Bartolomé de Arzáns de Orsúa y Vela (1676–1736): El Cronista Barroco que Inmortalizó la Grandeza de Potosí

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El esplendor del Alto Perú y la Villa Imperial de Potosí

Potosí como centro económico y cultural del Virreinato del Perú

En el siglo XVII, la Villa Imperial de Potosí, situada en el corazón del Alto Perú —territorio que hoy conforma Bolivia—, se erigía como una de las ciudades más prósperas y emblemáticas del mundo colonial español. Su riqueza descomunal provenía del Cerro Rico, cuyas entrañas de plata alimentaban no solo la economía del Virreinato del Perú, sino también las arcas de la Corona española. La fama de Potosí trascendió los Andes: sus minas eran legendarias, y su nombre llegó a ser sinónimo de opulencia en Europa. De hecho, en su apogeo, Potosí era comparable en tamaño, lujo y densidad poblacional a urbes como Madrid o Londres.

Este esplendor económico propició un desarrollo cultural singular. En Potosí se encontraban artesanos, mineros, clérigos, mercaderes, burócratas, criollos, indios, mestizos y esclavos africanos, formando una sociedad profundamente estratificada pero intensa en intercambios culturales. Las tensiones entre las diversas castas y grupos étnicos —como los descendientes de vascos y andaluces— generaban continuos conflictos internos, que a menudo reflejaban las divisiones del poder imperial en la metrópoli.

Sociedad colonial, tensiones étnicas y jerarquías sociales

La riqueza minera potosina, sin embargo, tenía un alto coste humano. El sistema del mita, que forzaba a los indígenas a trabajar en las minas bajo condiciones extremas, generaba tensiones sociales y explotación masiva. Al mismo tiempo, la ciudad vivía marcada por una suntuosidad barroca: procesiones religiosas, corridas de toros, celebraciones litúrgicas y actos públicos eran expresión de su boato. En este contexto de esplendor y desigualdad nació Bartolomé de Arzáns de Orsúa y Vela, quien sería no solo testigo, sino también intérprete privilegiado de esta compleja realidad virreinal.

Nacimiento y entorno familiar de Bartolomé de Arzáns

Condiciones sociales de su familia

Bartolomé de Arzáns de Orsúa y Vela nació en 1676 en la Villa Imperial de Potosí. A pesar del prestigio del lugar, su origen familiar parece haber sido modesto pero digno. No se cuenta con abundante documentación sobre su linaje, pero todo indica que pertenecía a una familia criolla, probablemente dedicada a alguna actividad intermedia entre el comercio y la administración menor. Esta condición social intermedia le otorgó una doble mirada: la de quien observa desde dentro el mundo criollo, pero también la de quien no pertenece plenamente a las élites dominantes.

Influencias tempranas y entorno espiritual

Desde joven, Arzáns creció rodeado por las contradicciones propias del Barroco andino: una religiosidad fervorosa convivía con la violencia cotidiana de la ciudad minera; las prácticas devocionales más ortodoxas se mezclaban con cultos populares e intercesiones milagrosas, como la de la Virgen de la Candelaria, figura importante en sus relatos. La formación religiosa fue un componente central de su desarrollo, marcando su visión del mundo y su tendencia a interpretar los acontecimientos desde una perspectiva moralizante y providencial.

Su obra dejará entrever también un notable afán justiciero y una simpatía hacia los indígenas, lo cual contrasta con muchas de las posturas oficiales del discurso colonial. Esta mirada crítica y humanista podría haber sido alentada por su experiencia directa con las desigualdades potosinas y por su contacto con las clases populares.

Formación autodidacta y primeras inquietudes intelectuales

Acceso a la literatura picaresca y a las crónicas coloniales

Arzáns fue, en esencia, un escritor autodidacta. No existen registros de que haya cursado estudios formales en universidades virreinales. Sin embargo, se revela en sus textos como un lector voraz, en particular de la literatura picaresca española, de la cual adopta recursos narrativos como la ironía, la exageración y la mirada crítica sobre la sociedad. También conocía bien la tradición de los cronistas coloniales, especialmente la obra del cronista agustino Antonio de la Calancha (1584–1654), cuya influencia es visible en su estilo y organización narrativa.

