Alfonso XIII (1886–1941): El Rey que Vivió la Caída del Imperio y el Fin de la Monarquía
Contexto, Formación y Primeros Años de Reinado
Introducción a Alfonso XIII y su contexto histórico
Alfonso XIII, nacido en Madrid el 17 de mayo de 1886, fue una figura central en la historia de España a principios del siglo XX. Su reinado estuvo marcado por la inestabilidad política, social y económica que definió la historia contemporánea del país. Hijo de Alfonso XII y María Cristina de Habsburgo, Alfonso XIII llegó al mundo en circunstancias complejas: su padre había muerto apenas unos meses antes de su nacimiento. Esto significaba que, a pesar de ser un recién nacido, era proclamado rey desde el mismo momento de su llegada, un hecho inusual que reflejaba la compleja situación política y monárquica de la España de la época.
El joven rey nunca conoció a su padre, pero sí fue muy influenciado por su madre, la reina María Cristina, quien asumió la regencia hasta que Alfonso XIII cumpliera 16 años. La figura de María Cristina fue crucial en los primeros años de su vida, marcando una educación profundamente influenciada por los valores conservadores y la rígida corte borbónica.
Nacimiento y primeros años en la sombra de la regencia
La España en la que Alfonso XIII creció era una nación en declive, especialmente tras la pérdida de las últimas colonias en 1898: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Este acontecimiento dejó una profunda huella en la identidad nacional, y la generación intelectual que surgió tras la derrota, conocida como la Generación del 98, comenzó a cuestionar los cimientos de la monarquía y la política española. Fue un periodo de intensa crisis, donde la autorreflexión y las propuestas regeneracionistas trataron de encontrar una solución a los problemas del país. Alfonso XIII, aunque aún niño, fue testigo de estas tensiones en la sociedad española, y la influencia de los pensamientos de la Generación del 98 no le fue ajena, a pesar de que, en su juventud, parecía inclinarse más por los placeres de la corte y una vida más mundana.
La figura de María Cristina de Habsburgo como regente
La regencia de María Cristina de Habsburgo, madre del rey, fue una etapa fundamental en los primeros años del reinado de Alfonso XIII. Tras la muerte de Alfonso XII, su esposa asumió el control del reino hasta que su hijo alcanzara la mayoría de edad. María Cristina se caracterizó por mantener un firme control político, basándose en su estrecha relación con los sectores conservadores y moderados de la sociedad española. Durante este periodo, la Reina adoptó una postura de neutralidad ante los conflictos que se desarrollaban tanto dentro como fuera del país, pero la sociedad española seguía viviendo los efectos de la pérdida del Imperio y las tensiones sociales.
María Cristina también formó parte activa de la negociación y el diseño de políticas internacionales y nacionales, estableciendo relaciones con otras monarquías europeas, lo que permitió que España, bajo su regencia, permaneciera relativamente estable. Sin embargo, no logró evitar que la presión republicana y los movimientos regeneracionistas se incrementaran en los últimos años de su regencia.
La educación de Alfonso XIII y su inclinación por las artes y la vida mundana
Alfonso XIII recibió una educación estrictamente tradicional, acorde con los valores conservadores que predominaban en la corte. Se le instruyó en los valores religiosos y militares, bajo la supervisión de tutores, quienes trataron de inculcarle una disciplina férrea. No obstante, desde joven, Alfonso demostró una clara inclinación por las diversiones y una vida más distendida. Se le conoció por su afición a los deportes y por su interés en los automóviles, una pasión que, en ocasiones, tomaba un carácter algo excesivo.
A pesar de la seriedad con la que se le preparaba para asumir el trono, Alfonso XIII parecía sentirse más atraído por la vida social de la corte y las intrigas políticas. Esta dualidad entre sus responsabilidades como rey y sus gustos personales marcaría sus primeros años de reinado, revelando a un monarca que no siempre se sentía cómodo con las exigencias del poder.
El reinado de Alfonso XIII
Alfonso XIII fue proclamado rey en el mismo día de su nacimiento, pero no sería hasta el 17 de mayo de 1902, cuando alcanzó la mayoría de edad, que pudo asumir el poder. A los 16 años, juró la Constitución española y se convirtió en el monarca de España. Sin embargo, la situación del país no era fácil. España atravesaba un periodo de gran incertidumbre política, marcada por el desgaste de las instituciones y la falta de unidad en torno al modelo político.
