Rodríguez Santos, Justo (1915-1999).
Poeta y periodista cubano, nacido en San Luis (provincia de Oriente) el 28 de septiembre de 1915 y fallecido en Nueva York (en los Estados Unidos de América) el 7 de abril de 1999.
Vida
Hombre de vivas inquietudes humanísticas, marchó en su juventud a La Habana para emprender estudios secundarios, y se graduó de bachiller en el Colegio de La Salle, sito en el habanero barrio de El Vedado. Cursó luego estudios superiores de Derecho Diplomático y Consular -materia en la que no llegó a licenciarse-, y más tarde amplió su formación universitaria con la obtención del título de doctor en Filosofía y Letras (expedido por la Universidad de La Habana en 1941).
Durante algunos años, Justo Rodríguez Santos ejerció con brillantez el periodismo en diversos espacios radiofónicos y televisivos, y triunfó especialmente por sus trabajos publicitarios, merced a su fecunda creatividad; pero su aportación más valiosa en el terreno de los medios de comunicación fue el trabajo que desarrolló al frente de algunas publicaciones culturales como la revista Clavileño (1942) -de la que fue editor- y, sobre todo, la revista Orígenes, órgano difusor de la obra y los postulados estéticos del colectivo homónimo, fundado por el gran poeta José Lezama Lima en la década de los años treinta, y vinculado al poeta norteamericano Wallace Stevens.
En efecto, Rodríguez Santos compartió vivencias e inquietudes estéticas con numerosos creadores integrantes del célebre grupo «Orígenes», en el que figuraban, además del susodicho Lezama Lima, algunos escritores de la talla del poeta y ensayista Gastón Baquero, el poeta y sacerdote navarro -aunque afincado en Cuba- Ángel Gaztelu, el poeta, narrador y dramaturgo Virgilio Piñera, la poetisa, ensayista y crítica literaria Fina García Marruz, el poeta y crítico literario de origen estadounidense Cintio Vitier -esposo de la anterior-, el gran poeta habanero Eliseo Diego y, entre otros autores literarios, Octavio Smith, Lorenzo García y Cleva Solís. Además, el grupo «Orígenes», abierto a todas las disciplinas artísticas, englobaba a músicos -como el español Julián Orbón y José Ardévol-, artistas plásticos -como Mariano Rodríguez y René Portocarrero- e intelectuales -como Bella García y Agustín Pí-. Fuertemente influidos por su fe católica, estos creadores e intelectuales eligieron el nombre de «Orígenes» para recalcar, a partir de la polisemia de esta voz, su intención de fundar una nueva literatura cubana (como habían creado una nueva fe los padres fundadores de la Iglesia). La revista que aglutinó a todos ellos, mencionada en el parágrafo anterior, tuvo una andadura de diez años (1944-1954).
La llegada al poder de Fidel Castro en 1959, así como la puesta en marcha de la Revolución Cubana, despertaron grandes ilusiones en quien ya era por aquel entonces un poeta consagrado. Sus libros de versos, traducidos a varios idiomas, gozaban de numerosos lectores dentro y fuera de las fronteras cubanas, y pasaban por ser obras escogidas entre las lecturas predilectas de Mao Zedong (1893-1976). En 1963, su esposa Antonia Ichaso y sus hijos León y María emigraron a los Estados Unidos de América, pero él decidió permanecer en Cuba al lado de la Revolución, en la que todavía seguía confiando. Sin embargo, tras haber realizado un viaje a China en 1967, regresó a Cuba totalmente decepcionado de los sistemas comunistas y solicitó un permiso para abandonar su país, donde también se había mostrado en desacuerdo con los excesos de la Revolución. A partir de entonces, comenzó a ser perseguido y represaliado por las autoridades castristas, que retiraron todas sus obras de los estantes de las librerías, le expulsaron de la Unión de Escritores Cubanos y le enviaron a trabajar a una explotación tabaquera. Un año después, completamente ignorado en los foros artísticos e intelectuales de su país natal, consiguió que se le permitiera abandonar Cuba para reunirse con su familia en América.
Asentado, a partir de entonces, en Nueva York, Justo Rodríguez Santos continuó cultivando la creación poética y desplegando una intensa actividad laboral que le condujo, en 1972, hasta el cargo de director general de publicidad de la Goya Foods, empresa radicada en Secaucus (Nueva Jersey), en la que permaneció hasta su jubilación (1991). Falleció en el Sant Luke’s-Roosevelt Hospital Center, de Manhattan, el miércoles 7 de abril de 1999, a los ochenta y tres años de edad, víctima de una paro cardíaco.
Obra
Respecto a su quehacer poético, Justo Rodríguez Santos se dio a conocer como autor lírico a mediados de la década de los treinta, cuando dio a la imprenta su poemario titulada Luz cautiva (1937), en el que recogió los versos que había ido componiendo desde que empezara a escribir -en 1934, a los diecinueve años de edad- hasta la fecha de aparición de esta opera prima. La crítica especializada se mostró complacida ante la aparición de una nueva voz que aunaba un exquisita preocupación por el acabado formal del poema con una depurada intensidad conceptual, características que habrían de permanecer constantes en el resto de sus entregas poéticas.
En 1942, a través de las páginas de la revista Clavileño, el poeta antillano dio a conocer su célebre Antología del soneto. Pero la auténtica confirmación de la calidad y hondura apuntadas en Luz cautiva tuvo lugar a comienzos de la década siguiente, cuanto Rodríguez Santos dio a la imprenta su poemario titulado La belleza que el cielo no amortaja (1950), obra en la que quedaron bien plasmadas las dos grandes trayectorias recorridas por su inspiración: por un lado, la tradición formal de la mejor poesía clásica española, que halló en el poeta cubano un excelente continuador, siempre atento al rigor métrico y a la musicalidad y sonoridad del verso; y, por otro lado, la apertura renovadora hacia los nuevos modelos estéticos postulados por la Vanguardia, con especial predilección por los aspectos formales y temáticos explorados por el surrealismo. En ambas trayectorias se aprecia, además, dentro de la poesía de Rodríguez Santos, una constante atención hacia ese sentimiento raigal de lo cubano que constituye uno de los rasgos comunes en las variadas producciones de los autores del grupo «Orígenes», y que en los versos del escritor de San Luis se remonta a visiones cosmogónicas a partir de la idiosincrasia insular. No es de extrañar que una de las mayores poetisas hispanoamericanas del siglo XX, la chilena Gabriela Mistral -galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1945- dedicara a la figura y a la obra de Rodríguez Santos estas palabras: «Su gran decoro, su duro rigor, su respeto acérrimo de la palabra poética, no sabría yo elogiarlos bastante […]. Hay que seguirlo como a un compañero que lleva consigo un destino poético en Cuba y en nuestra América«.
El resto de la producción poética de Justo Rodríguez Santos comprende otros títulos tan relevantes como Los naipes conjurados. 1975- 1976 (1979), El diapasón del ventisquero (1976) y Las óperas del sueño (1981). Además, fue autor de un informe testimonial, en prosa, sobre la Revolución Cubana, publicado bajo el título de La épica de Moncada: Poesía de la Historia (1963).