Ariel Sharon (1928–2014): De líder militar a arquitecto de la política israelí, entre la guerra y la paz
Ariel Sharon (1928–2014): De líder militar a arquitecto de la política israelí, entre la guerra y la paz
Los Primeros Años y la Carrera Militar
Ariel Sharon nació el 26 de febrero de 1928 en el moshav (cooperativa agrícola) de Kfar Maalal, en la Palestina británica, un territorio convulsionado por el conflicto entre las comunidades judía y árabe. Desde sus primeros años, Sharon se vio inmerso en un ambiente que moldearía su carácter y destino. En un momento en que el movimiento sionista luchaba por la creación del Estado de Israel, Sharon creció en un entorno donde la necesidad de defensa y supervivencia era una constante. Sus padres, inmigrantes judíos de Europa del Este, formaban parte de una nueva generación de judíos dispuestos a forjar una nación en una tierra histórica, pero también conflictiva.
A una edad temprana, Sharon mostró una predisposición hacia la actividad física y el liderazgo. A los 14 años, ingresó en la Haganah, la organización paramilitar judía que operaba en la Palestina bajo mandato británico. Esta decisión marcó el inicio de una vida dedicada a la defensa de su pueblo, una senda que lo llevaría a destacarse no solo como un militar destacado, sino también como una figura central en la política israelí. La Haganah, creada para proteger a la comunidad judía de los ataques de los árabes y resistir la ocupación británica, sería la primera de varias instituciones en las que Sharon construiría su leyenda.
Cuando comenzó la Guerra de Independencia de Israel en 1948, el joven Sharon estaba en el epicentro de los combates. La Haganah, junto con otras facciones judías, luchaba por la creación del Estado de Israel, enfrentándose a una coalición de ejércitos árabes. Sharon, aún siendo un oficial joven, demostró un gran talento táctico y estratégico. Participó activamente en varias batallas importantes, lo que lo llevó a ascender rápidamente dentro de las filas del ejército. Su primera gran oportunidad de demostrar su capacidad llegó cuando fue asignado como jefe de infantería de una columna militar durante la guerra, un rol que requería una gran destreza organizativa y habilidades de liderazgo.
La habilidad de Sharon para dirigir a sus tropas bajo circunstancias extremadamente difíciles le ganó el reconocimiento dentro del ejército israelí. A medida que el conflicto avanzaba, Sharon fue ascendiendo, destacándose por su capacidad para implementar estrategias audaces. No fue solo su enfoque militar lo que llamó la atención, sino también su liderazgo personal. En 1949, después del armisticio que puso fin a la Guerra de Independencia, Sharon continuó su carrera militar, participando en las siguientes campañas militares que consolidarían su reputación.
En 1953, Sharon fue designado para liderar la Unidad 101, una unidad de élite creada para llevar a cabo operaciones de represalia contra guerrilleros árabes que atacaban poblaciones israelíes. La unidad de Sharon se destacó por su brutalidad y eficacia, pero también por su controvertida y a menudo criticada aproximación a la guerra. Una de las acciones más infames de la unidad fue la masacre de Qibya en 1953, donde murieron decenas de civiles palestinos. Esta operación, que fue un ejemplo claro de la política de «represalias» de Israel, marcó a Sharon tanto a nivel nacional como internacional.
Su ascenso no se detuvo, y en los años siguientes continuó siendo una figura clave dentro de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Durante la Guerra del Sinaí de 1956, Sharon desempeñó un papel fundamental al planear y ejecutar una exitosa operación en la península del Sinaí. El conflicto, que involucró a Israel, el Reino Unido y Francia contra Egipto, tuvo implicaciones estratégicas importantes para la joven nación israelí, y Sharon emergió como uno de los principales héroes militares de la contienda. Su audacia en el campo de batalla y su capacidad para organizar y dirigir a las tropas lo hicieron más influyente dentro del ejército.
Con el paso del tiempo, Sharon se fue ganando una reputación tanto dentro de Israel como fuera de él como un «halcón» de la política militar. Su éxito en los campos de batalla fue un trampolín para su futura carrera política, pero, antes de que pudiera hacer ese salto, tendría que enfrentar otros desafíos y sobrevivir a una serie de eventos militares que pondrían a prueba no solo su capacidad táctica, sino también su resolución y liderazgo.
