Ramón Berenguer I (ca. 1023–1076): El Viejo, arquitecto de la hegemonía condal catalana

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Infancia, herencia y primeros desafíos (ca. 1023–1049)

Contexto histórico y familiar

La Cataluña feudal y la fragmentación condal

En el siglo XI, la Cataluña feudal vivía un periodo de transición marcado por la consolidación del poder condal, la expansión hacia el sur en lucha contra las taifas musulmanas y la creciente influencia de la Iglesia en los asuntos políticos. Los condados catalanes, aunque nominalmente bajo soberanía carolingia, operaban de forma autónoma y con crecientes ambiciones territoriales. En este contexto se afianzaron figuras políticas que, como Ramón Berenguer I, buscaron unificar y reforzar el poder condal mediante alianzas, reformas legales y expansión militar.

El mosaico condal catalán estaba fragmentado entre linajes que defendían sus derechos históricos: Barcelona, Urgell, Cerdaña, Pallars, Besalú y otros formaban una constelación de poderes locales en competencia y alianza constantes. Esta situación requería de figuras capaces de negociar, guerrear y legislar para sostener su posición, algo que Ramón Berenguer I encarnó con habilidad notable.

Origen y linaje de Ramón Berenguer I: La casa de Barcelona

Ramón Berenguer I, conocido como el Viejo, nació hacia 1023 dentro de la poderosa Casa de Barcelona, linaje que ya había empezado a emerger como potencia principal en la región. Fue hijo de Berenguer Ramón I, conde de Barcelona, Girona y Osona, y de su primera esposa, Sancha de Castilla, lo que le dotaba de una doble herencia: la sangre catalana de los primeros condes y la legitimidad castellana de los reinos cristianos emergentes en la Península.

A la muerte de su padre en 1035, siendo aún menor de edad, heredó el trono condal en un contexto frágil y turbulento. La tutela fue asumida por su abuela paterna, la influyente Ermesinda de Carcassona, figura de gran carácter que ejerció un papel político notable durante su regencia. Su educación fue confiada a figuras como el preceptor Ponç Bonfill Marc, su tío Pere de Carcassona (obispo de Girona), y el prestigioso Oliba, abad de Ripoll y obispo de Vic, que marcarían su visión política, religiosa y territorial.

El ascenso al poder: tutela y conflictos iniciales

La regencia de Ermesinda de Carcassona y sus alianzas

Durante su minoría de edad, Ramón Berenguer I asistió en 1038 a la consagración de las sedes episcopales de Vic y Girona, actos que reflejan tanto su integración en la vida política eclesiástica como la creciente centralidad del poder religioso en la consolidación del dominio condal. La figura de su abuela Ermesinda sobresale en esta etapa, actuando como corregente de los condados junto a una red de aliados clericales y nobles.

Este periodo de regencia sirvió también para mantener las alianzas estratégicas tejidas por sus antecesores. La relación con la Casa de Urgel, fortalecida previamente por Berenguer Ramón I, se sostuvo mediante pactos con Armengol II y su hijo Armengol III, quienes apoyarían a Ramón Berenguer I en futuras campañas militares.

Ruptura de la tutela y primeros enfrentamientos con su abuela

En torno al año 1041, Ramón Berenguer I, ya con alrededor de 18 años, buscó independizarse políticamente de la tutela de su abuela. Esta decisión provocó tensiones abiertas con Ermesinda, quien se replegó al control del condado de Girona, mientras se le retiraban las competencias sobre Barcelona y Osona. La ruptura familiar derivó en una delicada situación política interna, ya que muchos de los aliados tradicionales se alineaban con la condesa regente, generando un conflicto que iba más allá de lo personal.

Pese a estas tensiones, Ramón Berenguer I inició una política activa de consolidación del poder. En 1041, con apoyo de Armengol III de Urgel, encabezó una expedición militar contra la taifa de Zaragoza, en respuesta a la ocupación de la plaza de Ager por fuerzas musulmanas. La exitosa reconquista de la ciudad supuso un primer paso hacia la reafirmación del poder condal y obligó al rey Sulaiman al-Mutasin a pagar tributos a Barcelona, inaugurando el sistema de parias que enriquecería notablemente al condado en las décadas siguientes.

Primeras campañas militares y relaciones con Urgel

Intervención en Zaragoza y consolidación del dominio

La campaña militar de 1041 no solo tuvo consecuencias militares, sino también diplomáticas: reafirmó la alianza entre Barcelona y Urgel, y marcó el inicio de una política ofensiva y expansionista hacia las fronteras musulmanas del sur. La recuperación de Ager permitió reorganizar las defensas de la Marca Superior catalana y proyectó la imagen de Ramón Berenguer como un príncipe cristiano con iniciativa militar.

