Manuel de Amat y Junyent (1707–1782): Virrey Ilustrado y Reformista del Perú Colonial

Orígenes familiares y formación militar

Manuel de Amat y Junyent nació en 1707 en la localidad catalana de Vacarisas, cerca de Tarrasa, en el seno de una familia noble fiel a la causa de los Borbones durante la Guerra de Sucesión Española. Fue hijo de José de Amat y Planella y María Ana Junient y Vargas, cuyos vínculos aristocráticos le proporcionaron acceso directo a la vida cortesana y militar desde una edad temprana. En su juventud, Amat fue nombrado gentilhombre de la Cámara del Rey, y a los diecisiete años decidió iniciar la carrera de las armas, ingresando en la prestigiosa Orden de San Juan de Jerusalén, institución militar-religiosa que marcó profundamente su carácter y formación.

Trayectoria militar en Europa y África

La carrera militar de Amat lo llevó a participar en importantes campañas bélicas del reinado de Felipe V, monarca que consolidó el poder borbónico en España. Amat acumuló méritos durante su participación en siete batallas, cinco sitios y dos bloqueos, siendo testigo y protagonista de enfrentamientos en Malta, Nápoles y el norte de África. Su liderazgo fue reconocido con el mando del regimiento de Sagunto, donde actuó con el rango de mariscal de campo, distinción que consolidó su prestigio como militar disciplinado, eficaz y leal al trono.

Gobernador y Capitán General de Chile

El prestigio militar de Amat fue recompensado con un cargo de gran relevancia en el continente americano. El 29 de diciembre de 1755, la Corona española lo nombró Capitán General del Reino de Chile, cargo que implicaba no solo responsabilidades militares, sino también administrativas. Durante su gobierno, Santiago vivió un período de importantes reformas institucionales. Fundó en 1756 la Universidad de San Felipe, iniciativa que representaba un hito educativo en el virreinato y que reflejaba su inclinación por las ideas ilustradas.

En su papel de reformista, Amat reestructuró el cabildo santiaguino y reforzó las defensas naturales y artificiales, como los tajamares del río Mapocho, que frecuentemente desbordaba. No dudó en ejercer mano firme cuando destituyó al gobernador de la isla de Juan Fernández y a los corregidores de Concepción y Valdivia, con el objetivo de asegurar la disciplina administrativa. También se preocupó por la seguridad territorial, destacando la construcción del fuerte Biobío y la creación del cuerpo de Dragones, una unidad de élite diseñada para patrullar y asegurar las fronteras del sur del reino.

Nombramiento como Virrey del Perú

Gracias a su desempeño en Chile, Amat fue designado Virrey del Perú en reemplazo del Conde de Superunda, uno de los cargos más codiciados del Imperio español en América. Embarcó desde Valparaíso el 26 de septiembre de 1761 y realizó su entrada oficial en Lima el 21 de diciembre del mismo año, siendo recibido con fastuosidad y grandes expectativas. Como parte de su equipo de gobierno, eligió como principal asesor al jurista José Perfecto de Salas, figura clave para la implementación de sus reformas.

Desde el inicio de su mandato, Amat desplegó una política marcada por la centralización del poder y el control de los recursos, con una firme voluntad de modernizar la administración virreinal y ampliar la presencia del Estado en todos los ámbitos.

Política económica y financiera

Uno de los aspectos más destacados de su gobierno fue la reorganización de la Hacienda Real. En 1770, Amat fundó la Aduana Real del Perú, nombrando al experto Miguel de Arriaga como director. Esta institución fortaleció el control estatal sobre el comercio exterior, aumentando la fiscalización y reduciendo el contrabando. Al mismo tiempo, impuso nuevos impuestos, como la renta de correos y el ramo de lotería, cuyos ingresos dinamizaron el flujo de fondos hacia las arcas reales.

