Bernardo Bertolucci (1941–2018): El Cineasta que Transcendió los Límites del Arte
Bernardo Bertolucci nació en Parma, Italia, el 16 de marzo de 1941, en una época en que Italia estaba inmersa en la posguerra, tratando de superar las secuelas de la Segunda Guerra Mundial y el régimen fascista que había marcado profundamente la historia del país. El Reino de Italia se encontraba en un proceso de reconstrucción, tanto material como moral. La sociedad italiana estaba marcada por el miedo a la represión, el resurgir de movimientos políticos de extrema izquierda y derecha, y el desgaste de una guerra devastadora.
Italia, como muchos países de Europa, se encontraba en una encrucijada, luchando por encontrar una nueva identidad en un mundo que estaba cambiando rápidamente. En este contexto de tensión y esperanza de renovación, la familia Bertolucci ofreció un ambiente intelectualmente estimulante, en el cual Bernardo se desarrolló.
La influencia del régimen fascista y la Segunda Guerra Mundial se sentían en la sociedad italiana, aún cuando la generación de Bertolucci era joven y no vivió directamente los horrores de la guerra. No obstante, los ecos de la brutalidad de esos años influenciaron la forma de pensar y ver el mundo de muchos de los artistas de su generación, incluido Bertolucci.
La familia Bertolucci estaba profundamente ligada al mundo intelectual y artístico, y no es sorprendente que Bernardo haya sido impulsado hacia las artes desde una edad temprana. Su padre, Attilio Bertolucci, fue un reconocido poeta y crítico literario de ideología marxista. A lo largo de su vida, Attilio trató de desarrollar una estética basada en principios marxistas que influiría fuertemente en la formación de Bernardo. De hecho, Bernardo fue testigo de primera mano de cómo las ideas políticas y estéticas se entrelazaban en la vida diaria y, sin duda, este entorno familiar fue decisivo para su futura carrera como cineasta.
Además de la influencia de su padre, Bertolucci se vio influenciado por otras figuras literarias y artísticas. Desde niño, se sintió atraído por la literatura y comenzó a componer sus propios poemas. Su interés por el cine comenzó a tomar forma cuando, aún adolescente, recibió una pequeña cámara con la que empezó a experimentar y a registrar su entorno, lo que evidenció su interés por la imagen en movimiento.
A los veinte años, uno de los amigos de su padre, el escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini, tendría una profunda influencia en el joven Bertolucci. Pasolini, quien en sus primeros años fue conocido más por su literatura que por su cine, representó un modelo tanto artístico como ideológico para Bertolucci, quien se sintió profundamente atraído por la visión del mundo y el estilo cinematográfico de su mentor. Pasolini le ofreció una perspectiva radical y moderna del cine, que incluiría temáticas de crítica social y una exploración de la sexualidad y la violencia.
Formación académica, intelectual o espiritual
La formación de Bertolucci fue, por supuesto, académica, pero también profundamente intelectual y espiritual. Desde su juventud, se sintió atraído por el cine y las artes visuales. A pesar de ser reconocido por sus vínculos con el cine, Bertolucci cultivó también su faceta literaria. A través de la lectura, fue moldeando sus primeros intereses artísticos y políticos. La teoría marxista y la crítica social fueron dos de los pilares de su formación intelectual, lo cual influyó enormemente en sus primeras obras.
El director de cine italiano no pasó por una escuela formal de cine, pero su contacto con el cineasta Pier Paolo Pasolini fue su primer paso hacia el mundo del cine profesional. En su etapa temprana, Bertolucci se involucró activamente en el cine italiano de vanguardia, que estaba influenciado por movimientos como la «Nouvelle Vague» francesa. A los 20 años, su primera experiencia profesional como ayudante de dirección fue en la película Accattone (1961), dirigida por Pasolini. Este trabajo le permitió no solo aprender los aspectos técnicos del cine, sino también descubrir una forma de narrar historias que desafiaba las convenciones de la época.
En su vida académica, Bertolucci se sintió atraído por las ideas marxistas que su padre defendía, y a lo largo de su carrera, las nociones de lucha de clases y la denuncia social fueron una constante en sus trabajos. Sin embargo, también experimentó una profunda reflexión sobre las cuestiones espirituales, lo que sería especialmente evidente en su obra posterior.
