Luis Simarro Lacabra (1851–1921): Neurohistólogo y Librepensador en la España de la Ciencia Moderna
Luis Simarro Lacabra (1851–1921): Neurohistólogo y Librepensador en la España de la Ciencia Moderna
Infancia marcada por la tragedia y acogida intelectual
La temprana orfandad y su entorno familiar
Luis Simarro Lacabra nació en Roma en 1851, en el seno de una familia profundamente vinculada al arte y la cultura. Su padre, Ramón Simarro Oltra, fue un reconocido pintor valenciano que desarrolló su carrera en Italia. Sin embargo, la vida del joven Luis estuvo marcada por un inicio trágico: quedó huérfano a los tres años tras el fallecimiento de su padre, víctima de tuberculosis pulmonar, y el posterior suicidio de su madre, devastada emocionalmente por la pérdida. Este doble golpe no sólo dejó a Simarro en una situación de vulnerabilidad emocional y social, sino que también forjó su sensibilidad hacia el sufrimiento humano, un rasgo que más tarde impregnaría su ejercicio clínico y su pensamiento científico.
Acogido por un tío paterno, fue criado en Valencia en un ambiente intelectual cuidadosamente formado, vinculado a las ideas del liberalismo progresista. Fue en este nuevo entorno donde el joven Luis encontró orientación en una figura decisiva para su desarrollo: el historiador Vicente Boix, representante del romanticismo liberal valenciano. Boix no solo se convirtió en mentor intelectual, sino en la figura tutelar que canalizó la curiosidad del joven hacia el pensamiento científico y las corrientes más avanzadas del saber europeo de la época.
Educación bajo la tutela de Vicente Boix y su círculo liberal-romántico
Gracias a la influencia de Boix, Simarro desarrolló una mentalidad abierta y crítica. En 1867, al obtener el título de bachiller, comenzó a dar clases de historia natural en el Colegio de San Rafael, una institución religiosa donde no tardaría en enfrentarse a la ortodoxia ideológica. Fue expulsado por los religiosos que dirigían el colegio, al descubrir que leía a Charles Darwin y que posiblemente compartía sus ideas con los alumnos. Este hecho marca el inicio de una vida en permanente tensión con las instituciones conservadoras y autoritarias, y el compromiso precoz de Simarro con el darwinismo y el positivismo científico, dos pilares que guiarían su pensamiento a lo largo de toda su trayectoria.
Formación científica temprana y primeras tensiones ideológicas
Lecturas prohibidas y conflicto con la Iglesia en el Colegio de San Rafael
Este primer episodio de censura no detuvo su vocación científica, sino que pareció fortalecer su determinación. En 1868, comenzó los estudios de medicina en la Facultad de Valencia, en plena efervescencia de los ideales revolucionarios que acompañaron el Sexenio Democrático. En la universidad valenciana tuvo como uno de sus maestros a Juan Bautista Peset y Vidal, figura destacada del reformismo científico. Sin embargo, Simarro no se limitó a absorber pasivamente el conocimiento médico. Pronto se destacó como uno de los estudiantes más brillantes y como líder de la juventud republicana local, participando activamente en las barricadas del levantamiento de 1869.
Su activismo no se redujo al plano político. Entre 1870 y 1871, impartió cursos sobre higiene laboral en el Centro Republicano de la Clase Obrera, demostrando una temprana vocación de servicio público y un interés genuino por las condiciones de vida de las clases trabajadoras. En 1872, pronunció en el Ateneo de Valencia una vibrante conferencia en defensa del positivismo, que generó tanto admiración como polémica. Su oposición a la enseñanza tradicional y a los profesores conservadores, como el cirujano Enrique Ferrer Viñerta, fue tan fuerte que éste lo suspendió en sus asignaturas, a pesar de ser el alumno más destacado del curso. Estos conflictos lo llevaron a abandonar Valencia y trasladarse a Madrid en el otoño de 1873 para concluir sus estudios.