El siguiente gran capítulo de la carrera militar de Sharon tuvo lugar en 1967, durante la Guerra de los Seis Días, uno de los conflictos más emblemáticos en la historia de Israel. En este conflicto, Sharon jugó un papel crucial en la toma de la península del Sinaí y en las operaciones contra las fuerzas egipcias. El resultado de la guerra fue la victoria israelí y una expansión territorial significativa, con la ocupación de Jerusalén Este, Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán. Sharon se destacó particularmente en la ofensiva sobre el Sinaí, donde su capacidad para ejecutar maniobras rápidas y decisivas contribuyó enormemente a la victoria israelí. Sin embargo, la guerra no estuvo exenta de controversias. La ocupación de territorios palestinos y las tensiones con la población árabe de esos territorios seguirían siendo una constante en la carrera de Sharon, tanto a nivel militar como político.
En 1973, durante la Guerra del Yom Kippur, Sharon volvió a jugar un papel crucial. Esta guerra, que comenzó con un ataque sorpresa de Egipto y Siria contra Israel, representó uno de los momentos más oscuros para el Estado hebreo. Sin embargo, Sharon lideró una operación en el Sinaí que resultó en una exitosa incursión israelí, lo que le permitió obtener el control de la península del Sinaí. Aunque la guerra fue un desastre estratégico para Israel en sus primeras etapas, la intervención de Sharon en el Sinaí permitió a las fuerzas israelíes cambiar el rumbo del conflicto y lograr una victoria en el frente.
A pesar de los logros de Sharon en el ámbito militar, las sombras también se cernieron sobre él. A lo largo de su carrera, Sharon mantuvo una postura belicista y se caracterizó por su apoyo a la expansión territorial de Israel, lo que lo convirtió en una figura polarizadora. Su enfoque militarista y su defensa de la construcción de asentamientos israelíes en los territorios ocupados le ganaron tanto admiradores como detractores. Fue precisamente en la década de 1980, cuando Sharon era ministro de Defensa, cuando se produjeron algunas de las decisiones más controvertidas de su carrera, como su implicación directa en la invasión israelí de Líbano en 1982, que terminaría por ser un hito trágico en su trayectoria política.
De la Carrera Militar a la Política
La transición de Ariel Sharon de líder militar a figura política es un reflejo de su capacidad para adaptarse a los cambios y a las circunstancias, un rasgo que lo definiría durante su carrera. Después de haber sido una de las figuras más destacadas de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y habiendo desempeñado un papel fundamental en los conflictos bélicos más importantes de la historia de Israel, Sharon decidió dar el salto a la política. En 1973, tras haber alcanzado el rango de mayor general en el ejército, se retiró para iniciar su carrera en el ámbito político, buscando defender sus ideales nacionalistas en un nuevo terreno.
Su entrada en la política fue natural, considerando su prominente figura dentro de la sociedad israelí y su influencia sobre las fuerzas armadas. En diciembre de 1973, Sharon fue elegido diputado por el partido Likud, el principal partido conservador de Israel, dirigido en ese entonces por Menachem Begin. Su elección al parlamento representó el inicio de una etapa completamente nueva en su vida. A pesar de su éxito militar, Sharon aún no era un líder político tradicional. Su imagen de «halcón» y su postura firme en cuanto a la defensa de Israel y la expansión territorial lo alinearon con los sectores más conservadores de la política israelí.
En su primer mandato como miembro del Knesset (Parlamento israelí), Sharon rápidamente ganó notoriedad por su contundente discurso y su enfoque directo. Durante este periodo, su influencia se expandió y, en 1975, fue nombrado asesor de seguridad del primer ministro Isaac Rabin, quien también había sido una figura militar destacada. A pesar de las diferencias ideológicas entre Sharon y Rabin, su relación como asesores del gobierno permitió a Sharon adquirir una comprensión más profunda del funcionamiento interno del aparato político israelí. Este fue un paso importante, pues le brindó una valiosa perspectiva sobre la dinámica de la toma de decisiones en el país.