Primeros intereses o talentos observables
Desde joven, Bertolucci mostró una notable inclinación hacia las artes. Su primer talento observable fue la escritura. Influenciado por su entorno familiar, se dedicó a la poesía, publicando incluso un libro de poemas a una edad temprana. Sin embargo, fue el cine lo que captó por completo su atención, y la cámara se convirtió en su herramienta para plasmar su visión del mundo.
En sus primeros trabajos, el cineasta italianos ya reflejaba las inquietudes políticas que más tarde dominarían su filmografía. En su primer trabajo como director, La commare seca (1962), se percibía la profunda influencia marxista, ya que la película trata sobre los problemas sociales y las desigualdades que sufrían los más pobres en Roma. Sin embargo, la película no tuvo un gran éxito comercial ni crítico. Su faceta literaria, que le permitió ser mejor reconocido como escritor que como cineasta en sus primeros años, contrastaba con su vida profesional en el cine, que no arrancaba con tanta suerte.
El primer gran cambio en su carrera llegaría con Prima de la Revoluzione (1964). Esta película narraba la historia de un joven burgués que se desilusiona de su vida y se adentra en el mundo del activismo político. El filme fue un éxito inmediato, y Bertolucci se consolidó como una de las promesas más brillantes del cine italiano.
Primeras decisiones, acciones o conflictos que marcaron su camino
La decisión de Bertolucci de embarcarse en un cine de denuncia social y política fue una de las primeras acciones que marcaron su camino como cineasta. Sus primeras películas estaban fuertemente influenciadas por sus creencias marxistas, y el cine se convirtió en una herramienta para exponer la injusticia social y los abusos del poder. Si bien las primeras películas de Bertolucci no fueron necesariamente populares entre el gran público, su crítica hacia las estructuras sociales fue clara y precisa, lo que le permitió ganar reconocimiento dentro de círculos más intelectuales y artísticos.
El hecho de que fuera tan joven y estuviera tan comprometido ideológicamente con sus obras lo convirtió en una figura controvertida, pero también en un cineasta prometedor. En particular, la película Accattone, en la que Bertolucci actuó como ayudante de dirección bajo la tutela de Pasolini, reflejó esa visión cruda de la realidad social. Desde ese momento, Bertolucci se adentró en un camino cinematográfico que lo llevaría a experimentar con la forma y el contenido, desafiando las normas establecidas del cine y siendo pionero en la inclusión de temas más controvertidos y provocadores en sus obras.
Desarrollo de su carrera o actividad central
A lo largo de su carrera, Bernardo Bertolucci se consolidó como uno de los directores más innovadores y desafiantes del cine europeo y mundial. Su obra abarcó desde el cine político y de denuncia social hasta el cine filosófico y espiritual, lo que lo convirtió en un cineasta multifacético cuya evolución reflejaba los cambios tanto en su vida personal como en su visión del mundo.
Bertolucci comenzó a ganarse un nombre con Prima de la Revoluzione (1964), un relato profundamente existencialista de un joven que huye de su vida burguesa. La película mostró la lucha interna del protagonista, quien busca un propósito en un contexto de incertidumbre. Esta obra fue un verdadero salto hacia la madurez, destacándose por su manera de abordar las tensiones de la juventud y el conflicto entre la tradición y el cambio. Aunque la crítica italiana fue en general positiva, Bertolucci aún no había alcanzado el reconocimiento internacional que sus siguientes obras le darían.
El cineasta pronto se adentró en un estilo más sofisticado y experimental con Partner (1968), una adaptación libre de El doble de Fiódor Dostoyevski. Esta película se caracterizó por sus complejas influencias literarias y filosóficas, explorando los límites de la identidad a través de un personaje principal que se enfrenta a una creciente crisis existencial. Aquí, la cinefilia de Bertolucci quedó claramente patente, ya que la obra reflejaba no solo su amor por la literatura, sino también su admiración por los grandes pensadores europeos.
