Francisco Gómez de Sandoval y Rojas (1553–1625): El ascenso y caída del Duque de Lerma, valido deFelipe III

Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, más conocido como Duque de Lerma, nació en 1553 en Tordesillas, Valladolid, dentro de una de las familias más poderosas de la nobleza española. Su linaje, que se remontaba al conde don Pedro de Palencia, descendía de Fernán González, el legendario conde de Castilla. El apellido Sandoval, ligado a la familia desde tiempos medievales, era sinónimo de poder, riqueza y servicio a la monarquía. Los ancestros de Francisco se habían destacado en múltiples momentos cruciales de la historia castellana, desde las luchas contra los musulmanes durante el reinado de Fernando III el Santo hasta las contiendas contra los portugueses bajo el reinado de Juan II de Castilla.

La familia Sandoval, que originalmente tomaba su nombre de la villa burgalesa de Sandoval, era reconocida tanto por su poder territorial como por su influencia política. Francisco Gómez de Sandoval y Rojas nació en este contexto de privilegio, heredando una riqueza considerable y una reputación de servicio fiel a la corona. El joven Francisco, sin embargo, no fue criado de forma tradicional en los feudos de su familia, sino que fue educado bajo la tutela de su tío, el arzobispo de Sevilla, don Cristóbal de Rojas Sandoval, quien desempeñó un papel fundamental en su formación. Fue esta educación religiosa y cultural la que lo conectó desde su juventud con las más altas esferas de poder en la España del Siglo de Oro.

Su entrada en la corte de Felipe II fue el primer paso hacia la consolidación de su carrera. Aunque en sus primeros años se desempeñó en cargos menores dentro de la administración real, como paje de los príncipes y gentilhombre de la cámara, rápidamente se destacó por su capacidad de cultivar relaciones cercanas con la familia real. De hecho, desde el principio, la relación entre Francisco y el príncipe Felipe, el futuro Felipe III, se fue convirtiendo en uno de los pilares sobre los que descansaría su ascenso a la cúspide del poder. Felipe II, aunque ajeno a la verdadera magnitud de esta relación, no la consideraba peligrosa, y su confianza en el joven Francisco permitió que se estableciera en la corte con cada vez más privilegios.

En 1592, su habilidad para ganarse la confianza del rey Felipe II le permitió obtener el cargo de virrey de Valencia, aunque esta etapa fuera breve. Su regreso a la corte tras la muerte de Felipe II en 1598 fue decisivo, pues, con la llegada de Felipe III al trono, Francisco de Sandoval y Rojas comenzó a maniobrar con mayor astucia. En la misma fecha en que Felipe II falleció, Francisco de Sandoval asumió el cargo de sumiller de corps y caballerizo mayor del nuevo rey. A partir de este momento, su influencia en la corte creció a pasos agigantados, especialmente cuando, tras la muerte de Felipe II, Felipe III le confió más y más responsabilidades, consolidando su posición como valido o favorito del rey.

El reinado de Felipe III, marcado por su carácter apacible y la tendencia a delegar el poder en manos de sus consejeros más cercanos, fue la oportunidad perfecta para que Francisco de Sandoval se hiciera con las riendas del gobierno. El 13 de septiembre de 1598, el día en que Felipe II falleció, el embajador veneciano en Madrid dejó constancia de cómo Felipe III, sin siquiera pensarlo dos veces, otorgó el control de los asuntos de la corte a Sandoval, el marqués de Denia. La actitud de Felipe III, según lo relató el embajador, dejaba claro que no solo confiaba en él, sino que le otorgaba un poder absoluto para decidir los destinos de la monarquía. Desde ese momento, Francisco Sandoval pasó a convertirse en la figura más influyente de la corte.

El duque de Lerma no solo era un político hábil y astuto, sino también un hombre de profundas convicciones religiosas. A lo largo de su carrera, no perdió ocasión de acercarse al clero, y la relación con la Iglesia sería un elemento clave para su consolidación en el poder. De hecho, con el paso de los años, la influencia de Lerma en la Iglesia sería tan notable que terminaría obteniendo el capelo cardenalicio en 1618, un paso que le permitió no solo garantizarse una protección frente a las posibles represalias del rey, sino también afianzar su posición como hombre de confianza en la monarquía.

Al mismo tiempo, su habilidad para formar una red de apoyos entre la nobleza y la Iglesia le permitió tejer un vasto entramado de relaciones personales y familiares que fortalecieron su poder. En 1599, apenas un año después de la muerte de Felipe II, el rey Felipe III le otorgó el título de duque de Lerma, un reconocimiento formal de la posición prominente que había alcanzado en la corte. Este título no solo le confería una gran distinción, sino que también consolidaba el dominio de la familia Sandoval en las tierras de la región burgalesa de Lerma, en las que la familia ya tenía un importante patrimonio.

