Roald Engebrecht Amundsen (1872–1928): El Navegante de los Polos que Desafió los Límites del Mundo

Contexto histórico y social del entorno donde nació Roald Amundsen

Roald Engebrecht Amundsen nació el 16 de junio de 1872 en el pequeño pueblo de Borge, ubicado en el archipiélago Hvaleöyar, en la orilla oriental del fiordo de Oslo, Noruega. El siglo XIX fue una época de grandes avances científicos y de exploración, con potencias como Gran Bretaña, Francia y Noruega compitiendo por la supremacía en los territorios inexplorados del Ártico y la Antártida. En este contexto, la Noruega de finales del siglo XIX se encontraba emergiendo como una nación independiente, tras haber estado unida con Suecia desde 1814 hasta su disolución en 1905.

La curiosidad humana por los confines del planeta y la fascinación por los polos geográficos y magnéticos cobraban fuerza, alimentadas por expediciones previas y el deseo de cartografiar y reclamar los lugares más remotos de la Tierra. La exploración polar ya era una de las grandes aventuras científicas y geográficas de la época, lo que estimulaba a jóvenes como Amundsen a soñar con lo inalcanzable.

Orígenes familiares y primeros años de vida

Amundsen nació en el seno de una familia con fuertes vínculos con el mar. Su padre, Jens Amundsen, era un pequeño armador noruego que dedicaba su vida a la pesca en los mares del norte. Desde muy pequeño, Roald fue testigo de la vida marítima que marcó su destino. El mar, los vientos del norte y las gélidas aguas del Ártico formaban parte de su entorno diario. Además de su padre, la familia Amundsen tenía una tradición de marineros y aventureros, lo que influyó profundamente en las decisiones que Roald tomaría más adelante.

A pesar de la cercanía con la vida en el mar, los padres de Amundsen, preocupados por la estabilidad y el bienestar de su hijo, querían que siguiera una carrera más convencional. Así, inscribieron a Roald en la universidad para que estudiara Medicina, con la esperanza de que se convirtiera en un profesional de la salud. Sin embargo, el joven Amundsen no compartía la misma pasión por las ciencias médicas y pronto se dio cuenta de que su verdadera vocación estaba en la aventura y en los mares del norte.

La muerte de su padre en 1892, cuando Roald tenía apenas 20 años, marcó un punto de inflexión en su vida. Tras el fallecimiento de sus progenitores, Amundsen abandonó sus estudios de Medicina y decidió seguir su verdadera pasión: la exploración polar. Con el dinero heredado de su familia, se embarcó en su primer viaje al mar, comenzando una travesía que lo llevaría a las regiones más remotas del planeta.

Formación académica, intelectual y espiritual

Aunque abandonó la carrera de Medicina, Amundsen no dejó de lado el aprendizaje y la formación en otros aspectos vitales para su futura carrera como explorador. Desde sus primeros viajes, se dedicó a perfeccionar sus habilidades náuticas y de navegación, aprendiendo de los marineros más experimentados y participando en diversas travesías a lo largo de las costas nórdicas. Su formación, aunque no convencional, fue intensa, y su pasión por la ciencia lo llevó a estudiar la geografía y las técnicas de navegación de la mano de expertos, lo que se convertiría en la base de sus posteriores éxitos.

Uno de los aspectos que marcó a Amundsen fue su admiración por otros exploradores contemporáneos, especialmente por Fridtjof Nansen, un célebre explorador noruego conocido por sus intentos de llegar al Polo Norte. Nansen era una figura de referencia para los jóvenes noruegos, y su épica expedición en el Fram, entre 1893 y 1896, inspiró a muchos, incluido Amundsen. Aunque Nansen no fue capaz de llegar al Polo Norte, su hazaña fue un hito en la historia de la exploración polar y dejó una profunda huella en los aspirantes a exploradores.

El deseo de Amundsen por seguir los pasos de Nansen lo llevó a intentar formar parte de una de sus expediciones, pero su solicitud fue rechazada. A pesar de este revés, Amundsen no se desalentó y decidió que sería él quien, algún día, superaría los logros de Nansen. Así comenzó su carrera como explorador, con una determinación férrea y un deseo de superar los límites del mundo conocido.