Esta formación no institucional le confirió una voz auténtica y original, alejada de los cánones académicos pero profundamente enraizada en la oralidad popular y en los relatos del imaginario colectivo potosino.

Primeros escritos: los Anales de la Villa Imperial de Potosí

Antes de lanzarse a su gran empresa literaria, Arzáns escribió un primer esbozo titulado Anales de la Villa Imperial de Potosí. Este texto, de menor extensión, circuló con cierta amplitud entre los círculos ilustrados de Hispanoamérica durante los siglos XIX y XX, convirtiéndose en una especie de antesala de su posterior obra magna. Los Anales demuestran ya su estilo vivaz, su interés por las anécdotas locales y su deseo de construir una memoria colectiva de la ciudad a través de la escritura.

Primeros indicios del proyecto monumental

Amor a la ciudad natal como motor creativo

En el año 1703, impulsado por un profundo amor a su ciudad y por una necesidad vital de preservar su memoria, Arzáns comenzó a redactar la monumental Historia de la Villa Imperial de Potosí. A diferencia de otros cronistas de su época, no fue comisionado por ninguna autoridad eclesiástica o gubernamental. Su impulso fue personal, íntimo, emocional. Esta autonomía permitió que su relato combinara con libertad la historia oficial con las tradiciones populares, los datos objetivos con las leyendas y las memorias orales de los habitantes.

El enfoque de Arzáns revela una conciencia identitaria criolla: quiere dejar constancia de una ciudad que, aunque en decadencia, aún conserva el eco de su antigua grandeza. De hecho, su narrativa se convierte en una herramienta para recuperar el pasado glorioso de Potosí como afirmación de una identidad local frente al poder central limeño y a la autoridad peninsular.

Comienzo de la redacción de la Historia en 1703

La Historia fue escrita a lo largo de más de tres décadas, hasta que la muerte sorprendió a Arzáns en 1736, sin que pudiera concluir del todo el manuscrito. Fue su único hijo —nacido de un matrimonio con una mujer mayor, contraído cuando el autor tenía veinticuatro años— quien, al parecer, se encargó de cerrar el proyecto. Este dato familiar, aunque anecdótico, revela la continuidad generacional del compromiso con la memoria de Potosí.

Durante esos años de redacción, Arzáns se mantuvo estrechamente vinculado a la vida pública de la ciudad. Participaba con frecuencia como orador en ceremonias religiosas y cívicas, y su figura era ampliamente reconocida por sus contemporáneos. Esta posición privilegiada como cronista de su tiempo le permitió incorporar a su obra testimonios directos de acontecimientos significativos, muchos de los cuales habría presenciado personalmente.

Su obra quedó inédita por siglos. Fue recién en el siglo XX cuando el manuscrito fue redescubierto y llevado a la imprenta gracias a los esfuerzos de los investigadores Lewis Hanke y Gunnar Mendoza, quienes publicaron en 1965 los tres volúmenes de la Historia de la Villa Imperial de Potosí.

«Historia de la Villa Imperial de Potosí»: forma y fondo

Influencias narrativas: entre lo histórico y lo literario

La «Historia de la Villa Imperial de Potosí» constituye una obra monumental tanto por su extensión como por su ambición temática y formal. Escrita desde una perspectiva profundamente barroca e indiana, la obra está marcada por la confluencia de géneros: crónica, narrativa histórica, anecdotario, cuentística y discurso moralizante. Arzáns combina con notable soltura el relato de hechos históricos con anécdotas populares, leyendas urbanas y observaciones personales. Esta diversidad genérica convierte su obra en una de las manifestaciones literarias más originales del mundo colonial hispanoamericano.

El autor bebe directamente de cronistas como Antonio de la Calancha, pero también introduce elementos claramente literarios, como diálogos dramatizados, descripciones detalladas, hipérboles, metáforas y recursos propios de la novela picaresca. El resultado es una miscelánea textual que trasciende la historiografía convencional, anticipando incluso elementos de la literatura moderna.

