Portocarrero, Pedro (¿-1600).


Noble y religioso español nacido en Villanueva del Fresno (Badajoz) y muerto en Cuenca en septiembre de 1600. Ocupó números cargos durante el reinado de Felipe II, monarca del que fue gentilhombre de boca. Fue inquisidor general, obispo de Calahorra, Córdoba y Cuenca, regente de la Audiencia de Galicia, oidor de la Chancillería de Valladolid, rector de la Universidad de Salamanca, comisario general de la Santa Cruzada, canónigo de Sevilla y gobernador de La Goleta. Fue también una persona que se interesó y protegió las artes. A el se debió la reforma de la Universidad de Santiago de Compostela y la redacción de las Constituciones de la misma. Igualmente fue amigo de destacados literatos, alguno de los cuales fueron perseguidos por la Inquisición, como Arias Montalvo o fray Luis de León. Como amigo y protector que fue, recibió de ellos ciertas manifestaciones afectivas. El caso más significativo quizás fue el de Fray Luis de León, quien le dedicó su obra Los nombres de Cristo, así como varios poemas y traducciones de salmos.

Linaje y familia

El linaje Portocarrero, como tal nombre, es de origen portugués. Sin embargo, se remonta a los tiempos de la monarquía leonesa y así, el fundador del linaje fue García Alonso, quien en la documentación de entre finales del siglo XI y principios del XII en la que era mencionado, aparecía bajo la designación de ricohombre. Su hijo, que se llamaba Raimundo García, participó con el conde Alfonso Enríquez en la conquista de Lisboa, hecho que ocurrió con auxilio de cruzados del norte de Europa, en 1147 y tras la que Alfonso Enríquez se coronó como rey de Portugal. Por tal motivo se le recompensó y se le dio el señorío del lugar que se llamaba de Puerto Carrero. Aquí fundo su casa solariega y además tomó el nombre del lugar como apellido, circunstancia que fue mantenida por sus descendientes. Uno de estos descendientes fue Juan Rodríguez Portocarrero, quien acompañó hacia Castilla a la princesa Beatriz en 1383. Sin embargo, tras la batalla de Aljubarrota y la derrota castellana, reino por el que había tomado parte, perdió los estados y bienes que la familia había poseído hasta entonces en el reino de Portugal. A modo de compensación el rey de Castilla Enrique III le concedió como subsidio el importe de las tercias de la localidad de Toro, en Zamora, localidad que era frontera con Portugal. Esta concesión le permitió la formación de un mayorazgo previo permiso del monarca, por lo que sus descendientes fueron conocidos también con el título de señores de las Tercias de Toro, así como el de marqueses del Castrillo. De esta rama principal del linaje se derivaron otras, como la de los marqueses de Villanueva del Fresno, en el seno de la cual nació Pedro Portocarrero, cuyo padre era el señor de Moguer y marqués de Villanueva del Fresno en ese momento. Pero también se dieron otras ramas, como la de los condes de Palma del Río, condes de Medellín, condes de Montijo o los condes de Monclova.

Vida política y religiosa

Su familia le procuró educación superior en la Universidad de Salamanca, que era la más prestigiosa de la corona de Castilla y una de las más prestigiosas de Europa. En esta Universidad, de la que en el futuro fue tres veces rector de la misma, se graduó de licenciado en cánones y leyes. Una vez que finalizaron sus estudios empezó su carrera político-religiosa, en la que cada vez ocupó cargos de mayor responsabilidad.