No obstante, esta política también atrajo nuevos conflictos. Ramón Berenguer heredó la enemistad con los condes de Cerdaña, en particular con Ramón Wifredo de Cerdaña, y pronto se vio obligado a reforzar sus alianzas. Hacia 1044, Barcelona logró imponerse diplomáticamente con el apoyo de los condes de Berga, los obispos de Elna y Urgel, y la fuerza militar de Armengol III. El resultado fue la capitulación del conde de Cerdaña, que en 1051 juró fidelidad a Ramón Berenguer I.

Pactos con Armengol III y enfrentamientos con Cerdaña

Los pactos con Urgel fueron uno de los pilares más estables del gobierno de Ramón Berenguer I en sus primeros años. Armengol III no solo apoyó las campañas contra Zaragoza, sino que contribuyó a contener la amenaza que representaba Ramón Wifredo de Cerdaña. El equilibrio diplomático entre las casas catalanas se logró a través de compromisos feudales, juramentos de ayuda mutua y matrimonios concertados, que estructuraban las relaciones de poder en la Cataluña condal.

Este delicado tejido político permitía a Ramón Berenguer dedicarse a reorganizar su dominio interno, aunque no sin sobresaltos.

Rebeliones internas y afirmación de autoridad

La amenaza de Mir Geribert y la crisis del Penedés

Uno de los conflictos más serios del periodo fue la rebelión de Mir Geribert, poderoso señor del Penedés, que se proclamó princeps e intentó constituir un dominio semiautónomo en la frontera meridional. Aprovechando la minoría de edad de Sanç Berenguer —gobernador legítimo de la zona— y la ausencia de control efectivo por parte de Barcelona, Mir consolidó su poder militar y político en la región.

La situación se agravó cuando la familia de Mir Geribert, apoyada por el vizconde Udalardo II y el obispo Guislabert de Barcelona, atacó el palacio condal, provocando la muerte del noble Guillem Miró. Esta escalada de violencia interna mostró la fragilidad del poder condal frente a los grandes señores feudales y evidenció la necesidad de centralización del poder.

Reconciliación con Ermesinda y resolución de la revuelta

Frente a esta crisis interna, Ramón Berenguer optó por una maniobra política audaz: selló la reconciliación con su abuela Ermesinda, uniendo fuerzas para contener la amenaza de Mir Geribert. Las negociaciones fueron dirigidas por el influyente obispo Oliba, cuya intervención resultó clave para evitar una guerra civil entre nobles catalanes.

En 1044, se alcanzó un acuerdo: Mir Geribert renunció a titularse princeps, Guislabert fue absuelto tras jurar lealtad, y Udalardo II fue multado. Esta solución diplomática permitió al conde restablecer temporalmente su autoridad, aunque la amenaza de Mir volvería a resurgir en los años siguientes. La capacidad de Ramón Berenguer para combinar la fuerza con la negociación consolidó su prestigio como líder político hábil en un entorno feudal volátil.

Consolidación del poder y expansión territorial (1050–1060)

Reorganización del poder condal

La renuncia de Sanç Berenguer y nuevas tensiones internas

A partir de 1049, la estructura interna del condado volvió a debilitarse tras la renuncia de Sanç Berenguer —hermano menor del conde— a gobernar la marca meridional de Barcelona. Esta renuncia, posiblemente obtenida mediante una compensación económica, dejó un vacío de poder en una región estratégicamente vital, en la que Mir Geribert vio la oportunidad de resurgir con mayor ambición.

Mir volvió a titularse “príncipe de Olérdola” y protagonizó, junto a sus hijos, una serie de actos de rebeldía, ocupaciones y agresiones contra la autoridad condal. La usurpación de los castillos de Currull y Besora, antiguas posesiones de Gombau de Besora, puso en cuestión el dominio legal del conde sobre Osona y otras tierras clave del interior.

El juicio contra Mir Geribert y el rol de la Iglesia

Ante esta escalada de insubordinación, Ramón Berenguer convocó en 1052 un juicio para someter a Mir Geribert. El tribunal estuvo presidido por Guifred, arzobispo de Narbona, y contó con los obispos de Barcelona, Girona y Vic, reflejo del papel central que la Iglesia desempeñaba como árbitro en los conflictos feudales.

El veredicto permitió a Mir mantener su amistad con el conde, siempre que reconociera la autoridad condal y reparara los daños con indemnizaciones. Sin embargo, Geribert desobedeció abiertamente, envalentonado por los problemas personales que empezaban a acosar a Ramón Berenguer y por su arraigo territorial. La tensión alcanzó un nuevo nivel cuando Mir intentó apropiarse de territorios eclesiásticos y desafió directamente al poder condal.