La proclamación de Alfonso XIII como rey
Cuando Alfonso XIII asumió la corona, la España que conoció no era la de su abuelo, Isabel II, ni la de su padre, Alfonso XII. El país estaba en ruinas después de la guerra con Estados Unidos y la pérdida de las colonias. La Generación del 98 había comenzado a cuestionar la monarquía, y el republicanismo cobraba fuerza en la sociedad española. La mayoría de edad de Alfonso XIII marcó el inicio de un reinado que, aunque con grandes expectativas, se vio rápidamente desbordado por las crisis que agobiaban al país.
Consciente de los retos que enfrentaba, Alfonso XIII intentó hacerse escuchar en el ámbito político, pero su influencia en la política nacional no fue lo que muchos esperaban. Desde el inicio de su reinado, se mostró deseoso de actuar como un rey patriota, que no se limitaba a las funciones ceremoniales. Sin embargo, pronto quedó claro que sus esfuerzos por influir en la política no iban acompañados de una verdadera capacidad de decisión. A pesar de sus intentos de reforma, su reinado estuvo marcado por la inestabilidad, tanto interna como externamente, lo que llevó a que muchos de sus intentos de cambio resultaran infructuosos.
El impacto de la pérdida del Imperio Colonial en la sociedad española
La pérdida de las últimas colonias españolas en 1898 dejó una huella profunda en la psique colectiva del país. El desastre de 1898 no solo significó la pérdida de territorio, sino que también representó un golpe a la autoestima de la nación. La generación de intelectuales del 98, que comenzó a cuestionar el rumbo político de España, influyó en los primeros años del reinado de Alfonso XIII. Estas ideas regeneracionistas, que defendían una profunda reforma en las estructuras del país, no pasaron desapercibidas para el joven monarca, aunque su entorno inmediato no parecía inclinado a adoptar las reformas necesarias.
La desconfianza en las instituciones políticas tradicionales se incrementó durante el reinado de Alfonso XIII, mientras España se encontraba atrapada en la dinámica de los viejos partidos y el desgaste de la alternancia política. Sin embargo, a pesar de la creciente presión de las nuevas ideas y movimientos políticos, la monarquía española parecía mantenerse anclada en viejas estructuras que, en muchos casos, ya no respondían a las necesidades del país.
Primeros esfuerzos por la regeneración política
A lo largo de los primeros años de su reinado, Alfonso XIII intentó diversas reformas para regenerar el sistema político español. Consciente de la creciente polarización y los descontentos sociales, se mostró dispuesto a hacer concesiones, pero no fue suficiente para resolver los problemas estructurales que aquejaban al país. A pesar de sus intentos de acercarse a los militares y a algunos sectores de la sociedad civil, los esfuerzos de Alfonso XIII para modernizar el sistema político resultaron infructuosos.
El país continuó dividido, con fuertes tensiones entre las facciones conservadoras, liberales, republicanas y anarquistas, que se reflejaron en la creciente agitación social y política que marcaría el resto de su reinado.
Primeros Años del Reinado y Crisis del Sistema Político
El inicio del reinado personal (1902-1909)
Cuando Alfonso XIII asumió finalmente el poder en 1902, la España de principios del siglo XX no estaba en una situación fácil. La pérdida del Imperio colonial había dejado una profunda crisis de identidad en la nación, y la situación política era aún más inestable. Alfonso XIII, aunque joven, tenía claro que la monarquía necesitaba recuperar el papel central que había tenido en los siglos anteriores, y comenzó a buscar una forma de hacerlo. Sin embargo, la transición no fue sencilla. La España que heredó estaba marcada por la falta de unidad, con una política dominada por los mismos partidos que habían sido responsables de los problemas del siglo XIX, el conservador y el liberal, pero sin una verdadera solución para los desafíos que se presentaban.
Desde sus primeros años de gobierno, Alfonso XIII mostró que su concepción del papel de la monarquía era distinta al tradicional modelo ceremoniario. Estaba convencido de que la Corona debía jugar un papel activo en la política, influir en las decisiones clave y, sobre todo, frenar el avance de la oposición republicana que ganaba terreno con fuerza. A pesar de su falta de experiencia política y de una formación adecuada para ser un líder político, Alfonso XIII quiso ser un monarca «activo», que interviniera en los asuntos nacionales para evitar que el país cayera en manos de movimientos radicales y peligrosos.