Logros profesionales, científicos, militares, políticos o culturales
El verdadero reconocimiento internacional de Bertolucci llegó con La estrategia de la araña (1970), una película que lo posicionó como un cineasta relevante en la escena internacional. Basada en un relato de Jorge Luis Borges, la película fusionaba elementos de thriller y cine político, estableciendo una atmósfera de paranoia y control. Sin embargo, fue con El conformista (1970) cuando su nombre se asentó de manera definitiva en la historia del cine mundial. La película, que fue adaptada del libro de Alberto Moravia, cuenta la historia de un hombre que busca su lugar dentro de un régimen fascista, y se ha convertido en una de las grandes obras maestras del cine italiano.
El trabajo visual y fotográfico de El conformista, de la mano del español Néstor Almendros, fue fundamental para su éxito. Bertolucci, quien había superado las fases de aprendizaje y experimentación, mostró una madurez artística y técnica que deslumbró a críticos y públicos. El uso de la luz y el color en esta película no solo servía como un medio para reflejar los estados emocionales del protagonista, sino también para crear un ambiente donde las tensiones políticas, sociales y personales se fundían de manera armoniosa.
Sin embargo, la película que realmente catapultó a Bertolucci al estrellato internacional fue El último tango en París (1972). Esta película, que lo conectó con un público global, es a la vez uno de los trabajos más desgarradores y más polémicos de su carrera. La historia de un hombre (interpretado por Marlon Brando) que se enfrenta a su propio dolor existencial tras la muerte de su esposa y su relación anónima y erótica con una joven mujer (María Schneider) se convirtió en un hito del cine erótico, aunque también fue objeto de controversia por la explícita representación de la sexualidad. La famosa escena en la que Brando sodomiza a Schneider usando mantequilla fue considerada un momento transgresor, lo que le dio una notoriedad que desbordó el ámbito cinematográfico.
Relaciones clave (aliados, rivales, mentores)
A lo largo de su carrera, Bertolucci mantuvo relaciones clave con una serie de cineastas y actores que influirían y serían fundamentales en su obra. Uno de los nombres más importantes fue Pier Paolo Pasolini, quien no solo fue mentor, sino también una figura con la que compartió una visión estética y política. Pasolini introdujo a Bertolucci en el mundo del cine, y su colaboración en Accattone (1961) marcó el inicio de la carrera de Bertolucci.
Otro nombre que estuvo presente de manera constante fue el de Néstor Almendros, el director de fotografía español que trabajó en El conformista y más tarde en Novecento (1976), otro de los grandes proyectos del cineasta. Almendros contribuyó al aspecto visual de muchas de las obras más importantes de Bertolucci, ayudando a crear atmósferas visuales intensas y poéticas que definieron su cine.
Por otro lado, Bertolucci colaboró con actores de renombre como Marlon Brando, que aportó su intensidad a El último tango en París, y con Robert de Niro, quien formó parte de Novecento. Estos actores no solo dieron vida a los personajes, sino que también contribuyeron a crear una conexión emocional entre la audiencia y las complejas historias que Bertolucci narraba. De esta manera, las relaciones profesionales de Bertolucci no solo fueron esenciales para el éxito de sus proyectos, sino que también definieron la estética y los temas recurrentes en su cine.
Obstáculos significativos, crisis o controversias
A pesar de los éxitos de Bertolucci, no estuvo exento de controversias. El mayor escándalo surgió con El último tango en París, cuya explícita representación de la sexualidad fue vista por muchos como pornografía encubierta. La controversia alcanzó un pico con la revelación de que la escena con la mantequilla no había sido previamente discutida con la actriz María Schneider, quien más tarde expresó sentirse explotada durante la filmación de esa secuencia. La repercusión mediática de este hecho manchó la reputación del director durante años.
Por otro lado, Novecento, un ambicioso fresco sobre la historia de Italia, que duraba más de cinco horas, sufrió el boicot de los productores norteamericanos, quienes se mostraron reacios a distribuir una película tan compleja y filosófica. A pesar de la magnitud del proyecto, que contó con un elenco impresionante, incluido Robert de Niro, la película no alcanzó el éxito comercial que Bertolucci esperaba. En parte debido a la extensión y el enfoque en las tensiones sociales y políticas, muchos consideraron que su épica histórica no fue bien recibida por el público masivo, lo que marcó un obstáculo significativo en su carrera.
