Felipe Santiago de Salaverry (1806–1836): Breve pero Intensa Vida de un Líder Peruano

Felipe Santiago de Salaverry (1806–1836): Breve pero Intensa Vida de un Líder Peruano

Orígenes y Formación Temprana

Felipe Santiago de Salaverry nació el 3 de mayo de 1806 en Lima, hijo de Felipe Santiago Salaverry y Micaela del Solar. Creció en un contexto familiar que favorecía la educación y la cultura. Su padre, quien era parte de la élite peruana, le brindó acceso a una formación académica que reflejaba las preocupaciones de la época, centradas en los ideales ilustrados. Salaverry inició sus estudios en el prestigioso Convictorio de San Carlos, una institución que no solo se caracterizaba por sus altos estándares académicos, sino que también fomentaba un ambiente de discusión política y filosófica, en un Perú que, poco a poco, se acercaba a la lucha por la independencia.

A lo largo de su adolescencia, Salaverry continuó su educación en el Colegio de San Fernando, donde se enfocó en materias como la filosofía y las matemáticas. Sin embargo, su formación no se limitó a las ciencias académicas. Salaverry también recibió una educación musical en el Conservatorio de Lima, una institución regida por los agustinos, que, además de enseñar música, se convertía en un punto de encuentro para las ideas liberales que comenzaban a circular por América Latina. Fue allí donde Salaverry desarrolló una admiración por las ideas emancipadoras que, en ese momento, agitaban las mentes de jóvenes y adultos en toda Sudamérica.

Ingreso a la Lucha por la Independencia

Con apenas 15 años, Salaverry decidió unirse a la causa patriota en 1821, cuando las noticias de la entrada de José de San Martín a Lima marcaron un hito en la historia del Perú. Aunque la independencia ya estaba en marcha, el país aún vivía bajo la presión de las tropas realistas. Motivado por el fervor revolucionario y las ideas de libertad que calaban profundamente en su entorno, Salaverry se presentó en el cuartel patriota de Huaura, a tan solo cinco meses de la llegada de San Martín a la capital. De esta manera, el joven Salaverry inició su carrera militar como un ferviente defensor de la independencia del Perú.

Su carrera militar fue ascendente y llena de logros. Desde el principio, mostró gran destreza en el campo de batalla y una inquebrantable determinación. Participó en la segunda campaña de Álvarez de Arenales a la sierra central y fue parte de la Legión Peruana, una fuerza creada para enfrentar a los realistas. Salaverry no solo se destacó por su valentía, sino también por su capacidad para organizar y comandar tropas. Su mayor triunfo en la guerra de independencia llegó cuando, aún siendo un joven de 18 años, peleó en la histórica batalla de Ayacucho en 1824, un enfrentamiento que selló la independencia del Perú.

Carrera Militar y Ascenso Rápido

A medida que las guerras por la independencia llegaron a su fin, Salaverry consolidó su carrera militar y alcanzó rápidamente el rango de General, con tan solo 28 años. Su participación en la batalla de Ayacucho, donde luchó al lado de otras figuras prominentes de la independencia, como Antonio José de Sucre, cimentó su reputación como un líder militar competente. Salaverry continuó participando en campañas que llevaron la lucha por la independencia hacia el Alto Perú (actual Bolivia), y pronto se convirtió en uno de los oficiales más jóvenes de la historia militar de Perú.

Aunque su rol en la guerra contra el Imperio español había sido fundamental, su vinculación con los conflictos políticos no terminó allí. Tras la independencia, Salaverry pasó a formar parte de las confrontaciones internas que se desataron en la recién formada República del Perú. El país, plagado de rivalidades y luchas internas entre facciones militares, se encontraba inmerso en una lucha por el poder. Aunque inicialmente Salaverry buscó distanciarse de la política tras la guerra, el ambiente turbulento lo obligó a tomar partido.