Sin embargo, sus esfuerzos por involucrarse directamente en la política nacional no hicieron más que generar confusión y agravar la inestabilidad. El rey, aunque deseaba tener un rol relevante, carecía de una estrategia coherente para liderar el país. Su tendencia a involucrarse en discusiones políticas y su falta de una visión clara sobre cómo debían resolverse los problemas profundos de España dificultaron la capacidad del gobierno para funcionar con eficacia. La combinación de su falta de preparación y la resistencia de los políticos tradicionales a ceder poder a la Corona fueron factores que desencadenaron una serie de fracasos para el joven monarca.
Inestabilidad política y los intentos de regeneración
En los primeros años del reinado de Alfonso XIII, España vivió un largo período de inestabilidad política. El sistema parlamentario, que había heredado del siglo XIX, ya estaba en plena descomposición. El panorama político estaba dominado por los viejos partidos, pero ninguno de ellos parecía ofrecer una solución efectiva para los problemas que enfrentaba el país. Los intentos de regeneración encabezados por figuras como Antonio Maura y José Canalejas, aunque con un fuerte espíritu reformista, no fueron suficientes para superar los vicios del sistema.
La corrupción, las tensiones sociales, la falta de diálogo entre las distintas facciones políticas y el estancamiento de las instituciones hicieron que cualquier intento de regeneración resultara infructuoso. Maura, por ejemplo, intentó implementar reformas en la estructura política, pero sus propuestas no lograron el apoyo suficiente ni dentro del gobierno ni en el parlamento. Aunque Alfonso XIII simpatizaba con la idea de regeneración del sistema, la falta de coherencia política y la incapacidad de los gobiernos para poner en marcha reformas sustanciales resultaron en una serie de cambios de gabinete sin que se llegara a ningún resultado positivo.
El impacto de la guerra en Marruecos y la Semana Trágica
A medida que Alfonso XIII intentaba estabilizar la política interna, España se vio envuelta en la guerra de Marruecos, un conflicto que se alargaría durante casi dos décadas y que tendría profundas repercusiones en su reinado. El rey, muy influenciado por la visión militarista que marcaba su educación, apoyó de forma activa la intervención española en Marruecos. Sin embargo, el desarrollo de esta guerra no fue nada fácil y el ejército español sufrió numerosos reveses. El desastre de Annual en 1921 fue una de las derrotas más humillantes para el ejército español y, por ende, para el reinado de Alfonso XIII.
El conflicto en Marruecos, además de agravar la imagen del rey y de su gobierno, fue un caldo de cultivo para el descontento social. En 1909, una serie de huelgas y disturbios en Barcelona, conocidos como la Semana Trágica, evidenciaron la creciente oposición a la política militar y a la represión que se vivía en el país. El malestar popular, particularmente en Cataluña, fue enorme, especialmente después de la violencia desatada por las autoridades en respuesta a los disturbios. Durante este período, Alfonso XIII, en lugar de buscar una solución política que resolviera las tensiones sociales, prefirió mantener la postura autoritaria, apoyando la represión militar.
La Semana Trágica dejó una huella profunda en la percepción pública de Alfonso XIII, ya que su gobierno no logró ofrecer una respuesta eficaz a las demandas de cambio de la sociedad española. Las críticas a la monarquía se incrementaron, especialmente entre los sectores progresistas y republicanos, que veían en el rey y en su entorno el principal obstáculo para las reformas necesarias.
La relación de Alfonso XIII con el ejército y la política exterior
Alfonso XIII tuvo una relación ambigua con las fuerzas militares y la política exterior. Como se mencionó anteriormente, su educación y su carácter inclinaron al monarca hacia una postura favorable hacia el ejército. En varios momentos de su reinado, Alfonso XIII favoreció la intervención militar en los asuntos políticos, y se apoyó en los militares para resolver las crisis internas. Su relación con figuras como el general Miguel Primo de Rivera sería uno de los capítulos más oscuros de su reinado, ya que el monarca, a pesar de las tensiones que surgieron, terminó apoyando el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923.