Sin embargo, el ascenso de Francisco de Sandoval no estuvo exento de obstáculos. Desde el principio, su relación con los otros miembros del Consejo Privado de Felipe II, como Cristóbal de Moura y Juan de Idiaquez, estuvo marcada por tensiones. Estos cortesanos, quienes habían sido figuras clave en el reinado de Felipe II, pronto comenzaron a ver con desconfianza el creciente poder de Lerma. Sin embargo, la habilidad política de Francisco permitió que se deshiciera de sus rivales, y logró forjar alianzas con otras figuras clave de la corte, afianzando así su poder.

En su consolidación en la corte, también comenzó a tomar medidas que asegurarían su poder por generaciones. A través del nepotismo, le otorgó importantes títulos y cargos a su familia. Su primo, Bernardo de Sandoval y Rojas, obispo de Jaén, fue nombrado arzobispo de Toledo, y su propio hijo, Diego de Sandoval, obtuvo el condado de Saldaña. Con estos movimientos, Lerma no solo aseguraba su poder personal, sino que también garantizaba la continuación de su influencia dentro de la estructura del reino. Además, con el tiempo, se convirtió en una figura casi indispensable en la corte, ya que las decisiones importantes del gobierno pasaban por su intercesión.

En resumen, los primeros años de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas estuvieron marcados por un ascenso meteórico desde su humilde origen en la nobleza hasta convertirse en el hombre más poderoso de la España de finales del siglo XVI y principios del XVII. Gracias a su astucia, su habilidad para formar alianzas estratégicas y su relación cercana con el rey Felipe III, Lerma logró convertirse en el eje central sobre el que giraba la política de la monarquía española. Su poder y su riqueza aumentaron a pasos agigantados, lo que le permitió no solo ostentar cargos clave, sino también convertir a su familia en uno de los pilares de la aristocracia española.

La cúspide del poder: valido de Felipe III

La consolidación de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas como valido de Felipe III marcó el comienzo de un período sin precedentes de poder absoluto en la corte española. Desde la muerte de Felipe II, la monarquía pasó a estar gobernada de facto por un hombre cuya influencia se extendería durante la mayor parte del reinado de Felipe III. Sin embargo, el ascenso de Lerma, aunque indiscutible, no estuvo exento de críticas y de las tensiones propias de la lucha por el poder en la corte. Su posición como valido del rey se caracterizó por un régimen de favor y exclusión que transformó la política española del siglo XVII, tanto en sus logros como en sus fracasos.

El ascenso y el título de Duque de Lerma

Una de las primeras decisiones significativas de Felipe III al ascender al trono fue su elección de confiar en Francisco de Sandoval y Rojas como su valido. Este título, utilizado en la corte española para referirse al favorito del monarca que acumulaba gran poder, era el comienzo de la enorme influencia de Lerma sobre los destinos de la nación. En 1599, tan solo un año después de la muerte de Felipe II, el rey Felipe III otorgó a Francisco el título de duque de Lerma y lo incluyó en su círculo más cercano de confianza. Esta designación fue una clara señal de que el monarca pensaba delegar en él los asuntos de gobierno, una decisión que le permitiría a Lerma aumentar su poder personal y consolidar su influencia sobre el resto de la nobleza y la corte.

Lerma fue un hombre que sabía cómo manejar los hilos del poder y cómo rodearse de personas que le fueran leales. A partir de este momento, comenzó a imponer una serie de reformas que le aseguraron el control del gobierno, desde el nombramiento de familiares y aliados políticos a posiciones de poder, hasta el manejo exclusivo de los asuntos de la corte. Su capacidad para asegurarse la lealtad de aquellos a su alrededor fue una de las claves para su éxito, y no dudó en utilizar el nepotismo como una herramienta para consolidar su influencia.

Uno de sus primeros actos de poder fue colocar a su tío, Bernardo de Sandoval y Rojas, en el cargo de arzobispo de Toledo, un puesto de suma importancia en la España de la época, que le otorgaba gran control sobre los asuntos eclesiásticos del reino. Además, Diego de Sandoval, hijo de Francisco, también comenzó a ascender dentro de la jerarquía social y política, obteniendo el condado de Saldaña. Esta red de poder familiar y político permitió a Lerma mantenerse en el centro de la acción durante los años siguientes. Gracias a sus vínculos con la familia real, en especial con Felipe III, y su relación con la nobleza, Lerma logró solidificar su posición, convirtiéndose en el principal interlocutor del rey y el hombre más influyente de la corte.