Universidad de Valencia: medicina, republicanismo y positivismo
El paso por la Universidad de Valencia dejó en Simarro una huella profunda, tanto por el conflicto ideológico como por las primeras bases de su pensamiento médico. Allí se consolidó su visión del conocimiento como herramienta de transformación social. Su defensa del positivismo —influido por Comte, Spencer y más adelante por Ernst Haeckel— ya se entrelazaba con su interés en la anatomía, la fisiología y la histología del sistema nervioso, anticipando su futura especialización en neurohistología. Esta mezcla de compromiso social, pensamiento científico y espíritu crítico marcaría su trayectoria y definiría su legado en la historia de la ciencia española.
Primeras experiencias profesionales y orientación hacia la neurociencia
Traslado a Madrid: vínculo con Velasco y la Escuela Libre de Medicina
Una vez en Madrid, la suerte de Simarro cambió. Fue acogido por un entorno más abierto en el plano intelectual y científico. Estableció una relación clave con Pedro González de Velasco, catedrático de cirugía y fundador del Museo Antropológico de Madrid, quien se convirtió en su primer gran maestro científico. Bajo su tutela, trabajó en el laboratorio micrográfico del museo y se integró en la Escuela Libre de Medicina y Cirugía, participando activamente como docente y redactor en su influyente revista, El Anfiteatro Anatómico Español.
Simarro también comenzó a asistir a las sesiones de la Sociedad Histológica Española, fundada por Aureliano Maestre de San Juan, uno de los pioneros de la histología en España. Allí tuvo contacto con los métodos más avanzados de observación microscópica, en un momento en que la histología y la anatomía patológica se consolidaban como disciplinas clave para comprender la fisiología humana y la enfermedad mental.
Sociedad Histológica Española y primeros pasos en la enseñanza científica
En 1876, se incorporó a la recién creada Institución Libre de Enseñanza (ILE), en la que impartió cursos de fisiología del sistema nervioso y divulgación científica. Su participación en la ILE supuso una continuación natural de su rechazo a la enseñanza dogmática y una reafirmación de su compromiso con el laicismo educativo. El mismo año obtuvo una plaza en el Hospital de la Princesa, y al año siguiente fue nombrado director del Manicomio de Santa Isabel en Leganés, institución donde intentó aplicar una concepción médica, científica y humanista del tratamiento de las enfermedades mentales.
No obstante, su enfoque chocó de nuevo con las autoridades eclesiásticas, que dominaban la gestión del centro, y Simarro se vio obligado a dimitir en 1879. Esta experiencia le reafirmó en su oposición al control clerical sobre la ciencia y la salud pública, y afianzó su apuesta por una psiquiatría laica, científica y comprometida con los derechos humanos. En sus publicaciones de esta etapa, se declaró abiertamente seguidor del darwinismo y de la obra de Haeckel, abordando desde una perspectiva evolucionista cuestiones como la anatomía comparada, la embriología y la histología del sistema nervioso. Estas inquietudes lo llevaron a buscar una formación aún más sólida en Europa, dando paso a una etapa decisiva: su estancia en París.
Etapa parisina y formación internacional
Contacto con Duval, Ranvier, Charcot y Magnan
Entre 1880 y 1885, Luis Simarro se estableció en París, donde tuvo acceso a uno de los centros neurálgicos de la ciencia médica europea. Esta etapa fue decisiva para su consolidación como científico y para la orientación definitiva de su pensamiento. En la capital francesa, trabajó en los laboratorios de Mathias Duval, Louis Antoine Ranvier, Jean-Martin Charcot y Valentin Magnan, todos ellos figuras señeras de la medicina y la neurología del siglo XIX.
Fue Duval quien confirmó su adhesión al darwinismo, tema que Simarro ya había abordado en sus escritos y conferencias previos. Su contacto con Ranvier, en particular, le permitió perfeccionar su dominio de la microscopía histológica, afianzando su vocación por la neurohistología. De Charcot y Magnan, recibió una orientación clínica más precisa hacia la neuropsiquiatría, ampliando su comprensión de la mente humana desde una base anatómica y fisiopatológica.