Inicios de la Rebelión y Desafíos Políticos

Después de los intensos conflictos de la independencia, Salaverry intentó encontrar una vida más tranquila y centrada en la familia. En 1832, conoció a Juana Pérez, con quien se casó, y comenzó a trabajar en funciones civiles, como subprefecto de Tacna. Parecía que su vida tomaba un rumbo distinto, alejado de las armas y las luchas políticas. Sin embargo, la inquietud política de Salaverry, su formación intelectual y su ambición lo llevaron nuevamente a involucrarse en la política.

En 1834, Salaverry firmó un manifiesto contra el gobierno de Agustín Gamarra, un líder militar que había asumido la presidencia del Perú. Este acto de rebeldía lo llevó a ser desterrado a Huallaga, un apartado caserío en la selva peruana. No obstante, Salaverry no tardó en escapar hacia Chachapoyas, donde comenzó una serie de levantamientos en las regiones del norte. Su regreso a la política y su creciente influencia en el ejército le dieron la oportunidad de entrar nuevamente en la escena nacional.

En 1835, el presidente Luis José Orbegoso, enfrentado a Gamarra, le brindó una nueva oportunidad. Salaverry regresó a Trujillo, donde proclamó su lealtad al gobierno de Orbegoso. El presidente lo recibió favorablemente, lo ascendió a General y lo nombró Inspector General de Milicias. Este cambio en su carrera le permitió ganar apoyo en el norte del país y reforzó su presencia política, aunque las tensiones internas del país no tardaron en escalar. A medida que el poder de Gamarra seguía siendo fuerte en el sur y la Confederación Peruano-Boliviana de Andrés de Santa Cruz comenzaba a consolidarse, Salaverry se vio envuelto en una lucha de poder que acabaría por definir su destino.

Ascenso al Poder: De Rebelde a Líder Supremo

En febrero de 1835, la situación política en el Perú era caótica. Los tres principales actores políticos del momento — Luis José Orbegoso, Felipe Santiago de Salaverry, y Agustín Gamarra — disputaban el control del país. Mientras Gamarra y Orbegoso representaban a dos facciones rivales, Salaverry, quien había acumulado suficiente apoyo en el norte del país, aprovechó la oportunidad para lanzar un golpe de estado. Al regresar a Trujillo, proclamó su adhesión a Orbegoso, pero su ambición no se detuvo allí. Aprovechando la ausencia de Orbegoso, quien había salido al sur a enfrentar a Gamarra, Salaverry se autoproclamó Jefe Supremo de la Nación el 22 de febrero de 1835.

Este acto de rebeldía marcó un punto de no retorno. El país se encontraba en medio de una guerra civil y ahora existían tres presidentes: Orbegoso, quien aún mantenía cierto control en el sur, Salaverry, quien había alcanzado el poder en el norte, y Gamarra, quien también desconocía a Orbegoso y aspiraba a retomar el control del país. La rivalidad entre estos líderes culminó en un conflicto que pronto adquiriría una dimensión internacional con la intervención de Santa Cruz, líder de la Confederación Peruano-Boliviana.

Guerra contra Santa Cruz y la Batalla de Socabaya

Salaverry, confiado en su poder en el norte, decidió trasladar la lucha al sur, buscando enfrentarse a Santa Cruz, el caudillo boliviano que había comenzado a consolidar su dominio sobre el sur del Perú. Sin embargo, Santa Cruz era un líder experimentado y astuto, mucho más hábil en el terreno político y militar. La estrategia de Salaverry de atraer a sus enemigos al norte no tuvo éxito, y el joven general se vio arrastrado a una serie de batallas en el sur que marcarían su destino.

El primer enfrentamiento clave ocurrió en Uchumayo, cerca de Arequipa, el 4 de febrero de 1836. Aunque Salaverry consiguió una victoria parcial, el desgaste de sus fuerzas y los problemas logísticos comenzaron a mermar su ejército. A medida que avanzaba hacia Arequipa, sus enemigos se reagruparon, y la situación política en Lima empeoró. La capital, que había quedado desprotegida bajo el gobierno de Salaverry, fue tomada por una banda de bandoleros dirigidos por «el negro Escobar». La rebelión en Lima permitió que Orbegoso recuperara el control de la ciudad, lo que dejó a Salaverry aún más vulnerable.