Por otro lado, la política exterior de Alfonso XIII también estuvo marcada por la búsqueda de apoyo internacional. En su intento de darle mayor prestigio a la monarquía, realizó varios viajes oficiales, buscando reforzar las relaciones con otras monarquías europeas. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, España no pudo evitar ser arrastrada por los vientos de cambio que soplaban en Europa, con el auge del republicanismo y las tensiones sociales dentro del país.
La Dictadura de Primo de Rivera y el Declive de la Monarquía
El apoyo al golpe de Estado de Primo de Rivera (1923)
A medida que avanzaba el reinado de Alfonso XIII, la situación política en España se hacía cada vez más insostenible. Las continuas crisis económicas, los desastres militares en Marruecos y la creciente oposición republicana y socialista sumieron al país en una profunda inestabilidad. El sistema político de alternancia entre los partidos conservadores y liberales no solo se encontraba en ruinas, sino que también había perdido la capacidad de solucionar los problemas de la nación. En este contexto, Alfonso XIII, que ya había mostrado su simpatía por los métodos autoritarios, apoyó el golpe de Estado que el general Miguel Primo de Rivera protagonizó en septiembre de 1923.
El golpe de Primo de Rivera fue una respuesta desesperada a la crisis que aquejaba a España, pero también fue una manifestación del fracaso de las instituciones democráticas. Alfonso XIII consideraba que la solución a los problemas del país pasaba por la instauración de un régimen autoritario que pudiera restaurar el orden, lo que le llevó a brindar su apoyo al golpe de Primo de Rivera, quien se autoproclamó dictador. El monarca pensaba que, con el respaldo del ejército y un régimen centralizado, España podría superar la crisis. Sin embargo, este apoyo significó el principio del fin para la monarquía, ya que las consecuencias de la dictadura afectaron profundamente su imagen y la relación con la sociedad.
Alfonso XIII no dudó en otorgar legitimidad a la dictadura de Primo de Rivera, al ver en ella una oportunidad para restaurar el orden y dar estabilidad al país. El dictador, en principio, logró cierto apoyo popular y logró poner fin a la guerra de Marruecos, un triunfo militar significativo para la España de la época. Sin embargo, a medida que avanzaban los años, la dictadura se fue desmoronando, y la postura autoritaria del régimen fue perdiendo fuerza, tanto dentro como fuera de España.
La política de centralismo y la represión
Durante los primeros años de la dictadura, Primo de Rivera implementó políticas de centralismo administrativo, buscando reducir el poder de las regiones en favor de un Estado centralizado. El objetivo era modernizar la administración y reforzar la autoridad del gobierno. Sin embargo, las medidas adoptadas por el régimen fueron impopulares en muchas regiones, especialmente en Cataluña y el País Vasco, donde los movimientos regionalistas y nacionalistas se oponían abiertamente a la concentración de poder en Madrid.
La represión política también se convirtió en una característica clave del régimen. Primo de Rivera no dudó en recurrir a la censura, el encarcelamiento de opositores y la persecución de intelectuales y figuras públicas que cuestionaban el autoritarismo del gobierno. Alfonso XIII, al principio, respaldó estas acciones, convencido de que la estabilidad del país solo podría lograrse a través de la imposición de un control absoluto sobre la sociedad.
Sin embargo, la represión tuvo un costo elevado en términos de apoyo popular. A medida que la situación social y económica empeoraba, las tensiones dentro del régimen aumentaban. La falta de resultados tangibles en cuanto a la mejora de la vida de los ciudadanos, junto con la creciente oposición de los sectores progresistas e intelectuales, fueron minando la base de apoyo que Primo de Rivera había logrado en los primeros años. La popularidad del dictador comenzó a decaer, y con ella también la legitimidad del monarca que lo apoyaba.
La relación con Mussolini y el régimen autoritario
Durante la dictadura de Primo de Rivera, Alfonso XIII intentó reforzar la relación de España con otras potencias autoritarias en Europa, como Italia, bajo el liderazgo de Benito Mussolini. En 1923, apenas unas semanas después del golpe de Primo de Rivera, el rey y el dictador español realizaron una visita oficial a Italia, donde se reunieron con Mussolini. Esta alianza con el régimen fascista italiano fue vista como un intento de Alfonso XIII de asegurar el apoyo internacional y fortalecer el régimen autoritario en España.