Durante su mandato, entre 1761 y 1775, se enviaron a la Corona 7.677.526 pesos, una cifra considerable que evidenciaba su éxito en la gestión fiscal. Sin embargo, este auge económico no fue homogéneo. Se profundizó la crisis minera en las históricas regiones de Potosí y Huancavelica, que habían sido motores económicos del virreinato desde el siglo XVI. La baja en la producción de plata fue compensada en parte por el incremento del comercio interior y exterior, cuya reactivación fue clave para sostener la economía virreinal.

Amat comprendió la importancia de una Hacienda sólida y eficiente como pilar del poder colonial. Bajo su administración, se fortalecieron los mecanismos de control sobre las cajas reales, aumentando la fiscalización sobre los ingresos y egresos, con un enfoque técnico y moderno para los estándares de la época.

Política de defensa y organización militar

La defensa del virreinato fue otro de los pilares en el gobierno de Manuel de Amat y Junyent, quien fortaleció las estructuras militares existentes y creó nuevas instituciones para la protección del territorio. Uno de sus logros más visibles fue la finalización en 1776 del imponente Fuerte Real Felipe, ubicado en El Callao. Esta fortaleza, iniciada por su predecesor el Conde de Superunda, fue completada bajo su dirección y representó un bastión infranqueable contra eventuales ataques marítimos. Entre sus cinco baluartes se destacaban el del Rey y el de la Reina, nombres que reflejaban la conexión simbólica con la monarquía.

Con motivo de la guerra entre España e Inglaterra en 1761, Amat decretó por bando la movilización de todos los varones entre los catorce y sesenta años. Reunió así un ejército de 18.900 hombres, donde se integraron peninsulares, indios, negros y mulatos, dando lugar a una fuerza pluriétnica sin precedentes. A pesar de su poder disuasorio, este ejército nunca fue desplegado en combate debido a la firma de la Paz de París en 1763. Como complemento a su estrategia militar, mandó construir una fábrica de pólvora, asegurando la autosuficiencia en materia de armamento.

Uno de los episodios más críticos en el ámbito militar se vivió en 1772, cuando un motín estalló en la escuadra naval virreinal por la falta de pago a la oficialidad de las naves “Septentrión”, “Astuto”, “San Lorenzo” y “La Liebre”. La respuesta del virrey fue severa: ordenó la ejecución de once tripulantes y el envío a presidio de otros treinta y cuatro. Este acto ejemplarizante buscó reafirmar la autoridad virreinal y disuadir futuras rebeliones.

Conflictos internos y levantamientos

La década de 1760 fue especialmente convulsa para el Virreinato del Perú, y Amat enfrentó diversos alzamientos sociales. En Quito, el 22 de mayo de 1766, se produjo una rebelión en protesta por el establecimiento de la aduana y el estanco del aguardiente. La población, molesta por las nuevas cargas fiscales, se levantó contra las autoridades coloniales, obligando al virrey a intervenir enérgicamente.

Más al sur, se desataron una serie de sublevaciones indígenas en provincias como Chucuito, Sica Sica, Pacajes, Santiago de Chuco y Chumbivilcas, motivadas por el sistema de repartos forzosos de mercancías a cargo de los corregidores. Este mecanismo, que obligaba a los indígenas a comprar productos a precios inflados, generó tensiones sociales que estallaron durante su mandato. La reacción de Amat fue dura, reforzando el control militar y ajustando los mecanismos de supervisión de los funcionarios locales.

Expulsión de los jesuitas y reordenamiento educativo

Uno de los actos más trascendentes del gobierno de Amat fue la ejecución de la real orden de expulsión de los jesuitas en 1767, medida dictada por Carlos III en el marco del reforzamiento del absolutismo borbónico y la secularización del poder colonial. La operación fue meticulosa: el 17 de agosto se aplicó en Chuquisaca, el 7 de septiembre en Cuzco, y el 9 de noviembre en Lima. En total, 190 miembros de la Compañía fueron embarcados en El Callao rumbo a los Estados Pontificios, a los que se sumaron otros 200 religiosos expulsados de Chile.

