Ruiz Miguel, Francisco (1949-VVVV).
Matador de toros español, nacido en San Fernando (Cádiz) el 4 de marzo de 1949. Hizo su debut en una novillada picada en las arenas de su localidad natal el día 17 de abril de 1968, y a partir de entonces protagonizó una exitosa y meteórica trayectoria novilleril que le dejó, al término de aquel mismo año, a las puertas del escalafón superior de los matadores de reses breves.
En efecto, el día 29 de abril de 1969 Francisco Ruiz Miguel compareció en el ruedo de la Monumental de Barcelona dispuesto a recibir la alternativa de manos de su padrino, el coletudo jiennense José Fuentes Sánchez; el cual, bajo la atenta mirada del espada malagueño Miguel Márquez Martín, que se hallaba presente a guisa de testigo, puso en manos del toricantano la flámula y el acero con los que había de muletear y estoquear a Panadero, un burel negro zaino perteneciente a la ganadería de Pinto Barreiros, al que Francisco Ruiz Miguel cortó una oreja. También se halló aquella tarde en el coso barcelonés, en el que se había anunciado una corrida mixta, el entonces novillero puntero Dámaso González, que despachó un lote de novillos marcados con el hierro de Hoyo de la Gitana.
El diestro gaditano confirmó su alternativa en la madrileña plaza Monumental de Las Ventas el día 15 de mayo de 1970, fecha en la que hizo el paseíllo acompañado del espada segoviano Andrés Hernando Velilla y del matador salmantino Juan José García Corral («Juan José»), que actuaron -respectivamente- como padrino y testigo en la ceremonia de confirmación, en un festejo en el que también intervino el caballero rejoneador José Samuel Lupi. Los toros jugados aquella tarde estaban adornados con la divisa de José Luis Osborne, y el que tocó en suerte en primer lugar a Ruiz Miguel atendía a la voz de Gruñón.
Su progresión fue ascendente a partir de entonces, sobre todo a la hora de enfrentarse con ejemplares procedentes de las ganaderías más duras, encastadas y peligrosas, como las de Miura, Pablo Romero y Victorino Martín. Aupado por sus dotes de excelente lidiador, Ruiz Miguel se convirtió durante los años setenta y ochenta en el paradigma del torero gladiador, carente de grandes virtudes artísticas pero capaz de fajarse en el ruedo con los toros más ásperos, y de acabar apaciguando su embestida a base de valor, pundonor y buen conocimiento del oficio.
Tras concluir casi todas las temporadas bien colocado entre los toreros punteros del escalafón, anunció su retirada del ejercicio activo del toreo el día 2 de octubre de 1989 en el coliseo madrileño, donde protagonizó la gesta de enfrentarse en solitario con seis reses bravas, procedentes de las vacadas de Sayalero y Bandrés, Joaquín Buendía Peña, Francisco Martínez Benavides, Puerto de San Lorenzo, Aldeanueva y Victorino Martín. Especialista en la lidia de pupilos de este último ganadero, al anunciado aquella tarde en los programas de Las Ventas Francisco Ruiz Miguel le cortó las dos orejas, con lo que pudo hacer realidad su sueño de despedirse del toreo saliendo a hombros por la Puerta Grande de la primera plaza del mundo.
En el momento de su retirada, el palmarés del espada gaditano arrojaba cifras tan concluyentes como éstas, que le colocan indiscutiblemente en un lugar de privilegio dentro de la historia contemporánea del Arte de Cúchares: había tomado parte en mil diez corridas de toros, en las que había estoqueado dos mil ciento cuarenta y nueve cornúpetas, de los cuales cincuenta y ocho procedían de las dehesas de Pablo Romero, ciento cuarenta y nueve se habían criado en las fincas de Victorino Martín, y nada menos que ciento cincuenta pertenecían a la legendaria y terrorífica vacada de Miura.
El 15 de marzo de 1991, en la plaza de toros de Valencia, Ruiz Miguel reapareció vestido de luces para protagonizar una segunda etapa profesional en la que no le faltaron buenos triunfos, casi todos ganados limpiamente a base de seguir midiéndose en los cosos con los toros de las ganaderías más duras. Y, aunque volvió a retirarse rápidamente tras torear sólo seis corridas en 1992, el gusanillo de la afición le obligó a vestirse de luces en la temporada de 2001, ya con más de cincuenta años de edad y veintiuno de alternativa. Entre sus triunfos más redondos, resulta obligado recordar su participación en el memorable festejo celebrado en el coliseo de la calle de Alcalá el día 1 de junio de 1982, bautizado luego como «la Corrida del Siglo». Aquella tarde, Francisco Ruiz Miguel y sus dos compañeros de cartel (el alicantino Luis Francisco Esplá Mateoy el soriano José Luis Palomar) salieron por la Puerta Grande a hombros de una afición que, entusiasmada también por el juego que habían dado los toros, llevaba en volandas asimismo al mayoral de la ganadería y al propietario de la misma, Victorino Martín.
J. R. Fernández de Cano.