La derrota decisiva para Salaverry llegó el 7 de febrero de 1836, en la batalla de Socabaya. Tras horas de cruento combate, las fuerzas de Santa Cruz lograron una victoria total. Salaverry, acosado y con su ejército en desbandada, decidió huir hacia el mar, pero fue interceptado por una patrulla comandada por el general Miller, quien lo obligó a rendirse bajo la promesa de interceder por su vida.

Captura, Juicio y Ejecución

A pesar de su rendición, el destino de Salaverry ya estaba sellado. Tras ser apresado, fue trasladado a Arequipa, donde fue juzgado por un consejo de guerra presidido por el general boliviano Francisco Anglada. Durante el juicio, Salaverry protestó por haber sido juzgado por un ejército extranjero y por no haber tenido la oportunidad de presentar sus documentos de descargo, que se encontraban en Lima. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada: Salaverry y su estado mayor fueron condenados a muerte por fusilamiento.

Antes de su ejecución, Salaverry escribió tres documentos que han trascendido como sus últimas voluntades. En su testamento, dejó claro que tenía dos hijos, uno con su esposa Juana Pérez y otro natural, Carlos Augusto Salaverry, quien, años después, se convertiría en un destacado poeta. En una carta a su esposa, Salaverry expresó su amor por ella y su pesar por no haber podido cumplir con sus sueños de felicidad. La tercera misiva fue una protesta formal por el hecho de ser juzgado por un tribunal extranjero, lejos de las leyes de su propio país.

El 18 de febrero de 1836, miles de personas se congregaron en la plaza de Armas de Arequipa para presenciar la ejecución de Salaverry. La condena fue llevada a cabo por un pelotón de fusilamiento. Sin embargo, la ejecución no fue tan sencilla como se esperaba. En sus últimos momentos, Salaverry hizo un último intento por salvar su vida, dirigiéndose a los soldados que lo iban a fusilar, pero solo el sargento cumplió la orden de disparar. Salaverry logró erguirse y, herido, corrió hacia la catedral gritando «la ley me ampara». No obstante, fue interceptado y fusilado nuevamente hasta quedar inmóvil. Su muerte marcó un fin trágico y violento para un hombre que había sido uno de los más prometedores líderes militares del Perú.

Legado y Consecuencias

La ejecución de Felipe Santiago de Salaverry tuvo profundas repercusiones en la política peruana. Por un lado, la muerte de un líder tan joven y carismático dejó un vacío en el norte del país, que nunca se llenó completamente. Por otro lado, su ejecución abrió una profunda brecha entre las regiones del norte y del sur del Perú, así como con el Alto Perú, lo que contribuyó a la división interna del país.

Su muerte también influyó en la creación de la Confederación Peruano-Boliviana bajo el liderazgo de Santa Cruz, una unión que, aunque breve, dejaría cicatrices en la historia del Perú. Salaverry pasó a la historia como un líder que, aunque incapaz de consolidar un poder duradero, dejó una marca indeleble en la historia del país. La figura de Salaverry sigue siendo vista con respeto y admiración por algunos como un hombre de ideales patrióticos, dispuesto a sacrificarse por su país, pero también es recordado por sus decisiones políticas que lo llevaron a enfrentarse a Santa Cruz y otros rivales en un momento crucial para la independencia y la unidad del Perú.

La muerte de Salaverry, lejos de ser el fin de su legado, fue el inicio de una reflexión sobre los costos de la guerra y la política en el joven Perú republicano. Su nombre permanece como un símbolo de la lucha por la independencia, la ambición política y el sacrificio, en un país aún en proceso de encontrar su identidad.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Felipe Santiago de Salaverry (1806–1836): Breve pero Intensa Vida de un Líder Peruano". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/salaverry-felipe-santiago-de [consulta: 18 de octubre de 2025].