Ribemont-Dessaignes, Georges (1885-1974).


Poeta, narrador, dramaturgo, traductor, músico y pintor francés, nacido en Montpellier (en el departamento de Hérault) el 19 de junio de 1884 y fallecido en Saint Jeannet (Alpes Marítimos) en 1974. Autor de una vasta y variada producción literaria que parte de los mejores hallazgos dadaístas y surrealistas para evolucionar hacia unas formas y unos contenidos de mayor familiaridad y popularidad, está considerado como una de las grandes figuras francesas de la literatura vanguardista.

Nacido en el seno de una familia burguesa, no acudió a la escuela durante su infancia, mas recibió una esmerada instrucción impartida por su padre -profesor de obstetricia-, una institutriz y un sacerdote que ejercía en su casa como profesor particular. En un principio, se interesó vivamente por las Ciencias Naturales, y dedicó sus vacaciones estivales al estudio de la flora de su entorno. A raíz del traslado de toda su familia a París, el joven Georges descubrió en una librería un tratado de composición y armonía e, impulsado por su innata vocación artística, compuso sus primeras piezas musicales (una sinfonía y un drama). Por aquel tiempo descubrió también su inclinación hacia las Artes Plásticas, por lo que su progenitor, decidido a canalizar estas aptitudes, le matriculó en la célebre Academia Jullian y, posteriormente, en la Escuela de Bellas Artes de París, para que recibiera lecciones de pintura. Poco después, tomó también clases de composición musical impartidas por profesores particulares.

Su consagración a la creación literaria fue relativamente tardía, como lo atestigua el hecho de que no escribiera sus primeros poemas hasta 1915, cuando había rebasado ya los treinta años de edad. Hasta entonces, Georges Ribemont-Dessaignes había sido eminentemente pintor, bajo la clara influencia del Impresionismo y de las nuevas corrientes que florecieron en Europa a comienzos del siglo XX; en su constante búsqueda de la innovación artística, se interesó también por la pintura japonesa, cuya huella se hizo asimismo visible en sus obras pictóricas (la mayor parte de las cuales no se conservan en nuestros días). Pero en 1913 abandonó temporalmente la pintura y asumió la dirección de la revista Bifur, al tiempo que comenzaba a leer con fruición algunas obras literarias que pronto habrían de dejar un notable influjo en sus propios escritos.

Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Ribemont-Dessaignes fue movilizado en 1916 y destinado por el Ministerio de Guerra a la secretaría del Estado Mayor de la Escuela Militar de París, en donde, utilizando las fichas y papeles oficiales como soporte, escribió una de sus piezas teatrales más conocidas, L’Empereur de Chine (El Emperador de China (puesta en escena en 1921 por Claude Autant-Lara), claramente inspirada en el teatro de quien, por aquel entonces, era su autor dramático predilecto: Alfred Jarry (1873-1907), autor de la celebérrima obra Ubú rey (1896). Como Jarry, Ribemont-Dessaignes recurría al absurdo y al caos para dar un vigoroso enfoque personal -bien es verdad que mucho más poético- a sus reflexiones sobre la violencia y el poder absoluto. Posteriormente, el escritor de Montpellier volvió al cultivo de la escritura dramática con otras piezas como Le serin muet (El canario mudo, 1921), Le bourreau du Pérou (El verdugo del Perú, 1928), Faust (Fausto, 1930) y Sanatorium (1931), así como con una serie de obras cortas (L’Arc-en-ciel, Larme de couteau, Partage des os, Zizi de Dada, etc.) que, en su mayor parte, se consideran desaparecidas. En líneas generales, sus obras teatrales se articulan en un sucesión de escenas breves y fragmentarias, representadas con caótica rapidez, que recuerdan los recursos cinematográficos de Méliès (1861-1938) y anticipan el teatro del absurdo de Ionesco (1909-1994). En todas ellas, Ribemont-Dessaignes pone de manifiesto la incomunicación que atenaza a sus personajes, siempre atrapados en un ambiente hostil.

Después de la contienda bélica internacional, el artista de Montpellier había vuelto a tomar los pinceles animado por el gran pintor parisino Francis Picabia (1879-1953), uno de los precursores del Dadaísmo. En 1919, ambos artistas expusieron sus telas en el Salon d’Automne de París, donde sus postulados dadaístas fueron mal recibidos por parte del público y la crítica especializada; en respuesta a este fracaso, Ribemont-Dessaignes publicó en la revista 391 (noviembre de 1919) un virulento ataque contra la concepción tradicional, inmovilista y anquilosada del Arte, y pasó a convertirse a partir de entonces en una de las cabezas visibles del movimiento dadaísta. Al año siguiente, tras una exposición suya en la galería de Sans Pareil, Ribemont-Dessaignes volvió a renegar de las artes plásticas y dejó de cultivarlas durante casi cinco lustros. Finalmente, en 1944 recuperó su juvenil vocación pictórica, aunque ahora dentro de la modalidad del dibujo, técnica a la que aportó la sencillez desnuda y descarnada de unos meros contornos que, poco a poco, fueron enriqueciéndose con diferentes motivos vegetales y minerales.