Miscelánea barroca: estructura y estilo de la obra

La obra está estructurada en tres grandes partes, organizadas en torno a ciclos históricos y morales. En la primera parte, Arzáns relata una serie de eventos que siempre culminan con castigos divinos como consecuencia de la corrupción o el pecado colectivo, recurso propio de una visión providencialista de la historia. En la segunda parte, el enfoque se torna más «periodístico», narrando los conflictos sociales y políticos del siglo XVIII, como las revueltas de indígenas y mestizos. La tercera parte, que no llegó a completarse del todo, se orienta a reflexionar sobre la decadencia actual de la ciudad frente a su pasado glorioso.

El estilo de Arzáns se caracteriza por una prosa rica, barroca, de ritmo envolvente, salpicada de expresiones populares y descripciones visuales. Su objetivo explícito no es solo informar, sino también entretener y cautivar al lector, una postura claramente modernizadora para su tiempo.

Temáticas y personajes en la Historia

Mineros, comerciantes, clérigos y mujeres potosinas

La galería de personajes retratada en la obra de Arzáns es tan variada como el tejido social de la Villa Imperial. Se encuentran retratos minuciosos de mineros, artesanos, comerciantes, clérigos, nobles criollos, mujeres devotas y mujeres condenadas, esclavos africanos, indígenas y personajes legendarios. Cada grupo es representado con una mezcla de observación empírica, juicio moral y simpatía narrativa, lo que da a la obra una extraordinaria vitalidad.

Aunque el autor se muestra a veces duro y crítico con ciertos personajes femeninos, conforme a la mentalidad de su época, no deja de otorgarles protagonismo narrativo. Las mujeres son a menudo agentes de transgresión, portadoras de leyendas o símbolos del pecado colectivo, pero también pueden ser víctimas del sistema patriarcal, como lo revela su sensibilidad en ciertos pasajes.

Tradiciones, fiestas y dramatismo barroco

Uno de los aspectos más llamativos de la obra es la descripción detallada de las fiestas religiosas, procesiones, corridas de toros y actos públicos que constituían el corazón de la vida social potosina. Estas descripciones no solo ilustran la devoción popular, sino que también evidencian el lujo y el dramatismo del ceremonial barroco, elementos que Arzáns eleva casi a la categoría de arte.

En sus páginas se pueden encontrar recreaciones teatrales de autos sacramentales, celebraciones de canonizaciones como la de San Ignacio de Loyola, y fastuosos lutos por la muerte de monarcas, como el que se hizo por Felipe III. Estos eventos permiten comprender cómo se vivía y teatralizaba el poder en el mundo colonial.

Crónicas de violencia, milagros y decadencia

Conflictos sociales, guerras civiles y pestes

Arzáns no rehúye el relato de la violencia: la historia de Potosí está llena de guerras civiles entre grupos locales, enfrentamientos entre vascos y andaluces, motines populares y tragedias naturales. Uno de los episodios más intensos que describe es la guerra civil entre 1622 y 1625, en la que murieron más de tres mil trescientos españoles y dos mil quinientos peruanos, pero que tuvo una pausa insólita para llorar la muerte del rey y celebrar un acto religioso.

También documenta epidemias devastadoras, como la peste de 1719 que se cobró la vida de veinte mil personas. Estos acontecimientos no se narran con frialdad documental, sino con énfasis narrativo, teatralización e implicación emocional, como si el cronista quisiera involucrar al lector en la tragedia colectiva.

Milagros populares y visiones providencialistas

La obra está atravesada por una visión religiosa del mundo, en la cual la historia es leída como un teatro divino. Arzáns atribuye muchos de los sucesos a la intervención sobrenatural: desde castigos celestiales hasta milagros populares como la salvación de un minero gracias a la Virgen de la Candelaria. Estos elementos, lejos de restar valor histórico al texto, ofrecen una ventana privilegiada a la mentalidad barroca andina, donde lo sagrado y lo cotidiano convivían sin fronteras.

El cronista no duda en moralizar cada relato, resaltando la decadencia espiritual de la ciudad como causa de sus males. En este sentido, la Historia puede leerse también como una especie de «sermón narrativo» criollo, donde la ciudad de Potosí es al mismo tiempo escenario y protagonista de un drama moral.