Sin embargo, esta relación con Mussolini y el régimen fascista no hizo sino añadir más leña al fuego de la creciente oposición interna. Los sectores liberales, republicanos y socialistas, que ya criticaban el autoritarismo del régimen, vieron con desdén esta aproximación a los regímenes fascistas. A nivel internacional, la relación con Mussolini también resultó incómoda para España, ya que la comunidad internacional observaba con creciente preocupación la expansión de los regímenes autoritarios en Europa.
La creciente oposición y la pérdida de apoyo popular
En los años posteriores al golpe de Estado de 1923, el apoyo a Primo de Rivera y, por ende, a Alfonso XIII, comenzó a desmoronarse. A medida que el régimen se adentraba en una represión cada vez más severa, las críticas tanto internas como externas se multiplicaron. Intelectuales de la talla de Miguel de Unamuno y Vicente Blasco Ibáñez fueron algunas de las figuras que se opusieron abiertamente al régimen de Primo de Rivera, lo que contribuyó a aumentar el aislamiento del dictador.
El descontento social también se reflejó en las protestas y huelgas que estallaron en diversas partes del país, especialmente en las grandes ciudades industriales. La crisis económica mundial de 1929, que afectó gravemente a España, exacerbó aún más la situación. La falta de avances en términos de reformas sociales y económicas, junto con el creciente autoritarismo, provocaron un giro en la opinión pública. La dictadura, que inicialmente había gozado de cierto apoyo, comenzó a ser rechazada por una parte significativa de la población.
La caída de Primo de Rivera y la transición hacia un gobierno de unidad nacional
La creciente oposición y el debilitamiento del régimen de Primo de Rivera culminaron en su dimisión en enero de 1930. Aunque inicialmente se mostró como un héroe que había traído estabilidad al país, su régimen terminó siendo insostenible. Alfonso XIII, que había respaldado firmemente la dictadura, comenzó a percibir que el apoyo popular hacia el régimen autoritario se estaba desvaneciendo. Ante la incapacidad de Primo de Rivera para manejar la situación política, el rey optó por buscar una salida que no implicara el fin inmediato de la monarquía.
El monarca nombró a un nuevo gobierno bajo la dirección del general Dámaso Berenguer, quien intentó restaurar la estabilidad política sin recurrir a la dictadura. Sin embargo, este nuevo intento de reconstrucción fracasó. La presión de la oposición republicana creció, y la situación política siguió deteriorándose. Alfonso XIII, al ver que la monarquía estaba perdiendo toda legitimidad, no tuvo más opción que permitir que las fuerzas republicanas tomaran la delantera en la lucha por el futuro de España.
El Fin del Reinado y Exilio
La proclamación de la II República y el fin del reinado
El clima de agitación política alcanzó su punto culminante en 1931. La situación en España se había vuelto insostenible para la monarquía, y las continuas crisis sociales y políticas dejaban cada vez menos espacio para la figura de Alfonso XIII. La dictadura de Primo de Rivera había fracasado, y los intentos de restaurar un sistema de gobierno más democrático bajo la monarquía resultaron insuficientes para aplacar el creciente descontento. La oposición republicana y la lucha de los movimientos sociales y sindicales cobraron fuerza, y el cambio parecía inevitable.
El 12 de abril de 1931, se celebraron las elecciones municipales en España, y los resultados fueron un claro reflejo de la inclinación republicana de las grandes ciudades, especialmente en Madrid, Barcelona y otras urbes importantes. Las urnas dieron la victoria a los republicanos, quienes vieron en estos resultados una señal de que el momento para la proclamación de la II República había llegado. El 14 de abril, apenas dos días después de las elecciones, la situación alcanzó su punto de no retorno. En ese día, la República fue proclamada en España, y Alfonso XIII se vio forzado a abandonar el país.
La proclamación de la República fue el resultado de un proceso complejo de desgaste de la figura monárquica, que ya no representaba las expectativas de cambio que muchos sectores de la sociedad española ansiaban. Alfonso XIII, consciente de que la monarquía había quedado completamente desacreditada, no pudo hacer nada para evitar el curso de los acontecimientos. En ese momento, el rey se encontraba en Madrid, y ante la creciente presión popular y la declaración de la República, optó por marcharse.