El control del gobierno y la política exterior

El reinado de Felipe III estuvo marcado por la delegación de gran parte del poder político en manos de Lerma. En términos de gobierno, su influencia fue absoluta. Al principio, las decisiones más importantes del reino, desde la política exterior hasta los asuntos internos de la corte, pasaban por sus manos. El monarca, con un carácter apacible y una tendencia a delegar, permitió que Lerma fuera el encargado de gestionar la mayor parte de los asuntos del Estado. En este contexto, el valido comenzó a imponer su propia visión de la política, actuando como el principal consejero del rey.

Uno de los primeros retos a los que Lerma se enfrentó fue la política exterior, especialmente las relaciones con Francia y los Países Bajos. La tendencia pacifista de Lerma fue evidente desde el inicio de su gestión, y aunque España aún estaba involucrada en varias guerras, su gobierno apostó por la diplomacia en lugar de por la confrontación militar. En 1600, tras varios años de conflictos, Enrique IV de Francia y Felipe III firmaron la paz de Vervins, que estableció una tregua entre los dos reinos. Este tratado fue ratificado en 1601, y fue uno de los primeros éxitos diplomáticos de Lerma, que logró consolidar la relación entre Francia y España.

Sin embargo, su política exterior también estuvo marcada por otros acuerdos y armisticios. En 1605, España firmó una tregua con Inglaterra, otro de los grandes actores internacionales de la época, que permitió a Lerma ganar tiempo para centrarse en los problemas internos del reino. A pesar de las críticas que surgieron por su aparente tendencia a la inacción y la pacificación de conflictos, Lerma demostró ser un hábil negociador en el ámbito internacional. A lo largo de su valimiento, se logró mantener una relativa estabilidad con las grandes potencias europeas, lo que permitió a España centrarse en sus asuntos internos.

Nepotismo y acumulación de poder

Una de las características más controvertidas del valimiento de Lerma fue su nepotismo desmesurado. Durante su tiempo en el poder, no escatimó en esfuerzos por enriquecer y colocar a su familia en las posiciones más altas del gobierno. No solo su hijo Diego, sino también otros miembros de su familia se beneficiaron de sus decisiones, alcanzando títulos nobiliarios y posiciones de influencia en la corte. Esto no solo consolidó el poder de la familia Sandoval, sino que también suscitó crecientes tensiones con otros miembros de la nobleza, que veían con desdén el favoritismo que Lerma otorgaba a sus parientes.

Las críticas a Lerma comenzaron a aumentar a medida que su poder crecía. Los antiguos cortesanos, aquellos que habían servido a Felipe II, no podían tolerar la ascensión vertiginosa de un hombre como Lerma, que parecía haber monopolizado la corte para beneficio personal. La llegada de Rodrigo Calderón, uno de los principales aliados de Lerma, como secretario del rey, reforzó aún más su poder. Sin embargo, este creciente poder no estuvo exento de conflictos. A medida que Lerma aseguraba más favores y títulos para su familia, también aumentaban las críticas, especialmente entre los cortesanos más tradicionales, que comenzaron a ver en él una amenaza a sus propios intereses y una deslegitimación del sistema cortesano.

A pesar de las crecientes críticas, Lerma continuó su ascenso sin mostrar señales de debilidad. En 1601, con el respaldo total del rey, compró una serie de propiedades y tierras, consolidando aún más su riqueza y su poder territorial. Entre las adquisiciones más significativas de Lerma en esta etapa se encontraba la villa de Denia, que se convirtió en uno de los principales centros de su poder personal. Este tipo de compras reflejaba la estrategia de Lerma para crear un vasto patrimonio que lo blindara ante cualquier eventualidad política.

El dilema de la imagen pública

A pesar de su poder, el Duque de Lerma nunca dejó de ser un personaje controvertido. A medida que su fortuna crecía, también lo hacía la oposición pública hacia su régimen. Los poetas de la corte comenzaron a producir sonetos irónicos que ridiculizaban su figura, y la oposición al valido se fue tornando cada vez más explícita. En 1600, la duquesa viuda de Gandía, quien había sido camarera mayor de la reina, fue sustituida por la hermana de la esposa de Lerma, lo que generó una gran consternación entre los cortesanos más antiguos, que veían en este acto un abuso de poder.

Lerma también se enfrentó a los esfuerzos de ciertos sectores de la Iglesia, especialmente aquellos vinculados al confesor real, fray Luis de Aliaga, quien se oponía a su creciente influencia en los asuntos eclesiásticos. Sin embargo, Lerma no cedió, y su habilidad para mantenerse en el poder durante casi dos décadas fue una prueba de su destreza política y de su capacidad para manejar las intrigas palaciegas.