A lo largo de la década de 1970, Sharon fue ganando influencia en el Likud, partido que había adoptado una postura firme en cuanto a la seguridad nacional y la defensa de los intereses de los colonos israelíes en los territorios ocupados tras las guerras de 1967 y 1973. En este sentido, Sharon se alineó completamente con la ideología del Likud, que rechazaba la idea de dividir los territorios disputados con los palestinos y defendía la expansión de los asentamientos judíos en áreas como Cisjordania, Gaza y los Altos del Golán. En estos años, Sharon emergió como una figura clave para los sectores más nacionalistas y conservadores del Likud, lo que le permitió consolidar su base de apoyo.
Su ascenso en el partido fue rápido. En 1977, Sharon fue nombrado ministro de Agricultura en el gobierno de Begin, donde desempeñó un papel clave en la promoción y expansión de los asentamientos judíos en los territorios ocupados. Este cargo fue fundamental para consolidar su influencia en el ámbito político, ya que, como ministro, Sharon promovió leyes y políticas que facilitaron la construcción de nuevos asentamientos en la Cisjordania ocupada. Su apoyo a esta causa y su defensa inquebrantable de los derechos de los colonos judíos se convirtieron en temas centrales en su carrera política.
En 1981, Sharon fue nombrado ministro de Defensa, un cargo que lo pondría al frente de uno de los sectores más sensibles del gobierno israelí. Esta posición le dio aún más poder y le permitió implementar su enfoque de seguridad nacional de manera más directa. Fue durante su tiempo como ministro de Defensa que Sharon orquestó la invasión israelí del Líbano en 1982, una operación que, aunque inicialmente exitosa desde el punto de vista militar, terminaría por ser un punto negro en la carrera de Sharon debido a las consecuencias devastadoras de la guerra.
La invasión del Líbano fue impulsada por la necesidad de eliminar las bases de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en el sur del Líbano, pero el conflicto se extendió mucho más allá de lo previsto. Durante la ocupación, se produjo la masacre de Sabra y Chatila, en la que milicianos cristianos libaneses, aliados de Israel, mataron a cientos de palestinos en los campos de refugiados de Beirut. Aunque Sharon no participó directamente en la masacre, la investigación posterior, conocida como la Comisión Kahan, lo encontró responsable de no haber tomado medidas suficientes para evitar los asesinatos, lo que resultó en su dimisión como ministro de Defensa en 1983.
Este episodio fue un gran golpe a la imagen pública de Sharon, que fue duramente criticado tanto dentro de Israel como a nivel internacional. Sin embargo, a pesar de las críticas y su dimisión, Sharon mantuvo su influencia política. En lugar de alejarse de la política, Sharon aprovechó la controversia para fortalecer su posición. Se reagrupó, abandonó el Likud en 1999 y fundó un nuevo partido, Kadima, con el objetivo de desmarcarse de las políticas más radicales del Likud y ofrecer una opción más moderada, aunque sin renunciar a su enfoque belicista en relación con el conflicto palestino.
El regreso de Sharon al Likud fue una maniobra que resultó decisiva para su ascenso al poder. En 1999, tras la dimisión de Benjamin Netanyahu como líder del Likud, Sharon asumió el liderazgo del partido. Su habilidad para consolidar su apoyo dentro de las filas del Likud y su figura como un «halcón» nacionalista le aseguraron un alto nivel de popularidad, especialmente entre los sectores más conservadores de la sociedad israelí. Sin embargo, la política israelí estaba cambiando rápidamente, y Sharon se vio obligado a adaptarse a un panorama político cada vez más complicado.
En 2001, con la retirada del gobierno laborista de Ehud Barak debido al fracaso de las negociaciones de paz con los palestinos, Sharon se presentó como el candidato de consenso para la jefatura del gobierno. Las elecciones del 6 de febrero de 2001 marcaron un punto de inflexión en la política israelí, ya que Sharon, con su imagen de firme defensor de la seguridad de Israel, ganó las elecciones con un impresionante 63% de los votos, derrotando ampliamente a Barak, que solo obtuvo el 37%. Este resultado consolidó a Sharon como el nuevo líder de Israel, un líder que representaba el endurecimiento de la postura israelí frente al conflicto palestino.
En sus primeras semanas como primer ministro, Sharon adoptó una postura rígida en cuanto a la política palestina, rechazando cualquier concesión territorial y manteniendo su compromiso con la expansión de los asentamientos en los territorios ocupados. Su primer mandato estuvo marcado por un recrudecimiento de la violencia en la región, ya que la Intifada palestina, que había comenzado en 2000, continuó con un aumento de ataques suicidas y bombardeos en territorio israelí. Sharon se mostró inflexible ante las demandas de paz y adoptó medidas cada vez más duras para contrarrestar las acciones palestinas.