La huida al exilio
La mañana del 14 de abril, Alfonso XIII dejó el Palacio Real. En lugar de abdicación formal, el monarca optó por la huida, lo que significó la suspensión del ejercicio del poder real, pero sin renunciar oficialmente a la corona. A bordo de su coche, un Hispano-Suiza, Alfonso XIII emprendió su viaje hacia Cartagena, desde donde embarcó rumbo a Francia. Este gesto de huida en vez de enfrentarse con dignidad al cambio histórico dejó una marca indeleble en la memoria colectiva de los españoles, quienes consideraron este acto como un abandono de la responsabilidad real.
En París, el rey se reunió con su familia y, tras la pérdida de su trono, lanzó un manifiesto en el que denunciaba las razones de su exilio y el supuesto golpe de Estado que había derrocado a la monarquía. Las Cortes españolas lo procesaron por su complicidad con la dictadura de Primo de Rivera, lo que resultó en su condena a la deportación perpetua y la confiscación de sus bienes. En un acto que simbolizó su declive, Alfonso XIII pasó los siguientes años en el exilio, primero en Fontainebleau y luego en Roma, donde residiría hasta su muerte.
El exilio en Roma y los últimos años
Tras su salida de Francia, Alfonso XIII se trasladó a Roma, donde vivió en un modesto exilio, apartado de los asuntos políticos que una vez dominaron su vida. Durante estos años, se dedicó a su familia y a la escritura, aunque su vida estaba marcada por la tristeza de la pérdida de su trono y el aislamiento que sentía como figura exiliada. Durante su estancia en Roma, el rey siguió siendo una figura relevante para los sectores monárquicos, aunque sin el poder que había tenido en su apogeo.
En 1939, el rey redactó su testamento en Lausana, Suiza, en el que designaba a su hijo, Juan de Borbón y Battenberg, como heredero de la Corona, en un gesto simbólico de continuar la línea dinástica. A pesar de sus intentos por mantener la legitimidad de la monarquía, la figura de Alfonso XIII ya no tenía poder real en el futuro de España. La monarquía, de hecho, pasaría por una nueva fase, de la mano de Francisco Franco, quien gobernó como dictador durante casi cuatro décadas, pero no reinstauraría la monarquía hasta mucho después de la muerte de Alfonso XIII.
La abdicación en favor de su hijo y su muerte
En enero de 1941, Alfonso XIII abdicó formalmente en favor de su hijo Juan, quien se convertiría en el conde de Barcelona, aunque la monarquía no se restauraría en ese momento. Solo en 1975, tras la muerte de Franco, se restauraría la monarquía en la figura de Juan Carlos I, nieto de Alfonso XIII.
Alfonso XIII murió el 28 de febrero de 1941 en Roma, a la edad de 54 años. Su muerte cerró un capítulo triste en la historia de la monarquía española, que había sido incapaz de adaptarse a los cambios sociales y políticos que marcaron el siglo XX. Sus restos fueron enterrados en Roma hasta que, en 1980, fueron trasladados a España, donde fueron solemnemente enterrados en el Panteón Real del Monasterio de El Escorial, en un acto simbólico que cerraba el ciclo de la dinastía borbónica en el exilio.
Legado y reconsideración histórica
El reinado de Alfonso XIII estuvo marcado por el fin de una era: la de la monarquía española en su forma tradicional. Su figura es compleja y, en muchos aspectos, contradictoria. Fue testigo de un cambio histórico monumental, tanto dentro de España como en el mundo. Aunque intentó modernizar el sistema y dar estabilidad al país, sus decisiones, como el apoyo a la dictadura de Primo de Rivera y la incapacidad de adaptarse a las nuevas demandas democráticas, contribuyeron al declive de la monarquía.
Hoy en día, la figura de Alfonso XIII es vista con una mezcla de respeto y crítica. Fue un hombre que, a pesar de sus esfuerzos, no logró evitar el colapso de la institución monárquica que lideraba. Su legado es, por tanto, un testimonio de la lucha entre el viejo orden y los nuevos tiempos que marcarían la historia de España en el siglo XX.
MCN Biografías, 2025. "Alfonso XIII (1886–1941): El Rey que Vivió la Caída del Imperio y el Fin de la Monarquía". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/alfonso-xiii-rey-de-espanna [consulta: 2 de octubre de 2025].