El apogeo y la riqueza desmesurada

El ascenso de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas a la cúspide del poder en la corte de Felipe III representó no solo un logro personal, sino también la consolidación de una era de influencia absolutista que marcaría el curso de la política española durante gran parte del reinado del monarca. Durante estos años, Lerma alcanzó un nivel de poder sin precedentes, convirtiéndose en la figura central de la corte y acumulando riquezas, títulos y propiedades que le garantizaron una posición envidiable. Sin embargo, este período de apogeo también estuvo marcado por el nepotismo, la acumulación excesiva de bienes y una creciente oposición tanto dentro de la nobleza como de los sectores más tradicionalistas del gobierno.

La expansión de la fortuna y el poder

Desde su nombramiento como duque de Lerma en 1599, Francisco de Sandoval y Rojas no solo aumentó su influencia política, sino que también consolidó su poder económico a través de una serie de adquisiciones de tierras, propiedades y títulos. En su afán por crear un patrimonio que garantizara el futuro de su familia y su legado, Lerma compró numerosas propiedades, lo que le permitió extender su dominio sobre vastos territorios. Entre las adquisiciones más notables se encontraba la compra de la villa de Denia, que, como su principal feudo, pasó a convertirse en uno de los centros de poder de la familia. Esta villa no solo proporcionaba grandes ingresos, sino que también era símbolo de su poder territorial.

Su capacidad para adquirir propiedades no se limitó solo a Denia. A lo largo de su valimiento, Lerma compró diversas villas y tierras, aumentando considerablemente sus posesiones en el reino. Por ejemplo, en 1602, adquirió la villa de Valdemoro por la suma de 120.000 ducados, mientras que en 1606, compró la villa de Roa, en Burgos, junto con otras tierras cercanas. Cada una de estas compras representaba no solo un aumento de su fortuna, sino también una consolidación de su poder económico, lo que le permitió extender su influencia sobre la nobleza y las instituciones del reino.

Además, Lerma sabía cómo sacar provecho de sus títulos y cargos. Como caballerizo mayor y sumiller de corps del rey, disfrutaba de un acceso exclusivo a las decisiones del monarca y de una influencia decisiva sobre el curso de los asuntos del Estado. Esta proximidad con Felipe III no solo le otorgó poder político, sino también una gran fuente de ingresos. Durante los primeros años de su valimiento, Lerma logró titularidades nobiliarias, como el condado de Saldaña para su hijo Diego de Sandoval, y otros cargos relevantes para sus familiares y allegados, lo que cimentó aún más su poder dentro de la corte.

El hecho de que Lerma también se dedicara a la compra de cargos públicos y eclesiásticos resultó clave para su estrategia. No dudó en colocar a sus aliados y familiares más cercanos en posiciones de alto rango dentro de la administración y la Iglesia. Por ejemplo, nombró a su tío, Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo, uno de los cargos eclesiásticos más importantes del reino, lo que le permitió no solo ganar un favor crucial dentro de la Iglesia, sino también mantener una lealtad inquebrantable de los sectores eclesiásticos hacia su régimen.

El nepotismo y la creciente riqueza

Uno de los aspectos más criticados de la administración de Lerma fue el uso desmesurado del nepotismo. Aunque este fenómeno no era raro en la nobleza de la época, el grado al que Lerma llevó este concepto fue objeto de numerosas críticas dentro de la corte y la sociedad. No solo elevó a su familia inmediata, sino que extendió su influencia a parientes más lejanos y aliados políticos, asegurándose de que sus allegados obtuvieran títulos, propiedades y puestos clave en el gobierno.

Este proceso de favorecimiento familiar se extendió más allá de la simple asignación de títulos. En 1606, por ejemplo, se vio a Cristóbal de Sandoval, hijo de uno de los hermanos de Lerma, ascender rápidamente en la corte, obteniendo el marquesado de Cea. Incluso algunos de los familiares más distantes de Lerma recibieron cargos relevantes, como su cuñado, quien fue nombrado virrey de Nápoles, y otro pariente que se convirtió en virrey del Perú. Estas decisiones causaron un descontento creciente entre las familias de la nobleza más antigua, quienes consideraban que el poder de Lerma y su familia estaba desplazando a los tradicionales círculos de poder aristocrático.

La crítica y el rechazo dentro de la corte

Aunque el poder de Lerma era casi absoluto durante estos años, las críticas hacia su acumulación de riqueza y poder fueron constantes. La nobleza tradicional, que había visto sus privilegios y su influencia reducidos en favor de la familia Sandoval, comenzó a mostrar abiertamente su rechazo hacia el duque. La acumulación de tierras y títulos por parte de Lerma era vista como una ofensa a la justicia y al equilibrio social, pues favorecía exclusivamente a su familia, en detrimento de otros miembros de la corte que veían cómo sus propios intereses y cargos se veían desbordados por el poderío de los Sandoval.

