Turguénev, Iván Serguéyevich (1818-1883).
Poeta, dramaturgo y narrador ruso, nacido en Oriol en 1818, y muerto en Bougival (París) en 1883. Escritor vigoroso -sobre todo, en la descripción de ambientes naturales y en la creación de caracteres rurales-, fue, no obstante un pensador mediocre atormentado por una personalidad débil e indecisa, lo que le ocasionó no pocas incomprensiones entre sus coetáneos. Para la mentalidad conservadora propia de la alta clase social a la que pertenecía, fue un hombre excesivamente liberal y un demagogo que pretendía acabar con sus privilegios; para la emergente sociedad bolchevique, no fue más que un acomodado reaccionario cuyos escrúpulos morales, al socaire de su idealismo estético, le movían a hacer algunas concesiones tan caprichosas como poco comprometidas.
Vida y obra
Nacido en Spaskoi-Lutóvinov (Oriol), inmensa propiedad territorial regida con mano férrea por su madre, Varvara Turguénev, el joven Iván se educó libre de la opresión de su padre, un coronel de húsares que había abandonado el hogar conyugal. Allí tuvo ocasión de establecer los primeros contactos con el campesinado ruso que constituía la servidumbre rígidamente sometida a la severidad de su madre.
En 1827 se trasladó a Moscú para iniciar sus estudios, y en 1833 ingresó en la universidad de San Petersburgo, donde cursó la carrera de Filosofía. Muy influido por la literatura de sus contemporáneos (especialmente, Pushkin y Gógol), comenzó a introducirse en el mundo de las Letras con la difusión de sus primeros poemas, netamente románticos. Era Turguénev, por aquel entonces, un joven liberal que, por reacción contra la familia terrateniente de la que procedía, se había proclamado republicano.
A partir de 1838 continuó su formación universitaria en Berlín, donde quedó fascinado por la escuela idealista hegeliana y los pensadores rusos que mejor la defendían en aquellos años: Alexandr Herzen, T. Granovski y N. Stankevich. Cada vez más próximo al anarquismo, trabó amistad con Bakunin (con cuya hermana Tatiana sostuvo una apasionada relación amorosa) y acentuó sus discrepancias con el régimen absolutista de los zares. Sin embargo, el suyo era un idealismo más pendiente de la palabra que de la acción.
Entre 1841 y 1843 trabajó para la administración pública, al paso que desarrollaba una intensa actividad poética que culminó en Parasha (1843), su primer libro de poesía. También estrenó durante aquel año su primera obra teatral (Una imprudencia). En 1844 se inició en la aventura narrativa con la publicación de Andréi Kólosov, novela corta que mereció los elogios de Vissarión Grigórievich Belinski. Paralelamente, su relación con su madre se fue deteriorando, al tiempo que crecía su devoción por la cantante gala Pauline Viardot, a la que siguió a Francia en 1847. Turguénev se instaló con ella en su castillo de Courtavenel, y de allí pasó a París, donde se estableció en un hotel, se entregó de lleno a la literatura y entabló relaciones con figuras tan destacadas como Goerge Sand, Chopin y Merimée.
Sus primeros escritos parisinos, dominados por la melancolía de sus país natal, narran escenas rurales entre el campesinado y los propietarios rusos. Se trata de relatos que, como Jor y Kalinich, fueron publicados en el volumen de cuentos titulado Relatos de un cazador (1852), dentro de la revista rusa El contemporáneo. Huyendo de una retórica excesivamente recargada, Turguénev presenta unas estampas campestres descritas con un estilo realista simple, donde la dureza de la vida campesina queda tamizada por el tenue lirismo de la voz narradora. Según Dostoievsky, estos Relatos de un cazador sólo muestran "la literatura de un propietario territorial", en la medida en que reflejan la visión tibia de un hombre poco comprometido con la realidad política de su país. Y es que, en efecto, a pesar de sus ideas, Turguénev no deja de ser un miembro de una familia terrateniente, un hombre acomodado que sólo ve el lado poético y la atmósfera lírica del entorno rural ruso.
En 1852, la muerte de su madre le obligó a retornar a Rusia y a hacerse cargo de sus provechosas posesiones latifundistas. Heredero de una inmensa fortuna, Turguénev sufrió las primeras consecuencias de su indecisa ideología: por una parte, se preocupó por mejorar la situación de sus siervos; pero, por otra, no se decidió a liberarlos. Confinado en su hacienda, tras haber sido procesado por un artículo necrológico dedicado a Gógol, continuó escribiendo relatos -Mumú (1854), Un rincón tranquilo (1855)- y obras dramáticas. En 1856 publicó su primera novela, Rudin, en la que brota la semilla de todo su posterior entramado narrativo. El protagonista es uno de esos "hombres superfluos" que abundan en toda su obra, un intelectual inflamado en ideas y palabras, pero carente de voluntad y capacidad de acción.
Su segunda novela, Nido de hidalgos, vio la luz en 1859. Un año después publicó En vigilia, y, en 1862, Padres e hijos, que provocó fuertes polémicas debido a que, al retratar a los jóvenes de la nueva generación, mostraba un talante ciertamente reaccionario.
A partir de la década de los sesenta, alternó su vida en Rusia con largas estancias en el extranjero. En Baden-Baden, donde volvió a encontrarse con Pauline Viardot, escribió Humo (1867), novela en la que denunciaba las falsas promesas de los jóvenes revolucionarios rusos. En París, donde se le consideraba un maestro consagrado, alternó con Maupassant y Flaubert, y publicó otra novela, Tierras vírgenes (1877), que irritó tanto a los conservadores de su país como a las fuerzas bolcheviques emergentes. Turguénev pretendía ahora, con esta última obra, presentar al nuevo hombre ruso que abandona la ciudad y va al campo a preparar la revolución. Sin embargo, el tono artificioso de Tierras vírgenes -sujeta, por lo demás, a una evidente intención ideológica que la hace excesivamente esquemática- constituyó un rotundo fracaso.
Alternándolos con estas grandes novelas, Turguénev siguió escribiendo relatos cortos magistrales, como Primer amor (1860), Aguas primaverales (1872), El canto del amor triunfante (1811) y Clara Milic (1882).
El 3 de septiembre de 1883, víctima de una angina de pecho, falleció en Bougival (Francia).
Entre sus piezas dramáticas, destacan sus comedias ligeras y sentimentales -Donde el hilo es fino se corta (1847), Una canción del mariscal de la nobleza (1849) y El soltero (1849)- y sus obras de tipo realista e introspección psicológica -Panes ajenos (1848), Un mes en el campo (1850) y La provinciana (1851)-. Y entre su producción poética, además de su obra primeriza -ya reseñada-, sobresalen sus Poemas sin rima (1882), breves composiciones líricas escritas en las postrimerías de su vida (por lo que, en un principio, el libro recibió el título de Senilia).
J.R. Fernández de Cano.