La estancia parisina no fue solo un perfeccionamiento técnico: también fue un momento de expansión intelectual. Simarro ingresó en la masonería, una red internacional de pensamiento laico y racionalista que ofrecía un marco ético y filosófico coherente con sus convicciones. Este hecho reforzó su compromiso con la libertad de pensamiento, la educación laica y el progreso científico, principios que marcarían su acción pública al regresar a España.
Influencias darwinistas y vinculación con la masonería
La obra de Ernst Haeckel, discípulo de Darwin y defensor del monismo científico, tuvo en Simarro un receptor entusiasta. En París profundizó en estas ideas, combinándolas con su formación en medicina y su compromiso con el positivismo comtiano. Esta fusión teórica —evolución biológica, ciencia experimental y reforma social— se convirtió en el núcleo ideológico de su visión científica.
Su ingreso en la masonería fue más que un gesto simbólico. Alcanzaría con los años el grado de Gran Maestre de la masonería española (1913) y participaría en foros internacionales como la Fédération Internationale de la Libre Pensée. Esta dimensión lo convierte en una figura de proyección europea, conectada con el movimiento librepensador, defensor del conocimiento como herramienta de emancipación social y personal.
El regreso a España: neurología, psiquiatría y jurisprudencia
Práctica clínica y colaboración en casos penales
A su regreso a Madrid, Simarro se dedicó al ejercicio privado de la neurología, que progresivamente se orientó hacia la psiquiatría clínica. Inspirado por sus maestros franceses y las doctrinas de Emil Kraepelin, desarrolló un enfoque integral de la salud mental, combinando observación clínica, análisis psicológico y conocimiento histológico.
Fue un pionero en la relación entre psiquiatría y derecho penal, participando como perito en numerosos procesos judiciales. Uno de los más famosos fue el del asesinato del obispo de Madrid a manos del psicópata Cayetano Galeote en 1886, donde su intervención marcó un hito en la consideración científica de la imputabilidad penal. En estos contextos, defendió una visión humanista de la locura y el crimen, en la que la patología mental debía evaluarse con criterios médicos y no exclusivamente morales o jurídicos.
Críticas a Lombroso y Ferri, y rol en la fundación de la Escuela de Criminología
Pese a que colaboró con juristas partidarios del positivismo penal, como Enrico Ferri y Cesare Lombroso, Simarro se opuso abiertamente a sus teorías deterministas y antropométricas, que asociaban características físicas con tendencias criminales. Su crítica a la «locura moral» como categoría diagnóstica injustificable fue tanto científica como ética.
A pesar de sus discrepancias con estas escuelas, participó en la creación de la Escuela de Criminología en 1903, donde ejerció como profesor de psicopatología. Este aparente contrasentido revela su capacidad para dialogar con posiciones diversas y su voluntad de incidir desde dentro en las instituciones. Simarro apostaba por una psiquiatría crítica y científica, alejada tanto del misticismo como del reduccionismo biológico.
Maestro de Cajal y pionero en neurohistología
Técnicas innovadoras en tinción nerviosa y sus efectos en la obra de Cajal
Uno de los capítulos más relevantes de la trayectoria de Simarro fue su influencia directa sobre Santiago Ramón y Cajal, quien reconoció repetidamente su deuda con él. En 1887, Cajal visitó el laboratorio micrográfico de Simarro, donde vio por primera vez preparaciones del método cromoargéntico de Golgi, técnica que revolucionaría la neurohistología al permitir visualizar con nitidez las células nerviosas y sus prolongaciones.