Los poetas y escritores de la época, quienes en muchas ocasiones canalizaban las frustraciones de la corte, comenzaron a plasmar sus críticas en versos y obras literarias. La figura de Lerma se convirtió en uno de los blancos más habituales de las críticas, y las obras satíricas que lo ridiculizaban fueron cada vez más populares entre la corte y el pueblo. Los sonetos irónicos que circulaban por Madrid retrataban a Lerma como un hombre cuyo poder no solo había corrompido la política del reino, sino que también había alterado el orden social tradicional, concentrando el poder en unas pocas manos.

Además de las críticas literarias, el descontento también se reflejaba en la oposición política que comenzaba a emerger de manera más visible. Los cortesanos tradicionales, que habían servido a los reyes anteriores, se sintieron desplazados y marginados por la prepotencia y la avaricia de Lerma. La duquesa viuda de Gandía, quien había sido camarera mayor de la reina, fue despojada de su puesto para ser reemplazada por la hermana de la esposa de Lerma. Este tipo de maniobras de poder, que favorecían a sus allegados más cercanos, generaron un creciente malestar, no solo entre los cortesanos, sino también entre la población de Madrid, que veía cómo los abusos de poder eran cada vez más evidentes.

La ostentación y el fracaso de la política económica

Una de las características de la acumulación de poder por parte de Lerma fue su ostentación de riqueza, que, aunque le permitió consolidar su posición, también contribuyó a su caída. El duque de Lerma no solo compraba tierras y propiedades, sino que también hacía ostentación de su riqueza de maneras visibles y públicas. Los banquetes y fiestas organizados por él eran famosos, y sus relaciones con las cortes extranjeras, especialmente con los representantes de Francia e Inglaterra, se convirtieron en símbolos de su creciente poder. Sin embargo, esta ostentación no fue bien vista por todos, y muchos de los cortesanos consideraron que su comportamiento resultaba excesivo y desmesurado, lo que solo alimentaba el descontento en la corte.

Lerma también fue responsable de decisiones económicas erróneas, que, aunque inicialmente favorecieron su posición, terminaron por contribuir al desgaste de su imagen. La política económica de su valimiento no logró evitar los problemas fiscales del reino, y la acumulación de poder y riqueza por parte de la familia Sandoval no pudo ocultar las graves deficiencias estructurales que afectaban al sistema económico de la monarquía española. Los gastos en guerras y en la vida cortesana, unidos a una creciente deuda, crearon una situación económica insostenible, que, eventualmente, afectaría al propio Lerma.

La sociedad española ante el auge de Lerma

En este periodo, la sociedad española comenzó a percibir a Francisco de Sandoval y Rojas como la representación de un sistema político corrupto y autocrático, donde el favoritismo y el nepotismo eran la norma. A pesar de que su influencia permitió mantener una paz relativa en las fronteras del imperio, el hecho de que su régimen estuviera basado en la acumulación desmesurada de poder y riqueza hizo que su figura fuera cada vez más rechazada tanto por los sectores conservadores de la corte como por la gente común.

La caída: el fin de un valido

El ascenso vertiginoso de Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma, alcanzó su punto culminante a principios del siglo XVII, pero la misma ambición que le permitió consolidarse en el poder fue la que, finalmente, lo llevaría a la caída. La fortuna y la influencia del Duque de Lerma, aunque imponentes, resultaron ser insostenibles a largo plazo debido a la acumulación de rivalidades dentro de la corte, la oposición creciente a su gobierno, y la intriga política que se desató tanto dentro de la familia real como entre sus enemigos.

El inicio de la declinación: tensiones internas

La creciente acumulación de poder y riqueza por parte de Lerma no pasó desapercibida para muchos de los cortesanos, que empezaron a ver en él una amenaza no solo a sus intereses personales, sino también al sistema político tradicional. Su constante favorecimiento de su familia y allegados, así como su política de alianzas personales, empezó a generar una gran oposición dentro de la corte, especialmente entre las familias tradicionales y aquellos que no formaban parte de su círculo cercano. El nepotismo desenfrenado de Lerma, al que se sumaba su creciente riqueza, hizo que fuera percibido como un hombre que había usurpado el sistema de poder en la corte, desplazando a muchos de los nobles tradicionales.

Pero más allá de la insatisfacción de la nobleza, otro factor que contribuyó a la caída de Lerma fue la situación interna del propio gobierno. Durante su tiempo como valido, muchos de los proyectos políticos y económicos que había implementado no lograron obtener resultados tangibles y efectivos. Las políticas de pacificación que promovió, como los tratados con Francia y los Países Bajos, no terminaron de consolidarse en una paz duradera, lo que dejó al reino con poco en términos de victorias militares o políticas. A esto se sumaron los problemas fiscales que venían arrastrándose desde el reinado de Felipe II, los cuales empeoraron con las malas decisiones económicas de Lerma y su despilfarro personal.