Primeros intereses o talentos observables

Desde su infancia, Roald Amundsen mostró una gran capacidad para el trabajo en equipo, la resolución de problemas prácticos y un enfoque meticuloso y detallado para todo lo que emprendía. A medida que se adentraba en el mundo de la navegación y la exploración, estas cualidades se convirtieron en sus principales activos. Amundsen no solo era un hábil navegante, sino también un líder nato, capaz de gestionar las dificultades y los imprevistos con calma y eficacia.

Uno de sus primeros logros en la exploración fue su participación en la expedición Bélgica, que tenía como objetivo descubrir el Polo magnético meridional. A bordo de este barco, Amundsen trabajó como timonel, lo que le permitió adquirir valiosas experiencias en navegación polar. Esta expedición fue solo el comienzo de una serie de logros que marcarían la carrera del joven noruego.

Primeras decisiones, acciones o conflictos que marcaron su camino

La determinación de Amundsen de convertirse en un explorador de renombre comenzó a tomar forma durante su participación en la expedición Bélgica. Tras regresar a Noruega, en 1899, se dedicó a perfeccionar sus habilidades y conocimientos en Hamburgo, mientras formulaba planes más ambiciosos. Fue entonces cuando, estimulado por científicos alemanes, Amundsen comenzó a planificar su siguiente gran desafío: cruzar el Paso del Noroeste, una ruta marítima que había sido un objetivo frustrado por muchos exploradores previos, incluido Nansen.

A pesar de los desafíos y las adversidades, Amundsen se mantuvo firme en su objetivo. Se preparó meticulosamente para esta expedición, que le permitiría no solo entrar en la historia como un gran explorador, sino también continuar con la tradición de los grandes descubrimientos. Esta planificación rigurosa, que más tarde se convertiría en su sello personal, le permitió enfrentar los retos con eficacia, enfrentando las inclemencias del tiempo y las dificultades de los territorios inexplorados con una precisión casi científica.

La primera proeza: el Paso del Noroeste

Roald Amundsen siempre fue un hombre de acción, y su primera gran gesta en el mundo de la exploración polar fue la travesía por el Paso del Noroeste. A principios del siglo XX, el Paso del Noroeste, una ruta marítima que conecta el océano Atlántico con el océano Pacífico a través del Ártico, era considerado uno de los mayores desafíos de la navegación. Varios exploradores habían intentado y fracasado en su intento de cruzarlo, debido a los desmesurados peligros que los hielos y las condiciones extremas de la región representaban. Este reto, que había derrotado a figuras como Sir John Franklin, despertó en Amundsen una determinación inquebrantable.

La preparación y el desafío

En 1903, Amundsen zarpó de Groenlandia a bordo del Gjöa, un pequeño barco de 19 metros de longitud diseñado para navegar por las aguas heladas del Ártico. Estaba acompañado por una tripulación de seis hombres y una carga que incluía 10 toneladas de petróleo, víveres y equipo para pasar largas temporadas en los hielos. Esta expedición se convirtió en una de las más emblemáticas de la historia de la navegación polar, no solo por el logro de la travesía, sino también por la meticulosa planificación y organización que Amundsen desplegó.

El objetivo de Amundsen era atravesar el Paso del Noroeste desde la bahía de Hudson, en el este de Canadá, hasta el estrecho de Bering, en el extremo norte de Rusia. Para ello, debía sortear las aguas heladas del Ártico, cuyas condiciones extremas se cobraron la vida de muchos intentos previos. A lo largo de la travesía, la tripulación experimentó la dureza del clima polar, y Amundsen se dio cuenta de que necesitaría un medio de transporte eficaz para moverse sobre el hielo. Fue entonces cuando decidió emplear perros de trineo, un método que usaría con gran éxito en sus futuras expediciones.

La relación de Amundsen con los esquimales también resultó ser crucial para el éxito de la expedición. Durante los meses en los que estuvieron atrapados en los hielos, Amundsen y su tripulación establecieron buenas relaciones con los nativos, quienes les enseñaron valiosas técnicas de supervivencia, como el uso de trineos y la caza de animales polares. Estas enseñanzas no solo resultaron fundamentales para la expedición, sino que también fortalecieron la capacidad de Amundsen para adaptarse y prosperar en las condiciones extremas del Ártico.