El Ascenso al Poder y el Gobierno de Unidad Nacional
El 6 de febrero de 2001, Ariel Sharon ganó las elecciones presidenciales de Israel con una victoria rotunda. Con más del 63% de los votos, derrotó a su oponente, el laborista Ehud Barak, quien había fracasado en sus intentos de avanzar en el proceso de paz con los palestinos. La campaña de Sharon se centró en un enfoque firme y decidido respecto a la seguridad nacional, rechazando las concesiones territoriales en favor de la estabilidad de Israel. Esta postura atrajo a una gran cantidad de votantes, quienes veían en Sharon a un líder que pondría fin a la violencia y garantizaría la protección de su país frente a los ataques palestinos.
El ascenso de Sharon al poder representó un giro significativo en la política israelí. Como líder del Likud, partido tradicionalmente asociado con las políticas más conservadoras y nacionalistas, Sharon adoptó un enfoque duro hacia la lucha contra el terrorismo palestino. Desde el inicio de su mandato, su prioridad fue la seguridad de Israel, y adoptó medidas que marcarían la pauta para su gestión. La situación en los territorios palestinos ocupados se intensificó rápidamente después de su victoria electoral, con un resurgimiento de la Intifada, la revuelta palestina que había comenzado en 2000.
Uno de los momentos más significativos que marcó la política de Sharon en sus primeros días como primer ministro fue su controvertida visita a la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén el 28 de septiembre de 2000. Este acto, que Sharon justificó como un derecho del pueblo judío a visitar sus lugares sagrados, fue visto por los palestinos como una provocación directa. Custodiado por más de 2.000 soldados israelíes, Sharon recorrió el sitio, lo que desató una oleada de protestas entre los palestinos. En pocas horas, las tensiones se transformaron en violentos enfrentamientos, lo que dio inicio a una nueva fase de la Intifada. La respuesta de Sharon fue inmediata y contundente, y su postura ante los ataques palestinos se volvió más radical.
La Intifada, que ya había causado miles de víctimas desde su inicio, se intensificó durante los primeros meses del mandato de Sharon, quien, a su vez, intensificó la represión. Su respuesta no solo incluyó la represión militar, sino también una política de «asesinatos selectivos» contra líderes palestinos de la resistencia, una estrategia que generó gran controversia tanto dentro de Israel como en la comunidad internacional. Estas tácticas se convirtieron en un sello distintivo del gobierno de Sharon y fueron vistas por algunos como una forma efectiva de debilitar a la resistencia palestina, pero también provocaron críticas por la alta cantidad de víctimas civiles.
Además de la violencia en los territorios palestinos, Sharon se enfrentó a una creciente polarización interna en Israel. El Likud, su propio partido, no estaba exento de desafíos. Dentro de las filas del Likud, existían disputas internas sobre la estrategia y el enfoque de Sharon, especialmente después de la derrota electoral de Netanyahu en 1999 y el posterior ascenso de Sharon al liderazgo del partido. Estas tensiones dentro del Likud se vieron reflejadas en las elecciones primarias del 2001, cuando Netanyahu regresó a la arena política y presentó una seria amenaza para el liderazgo de Sharon. Netanyahu, que había dimitido como primer ministro en 1999 tras un fracaso electoral, se presentó como un contendiente en las primarias del Likud, desafiando el liderazgo de Sharon con la promesa de una política más dura frente a los palestinos.
La lucha interna por el liderazgo del Likud culminó en un punto de inflexión cuando Sharon, con el respaldo de una gran parte del partido, logró superar la amenaza de Netanyahu y consolidó su posición como líder indiscutido del Likud. Sin embargo, los desafíos no se limitaron a su partido. En la política israelí en general, las tensiones eran palpables. Los sectores más moderados dentro de la política israelí, que preferían una solución pacífica al conflicto con los palestinos, veían en Sharon un obstáculo para la paz. Los sectores de la izquierda y los pacifistas israelíes también se sentían cada vez más excluidos de la política dominante. Esto llevó a Sharon a tomar decisiones políticas que dividirían aún más al país.