Uno de los momentos clave en el proceso de declive de Lerma fue la llegada al poder de su hijo, el duque de Uceda, quien estaba decidido a tomar el control de la corte y desbancar a su padre del poder. Uceda, quien había sido educado para continuar con el poder de la familia Sandoval, comenzó a jugar un papel más activo en los asuntos de la corte, y, al igual que su padre, se alineó con los enemigos políticos de Lerma. La creciente rivalidad entre ambos generó un profundo quiebre dentro de la familia, que, a la larga, se convertiría en un factor determinante en la caída de Lerma.

Los enemigos y la alianza con Gaspar de Guzmán

A lo largo del reinado de Felipe III, el duque de Lerma no solo tuvo que enfrentarse a la oposición interna de su propia familia, sino también a las maniobras de otros cortesanos que veían en él una figura corrupta y una amenaza a sus propios intereses. Uno de los personajes que desempeñó un papel fundamental en la caída de Lerma fue Gaspar de Guzmán, quien más tarde se convertiría en el conde-duque de Olivares, el sucesor de Lerma como valido de Felipe IV.

Guzmán, un hábil político con ambiciones de poder, vio en la figura de Lerma un obstáculo que debía ser derribado para poder ascender. Desde sus primeros años en la corte, Guzmán buscó alianzas con aquellos que se oponían al duque de Lerma, como Rodrigo Calderón, uno de los principales consejeros del rey y hombre cercano a Lerma, pero que también comenzaba a ver cómo sus propios intereses se veían opacados por el poder del duque. Calderón, quien había sido una de las figuras clave en el ascenso de Lerma, empezó a maniobrar en secreto para debilitar su posición. Sin embargo, su participación en algunos escándalos políticos y su creciente impopularidad acabaron por hacerle daño a su mentor.

Al mismo tiempo, Gaspar de Guzmán no solo consiguió atraer a los opositores políticos de Lerma, sino que también aprovechó las debilidades de su gobierno para forjar una imagen de mayor competencia y eficacia. Guzmán comenzó a hacer movimientos dentro del Consejo Real que lo posicionaron como un futuro líder del gobierno. Su ascenso coincidió con una serie de decisiones equivocadas de Lerma, que incluyeron la cesión de poder a sus familiares y la gestión ineficaz de los recursos del reino, lo que le permitió a Guzmán ganar la confianza del rey Felipe III.

El enfrentamiento entre Lerma y Guzmán se intensificó cuando el rey, influenciado por las maniobras de Guzmán y los enemigos de Lerma en la corte, comenzó a ver al duque como un obstáculo para la estabilidad política del reino. La relación entre el rey y su valido se había vuelto tensa, y Felipe III comenzó a distanciarse de Lerma, optando por escuchar los consejos de quienes querían su caída.

La decisión de retirarse y la estrategia de Lerma

Ante la creciente oposición, tanto interna como externa, Francisco de Sandoval y Rojas tomó la decisión de retirarse de la vida pública, solicitando al rey permiso para abandonar la corte y retirarse a sus posesiones en Lerma y Valladolid. Sin embargo, el rey Felipe III no estuvo dispuesto a concederle esta retirada sin antes tomar medidas para garantizar que su salida de la corte fuera lo menos perjudicial posible para la monarquía. Durante este periodo, se produjo una serie de tensiones dentro de la familia real y el Consejo de Estado, ya que el poder de Lerma había alcanzado un nivel tan elevado que su salida de la vida política podría generar un vacío de poder en la corte.

El confesor real, fray Luis de Aliaga, quien había tenido una relación cercana con Lerma, comenzó a influir en las decisiones del rey, y se fue gestando una creciente presión sobre el duque para que abandonara sus cargos y responsabilidades. En este contexto, Lerma recurrió a un último recurso para evitar una caída completa: solicitó el capelo cardenalicio, un nombramiento que le otorgaba la protección de la Iglesia y le confería inmunidad ante la justicia civil. El papa Pablo V, con quien Lerma mantenía buenas relaciones, le otorgó rápidamente el título de cardenal de San Sixto, el 26 de marzo de 1618.

Este nombramiento le permitió escapar de las investigaciones judiciales que se preparaban contra él por su corrupción y nepotismo. Al ser nombrado cardenal, Lerma obtuvo una especie de salvoconducto que lo protegió de las consecuencias legales de su mandato. De este modo, su caída en la corte fue mitigada por su nuevo estatus eclesiástico, lo que evitó que fuera arrestado o procesado por su acumulación de poder y riqueza durante su valimiento.

