drama íntimo», «Claudia», «Annella» y «Bajo la ceiba».
Mirla Alcibíades, estudiosa de la singular producción literaria de Eduardo Blanco, ha sabido sintetizar la riqueza y variedad temática de su obra en cuatro modalidades que abarcan en su totalidad las parcelas genéricas y los contenidos explotados por el escritor de Caracas: la «narrativa histórica o de referente histórico» (en la que están contenidas la novela Venezuela heroica, algunas de las narraciones de Las noches del Panteón, y las piezas breves «Manuelote», «Entre centauros», «El jardinero de la Viñeta» y «Fecha Clásica»); los «relatos de preocupación nacional, casi siempre bajo la modalidad criollista» (donde tienen cabida la novela Zárate y algunos cuentos como «Carne de cañón», «Bajo la ceiba» y «Drama íntimo»); las obras «propiamente románticas, por su voluntad de cultivar el conflicto amoroso» (como el drama Lionfort y los relatos «Claudia» y «Annella»); y la narrativa específicamente fantástica, «aquella que explota lo onírico, lo irracional, lo dantesco, en escenarios que [Eduardo Blanco] puebla de fantasmas, mefistófeles y muerte» (plasmada en títulos como Cuentos fantásticos: Vanitas vanitatum y El número 111, y Las noches del Panteón). A la luz de esta excelente clasificación temática de la obra de Eduardo Blanco, la citada investigadora encuentra, dentro de la diversidad de contenidos heterogéneos que la caracterizan, una constante que se repite con asombrosa fidelidad en todos sus escritos: la permanente oposición -tan cara al gusto romántico- de valores antagónicos como «libertad-opresión«, «fidelidad-traición«, «razón-sinrazón» o «materialismo-cristianismo«.
Cabe recordar, por último, antes de concluir esta semblanza bio-bibliográfica del autor caraqueño, la dimensión pública de un hombre comprometido con la política de su tiempo como lo fue Eduardo Blanco, quien ostentó los cargos de ministro de Relaciones Exteriores entre 1900 y 1905, y de ministro de Instrucción pública entre 1905 y 1906.
Bibliografía.
-
ALCIBÍADES, Mirla: «Blanco, Eduardo», en MEDINA, José Ramón [dir. literario]: Diccionario Enciclopédico de las Letras de América latina (DELAL), Caracas: Biblioteca Ayacucho/Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1995, pp. 640-643.
-
BARNOLA, Pedro Pablo: Eduardo Blanco, creador de la novela venezolana. Estudio crítico de su novela «Zárate», Bogotá: Pontificia Universidad Católica Javierana, Facultad de Filosofía, Letras y Pedagogía, 1954.
-
KEY-AYALA, Santiago. Eduardo Blanco y la génesis de «Venezuela heroica» (Caracas: Tipografía Americana, 1920).
-
SUBERO, Efraín [dir.]: Contribución a la bibliografía de Eduardo Blanco 1838-1912, Caracas: Universidad Católica Andrés Bello [Escuela de Letras, Centro de Investigaciones Literarias]/Ediciones de la Gobernación del Distrito Federal, 1971.
-
VV. AA.: Coronación de don Eduardo Blanco, Caracas: Litografía y Tipografía del Comercio, 1911.
J. R. Fernández de Cano.