El logro del Paso del Noroeste

Después de años de paciencia y perseverancia, en 1905, Amundsen y su tripulación llegaron a la isla de Herschel, en el Yukón. A pesar de los avances, un inesperado obstáculo apareció cuando un ballenero de San Francisco les informó que el Paso del Noroeste estaba bloqueado por hielos. Decidido a no arriesgarse a un fracaso total, Amundsen optó por pasar el invierno en un puerto cercano para esperar que las condiciones mejoraran.

A principios de 1906, el Gjöa finalmente quedó libre del hielo, lo que permitió a la expedición retomar su viaje hacia el oeste. El 15 de julio de 1907, tras un largo y arduo viaje, Amundsen y su tripulación llegaron al puerto de Nome, en Alaska, completando la travesía del Paso del Noroeste con éxito. Este logro no solo hizo historia, sino que consolidó a Amundsen como uno de los grandes exploradores del siglo XX.

El regreso de Amundsen a Europa fue triunfal. La Sociedad Geográfica de París le otorgó grandes distinciones y recibió homenajes por su valentía y logros. Fue aclamado como el hombre que había logrado lo que parecía imposible: atravesar una de las rutas más temidas y peligrosas del mundo.

La conquista del Polo Sur

Con el reconocimiento de su hazaña en el Ártico, Amundsen aprovechó la notoriedad adquirida para embarcarse en un nuevo y aún más ambicioso proyecto: conquistar el Polo Sur. El viaje hacia el Polo Norte había sido el objetivo de muchos exploradores, pero, con la noticia de que el estadounidense Robert Peary había alcanzado el Polo Norte en 1909, Amundsen se vio obligado a cambiar de dirección.

Un nuevo objetivo: el Polo Sur

La noticia del éxito de Peary desilusionó a Amundsen, pero en lugar de rendirse, este giro inesperado de los acontecimientos reafirmó su resolución. Al final de 1909, el Polo Sur seguía siendo un objetivo inalcanzado, y Amundsen decidió centrarse en él. Para ello, preparó una expedición que, como en la anterior, fue diseñada con un extremo cuidado y una planificación meticulosa.

El barco Fram, utilizado previamente por Nansen en su fallida expedición al Polo Norte, fue el elegido para esta nueva empresa. El plan de Amundsen fue llegar a la Antártida, establecer un campamento base y luego proceder a una travesía terrestre hacia el Polo Sur. Al igual que en sus anteriores aventuras, Amundsen tomó decisiones prácticas basadas en la experiencia de otros exploradores, lo que le permitió evitar los errores cometidos por aquellos que lo habían intentado antes.

A diferencia de Robert Falcon Scott, el capitán británico que también planeaba una expedición al Polo Sur, Amundsen optó por utilizar trineos y perros, mientras que Scott usaba ponis, lo que resultó ser un grave error. La elección de Amundsen, basada en su experiencia con perros de trineo en el Ártico, fue una de las claves de su éxito.

La victoria en el Polo Sur

El Fram llegó a la Antártida el 14 de enero de 1911, y Amundsen estableció su campamento base en la bahía de las Ballenas, a unos 96 kilómetros más al sur que el campamento de Scott. Desde allí, el 19 de octubre de 1911, Amundsen y sus cinco compañeros comenzaron la travesía hacia el Polo Sur. Durante su expedición, Amundsen dejó depósitos de víveres cada 10 kilómetros, lo que les permitió contar con suficiente alimento para la larga caminata. En total, recorrieron 2.400 kilómetros en condiciones extremas, y el 14 de diciembre de 1911, llegaron al Polo Sur.

Amundsen izó la bandera noruega y dejó una pequeña tienda, dentro de la cual colocó una carta para Scott, en la que deseaba a su rival una feliz vuelta. Sin embargo, a pesar de la victoria de Amundsen, la historia de Scott tuvo un final trágico. Scott y su expedición alcanzaron el Polo Sur más de un mes después, pero perecieron en el viaje de regreso debido a la falta de suministros y a las difíciles condiciones.

El éxito de Amundsen no solo fue un logro personal, sino también una victoria para la planificación científica y la eficiencia práctica. La expedición de Amundsen se destacó por la preparación minuciosa, en contraste con la desorganización y las decisiones equivocadas de Scott. Así, Amundsen consolidó su lugar en la historia como el primero en alcanzar el Polo Sur.