Cambios ideológicos o transformaciones personales
A medida que avanzaba su carrera, Bertolucci experimentó una transformación ideológica. El joven cineasta marxista que había buscado reflejar la lucha de clases en sus primeros trabajos, comenzó a explorar más temas filosóficos y espirituales. La transición hacia una visión más introspectiva y menos política fue evidente en obras como El pequeño Buda (1993), donde el cineasta se sumergió en el budismo y trató de transmitir a través del cine un mensaje de paz y trascendencia.
Este cambio de rumbo sorprendió a muchos, ya que Bertolucci había sido conocido por su cine de denuncia política. Sin embargo, sus años de reflexión personal y la inmersión en el budismo marcaron una fase en la que el cineasta se centró más en el ser humano, sus conflictos internos y su búsqueda de sentido en la vida, más que en la denuncia explícita de las estructuras de poder.
Últimos años de vida, declive o consolidación de su legado
Tras el éxito de sus grandes obras de los años 70 y 80, como El último tango en París (1972) y Novecento (1976), la carrera de Bertolucci atravesó varios altibajos durante las siguientes décadas. En la década de 1990, la industria cinematográfica y el propio cineasta comenzaron a experimentar una serie de cambios significativos que reflejaron tanto la evolución personal de Bertolucci como los nuevos desafíos del cine contemporáneo.
En 1993, Bertolucci estrenó El pequeño Buda, una obra que marcó una transición definitiva en su carrera. La película, que exploraba la vida de Siddhartha Gautama, el Buda, fue visualmente impresionante, caracterizada por una estética de gran belleza y riqueza. Con un elenco internacional que incluía a Keanu Reeves, la película abordaba temas filosóficos sobre el destino, la identidad y la iluminación espiritual, alejándose de las problemáticas sociales y políticas que dominaron sus primeros trabajos. Esta película reflejaba el interés de Bertolucci por los temas espirituales y su búsqueda de un nuevo sentido del ser humano, pero también mostró que sus intereses habían cambiado con el tiempo.
Su trabajo en El pequeño Buda y la forma en que el cineasta manejó la temática budista reveló una nueva fase en su carrera, marcada por un enfoque más introspectivo y filosófico. Aunque la película no fue un gran éxito comercial, es considerada por muchos como una obra destacada dentro de su filmografía, debido a la profundidad de sus temas y a su grandioso diseño visual. Sin embargo, este enfoque hacia un cine más espiritual y filosófico no fue tan bien recibido por todos, ya que muchos de sus seguidores más fieles esperaban una continuación de su estilo anterior de cine más comprometido políticamente.
En los años posteriores, la producción de Bertolucci se redujo considerablemente, y su presencia en el cine se hizo menos frecuente. La última película que dirigió fue Soñadores (2003), una reflexión nostálgica sobre la juventud, la política y el cine, ambientada en la Francia de los años 60. Soñadores se centraba en tres jóvenes que se enfrentan a la realidad de la Revolución Cultural en un París de 1968, y fue una especie de vuelta a sus raíces más cinematográficas, en un intento de explorar temas como la pasión, la rebelión y la libertad.
Aunque Soñadores fue bien recibido por la crítica, no alcanzó el nivel de impacto de sus trabajos anteriores. Sin embargo, la película mantuvo su sello característico de exploración de la sensualidad y la libertad sexual, dos de los temas recurrentes en la obra de Bertolucci, y se destacó por su enfoque arriesgado y estéticamente audaz.
En sus últimos años, Bertolucci continuó siendo una figura respetada en el cine mundial, pero su producción había disminuido. En 2018, el director falleció en Roma, Italia, a los 77 años, dejando un legado perdurable en el mundo del cine.
Impacto en su época y cómo fue percibido en vida
Durante su vida, Bertolucci fue una figura que generó tanto admiración como controversia. A lo largo de su carrera, sus películas fueron vistas como una constante experimentación con la forma y el contenido del cine, y aunque sus películas no siempre fueron comerciales, su capacidad para innovar y explorar nuevas fronteras lo convirtió en una figura clave dentro del cine europeo e internacional.
