Santoni, François (1956-2001).


Dirigente nacionalista corso nacido en Giannucio (Córcega) en 1956 y muerto en Monaccia-d’Aullène (sur de Córcega) el 17 de agosto de 2001, como consecuencia de los disparos que le efectuaron dos desconocidos. Dentro de la caótica violencia de los grupos independentistas corsos, rayana en la pura vendetta mafiosa, Santoni fue una víctima más de los mismos medios con que él había defendido su ideal.

Nacido en el seno de una modesta familia insular, Santoni comenzó a simpatizar con el movimiento independentista corso en sus años de instituto, de tal modo que en 1974 abandonó las clases de Ajaccio y su primigenia idea de cursar estudios de Magisterio para lanzarse de lleno a la lucha armada contra las instituciones francesas.

De esta forma, Santoni se enroló en el entonces recién nacido Frente de Liberación Nacional de Córcega (FLNC); su pericia y su extraña astucia fueron suficientes para que rápidamente se convirtiera en uno de los jefes de la acción armada, ostentando la dirección de un comando situado en Gravona. En ese puesto, Santoni comenzó a perpetrar los primeros sabotajes y robos de armas a las autoridades francesas. Su eficacia le hizo ganar el sobrenombre de El iguana, por la frialdad con que realizaba tales acciones. Sin embargo, en 1986 el atraco a una gendarmería le salió mal, ya que los policías franceses se defendieron y se entabló un duro tiroteo. Finalmente, Santoni fue capturado y encerrado en la prisión durante un año. En esa primera estancia carcelaria, Santoni trabó amistad con otro dirigente nacionalista, Jean Michel Rossi, amistad que les conduciría a ambos a pasar de la acción armada a la línea política pero que, finalmente, también les depararía el mismo destino.

De esta forma, desde que Santoni salió de la cárcel, comenzó a separarse de los comandos para pasar a la política nacionalista. A principios de 1990, el Iguana ya había saltado a la palestra como el enlace de comunicación entre el FLNC y su fachada política, el partido A Cuncolta Naziunalista. De esta forma fue como participó en algunas reuniones mantenidas entre el gobierno francés y el núcleo del nacionalismo corso, como la famosa reunión de Tralonca. El ascenso político de Santoni fue imparable, ya que en 1993 fue nombrado secretario general del partido, lo que, entre otras cosas, significó aumentar su validez como interlocutor entre las pretensiones corsas y las instituciones francesas. No obstante, su nombre se vio envuelto en multitud de sucesos sangrientos, dado que la violencia en la isla no cesó, bien contra los intereses del gobierno de París, bien entre el enmarañado organigrama inescrupular de las asociaciones paramilitares corsas. En 1995, el propio Santoni escapó con vida de un atentado; aunque el dirigente acusó en la prensa al gobierno francés, lo cierto es que otras facciones rivales parecían ser las culpables, dado que las venganzas entre unas y otras ensangrentaron la isla durante los años 90 del siglo XX. Santoni no fue ajeno a ellas; desde algunos círculos se le señalaba como el principal promotor de todas ellas, por lo que no es de extrañar que estuviese en el punto de mira de muchos.

En 1996 fue nuevamente encarcelado por su militancia en A Cuncolta Naziunalista. En prisión movió los hilos para fundar uno de los más sanguinarios grupos armados, llamado Armata Corsa, aunque siempre se mantuvo al margen de cualquier relación con este grupo de asesinos. El 6 de febrero de 1998, con el asesinato del prefecto de Córcega, Jean Claude Erignac, Santoni, ya en libertad, se desvinculó por completo de la lucha de armada, ya que su antiguo partido, A Cuncolta (rebautizado como Idipendentista), se había apartado, según él, de sus ideales para entrar en la pura guerra mafiosa con otras formaciones. En su ausencia, Charles Pieri se hizo con el control del movimiento nacionalista y, de camino, arrebató al encarcelado Santoni a su novia, lo que encendió la mecha de la rivalidad entre ambos dirigentes y que, de paso, muestra en qué niveles de implicación emocional reside la supuesta lucha nacionalista corsa. Estas rencillas internas se manifestaron en que Santoni, y con él su amigo Jean Michel Rossi, condenase el asesinato de Erignac, lo que pareció dar ciertamente alas a los intentos del gobierno francés por establecer un plan de autonomía de la isla. Estos planteamientos, sin embargo, se veían continuamente frenados por la ola de asesinatos, reivindicados por Armata Corsa y por Sampieru, tal vez los dos grupos más asesinos de Córcega.

