Tobar Donoso, Julio (1894-1981).


Abogado, escritor y diplomático ecuatoriano, nacido en Quito el 25 de enero de 1894 y muerto en la misma ciudad el 10 de marzo de 1981. Hombre de profundas convicciones católicas, jurisconsulto, militante en el partido conservador, erudito historiador y diplomático, a él le cupo el grave compromiso de tener que firmar el Protocolo de Río de Janeiro, en el que Ecuador perdió buena parte de su territorio.

Realizados sus primeros estudios en la escuela de «El Cebollar» y en el colegio San Gabriel, siguió luego la carrera de Jurisprudencia, en la que se doctoró en 1917 con la tesis La letra de Cambio. Perteneció a algunas instituciones pías, como la Congregación de Caballeros de la Inmaculada y la Conferencia de San Vicente Paúl, de la que fue dos veces presidente. Defendió siempre abierta y sinceramente los intereses de la Iglesia. Fue elegido asesor del cardenal Cento en las negociaciones que dieron como resultado la firma del «Modus vivendi» entre la Iglesia y el Estado ecuatoriano, en 1937. Guiado por los mismos sentimientos religiosos, al lado de su amigo el P. Espinosa Pólit, conformó el Comité Promotor de la Universidad Católica de Quito, a la que estuvo unido desde su fundación hasta el año 1972, como Decano de la Facultad de Jurisprudencia y como profesor de Derecho Político. Por su fidelidad a la Iglesia, mereció del Estado Vaticano la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio Magno.

Como diplomático fue asesor de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores, y también fue jefe de ese ministerio durante la presidencia de Manuel María Borrero, en 1938. En 1942 presidió la delegación ecuatoriana a la Conferencia de Cancilleres de América reunida en Río de Janeiro, donde el 29 de enero firmó el Protocolo por el cual territorios que hasta entonces eran considerados del Ecuador, pasaron a formar parte del Perú. Este es un hecho que sus enemigos políticos no le perdonarían nunca, y por el cual le tacharían de débil. Las circunstancias de aquel momento eran tales que Tobar Donoso explicaría su actuación con esta frase: «Me he sacrificado para que la patria exista». Y es que la gran debilidad estaba en aquel momento en la república misma y en su ejército derrotado.

Pero Tobar Donoso fue sobre todo un gran erudito, que con su investigación enriqueció notablemente la cultura ecuatoriana. Algunos de sus estudios fueron: Génesis y antecedentes de las ideas sociales cristianas (1918), García Moreno y la instrucción pública (1923), Relaciones entre la Iglesia y el Estado ecuatoriano (1924), Desarrollo constitucional de la República de Ecuador (1925), Figuras del catolicismo social (1926, obra en la que recoge una serie de biografías de ilustres católicos del siglo XIX, que había ido publicando en La Defensa), Por la libertad de la enseñanza (1930), Desarrollo constitucional de la república del Ecuador (1936), Catolicismo social (1936), Dictámenes Jurídicos acerca del problema ecuatoriano-peruano, dados por ilustres internacionalistas americanos (1942, en dos tomos), Elementos de ciencias políticas (1951), Estudio sobre los límites ecuatoriano-peruanos (1947), El fin de una fábula (1951, en defensa de la persona de García Moreno), La Iglesia modeladora de la nacionalidad (1953), Derechos y deberes de los patronos y trabajadores del campo (1953), El pensamiento jurídico de Pío XII (1956), El Ilustrísimo P. F. José María Yerovi, O.F.M., Arzobispo de Quito (1958), Biografía de Pedro Gual (1962), Las instituciones del período hispánico, especialmente en la Presidencia de Quito (1974) y Los miembros de número de la Academia Ecuatoriana, muertos en el primer siglo de su existencia (1976). Tobar Donoso formó parte de importantes instituciones culturales: fue miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua desde 1928, miembro fundador del «Instituto Cultural Ecuatoriano» y Presidente del Instituto de Cultura Hispánica de Quito. Por otro lado, sentía un aprecio especial por el contacto con la naturaleza, por lo cual, además de administrar la hacienda «El Rosario» que heredó de su padre, compró la de «Chiche-Tobar» entre Puembo y Pifo, y alquilaba otras haciendas en las que gustaba de pasar sus vacaciones.