Conflictos dinásticos y enfrentamiento con Roma

El matrimonio con Almodis de la Marca y la excomunión

En medio de esta crisis, Ramón Berenguer I contrajo matrimonio en 1052 con Almodis de la Marca, uniendo su destino a una mujer poderosa, viuda del conde de Tolosa y madre de varios hijos. Aunque esta unión prometía reforzar las alianzas internacionales, tuvo un alto costo político: el matrimonio fue considerado ilegítimo por la Iglesia, ya que ambos cónyuges habían sido casados anteriormente y no se respetaron los cánones eclesiásticos de la época.

La oposición más feroz provino de su propia abuela, Ermesinda de Carcassona, que aún mantenía el control efectivo sobre Girona. Con excelentes vínculos con el papado, solicitó al pontífice Víctor II la excomunión de su nieto y su nueva esposa. Esta fue concedida y reforzada por los arzobispos Rimbau de Arlés y Guifred de Narbona en 1056, sumiendo al conde en una crisis institucional.

La mediación eclesiástica y la resolución con Ermesinda

La excomunión, en una sociedad profundamente religiosa, no solo afectaba el prestigio moral del conde, sino que ponía en entredicho su legitimidad como gobernante. Su enemigo Mir Geribert se aprovechó de la debilidad política para intensificar sus ataques, mientras los nobles se mostraban reticentes a seguir a un líder condenado por la Iglesia.

No obstante, hacia 1057, se logró una solución diplomática. Ermesinda accedió a ceder oficialmente todos los poderes condales a Ramón Berenguer y se comprometió a interceder ante la Santa Sede para anular los anatemas. A cambio, se retiró al castillo de Besora, donde falleció en mayo de 1058. Esta reconciliación selló el control total de Ramón Berenguer sobre sus dominios y marcó el inicio de una etapa de clara consolidación.

Nuevas alianzas estratégicas y campañas militares

Pactos con Pallars Sobirà y Cerdaña

Una vez resuelta la crisis interna y religiosa, Ramón Berenguer se dedicó a reforzar sus alianzas exteriores. En 1057, su cuñada Lucía, hermana de Almodis, fue casada con Artau de Pallars Sobirà, incorporando el pequeño pero estratégico condado al área de influencia barcelonesa. Ese mismo año, firmó una alianza militar con Guifred de Cerdaña, cerrando así un ciclo de enemistad histórica entre ambos linajes.

La alianza con Cerdaña fue particularmente significativa, pues contemplaba la colaboración mutua en campañas militares contra enclaves musulmanes en la Alta Cerdaña y contra las taifas de Zaragoza, Lleida y Tortosa. Ramón Berenguer estaba dejando de ser un conde aislado para transformarse en el articulador de una confederación cristiana catalana capaz de alterar el equilibrio de poder en la región.

Guerra contra Zaragoza y repoblaciones cristianas

En 1058, Ramón Berenguer renovó su pacto con Armengol III de Urgel y lanzó una ofensiva conjunta contra Ahmed al-Mustasin, emir de Zaragoza. Esta campaña se extendió al menos hasta 1063 y fue notablemente exitosa: las fuerzas cristianas recuperaron territorios clave como Pilçá Puig-roig, Canyelles, Casserres y Estopinyá.

Los avances militares permitieron acelerar la repoblación de las tierras conquistadas, en particular en áreas como Tamarit, Agramunt y Tárrega. Para garantizar su control, en 1058 el conde nombró a Amant de Claramunt como vizconde de Tarragona, confiándole también Tamarit y Ullastrell. Este impulso repoblador no solo tenía fines defensivos, sino que buscaba consolidar una nueva estructura económica agraria bajo control condal.

El fin de la rebelión de Mir Geribert

Sumisión final y muerte del rival en Tortosa

Pese a las ofensivas anteriores, Mir Geribert seguía siendo una figura incómoda. Hacia 1059, ya instalado en Tortosa, entró en negociaciones con el conde a través del abad Berenguer y Guillem Bernat. El acuerdo al que llegaron estipulaba su sumisión definitiva, aunque le serían devueltas algunas propiedades y compensaciones a los damnificados.

En un giro sorprendente, Mir pidió autorización a Ramón Berenguer para encabezar una expedición contra sus antiguos aliados musulmanes, en un intento de redimirse y recuperar el favor político. Sin embargo, en la batalla por el castillo de Mora de Ebro, tanto él como sus hijos fueron muertos por fuerzas musulmanas. Así concluía la trayectoria del principal rebelde feudal del siglo XI en Cataluña.

Relaciones diplomáticas con la taifa de Denia

Mientras fortalecía su posición militar y territorial, Ramón Berenguer también supo manejar hábilmente las relaciones con ciertos reinos musulmanes. Una de las más estables fue la mantenida con Alí Iqbal ad-Dawla, emir de la taifa de Denia, iniciada ya en tiempos de Ermesinda.