En la fructífera década de los años veinte, cuando en París afloraban y se consolidaban vertiginosamente los principales movimientos de Vanguardia que habrían de fecundar los foros y cenáculos artísticos e intelectuales de toda Europa, Georges Ribemont-Dessaignes fue uno de los principales impulsores de cuantas innovaciones pretendían imprimir un rumbo distinto al Arte, las Letras y el pensamiento contemporáneos. Después de su brillante labor como valedor del Dadaísmo, sumó sus esfuerzos a los de Breton (1896-1966), Éluard (1895-1952), Aragon (1897-1982), Soupault (1897-1990), Péret (1899-1959) y otros muchos creadores franceses, hasta erigirse en una de las cabezas visibles del Surrealismo. Por aquel tiempo, se había dado a conocer como novelista merced a su narración extensa titulada L’Autruche aux yeux clos (1924), un bello y lírico relato de un viaje iniciático que no es más que una desesperada búsqueda del amor, plasmada en un lenguaje de inusitada fuerza poética y enriquecida con abundantes episodios violentos que siempre dejan traslucir la ironía, el humor y la ternura del autor.

Su siguiente entrega novelesca, publicada bajo el título de Ariane (1925), es, sin lugar a dudas, su obra más poética, y una de las más hermosas de cuantas se publicaron en la Francia de los años veinte. Narra la historia de una mujer «atrozmente bella» que, desnuda, recorre las calles de un París onírico, transformado por la fabulosa mirada lírica del autor. En su tercera narración extensa, titulada Céleste Ugolin (1926), Ribemont-Dessaignes reconstruyó las relaciones entre los dadaístas y los surrealistas; luego lanzó su prosa de ficción a los dominios de la mirada autobiográfica –Adolescence (1927)-, que habrían de reaparecer en otra narración posterior –Smetterling (1946)-, y recuperó algunos elementos temáticos de su producción teatral (como la condición errante de los personajes masculinos y la utilización de protagonistas femeninos como símbolos de la degradación) en otras novelas como Clara des jours (1927) -en la que narra la pérdida de la pureza de una joven a la que su madre empuja al mundo de la prostitución- y Elisa (1931) -donde relata la peripecia de una ramera casada con un enterrador.

A lo largo de toda su trayectoria literaria, Georges Ribemont-Dessaignes escribió también numerosos poemas en los que quedaron bien patentes su inicios dentro del Dadaísmo, su paso por el Surrealismo y su evolución postrera hacia una lírica más honda, recogida y sosegada -aunque tan pesimista como el resto de su obra- en la que indagó acerca de los orígenes, el descubrimiento del amor y el sentido de la existencia humana. La mayor parte de su producción poética quedó recogida en dos volúmenes recopilatorios: Ombre (1942) y Ecce Homo (1945).

Sujeto a una agitada vida intelectual, el escritor de Montpellier desplegó también una constante colaboración en casi todas las revistas culturales de la Francia de su tiempo, así como en la prensa diaria de carácter general e, incluso, en diferentes espacios radiofónicos. Además, escribió varios ensayos de crítica e investigación literaria -entre los que sobresale el dedicado a los trovadores franceses de la Edad Media-, y tradujo algunas obras poéticas tan curiosas como los sonetos de Miguel Ángel (1475-1564) y los versos de Nietzsche (1844-1900). Otras obras suyas no citadas en parágrafos anteriores son las tituladas Oui et non ou la cage dans l´oigeau (1926), Le Bar du lendemain (1927), Frontières humaines (1930), Monsieur Jean ou l’Amour absolu (1934), Le temps des catastrophes (1947), Dejà Jadis ou du mouvement Dada à l’espace abstrait (1958), Joan Miro (1956) -escrita en colaboración con Jacques Prévert (1900-1977), La Nuit la Faim (1966) y Théâtre (1966).

Durante la Segunda Guerra Mundial, en plena ocupación alemana de gran parte del territorio francés, Georges Ribemont-Dessaignes huyó de París y se refugió en Briançn (Hautes-Alpes). Al término de la contienda regresó a la capital de su país, en donde volvió a integrarse en su animada vida intelectual y artística hasta que, en busca de mayor tranquilidad, se afincó definitivamente en la localidad de Saint Jeannet, donde perdió la vida a mediados de la década de los años setenta. Entre los numerosos honores, galardones y distinciones que jalonan su andadura creativa, cabe recordar el Premio Deux-Magots -que le fue otorgado en 1935 por su novela Monsieur Jean ou l’Amour absolu (1934)-, así como su designación como miembro de la Academia Mallarmé y su elección como miembro del jurado que otorga el prestigioso premio «René Laporte».