Con el objetivo de fortalecer su gobierno y, al mismo tiempo, tratar de superar las tensiones internas, Sharon propuso la creación de un Gobierno de unidad nacional. En este contexto, Sharon invitó al Partido Laborista, dirigido por Ehud Barak, a unirse a su coalición, a pesar de que las diferencias entre los dos partidos eran profundas, especialmente en cuestiones de seguridad y paz. A pesar de la fuerte oposición dentro de los laboristas a esta alianza con el Likud, Barak aceptó la invitación de Sharon, buscando garantizar una mayor estabilidad para Israel en tiempos de crisis.
El acuerdo de unidad nacional se formalizó el 7 de marzo de 2001, cuando Sharon asumió el cargo de primer ministro, con el apoyo de una coalición amplia que incluía a los laboristas, los ultranacionalistas, los colonos y los partidos religiosos. Esta coalición fue vista como una oportunidad para mantener la estabilidad política en medio de la creciente violencia y la falta de avances en el proceso de paz. A pesar de los desafíos, Sharon presentó un gobierno inclusivo que buscaba dar una imagen de unidad, pero que, en realidad, reflejaba las profundas divisiones dentro de la sociedad israelí.
El gobierno de unidad nacional de Sharon también estuvo marcado por la creciente presión de la comunidad internacional, especialmente de Estados Unidos y la Unión Europea, para avanzar en el proceso de paz con los palestinos. Sin embargo, Sharon se mostró inflexible ante estas presiones y dejó en claro que, para él, la seguridad de Israel era una prioridad absoluta. En lugar de aceptar las condiciones previas a las negociaciones planteadas por la comunidad internacional, Sharon insistió en que cualquier acuerdo de paz debía ser precedido por un cese total de la violencia palestina.
Mientras tanto, la situación en los territorios palestinos continuaba siendo cada vez más caótica, con ataques suicidas en Israel y represalias por parte del ejército israelí. En respuesta a los ataques, Sharon intensificó las operaciones militares en Gaza y Cisjordania, incluyendo bombardeos aéreos y ataques terrestres, lo que agravó aún más la situación humanitaria en la región. La reacción internacional ante estas acciones fue principalmente de condena, pero Sharon mantuvo su postura firme, argumentando que Israel tenía el derecho a defenderse frente al terrorismo.
Al mismo tiempo, la situación política dentro de Israel también se complicaba. La coalición de unidad nacional, aunque exitosa en términos de estabilidad gubernamental, estaba cada vez más fragmentada. Las diferencias dentro de la coalición y la falta de avances significativos en el proceso de paz llevaron a la creciente frustración de los sectores moderados, que temían que la continua violencia y la falta de diálogo solo empeorarían las tensiones con los palestinos. Esta división se reflejó en la formación de un nuevo partido, Kadima, en 2005, cuando Sharon, viendo que las posibilidades de un acuerdo con los palestinos eran mínimas, decidió tomar una postura más pragmática y alejarse de la política del Likud.
La Gestión del Conflicto Palestino y las Controversias Internas
Con Ariel Sharon al mando, Israel se encontraba en una encrucijada política y social, donde las tensiones internas se sumaban a un conflicto con los palestinos que parecía no tener fin. En los primeros años de su gobierno, Sharon adoptó una postura firme y agresiva ante la violencia palestina, reafirmando su compromiso con la seguridad nacional de Israel, incluso si eso significaba recurrir a medidas radicales y políticas de confrontación. Sin embargo, este enfoque, que durante años fue su sello distintivo, no estuvo exento de críticas tanto dentro de Israel como en la comunidad internacional.
La gestión del conflicto palestino fue uno de los aspectos más críticos de su mandato, y la forma en que Sharon respondió a las demandas de paz, tanto de los palestinos como de la comunidad internacional, estuvo marcada por la dualidad de su enfoque. Por un lado, Sharon mantenía que la única forma de garantizar la seguridad de Israel era reforzar la presencia militar en los territorios ocupados y rechazar cualquier concesión que pudiese poner en peligro el Estado judío. Por otro, su acercamiento a la política interna israelí y la presión de la derecha y los colonos, quienes veían en la concesión de territorios una traición a los principios sionistas, le exigían un endurecimiento aún mayor de la postura frente a los palestinos.