Esta experiencia marcó un punto de inflexión en la carrera de Cajal, que a partir de entonces se volcó en el estudio de la estructura del sistema nervioso. Aunque el relato oficial ha tendido a subrayar el carácter autodidacta de Cajal, el propio científico aragonés dejó constancia explícita de la importancia del magisterio de Simarro y de Maestre de San Juan, a quienes menciona con gratitud en sus Recuerdos de mi vida.
Relaciones científicas, colaboración e influencia metodológica
Simarro no solo introdujo a Cajal en las técnicas más avanzadas, sino que también le proveyó de métodos innovadores. En 1896, Cajal se basó en las investigaciones de Simarro para aplicar un método especial con azul de metileno sobre tejido nervioso fresco, con resultados notables en la observación del protoplasma nervioso. Un año después, escribió al prestigioso histólogo sueco Gustaf Retzius, informándole sobre otro procedimiento desarrollado por Simarro: la tinción con ácido ósmico y ácido pirogálico.
En 1900, Simarro dio a conocer en la revista de Cajal un nuevo «proceder fotográfico», que presentó públicamente en el XIX Congreso Internacional de Medicina celebrado en Madrid en 1903. Esta técnica fue modificada por Cajal en el célebre método del nitrato de plata reducido, con el cual logró mostrar la disposición de las neurofibrillas y fortalecer su teoría de la neurona frente a sus críticos.
La colaboración entre ambos científicos, aunque no exenta de tensiones —especialmente durante las oposiciones de 1892 a la cátedra de histología—, fue decisiva para el desarrollo de la neurociencia moderna. Cajal siempre reconoció la importancia de Simarro, y tras su muerte en 1921, escribió a Carlos María Cortezo lamentando que “murió sin saber lo mucho que yo le veneraba y quería”.
La psicología experimental como nueva disciplina
Influencias de Wundt, Spencer y Brentano
Más allá de la neurología y la psiquiatría, Luis Simarro fue uno de los introductores de la psicología experimental en España. Su visión de esta disciplina se construyó sobre un sustrato teórico ecléctico y cosmopolita. Desde muy temprano, asimiló las ideas de Wilhelm Wundt, considerado el padre de la psicología científica, a las que sumó las aportaciones evolucionistas de Herbert Spencer y Ernst Haeckel, junto con elementos de la filosofía fenomenológica de Franz Brentano.
Este entrecruzamiento de influencias le permitió concebir la psicología como un campo autónomo, basado en la observación empírica, pero también abierto a los fundamentos filosóficos. Rechazaba tanto el reduccionismo biologicista como las explicaciones puramente introspectivas. De esta forma, su enfoque pretendía integrar el estudio del comportamiento, el sistema nervioso y los procesos mentales en una misma estructura de conocimiento, anticipando muchas de las corrientes que florecerían en el siglo XX.
Creación de la cátedra y fundación del laboratorio en Madrid
En 1902, Simarro ganó por oposición la primera cátedra de psicología experimental en la Universidad Central de Madrid, un hito sin precedentes en el panorama académico español. Desde esta posición, no solo introdujo una nueva disciplina, sino que transformó el modo de entender el saber universitario: su laboratorio incorporó instrumental moderno, técnicas histológicas, y una biblioteca especializada, convirtiéndose en un referente para las generaciones futuras.
Para asegurar la continuidad de su obra, Simarro creó una fundación dotada de recursos materiales y financieros, que sirvió como núcleo inicial para la institucionalización de la psicología científica en España. Este laboratorio no solo fue un espacio de docencia, sino también un centro de investigación, desde el que se impulsaron trabajos pioneros sobre percepción, memoria, conducta y alteraciones mentales.
Compromiso con la ciencia libre y la modernización intelectual
Asociación para el Progreso de las Ciencias y Junta de Ampliación de Estudios
El pensamiento de Simarro trascendía las aulas. Fue uno de los principales impulsores de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, fundada en 1907, y que celebró su primer congreso en Zaragoza al año siguiente. Este proyecto buscaba generar una comunidad científica moderna, alejada del dogmatismo y capaz de dialogar con las corrientes internacionales. La Asociación se convirtió en uno de los motores de la renovación intelectual del país.