Estrategias literarias y ficcionalización de la historia

Autores ficticios y recursos narrativos

Uno de los recursos más ingeniosos que utiliza Arzáns es la invención de supuestos historiadores ficticios —como Antonio de Acosta, Juan Pasquier, Pedro Méndez, entre otros— cuyas obras cita como fuentes documentales. Esta estrategia no es simple invención: responde a una construcción consciente de una tradición historiográfica imaginaria, que le permite dar solidez a su relato y crear un pasado compartido para su ciudad.

Con ello, Arzáns se anticipa a técnicas propias de la literatura moderna, como el intertexto apócrifo, la narración en múltiples niveles y la ficción de la autoridad histórica. Esta voluntad de crear mito —y no solo historia— marca un punto de inflexión en la evolución de la narrativa andina.

Ironía, exageración y la creación del mito potosino

La obra de Arzáns está cargada de ironía, sátira y exageración deliberada, lo cual no solo revela su talento narrativo, sino también una mirada crítica hacia la realidad. A través de estas estrategias, transforma a Potosí en un espacio mítico, dotado de una personalidad narrativa que trasciende su realidad geográfica.

Esta dimensión ficcional no le resta valor documental; al contrario, convierte su obra en un relato totalizante de la experiencia colonial andina, en el que conviven lo real y lo legendario. La ciudad, más que un escenario, se convierte en personaje literario, cuya grandeza y decadencia resumen el destino de toda una civilización.

El final de Arzáns y la continuidad de su obra

Muerte en 1736 y finalización por su hijo

Bartolomé de Arzáns de Orsúa y Vela falleció en su ciudad natal, Potosí, en el año 1736, tras haber dedicado más de tres décadas a la escritura de su Historia de la Villa Imperial de Potosí. Aunque la obra quedó incompleta en el momento de su muerte, fue su hijo —el único descendiente de un matrimonio inusual con una mujer mayor que él— quien se encargó de culminar la redacción del manuscrito. Este acto filial no solo garantizó la integridad material del texto, sino que también permitió la preservación de uno de los documentos más singulares del barroco hispanoamericano.

A pesar de su importancia, el manuscrito de la Historia permaneció inédito y relativamente olvidado durante más de un siglo y medio. Fue recién en el siglo XX cuando su valor fue plenamente reconocido. La recuperación y publicación de la obra se debe al trabajo meticuloso de Lewis Hanke y Gunnar Mendoza, quienes editaron el texto completo en tres volúmenes en 1965, bajo el sello de Brown University Press en Providence, Estados Unidos.

Redescubrimiento de la Historia en el siglo XX

Este redescubrimiento fue un acontecimiento fundamental no solo para los estudios coloniales andinos, sino también para la historia de la literatura en español. Hasta entonces, la figura de Arzáns era conocida principalmente por sus Anales de la Villa Imperial de Potosí, publicados de forma independiente en 1970. Sin embargo, la publicación íntegra de la Historia reveló un universo narrativo mucho más complejo, expresivo y ambicioso.

Desde entonces, la obra ha sido objeto de numerosos estudios filológicos, históricos y literarios, posicionando a Arzáns como uno de los grandes cronistas criollos de la América colonial. Su relato, profundamente enraizado en la vida de Potosí, ofrece una visión alternativa a la historiografía oficial dominada por las elites limeñas y peninsulares.

Influencia en la literatura andina posterior

Ricardo Palma y las Tradiciones peruanas

Uno de los ecos más notables de la obra de Arzáns se encuentra en las célebres Tradiciones peruanas del escritor decimonónico Ricardo Palma. Este autor, considerado una figura central del costumbrismo literario peruano, reconoció explícitamente su deuda con el cronista potosino. Al igual que Arzáns, Palma mezcla en sus relatos historia, leyenda, ironía y costumbrismo, creando una narrativa híbrida que busca rescatar la memoria colectiva del mundo virreinal.

En ese sentido, puede afirmarse que la obra de Arzáns no solo anticipa el estilo de Palma, sino que sienta las bases de una tradición narrativa andina, basada en la valorización de lo local, la recuperación de la oralidad y la ficcionalización del pasado.