Uno de los elementos que marcaron el gobierno de Sharon fue su decisión de no seguir adelante con las negociaciones de paz impulsadas por los acuerdos de Oslo en la década de 1990. Aunque la comunidad internacional, especialmente los Estados Unidos, presionaba para retomar las conversaciones, Sharon sostenía que el proceso de paz solo sería posible cuando los palestinos renunciaran a la violencia y aceptaran un alto el fuego definitivo. El hecho de que la violencia palestina continuara con el apoyo de grupos extremistas, y el fracaso del gobierno de Ehud Barak para lograr un acuerdo durante las conversaciones de Camp David en 2000, hizo que Sharon adoptara una postura más intransigente.
El resurgimiento de la violencia en la región, especialmente con la Intifada, fue un desafío crucial para el primer ministro israelí. En un intento por contener la ola de atentados suicidas y ataques palestinos, Sharon implementó una serie de medidas extremadamente controvertidas. En 2002, su gobierno inició la «Operación Muro Defensivo», una ofensiva militar a gran escala en Cisjordania y Gaza, que incluyó la ocupación de territorios palestinos clave, como Ramala, donde se encontraba el cuartel general de Yasir Arafat, líder de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Durante esta operación, el ejército israelí destruyó importantes infraestructuras palestinas y rodeó los principales centros urbanos de Cisjordania.
El cerco de Arafat en su sede de Ramala fue una de las imágenes más dramáticas de la guerra entre Israel y los palestinos durante el gobierno de Sharon. Arafat, quien había sido una figura central en el proceso de paz en años anteriores, se vio aislado tanto política como físicamente. Durante varios meses, Sharon mantuvo el asedio sobre Arafat, a quien acusaba de ser responsable de la violencia que estalló en los territorios palestinos. El sitio de Ramala y el cerco a Arafat fueron interpretados como un intento de Israel de desmantelar la estructura de poder palestina, pero también como una señal de que Sharon no estaba dispuesto a negociar con Arafat, a quien consideraba un obstáculo para la paz.
A pesar de la postura agresiva de Sharon, la comunidad internacional reaccionó con condena ante las acciones israelíes, especialmente en lo que respecta a las altas cifras de víctimas palestinas y las consecuencias humanitarias de la ofensiva. Naciones Unidas, la Unión Europea y otras organizaciones internacionales criticaron fuertemente las políticas de Sharon, mientras que la diplomacia estadounidense, aunque generalmente alineada con Israel, empezó a presionar por un enfoque más moderado. Sin embargo, Sharon no mostró señales de ceder. Al contrario, su estrategia de «guerra total» contra la Intifada implicaba una política de represión extrema, en la que el ejército israelí no solo atacaba a los líderes palestinos sospechosos de terrorismo, sino que también implementaba bloqueos y restricciones de movilidad sobre la población civil palestina.
Una de las medidas más controvertidas que implementó Sharon fue la construcción de un muro de separación en Cisjordania, conocido popularmente como el «muro de la vergüenza» por los palestinos. Este muro, que comenzó a construirse en 2002, fue diseñado para evitar el ingreso de atacantes suicidas a Israel, pero también fue visto como una forma de consolidar la ocupación israelí en los territorios palestinos. Aunque Sharon defendió la construcción del muro como una medida de seguridad, los palestinos lo consideraron una anexión unilateral de tierras y una violación de sus derechos. La construcción del muro exacerbó aún más las tensiones entre los dos pueblos y fue uno de los principales puntos de conflicto en los años siguientes.
En el ámbito político interno de Israel, Sharon comenzó a enfrentar serias dificultades en 2003 y 2004. Su postura militarista y su falta de avances en el proceso de paz habían generado un creciente descontento en ciertos sectores de la sociedad israelí, incluidos los más moderados que esperaban una solución negociada al conflicto. Mientras tanto, la creciente violencia en los territorios ocupados, los ataques palestinos y las represalias israelíes llevaron a un círculo vicioso de hostilidad y desesperanza. A nivel interno, Sharon sufrió críticas por su incapacidad para avanzar en un proceso de paz efectivo y por la creciente alienación de los sectores pacifistas dentro de su propio país.