El final de su poder y su exilio

A pesar de obtener el capelo cardenalicio, la percepción pública de Lerma había cambiado irrevocablemente. Ya no era el hombre poderoso y omnipresente que había sido en los primeros años del reinado de Felipe III. La familia Sandoval, que había alcanzado una influencia sin igual, comenzaba a perder fuerza dentro de la corte. El rey, Felipe III, ya no veía a Lerma como una figura esencial para la política de su reinado. Finalmente, el 4 de octubre de 1618, el Duque de Lerma se retiró oficialmente de la corte y se dirigió a Lerma, donde pasó el resto de sus días. Allí, en un retiro forzado, Lerma vivió sus últimos años en un exilio dentro de su propio país.

Aunque no fue arrestado ni sometido a un juicio formal, su caída fue el resultado de un proceso largo y gradual que implicó tanto sus decisiones políticas erróneas como la creciente oposición dentro de la corte y la familia real. La muerte de su hijo Uceda, quien también estuvo involucrado en las intrigas de la corte, marcó el fin de una era para la familia Sandoval.

Retiro y legado: la vida después del poder

La salida del Duque de Lerma de la escena política marcó el final de una era en la corte de los Austrias. Tras su dimisión oficial el 4 de octubre de 1618, Francisco Gómez de Sandoval y Rojas se retiró a su señorío en la villa de Lerma, una localidad que había transformado en símbolo de su poder. Aunque protegido por el capelo cardenalicio concedido por el papa Pablo V, el otrora omnipotente valido vivió sus últimos años entre el aislamiento, la vigilancia y la decadencia, mientras su legado era revisado con severidad por sus enemigos y los nuevos hombres fuertes del reino.

Un retiro dorado, pero vigilado

La retirada del Duque de Lerma no fue un exilio absoluto, pero tampoco fue un retiro tranquilo. Desde su mansión palaciega en Lerma —transformada en una corte en miniatura, con obras arquitectónicas impulsadas por él mismo— mantuvo una vida señorial y religiosa. Se había hecho ordenar sacerdote, y en 1619 celebró su primera misa en Valladolid, gesto que si bien era sincero en parte, también respondía a una estrategia para consolidar su inmunidad eclesiástica ante posibles represalias judiciales.

A pesar de su protección como cardenal, las investigaciones sobre su gestión como valido no se detuvieron. Poco tiempo después de su retirada, el nuevo poder en la corte, representado por su propio hijo, Cristóbal Gómez de Sandoval, Duque de Uceda, y el ascendente Gaspar de Guzmán, futuro Conde-Duque de Olivares, impulsaron una revisión de los actos administrativos del anterior valido. Los rumores de corrupción y acumulación ilícita de bienes tomaron cuerpo en procesos oficiales.

A fin de mantener su imagen ante el rey y evitar un juicio escandaloso, Lerma recurrió al apoyo de Roma. El nuevo pontífice, Gregorio XV, y el Colegio de Cardenales intervinieron en su favor cuando el cardenal-duque fue desterrado a Tordesillas. La presión papal surtió efecto, y finalmente se le permitió volver a la villa de Lerma, donde permanecería confinado hasta el final de sus días. Sin embargo, el daño a su reputación ya era irreversible.

El proceso judicial y las condenas económicas

A pesar de no haber sido procesado penalmente gracias a su investidura cardenalicia, Lerma fue sometido a una investigación patrimonial y administrativa por parte de un tribunal especial, designado para evaluar las irregularidades cometidas durante su valimiento. El expediente fue extenso y minucioso. Documentaba, entre otras cosas, el uso de fondos públicos para enriquecer a sus allegados, la compra de cargos, la manipulación de escrituras públicas y la concesión de mercedes en detrimento de las arcas reales.

El resultado fue devastador: se le condenó a reembolsar 12.000 ducados anuales a la Real Hacienda, con efectos retroactivos que abarcaban dos décadas. La suma era abrumadora, incluso para alguien de su fortuna, y significó una humillación pública. Este castigo económico, más que una restitución legal, simbolizaba el repudio del sistema cortesano que Lerma había representado. Aunque evitó la prisión, fue reducido a una figura decorativa y marginal, incapaz de influir en los destinos del Estado o en la evolución política de la monarquía.

La acusación final que figuraba en los documentos del tribunal lo decía sin ambages: Lerma había utilizado su posición de poder no solo para su enriquecimiento personal, sino para crear una red clientelar y familiar que distorsionaba la lógica del gobierno, substituyendo el mérito por la lealtad personal. La frase que quedó registrada en el sumario fue: “cosas depravadas que el cardenal-duque de Lerma hizo despachar en su favor con ocasión de su privanza”.

