Río, Andrés Manuel del (1764-1849).
Mineralogista español, nacido en Madrid en 1764 y muerto en México en 1849, fue el descubridor en 1801 del vanadio en un mineral de plomo de Zimapán, al que asignó el nombre de eritronio.
Hizo sus primeros estudios en el Instituto de San Isidro de Madrid y en la Universidad de Alcalá de Henares. Cursó física experimental junto a José Solano y en 1782 fue nombrado alumno de la Escuela de Minería de Almadén, donde todavía enseñaba Enrique Cristóbal Storr. Por su destacada actuación fue seleccionado para ampliar estudios en diversos países europeos. Permaneció cuatro años en parís, estudiando la química con Jean Darcet, además de medicina e historia natural; a continuación (1789) pasó a la Escuela de Minas de Freiberg, donde siguió las enseñanzas de Abraham G. Werner y tuvo como condiscípulo a Alexander von Humboldt, a quien trataría años más tarde con ocasión de la visita de éste a México. Continuó su especialización en la Real Escuela de Minería de Schemnitz (Hungría) y visitó en 1791 las industrias metalúrgicas inglesas. De nuevo en París, frecuentó el laboratorio de Lavoisier, lo que motivó que hubiera de huir en 1793 ante los acontecimientos que costaron la vida del ilustre químico francés.
Rechazó diversas ofertas para dirigir explotaciones mineras en Inglaterra y aceptó el nombramiento para la cátedra de mineralogía del Colegio de Minería de México, que dirigía Fausto de Elhuyar. En 1795 comenzó su labor docente, con un programa que incluía la mineralogía, la geognosia y la paleontología. Para apoyarse en la enseñanza, publicó en aquel mismo año el primer volumen de sus Elementos de orictognosia, que completaría diez años más tarde.
En 1801, en el curso de análisis de una mena de plomo, Del Río encontró el óxido de un nuevo metal al que primero llamó pancomo y después eritronio, que no es sino el actual vanadio redescubierto por Nils Gabriel Sefström en 1830. Del Río entregó a Humboldt, durante la visita de éste a México, unas muestras del mineral, que aquél remitió la Instituto de Francia y a Jean Antoine Chaptal; esta segunda muestra se perdió en un naufragio, sin que Del Fío llegara a tener noticia de ello. La muestra del Instituto fue analizada por Hippolyte V. Collet-Descotils, quien concluyó equivocadamente que se trataba de cromo. Es evidente que Del Río no conocía el cromo cuando descubrió el nuevo metal, y la descripción que leyera de Antoine François Fourcroy acabó por desanimarle, lo que le hizo pensar que había cometido un error. Sin embargo, al enterarse del descubrimiento de Sefstrom achacó a la negligencia de Humboldt el que no se hubiera difundido su prioridad. Para deshacer el equívoco, Humboldt hizo llegar a Frieddrich Wöhler una muestra del mineral mexicano, con lo que pudo determinarse que en ambos casos se trataba del mismo metal. No obstante, la historia y el uso han consagrado el nombre del vanadio, rechazando el prioritario de eritronio. Casos análogos, aunque no de tanta trascendencia, le sucedieron a Del Río con la descripción de nuevos minerales, ya conocidos por los químicos europeos, a causa del lapso de diez a doce años que, según su decir, tardaban en llegar las noticias científicas de Europa.
Entre otras realizaciones de Andrés Manuel del Río cabe señalar que, cuando a consecuencia de la derrota de Trafalgar peligraron los envíos desde la metrópoli, se encargó del establecimiento en Michoacán de la primera fundición industrial de hierro y acero de Hispanoamérica. Alaba también Humboldt la bomba para el desagüe de las minas que había diseñado y puesto en funcionamiento, al estilo de las que funcionaban en Hungría.
Del Río fue elegido diputado por Nueva España a las Cortes españolas de 1820 y allí puso de manifiesto su carácter liberal y su total apoyo a la independencia de México. Durante su estancia en España se el ofreció la dirección de las minas de Almadén y del Museo de Ciencias de Madrid, ofrecimientos que declinó para volver a México. No obstante, cuando las autoridades mexicanas decidieron la expulsión de los españoles en 1828 y a pesar de estar exceptuado de dicha medida, optó por el exilio voluntario, que le llevó a Filadelfia por cuatro años. Allí publicó la segunda edición de sus Elementos de Orictognosia y participó en las actividades de la American Philosophical Society.
Se incorporó a la cátedra de mineralogía en 1834, y en 1841 publicó un Manual de Geología, en el que se describen la flora y fauna fósiles, en especial sobre la base de especímenes hallados en México. En 1845 seguía ejerciendo la docencia y solicitó un permiso para redactar un suplemento a su Mineralogía de 1832.
Realizó también Andrés Manuel del Río diversas traducciones y publicó comentarios críticos sobre las obras de Martin Heinrich Klaproth, Jöns Jacob Berzelius, René Just Haüy y oros destacados científicos.