A medida que la violencia seguía escalando, Sharon comenzó a modificar su postura política. En 2004, sorprendió a muchos al proponer la evacuación unilateral de Gaza, una medida que representaba un giro de 180 grados en su política de expansión territorial. La retirada de Gaza, que fue implementada en 2005, implicaba la evacuación de todos los asentamientos israelíes en la Franja de Gaza y la retirada de las tropas israelíes de la zona. Este paso, aunque visto como un avance hacia la paz por algunos, fue criticado por otros sectores, especialmente los colonos y los miembros de la derecha israelí, quienes consideraban que Sharon estaba cediendo territorios estratégicamente importantes a los palestinos sin obtener nada a cambio.
La retirada de Gaza fue uno de los actos más controvertidos y significativos del gobierno de Sharon. Por un lado, se consideraba un paso hacia la paz, al poner fin a la ocupación israelí en Gaza, pero por otro, generó un profundo resentimiento entre los colonos israelíes, quienes se sintieron traicionados por su propio líder. La medida también exacerbó las divisiones dentro de la política israelí y representó el principio del fin para Sharon en el Likud.
El 4 de enero de 2006, Sharon sufrió un derrame cerebral masivo que lo dejó en coma. Su incapacidad para continuar al frente del gobierno abrió una nueva etapa para Israel, marcada por la transición del liderazgo a su sucesor, Ehud Olmert. A pesar de que no pudo concluir su mandato, las decisiones políticas de Sharon, su legado en cuanto a la seguridad y la paz, y la forma en que manejó el conflicto palestino seguirían siendo temas de debate durante años. Su enfoque militarista, su negativa a negociar con Arafat y su eventual cambio de rumbo hacia la retirada de Gaza son cuestiones que definieron tanto su legado como su impacto en la historia de Israel.
La Caída y el Legado
El 4 de enero de 2006, Ariel Sharon sufrió un derrame cerebral masivo que lo dejó en coma, poniendo fin a su carrera política en un dramático giro. Durante los meses siguientes, la incertidumbre sobre su estado de salud y su capacidad para seguir liderando Israel generó un vacío de poder que afectó profundamente la política del país. A medida que Sharon permanecía inconsciente, el gobierno de Israel, bajo su liderazgo en funciones, continuaba enfrentando los desafíos de la violencia palestina y las tensiones internas. La incapacidad de Sharon para continuar al frente del gobierno obligó a una transición política, y su sucesor, Ehud Olmert, asumió el cargo de primer ministro, aunque Sharon seguía siendo una figura central en la política israelí.
Sharon, conocido por su enfoque agresivo y belicista hacia los palestinos, también fue responsable de uno de los momentos más paradigmáticos de su carrera: la retirada de Gaza en 2005, que representó un cambio significativo en su política. Este paso, que implicaba la evacuación unilateral de los asentamientos israelíes en la Franja de Gaza y la retirada de las tropas israelíes, fue considerado por algunos como una medida valiente y pragmática para reducir la violencia y dar lugar a una solución de dos Estados. Sin embargo, fue profundamente controvertido en Israel, especialmente entre los colonos y la derecha política, que vieron en esta decisión una traición a los principios sionistas.
A pesar de las críticas que recibió la retirada de Gaza, Sharon defendió su decisión como un paso necesario para garantizar la seguridad de Israel. Argumentaba que al retirarse de Gaza, Israel podría concentrar sus recursos y esfuerzos de defensa en otros frentes más importantes, como Cisjordania, mientras dejaba claro que su enfoque militarista seguía siendo una prioridad para asegurar la supervivencia del Estado judío. A pesar de la controversia interna, Sharon logró implementar esta política, y la evacuación de Gaza se llevó a cabo en un proceso doloroso, pero efectivo, en el que miles de colonos israelíes fueron reubicados en otras partes de Israel.
Sin embargo, la retirada de Gaza no resultó en una paz duradera. En lugar de calmar la situación, el vacío dejado por la retirada se llenó rápidamente con la toma de poder por parte de Hamas, un grupo islamista radical que rechazaba cualquier forma de negociación con Israel. La violencia entre Hamas e Israel aumentó, y Gaza se convirtió en un hervidero de tensiones que siguieron afectando la región durante años. La postura firme de Sharon, que insistía en la defensa de la seguridad israelí a través de la fuerza militar, se enfrentó a la dura realidad de que la paz en Gaza y Cisjordania seguía siendo elusiva, y la violencia no se detenía.
