José Zazo y Mayo (1720-1789). El escultor español que dejó huella en el siglo XVIII
El siglo XVIII en España fue un periodo de profundos cambios en el arte, donde la tradición barroca empezaba a convivir con nuevas tendencias clasicistas. En este contexto surgió la figura de José Zazo y Mayo, un escultor cuya obra, aunque no se ubica entre las de mayor renombre de su tiempo, posee un valor histórico y artístico que le ha otorgado un lugar apreciable dentro del panorama escultórico español. Su producción, dispersa en diferentes localidades, refleja el espíritu devocional de la época y el esfuerzo de los artistas por mantener viva la tradición escultórica en medio de las transformaciones culturales de su siglo.
Orígenes y contexto histórico
José Zazo y Mayo nació en 1720 en un periodo donde la escultura española seguía marcada por la herencia del barroco. La formación de los artistas estaba fuertemente vinculada a talleres y maestros reconocidos, lo que condicionaba tanto la técnica como el estilo de los discípulos. Zazo y Mayo se formó en Madrid bajo la tutela de Manuel Virues, escultor con experiencia que transmitió a su alumno los recursos técnicos y estéticos propios de la tradición castellana.
Madrid, como centro artístico y político del país, ofrecía un ambiente propicio para que jóvenes escultores pudieran desarrollar su carrera. Allí convivían talleres artesanales, encargos religiosos de importancia y la presencia de academias que lentamente comenzaban a introducir criterios más normativos en el arte. En este contexto, Zazo y Mayo se forjó como un escultor que, sin alcanzar la fama de sus contemporáneos más destacados, logró dejar un legado en diversas localidades.
Logros y contribuciones
Las obras de Zazo y Mayo se caracterizan por su fuerte componente religioso, en consonancia con la demanda de su tiempo. Aunque no todas alcanzaron un nivel de innovación sobresaliente, fueron piezas que cumplieron eficazmente con su objetivo: promover la devoción popular a través de imágenes cargadas de expresividad.
Entre sus obras más destacadas se encuentran:
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San Francisco de Sales
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Santa Juana Fremiot
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San Gregorio Nacianceno
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San José, San Rafael y San Gonzalo de Amarante, ubicados en Madrid
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Asunción, conservada en Nombela
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Nazareno
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San Francisco de Asís, en Alcázar de San Juan
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San Francisco Javier, en Granatula
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Cristo difunto
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San Miguel, en Talavera de la Reina
Este listado demuestra que su producción se expandió por diferentes regiones de Castilla-La Mancha y Madrid, lo que evidencia tanto la movilidad del escultor como la amplitud de su clientela. Sus esculturas, centradas principalmente en santos y escenas religiosas, muestran la continuidad de una tradición española en la que la imaginería era esencial para la vida litúrgica y cultural de las comunidades.
Momentos clave
Formación en Madrid
La etapa de aprendizaje bajo Manuel Virues fue determinante para adquirir las técnicas de modelado, talla y policromía que caracterizaron la escultura castellana del siglo XVIII. Esta relación maestro-discípulo aseguró la transmisión de un lenguaje artístico fiel a las necesidades devocionales.
Encargos en distintas localidades
El hecho de que Zazo y Mayo trabajara en diferentes pueblos y ciudades revela que su reputación, aunque modesta, era reconocida lo suficiente como para ser requerido en lugares con tradiciones religiosas fuertes. Sus obras no solo decoraban iglesias, sino que también reforzaban la identidad espiritual de cada comunidad.
Consolidación de un estilo
Aunque sus piezas no alcanzan el virtuosismo de escultores como Salzillo, la intención expresiva y el cuidado en la representación de figuras religiosas muestran un esfuerzo por mantener viva la fuerza emocional del barroco tardío, combinada con una cierta sobriedad que anticipaba tendencias más clasicistas.
Relevancia actual
La obra de José Zazo y Mayo mantiene hoy un interés doble: artístico e histórico. Por un lado, sus esculturas permiten conocer cómo los artistas de segundo orden, alejados de los grandes focos de fama, contribuían a la vida cultural y religiosa de las comunidades. Por otro lado, constituyen un testimonio material de la transición entre el barroco y el neoclasicismo en España.
Su producción, dispersa en lugares como Madrid, Nombela, Alcázar de San Juan, Granatula y Talavera de la Reina, sigue formando parte del patrimonio local y es valorada tanto por investigadores como por devotos. Cada obra conserva la capacidad de transmitir la religiosidad de su época, siendo a la vez un recordatorio del papel de los escultores que, sin alcanzar notoriedad nacional, sostuvieron la tradición artística.
Lista de obras más destacadas
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San Francisco de Sales
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Santa Juana Fremiot
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San Gregorio Nacianceno
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San José, San Rafael y San Gonzalo de Amarante (Madrid)
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Asunción (Nombela)
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Nazareno
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San Francisco de Asís (Alcázar de San Juan)
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San Francisco Javier (Granatula)
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Cristo difunto
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San Miguel (Talavera de la Reina)
Legado en la historia del arte español
La importancia de Zazo y Mayo no reside en haber transformado el rumbo de la escultura, sino en representar la continuidad de una tradición artesanal y devocional en el siglo XVIII. Su obra refleja cómo muchos artistas contribuyeron al engrandecimiento de las iglesias y al sostenimiento del fervor popular, aunque la posteridad no los haya colocado en la primera línea de la historia del arte.
El estudio de escultores como José Zazo y Mayo permite comprender la amplitud y diversidad del arte español de su tiempo, donde junto a las grandes figuras existió un amplio conjunto de creadores que enriquecieron la cultura visual del país. Su vida y trabajo son un recordatorio de que la historia del arte no se escribe únicamente con nombres célebres, sino también con aquellos que, desde un lugar más discreto, dieron forma a la espiritualidad de su época.
MCN Biografías, 2025. "José Zazo y Mayo (1720-1789). El escultor español que dejó huella en el siglo XVIII". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/zazo-y-mayo-jose [consulta: 29 de septiembre de 2025].