La muerte y el cierre de un ciclo

La última etapa de la vida del Duque de Lerma transcurrió en medio del debilitamiento físico y el aislamiento. La muerte de su hijo Uceda en 1625, ese mismo año, fue un golpe definitivo. Uceda, que había sucedido a su padre como valido de Felipe III y luego había caído en desgracia ante Felipe IV, representaba la esperanza de mantener vivo el legado político de los Sandoval. Con su desaparición, la familia perdió cualquier posibilidad real de volver a ocupar un papel central en la corte de los Austrias.

Francisco Gómez de Sandoval y Rojas falleció en Valladolid en 1625. Tenía 72 años. Fue enterrado en la capilla mayor de San Pablo, una iglesia que él mismo había adquirido y mandado redecorar con esculturas y tribunas para su sepultura, encargadas al escultor Pompeo Leoni. Su deseo era que aquel mausoleo rivalizara en fastuosidad con el de El Escorial, lo que no solo reflejaba su deseo de perdurar en la memoria, sino también su concepción aristocrática del poder: inmortalidad simbólica mediante la arquitectura y el arte.

Su entierro fue solemne, pero privado, sin las multitudes que lo habían aclamado en sus días de esplendor. Era el final de un personaje que, en su tiempo, había sido llamado el “segundo rey de España”, y que, al mismo tiempo, encarnaba todos los excesos y contradicciones de una época marcada por el clientelismo, el nepotismo, y el poder delegado.

Legado político e histórico

El legado del Duque de Lerma ha sido motivo de debate entre historiadores desde el siglo XVII. Para algunos, fue un pragmático administrador que supo mantener a España alejada de conflictos internacionales en una época de declive; para otros, fue un símbolo del decadentismo político, cuya gestión basada en el favoritismo debilitó aún más el sistema de los Austrias.

En términos de política exterior, su inclinación pacifista —como se evidenció en los tratados con Francia, Inglaterra y las Provincias Unidas— fue una apuesta por la estabilidad, aunque también una respuesta a la debilidad estructural del imperio español, incapaz de sostener guerras prolongadas. En política interior, su legado es más problemático: fomentó un modelo de gobierno centrado en la lealtad personal y la compraventa de cargos, debilitando las instituciones formales del Estado y generando un ambiente cortesano basado en el interés privado.

La figura del Duque de Lerma también ha sido revisitada en la literatura y el teatro. Su imagen aparece en comedias de capa y espada, en sátiras políticas y en reflexiones sobre el poder absolutista. Incluso en la pintura, como el célebre retrato ecuestre que Rubens realizó y que se conserva en el Museo del Prado, Lerma aparece como el gran señor barroco, símbolo del esplendor, pero también de la vanidad y el exceso.

El epílogo del sistema de los validos

Con la muerte de Lerma y el final del reinado de Felipe III, el sistema de los validos no desapareció, pero entró en una nueva fase. Su sucesor, el Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV, adoptó muchas de las estrategias de Lerma, pero intentó combinar el clientelismo con reformas centralizadoras. La experiencia de Lerma fue, en muchos sentidos, una advertencia: el poder delegado sin control podía derivar en corrupción y en el debilitamiento del prestigio real.

La historia posterior confirmaría esa lección. Aunque Felipe IV mantuvo la figura del valido, lo hizo con una vigilancia más estrecha y con mayores exigencias en términos de resultados políticos. En este sentido, la trayectoria del Duque de Lerma puede considerarse como una especie de laboratorio político del sistema cortesano de los Austrias, donde se pusieron a prueba los límites del poder delegado y los riesgos del favoritismo desenfrenado.

Conclusión del ciclo vital de Lerma

Francisco Gómez de Sandoval y Rojas fue una figura emblemática de su tiempo, en la que confluyeron los valores, las ambiciones y las contradicciones del barroco español. Hijo de una nobleza antigua, formado en la corte y elevado al rango de valido por su cercanía con Felipe III, Lerma supo tejer una red de poder sin precedentes, pero también fue víctima de sus propios excesos. Su vida es un espejo de la España de los Austrias Menores, un reino donde el esplendor y la decadencia caminaban juntos.

Su retiro a la vida religiosa, su ordenación sacerdotal y su muerte como cardenal, lejos de borrar su legado, lo convirtieron en un personaje de leyenda: símbolo del auge y la caída, del esplendor y el ocaso de un sistema que, tras su desaparición, nunca volvería a ser el mismo.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Francisco Gómez de Sandoval y Rojas (1553–1625): El ascenso y caída del Duque de Lerma, valido deFelipe III". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/sandoval-y-rojas-francisco [consulta: 16 de octubre de 2025].