El último tango en París (1972) fue, sin duda, su obra más polémica y la que le dio fama internacional, pero también la que más le costó en términos de reputación. La escandalosa escena con la mantequilla y la explotación de la sexualidad en la película desataron un sinfín de debates sobre la moralidad del cine, la representación del cuerpo y la ética de la actuación. Sin embargo, a pesar de las críticas que lo atacaron por tratar el tema de manera explícita, la película fue aclamada por muchos críticos como una obra maestra que capturó la desesperación, el dolor y la alienación en un mundo moderno. Bertolucci nunca abandonó esta búsqueda de la sensualidad en su cine, pero a medida que pasaban los años, sus temas y su enfoque se fueron suavizando, adoptando un tono más filosófico y menos político.
Por otro lado, Bertolucci también fue percibido como un cineasta profundamente comprometido con su tiempo. Sus primeros trabajos, como Prima de la Revoluzione y El conformista, mostraron su capacidad para abordar temas de justicia social, política y corrupción, mientras que sus películas posteriores, como El último emperador (1987) y Novecento, fueron notables por su ambición épica y su enfoque sobre el poder y la historia. Sin embargo, también fue criticado por algunos de sus contemporáneos que lo acusaban de abandonar el cine de denuncia en favor de un cine más comercial o filosófico.
En vida, Bertolucci fue admirado por su valentía para desafiar las normas establecidas en el cine, su capacidad para llevar el cine italiano a un público global y su dedicación a la experimentación estética. Aunque a veces se le consideraba un director errático, sus películas siempre eran esperadas con gran expectación por parte de críticos y cinéfilos. La amplitud de su obra, que abarca desde el cine de protesta social hasta el cine de autor más introspectivo, hizo que fuera visto como uno de los cineastas más importantes de su generación.
Reinterpretaciones históricas posteriores a su muerte
Tras su muerte en 2018, la obra de Bertolucci fue reevaluada y reexaminada por nuevas generaciones de cineastas, críticos y estudiosos. Muchos de sus trabajos fueron revisados bajo una nueva luz, con una apreciación más profunda de su estilo visual y su enfoque en la narrativa. La influencia de Bertolucci perdura en las generaciones de cineastas contemporáneos, que siguen siendo inspirados por su audacia y su capacidad para combinar lo filosófico con lo sensorial.
Sus películas han sido citadas como referencias clave por muchos cineastas actuales, que ven en su trabajo un modelo de lo que significa ser un cineasta que desafía las convenciones. Obras como El conformista y El último tango en París continúan siendo estudiadas en las escuelas de cine por su innovador uso de la luz, la música y la narrativa visual.
Influencia duradera en generaciones futuras o en su campo
La influencia de Bertolucci sobre el cine contemporáneo es innegable. Muchos cineastas actuales citan su obra como una fuente de inspiración, y su estilo visual y narrativo sigue siendo estudiado y emulado en el cine de autor. Su capacidad para crear una atmósfera única, para tratar temas profundos y complejos de manera sensorial y visual, lo ha consolidado como un cineasta fundamental en la historia del cine mundial.
Directores como Paolo Sorrentino y Luca Guadagnino han reconocido la huella de Bertolucci en sus propias películas, tanto en términos de estilo visual como en la forma en que abordan temas de identidad, poder y sensualidad. Bertolucci, a pesar de los altibajos en su carrera, sigue siendo una figura central en el cine italiano y mundial, cuyas películas seguirán siendo objeto de análisis, admiración y crítica durante muchos años más.
Cierre narrativo
Bernardo Bertolucci fue, sin lugar a dudas, uno de los cineastas más complejos e influyentes del cine moderno. A lo largo de su carrera, fue capaz de mezclar de manera única la crítica social con una profunda exploración filosófica y estética. Su legado perdura no solo en las imágenes que dejó en la pantalla, sino también en las ideas que provocó y las emociones que despertó en su público. Bertolucci nunca dejó de desafiar las convenciones, y su cine, siempre arriesgado y audaz, sigue siendo una piedra angular en la historia del cine.
MCN Biografías, 2025. "Bernardo Bertolucci (1941–2018): El Cineasta que Transcendió los Límites del Arte". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/bertolucci-bernardo [consulta: 18 de octubre de 2025].