En 1999, Santoni no participó en los llamados acuerdos de Matignon, en los que el gobierno francés se comprometía a establecer un plan de autonomía progresiva para Córcega a cambio de que los núcleos más duros cesasen los asesinatos. La mecha encendida enfrentó a dos de los dirigentes nacionalistas corsos implicados en Matignon, Jean-Guy Talamoni y Marie Hélène Mattei, contra Santoni y Rossi. Sin embargo, en ese momento, ninguno de los dirigentes más veteranos del movimiento de independencia corsa controlaban ya a un terrorismo convertido en pura y dura mafia. Por si fuera poco, Santoni y Rossi publicaron en el año 2000 un libro conjunto, Pour solde de tout compte (‘Para saldar todas las cuentas’), en el que denunciaban las conexiones mafiosas de todos los grupos implicados en el proceso, invalidando a sus cabecillas para establecer diálogo alguno con París. La respuesta fue al uso: el 7 de agosto de 2000, Rossi y uno de sus guardaespaldas fueron asesinados. Difícilmente las letras podrían alcanzar acuerdo donde sólo hablan las pistolas.

Santoni reforzó duramente la vigilancia tanto de su propia persona como de su compañera sentimental, Christel Baldocchi, pues se sabía amenazado desde diversas posiciones. Y, además, su nombre apareció de lleno en la prensa cuando Talamoni y Mattei, a quienes Santoni responsabilizó del asesinato de Rossi, recibieron sendos paquetes-bomba en su domicilio. Por si fuera poco, el dirigente redactó un nuevo libro, publicado en el año 2001 con el título de Contre-enquête sur trois assassinats (‘Contrainvestigación de tres asesinatos’). En él, situaba al mismo nivel al prefecto Erignac, a su amigo Rossi y al guardaespaldas de éste: todo era obra de grupos mafiosos que, bajo la excusa del nacionalismo (al que Santoni siempre defendió por encima de estos asesinatos), únicamente pretendían el estupro y la violencia. El 17 de agosto de 2001, cuando Santoni, en compañía de su compañera y de su padre asistía a una boda de un amigo, los asesinos le esperaron hasta el fin de la velada para descargar su particular discurso de acero que acabó con la vida del dirigente.

En los días posteriores a la muerte de Santoni, además de la continuación de la violencia (uno de sus guardaespaldas también fue asesinado), se descubrió que, en efecto, la mafia que denunciaba el fallecido era cierta. Pero también él era uno de los más directamente implicados. Primero, por estar relacionado con la extorsión (el medio de financiación más usado por los grupos corsos) a los dueños del Spérone, un conocido club de golf de la isla, cuestión sobre la que tenía una vista judicial pendiente. Segundo, porque un registro domiciliario encontró documentos que le relacionaron con los intentos de chantaje al grupo petrolero ELF, una de las grandes empresas francesas. Y, en tercer lugar, por otros objetos encontrados en ese mismo registro. Bien pudiera considerarse un revólver como un arma de defensa, pero no así los pasamontañas, los trajes encapuchados y los guantes. Todo el entorno de Santoni, sobre todo su compañera Baldocchi, clamaba por su venganza en todos los medios de comunicación. Y, en el fondo, la validación de los acuerdos de Matignon por el senado francés. Oscuro panorama al independentismo corso envuelto en la iniquidad de la sangre y no en la voluntad de acuerdo. Nadie como Santoni representó con tanta fidelidad todo el repugnante entramado de rencillas, mafias y discordias que se escudan bajo un nacionalismo corso al que parecen haber abandonado a su suerte por el fulgor de lo crematístico.