La caída de Sharon también estuvo marcada por su decisión de abandonar el Likud en 2005 y formar un nuevo partido, Kadima, en un intento por promover una política más moderada y pragmática. Kadima, que significaba «hacia adelante» en hebreo, fue creado como una alternativa a las políticas más conservadoras del Likud y se centraba en la idea de avanzar hacia una solución a través de una retirada unilateral de los territorios palestinos. La creación de Kadima representó un cambio en la política israelí y mostró la disposición de Sharon a adaptarse a las circunstancias cambiantes, buscando un camino hacia la paz que pudiera superar la polarización interna y los obstáculos en el proceso de paz.
En las elecciones generales de 2006, Kadima logró una victoria considerable, pero la incapacidad de Sharon para participar activamente en la campaña electoral debido a su estado de salud dejó un vacío en la política israelí. Ehud Olmert, quien asumió el liderazgo del partido después de la enfermedad de Sharon, continuó con algunas de las políticas de su predecesor, incluida la política de retirada de territorios. Sin embargo, la falta de una figura fuerte como Sharon y la creciente desilusión con el proceso de paz llevaron a una creciente fragmentación de la política israelí, y la situación en los territorios palestinos continuó siendo un desafío de proporciones épicas.
Sharon, quien había sido uno de los líderes más polarizadores en la historia de Israel, dejó un legado mixto que sigue siendo objeto de debate. Para muchos israelíes, Sharon fue un héroe militar y político que luchó incansablemente por la seguridad de su país. Su capacidad para tomar decisiones rápidas y difíciles en tiempos de crisis lo convirtió en una figura respetada en muchos círculos, especialmente entre aquellos que valoraban la defensa de Israel sobre cualquier intento de compromiso con los palestinos. Para estos, su política de «paz por la fuerza» fue vista como la única manera de garantizar la supervivencia del Estado judío en un contexto de amenazas constantes desde sus vecinos árabes.
Sin embargo, su legado es igualmente controvertido en el ámbito internacional y en la opinión de los palestinos. Para muchos palestinos y defensores de los derechos humanos, Sharon fue un símbolo de la ocupación israelí y de la represión de los pueblos árabes. Las políticas de Sharon, que incluían la expansión de los asentamientos en territorios palestinos, las represalias militares en Gaza y Cisjordania, y la construcción del muro de separación, fueron vistas como una negación de los derechos palestinos y una perpetuación de la injusticia. Las masacres de Sabra y Chatila en 1982, cuando Sharon era ministro de Defensa, siguen siendo uno de los capítulos más oscuros de su carrera, ya que la investigación posterior lo responsabilizó por su negligencia en la prevención de los asesinatos de civiles palestinos en los campos de refugiados en Líbano.
A lo largo de su vida, Sharon estuvo marcado por una profunda ambigüedad. Mientras algunos lo consideran un pragmático que se adaptó a las circunstancias para proteger a su país, otros lo ven como un obstinado militarista cuyo enfoque hacia los palestinos nunca permitió una resolución pacífica del conflicto. La retirada de Gaza, aunque vista como un acto de pragmatismo, no resolvió la cuestión palestina, y el proceso de paz se estancó bajo su liderazgo. Además, el legado de su política de ocupación sigue siendo una de las cuestiones más divisivas en la política israelí y en la relación de Israel con el mundo árabe.
El fallecimiento de Ariel Sharon el 11 de enero de 2014 cerró un capítulo en la historia de Israel. Su influencia perdura en la política israelí y palestina, aunque su legado sigue siendo objeto de fuertes debates. Mientras que algunos lo consideran una figura heroica y visionaria, otros lo ven como una figura trágica cuyas decisiones contribuyeron al sufrimiento y la división en la región. En cualquier caso, Ariel Sharon sigue siendo una de las figuras más influyentes de la historia reciente de Oriente Medio, un hombre cuya vida y carrera estuvieron marcadas por el conflicto, la guerra, la paz y la intrincada política de una región convulsionada por más de un siglo de tensiones.
MCN Biografías, 2025. "Ariel Sharon (1928–2014): De líder militar a arquitecto de la política israelí, entre la guerra y la paz". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/sharon-ariel [consulta: 29 de septiembre de 2025].