Ese mismo año, participó en la organización inicial de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), una institución destinada a promover la formación avanzada de investigadores españoles en el extranjero. Esta entidad fue el germen de instituciones como el Instituto Cajal o la Residencia de Estudiantes, y encarnaba el ideal regeneracionista de una España ilustrada, científica y europeizada, valores profundamente arraigados en la visión de Simarro.
Activismo laico, masonería y defensa del librepensamiento
En paralelo a su labor científica y docente, Simarro se mantuvo firme en su militancia laica. Su vinculación con la masonería, en la que alcanzó el grado de Gran Maestre de la masonería española en 1913, y su activa participación en la Fédération Internationale de la Libre Pensée, lo situaron en el corazón del movimiento europeo del librepensamiento. Desde esta tribuna, defendió la libertad de conciencia, la educación racionalista y la emancipación del conocimiento respecto de las instituciones religiosas.
Un ejemplo de su compromiso fue su apoyo público al movimiento que repudió la ejecución de Francisco Ferrer Guardia tras los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (1909). Ferrer, pedagogo y librepensador, fue condenado a muerte en un juicio polémico y ampliamente criticado por la comunidad internacional. Simarro se alineó con los sectores que vieron en aquella condena un atentado contra la libertad intelectual y el pensamiento crítico, reafirmando su postura ética en defensa de los valores ilustrados.
Discipulado, memoria e impacto duradero
Nicolás Achúcarro, Rodríguez Lafora y la Escuela Histológica Española
La influencia de Simarro no se limitó a su obra personal. Fue también un maestro de maestros, y entre sus discípulos se cuentan figuras que definirían el panorama científico del siglo XX en España. Nicolás Achúcarro y Gonzalo Rodríguez Lafora, ambos formados en su laboratorio, se convirtieron en referentes de la Escuela Histológica Española, continuando y ampliando las investigaciones iniciadas por su maestro.
Achúcarro destacó por sus estudios sobre la glía y las enfermedades mentales, y más tarde fue mentor de Pío del Río Hortega, descubridor de las células de la microglía. Por su parte, Rodríguez Lafora combinó su labor clínica con una destacada carrera como divulgador científico y traductor. En 1910, publicó una versión castellana del compendio de psicología fisiológica de Theodor Ziehen, con un prólogo de Simarro, contribuyendo así a la circulación de ideas científicas de vanguardia en el mundo hispanohablante.
Otros discípulos, como José Sanchís Banús y José María Sacristán, orientaron sus trayectorias hacia la clínica, prolongando la influencia de Simarro en los ámbitos de la medicina práctica y la psiquiatría hospitalaria. Todos ellos reflejan la amplitud de su magisterio, que abarcó desde la investigación histológica más avanzada hasta la práctica médica cotidiana.
Reconocimiento póstumo y papel clave en la institucionalización de la ciencia moderna en España
Luis Simarro falleció en Madrid en 1921, dejando tras de sí un legado múltiple y profundo. Fue recordado con admiración por sus contemporáneos, entre ellos Santiago Ramón y Cajal, quien en una carta dirigida a Carlos María Cortezo expresó su pesar por no haberle manifestado en vida todo su afecto y gratitud: “Murió sin saber lo mucho que yo le veneraba y quería”. Este testimonio resume el respeto y el cariño que su figura inspiró en quienes lo conocieron y trabajaron con él.
Más allá del afecto personal, su huella en la historia de la ciencia española es incuestionable. Fue una figura pionera en la introducción del pensamiento evolucionista y positivista, fundador de la psicología experimental, mentor de la neurohistología moderna, y articulador entre ciencia y sociedad en un momento
MCN Biografías, 2025. "Luis Simarro Lacabra (1851–1921): Neurohistólogo y Librepensador en la España de la Ciencia Moderna". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/simarro-lacabra-luis [consulta: 29 de septiembre de 2025].