Para administrar los bienes confiscados, Amat creó el 15 de noviembre de 1767 la Dirección General de Temporalidades en Lima, órgano que supervisó los vastos recursos inmobiliarios, agrícolas y educativos de la orden. Esta expropiación tuvo consecuencias culturales profundas. Se cerraron instituciones como la Universidad de San Ignacio de Loyola, y se debilitó gravemente el Colegio Real de San Bernardo y el Colegio de Caciques de San Borja en Cuzco, así como el Colegio del Príncipe y el Colegio Máximo de San Pablo en Lima.

En un intento por mitigar el vacío educativo, Amat fundó el Real Convictorio de San Carlos, cuyo primer rector fue el canónigo limeño José Laso y Mogrovejo. Esta institución se convirtió en un centro de formación clerical y civil que buscó restaurar parte de la excelencia académica perdida tras la expulsión jesuítica.

Reformismo urbano y obras públicas en Lima

Uno de los legados más visibles del virrey Amat fue su intensa actividad urbanística en la ciudad de Lima, que experimentó una verdadera transformación bajo su mandato. En 1768, introdujo la figura de los alcaldes de barrio, encargados de mantener la limpieza de las acequias, organizar el tráfico de carretas y resolver conflictos vecinales, convirtiéndose en figuras clave de la gobernanza local.

En paralelo, se desarrollaron obras monumentales que modernizaron y embellecieron la capital virreinal. Bajo su impulso se construyeron la Alameda y Plaza de Toros de Acho, el Paseo de Aguas, el Coliseo de Gallos y se mejoró la dotación de agua a la Alameda de los Descalzos. También se empedró el camino entre Lima y El Callao, y se culminaron las rutas que conducían a Lurigancho y Carabayllo, facilitando la comunicación y el comercio regional.

Amat también brindó atención a la salud pública, ordenando la fundación del Real Hospital de Bellavista en 1770, destinado a los marineros y a la guarnición del puerto. Asimismo, contribuyó económicamente al sostenimiento de hospitales tradicionales como San Andrés, San Pedro, San Lázaro y Santa Ana, consolidando una red asistencial más robusta.

Escándalos, juicio de residencia y retiro en España

La figura de Amat no estuvo exenta de controversias. Una de las más conocidas fue su relación amorosa con la célebre tonadillera limeña Micaela Villegas, apodada La Perricholi. El virrey le habría regalado la Quinta del Prado, ubicada en las afueras de Lima, lo que alimentó habladurías sobre su vida privada y sus gustos mundanos. Esta relación, aunque no oficializada, dejó una huella imborrable en la cultura popular limeña, y ha sido recreada en numerosas obras literarias y teatrales.

El 17 de julio de 1776, Amat entregó el poder a su sucesor, Manuel de Guirior, y fue sometido al tradicional juicio de residencia, procedimiento mediante el cual se evaluaba la conducta de los altos funcionarios coloniales. Fue acusado de codicia, malversación y crueldad, pero tras un proceso prolongado, fue absuelto de todos los cargos. El 4 de diciembre de 1776, embarcó desde El Callao rumbo a España, donde se retiró en su palacio de la Rambla de las Flores en Barcelona.

Allí contrajo matrimonio con María Francisca Fivaller y Bru, y vivió sus últimos años dedicado a la escritura. Entre sus obras figura una interesante memoria titulada Historia geográfica e hydrográphica con derrotero general correlativo al Plan del Reyno de Chile, enviada a Carlos III como testimonio de su gestión.

Falleció en febrero de 1782, dejando una herencia ambigua pero poderosa: la de un virrey que supo conjugar la disciplina militar con los principios reformistas de la Ilustración borbónica, y que marcó una época de transformaciones decisivas en la historia del Perú colonial.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Manuel de Amat y Junyent (1707–1782): Virrey Ilustrado y Reformista del Perú Colonial". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/amat-y-junient-manuel-de [consulta: 29 de septiembre de 2025].