El trágico final de un héroe

Aunque Roald Amundsen alcanzó la fama mundial por su exitosa expedición al Polo Sur, sus años posteriores estuvieron marcados por intentos fallidos, una creciente obsesión con el Ártico y una trágica desaparición que puso fin a su vida de manera abrupta. Después de lograr la conquista de la Antártida, Amundsen no se conformó con los logros obtenidos. Como explorador incansable, su mirada se volvió hacia el Polo Norte, el último gran objetivo de su carrera. Sin embargo, el destino le tenía preparado un desenlace doloroso y prematuro, que ocurrió en circunstancias heroicas pero igualmente fatales.

Los intentos de alcanzar el Polo Norte

A pesar de haber alcanzado un renombre internacional por su hazaña en el Polo Sur, Amundsen no abandonó su sueño de conquistar el Polo Norte, una meta que había quedado fuera de su alcance después de que Robert Peary lo alcanzara en 1909. En 1918, con la misma determinación que lo había llevado a la Antártida, Amundsen comenzó una nueva expedición en busca de la conquista del Polo Norte. Para ello, organizó una expedición en la que utilizaría su antiguo barco, el Fram, en un intento de romper los hielos del Ártico y dejarse arrastrar por las corrientes hacia el este.

El plan original no se cumplió debido a los imprevistos y las variaciones de las corrientes marinas, lo que obligó a Amundsen a suspender la expedición sin haber logrado su objetivo. Sin embargo, la frustración no lo detuvo. La fiebre por el descubrimiento y la exploración lo impulsó a seguir adelante con sus proyectos, que se convirtieron en obsesiones. Durante los años siguientes, Amundsen intentó de nuevo llegar al Polo Norte, esta vez mediante el uso de un avión.

La tragedia del dirigible Italia

En 1925, Amundsen emprendió una de sus últimas y más arriesgadas aventuras. Junto con el ingeniero aeronáutico Umberto Nobile, partió en una expedición destinada a sobrevolar el Polo Norte en el dirigible Italia, diseñado por Nobile. La travesía parecía estar destinada al éxito: la tripulación estaba equipada con lo mejor en tecnología aérea y la expectativa era que pudieran alcanzar el ansiado objetivo. La expedición logró superar gran parte de la distancia, pero los desafíos del clima ártico, la falta de visibilidad y las inclemencias del tiempo provocaron que el dirigible sufriera varias averías.

A pesar de estos problemas, el 11 de mayo de 1926, Amundsen y Nobile lograron finalmente sobrevolar el Polo Norte, siendo esta la primera vez que un dirigible alcanzaba dicho objetivo. La expedición estuvo marcada por una enorme carga emocional y una gran satisfacción, pues Amundsen y Nobile cumplieron el sueño de conquistar el Polo Norte por vía aérea, un hito importante en la historia de la exploración.

Sin embargo, el triunfo fue efímero. Apenas dos años después, Nobile organizó una nueva expedición con el mismo dirigible Italia, pero esta vez en solitario. En el regreso, el dirigible sufrió un accidente y quedó atrapado en los hielos del Ártico. El rescate fue urgente, y Amundsen, siempre dispuesto a ayudar, partió a bordo del avión Latham, con la misión de salvar a Nobile y su tripulación.

La desaparición de Amundsen

La misión de rescate de Amundsen comenzó el 28 de junio de 1928, pero nunca llegó a completarse. El 31 de agosto de 1928, el avión de Amundsen desapareció en el Ártico durante una de las misiones de rescate, y la noticia de su desaparición sorprendió al mundo entero. A pesar de los esfuerzos por localizarlo, nunca se hallaron restos del avión ni de Amundsen, quien murió a los 56 años mientras realizaba una de las misiones más nobles de su vida.

El destino de Amundsen se convirtió en una leyenda trágica, ya que la que había sido su primera meta, el Polo Norte, se convirtió en su tumba. La desaparición de Amundsen dejó un vacío en la historia de la exploración polar, pues la figura del noruego se había consolidado no solo como un pionero en la conquista de los polos, sino como un hombre de ciencia, coraje y determinación.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Roald Engebrecht Amundsen (1872–1928): El Navegante de los Polos que Desafió los Límites del Mundo". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/amundsen-roald-engebrecht [consulta: 28 de septiembre de 2025].