Francovich, Taboada Terán y las recreaciones modernas

La influencia de Arzáns también se percibe en el siglo XX, en autores bolivianos como Guillermo Francovich, quien escribió la obra teatral El monje de Potosí, basada en una de las crónicas legendarias del cronista, y Néstor Taboada Terán, cuya novela Manchay Puytu, el amor que quiso ocultar Dios se inspira directamente en la Historia de la Villa Imperial de Potosí. Estos escritores reinterpretan el legado de Arzáns desde una perspectiva contemporánea, reconociendo en su obra un repositorio simbólico de la identidad boliviana.

Además de estos autores, numerosos estudiosos han resaltado la riqueza narrativa, el valor antropológico y la capacidad evocadora de la obra de Arzáns, que ha sido considerada una de las fuentes fundamentales para el estudio de la cultura colonial en los Andes.

Valor histórico y testimonial de la obra

Transmisión de la memoria colectiva potosina

La Historia de Arzáns no es solo una crónica de hechos; es también una construcción de memoria, un intento de preservar el espíritu, las costumbres y los temores de una comunidad compleja. En sus páginas se conservan datos que no aparecen en ningún otro documento, desde detalles de ceremonias religiosas y festividades populares hasta episodios de justicia, crímenes y leyendas urbanas. Esta amplitud temática le confiere un valor testimonial excepcional.

El autor actúa como intérprete de su época, ofreciendo no una historia oficial, sino una visión desde el interior de la sociedad criolla de provincias, con sus contradicciones, sus grandezas y miserias. A través de su obra, Potosí se transforma en metáfora de una América Latina mestiza, barroca, herida y resiliente.

Conservación de la poesía colonial y relatos populares

Otro de los méritos de Arzáns es haber recogido numerosas composiciones poéticas de la época, muchas de ellas anónimas, que se han conservado gracias a su inclusión en la Historia. Estos cantares, pasquines y versos satíricos reflejan la vida cotidiana de la ciudad, sus conflictos sociales y sus rituales festivos. Así, su obra contribuye también a la historia de la literatura popular virreinal, conservando testimonios que de otro modo se habrían perdido.

Esta atención a lo popular —a las voces marginales, a los chismes, a los rumores— coloca a Arzáns como precursor de la literatura testimonial latinoamericana, que siglos después recuperaría esas mismas voces desde otras perspectivas.

Una figura barroca entre crónica e imaginación

El cronista como narrador mestizo de la memoria americana

Bartolomé de Arzáns de Orsúa y Vela encarna al cronista barroco andino, testigo y narrador de un mundo en transformación. Su obra articula pasado y presente, historia y mito, autoridad y duda. No es un simple escriba de datos; es un constructor de mundos, un intérprete simbólico de su ciudad y su tiempo. Su estilo, cargado de hipérboles, recursos narrativos y visiones providenciales, refleja la complejidad de la cultura mestiza que lo rodeaba.

En él convergen la religiosidad católica, la cosmovisión indígena, el racionalismo criollo y la imaginación popular. Por ello, su obra puede leerse también como un relato mestizo de la modernidad colonial, que se aleja de la ortodoxia peninsular y ofrece una perspectiva criolla sobre la historia.

La nostalgia criolla y el discurso del declive

Uno de los hilos conductores de la Historia es el pesimismo criollo, la sensación de haber sido testigo del fin de una era gloriosa. Arzáns escribe desde la nostalgia por la grandeza pasada de Potosí, una ciudad que, según su relato, vivió un esplendor mítico en los siglos XVI y XVII, y que en su tiempo se encontraba en franca decadencia. Esta melancolía estructural configura un discurso de declive que no es solo urbano, sino también civilizatorio y existencial.

La obra de Arzáns, por tanto, no es solo testimonio del barroco andino, sino también un acto de resistencia simbólica, un intento desesperado por retener en la palabra lo que la historia parece destinado a perder.

Con esta tercera parte concluye el artículo completo sobre Bartolomé de Arzáns de Orzúa y Vela, construido en tres bloques narrativos y analíticos entrelazados que revelan la riqueza de su obra y la profundidad de su legado.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Bartolomé de Arzáns de Orsúa y Vela (1676–1736): El Cronista Barroco que Inmortalizó la Grandeza de Potosí". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/arzans-de-orsua-y-vela-bartolome-de [consulta: 17 de octubre de 2025].