En 1056, con ayuda de Almodis, el obispo Guislabert de Barcelona obtuvo la jurisdicción espiritual sobre las iglesias y comunidades cristianas dentro del dominio musulmán de Denia-Baleares. Este gesto representaba un notable logro diplomático, ampliando la influencia espiritual catalana más allá del dominio político y anticipando la proyección futura del condado barcelonés en el Mediterráneo.

Reformas legislativas, legado político y crisis final (1060–1076)

Auge económico y expansión del patrimonio condal

Enriquecimiento por parias y compras territoriales

A partir de 1060, la economía del condado de Barcelona experimentó un notable florecimiento, en gran parte debido al constante flujo de las parias —tributos pagados por los reinos de taifas musulmanas como Zaragoza o Denia—. Estos ingresos permitieron a Ramón Berenguer I acometer una ambiciosa política de expansión patrimonial que reforzó su supremacía territorial frente a los demás señores catalanes.

Con el dinero recaudado, el conde emprendió un programa sistemático de adquisiciones y repoblación en las tierras limítrofes. Este proceso se tradujo no solo en un control más directo sobre comarcas claves del sur, sino también en la recuperación de bienes que habían sido enajenados durante las décadas anteriores, en especial durante los conflictos con Mir Geribert y otros linajes menores.

El dominio sobre Carcassona y Rases

Entre 1067 y 1070, Ramón Berenguer y su esposa Almodis negociaron la adquisición de los condados de Carcassona y Rases, situados al norte de los Pirineos, en nombre de su hijo Ramón Berenguer el Joven. Con ello, el conde barcelonés extendía su influencia ultrapirenaica, convirtiendo su casa en una de las más poderosas del sur de Francia y del noreste de la Península Ibérica.

Este proyecto supuso una redefinición geoestratégica del condado, que pasaba de ser una potencia regional a convertirse en un actor relevante en los equilibrios del Mediterráneo occidental y de la política del Languedoc. No se trataba solo de conquistas, sino de una visión de futuro que apuntaba hacia la construcción de un verdadero “principado catalán” con proyección internacional.

La hegemonía de Barcelona sobre Cataluña

Pactos feudales con señores catalanes

Una de las estrategias más eficaces de Ramón Berenguer I para consolidar su autoridad fue obligar a los grandes señores y condes catalanes a reconocer su supremacía mediante pactos feudales. Entre 1054 y 1068, todos los poderes territoriales relevantes, a excepción de los condes de Rosellón y Pallars Jusá, firmaron convenios jurídicos con el conde de Barcelona en los que se comprometían a rendirle homenaje y a actuar como sus vasallos.

Este proceso no supuso necesariamente una unificación administrativa, pero sí estableció una clara preeminencia jerárquica de la Casa de Barcelona sobre los demás linajes condales. Ramón Berenguer se convirtió en un “conde de condes”, estableciendo un ordenamiento feudal catalán que lo situaba como cabeza del sistema señorial.

Política de supremacía sobre casas condales

Este modelo de relaciones feudales fue acompañado por una intensificación del control territorial y de la intervención condal en los nombramientos eclesiásticos y administrativos. Ramón Berenguer utilizó su autoridad para premiar a los fieles, reorganizar las jerarquías locales y definir con claridad las fronteras de influencia política, especialmente frente a los condados de Urgell, Besalú y Cerdaña.

De este modo, el conde construyó una hegemonía sin precedentes en la historia catalana altomedieval, prefigurando el modelo de dominación territorial que sus sucesores llevarían a su máximo esplendor en los siglos siguientes.

Los usatges y la reforma del derecho feudal

Compilación jurídica y principios de centralización legal

Consciente de la necesidad de organizar jurídicamente su creciente dominio, Ramón Berenguer I impulsó una de sus obras más trascendentales: la redacción de los “usatges de Barcelona”, una recopilación de normas y costumbres jurídicas que debía regir la relación entre los señores feudales y el poder condal.

Este conjunto de leyes fue redactado entre 1064 y 1068 y buscaba consolidar un marco legal estable que regulase la administración de justicia, los deberes vasalláticos y la protección de los súbditos. En una época donde el derecho se basaba en precedentes orales, los usatges supusieron una herramienta de centralización jurídica sin precedentes.

Precedente para la obra legislativa de Ramón Berenguer IV

Aunque redactados en su mayor parte bajo el gobierno de Ramón Berenguer I, los usatges serían plenamente desarrollados y aplicados en el siglo siguiente por su bisnieto, Ramón Berenguer IV, quien los convertiría en la base legislativa del Principado de Cataluña. Por ello, el Viejo puede ser considerado el fundador de la tradición jurídica catalana;

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Ramón Berenguer I (ca. 1023–1076): El Viejo, arquitecto de la hegemonía condal catalana". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/ramon-berenguer-i-conde-de-barcelona [consulta: 17 de octubre de 2025].