El hermanastro del rey Felipe II e hijo de Carlos I, Juan de Austria, le nombró gobernador de la plaza tunecina de La Goleta en 1573 pero en este cargo, de alta responsabilidad militar, no mostró grandes aptitudes en las cuestiones que estaban relacionadas con la milicia y poco después, en 1574, se perdió la plaza cuando los turcos la atacaron, pese a los intentos fallidos de socorro de la misma del propio don Juan de Austria, quien no pudo llegar por una serie de tormentas. El siguiente paso en su carrera ocurrió el 24 de diciembre de 1576. En esa fecha y mediante una Real Provisión el rey Felipe II le encargó la visita y reforma de la Universidad de Santiago de Compostela. La visita era realizada anualmente desde 1566 durante el período vacacional de la Pascua. El encargado de realizarla era o bien el presidente de la Real Audiencia, quien a su vez era el gobernador o regente del reino de Galicia, o uno de los oidores de la mencionada Real Audiencia. Como se desprendía de tal circunstancia, se le nombraba gobernador o regente del reino de Galicia, al que llegó en el mes de noviembre de 1577. Para el día 30 del mismo mes de su llegada convocó al claustro de la universidad para la visita y reforma, que finalizó el 27 de diciembre. Previamente el rey, nuevamente mediante una Real Provisión que se expidió en El Pardo el 2 de junio de 1577, convirtió en ley y norma que se tenía que cumplir obligatoriamente la práctica de la visita anual.

En su labor en la Universidad de Santiago de Compostela Pedro Portocarrero asumió tal grado de responsabilidad y se implicó de tal forma, que el proceso de la visita y reforma concluyó con la redacción de unas Constituciones para la Universidad así como de unas declaraciones y resultas por parte de Portocarrero. Igualmente la intensidad de trabajo fue muy elevada, de tal forma que salvo el día 24, jornada de Nochebuena, se trabajó todos los días. En estas jornadas entrevistó personalmente a un miembro de la Universidad cada día y empezó por su cabeza, el rector de la misma. Igualmente tras las entrevistas, que se iniciaban a muy primera hora del día, realizaba una labor de inspección sobre determinados asuntos y aspectos concretos. Todo esto le permitió tener una visión muy amplia sobre la vida universitaria en Santiago de Compostela. Su vinculación con este lugar fue tal, que incluso cuando abandonó el cargo que le había llevado a Galicia, en junio de 1579, tanto desde su puesto como miembro del Consejo de Castilla o bien desde su cargo de inquisidor general, intentó que se favoreciese a dicha Universidad, que en los decenios de 1580 y 1590 gestionaba ante el Consejo Real la aprobación de sus Constituciones.

En 1588 fue nombrado obispo de la diócesis de Calahorra, cargo que ocupó hasta 1593, cuando igualmente fue promovido a la dignidad episcopal, en este caso en la diócesis de Córdoba. En 1596 el rey le nombro inquisidor general y un año después fue nombrado obispo de la diócesis de Cuenca, pero no abandonó el cargo de inquisidor. Este último nombramiento episcopal hizo que, ante un documento que se denominaba letra apostólica y que emitió el pontífice Clemente VIII en ese año 1597, se trasladó desde Madrid a Cuenca, so pena de tener que renunciar a su cargo episcopal si residía fuera de la diócesis para la que fue nombrado. Fue también en ese año y en la localidad madrileña de Barajas donde, antes de partir hacia Cuenca, juró su cargo de consejero miembro del Consejo de Estado. Sin embargo, ante el mal clima habitual en su nueva diócesis, obtuvo una licencia del papa que le permitió residir fuera de la misma, por lo que regresó a la corte en Madrid. Cuando murió el rey Felipe II el 13 de septiembre de 1598, Pedro Portocarrero, junto con otros miembros de la alta nobleza y el alto clero, fue el contrapeso inicial frente a los posibles excesos reformistas del nuevo monarca, Felipe III. No obstante este delegó pronto la acción de gobierno, que pasó a estar ejercida por su valido o privado, el marqués de Denia y futuro duque de Lerma, Francisco Gómez Sandoval y Rojas. Este procedió a alejar de la corte, así como los cesó de sus cargos, a los partidarios del monarca fallecido. Para los que tenían cargo episcopal, en especial el arzobispo de Toledo y el obispo de Cuenca e inquisidor general, dispuso que los que no realizasen visita o tuvieran reunión sinodal, residiesen en sus diócesis, en el caso de Pedro Portocarrero incluso contra la licencia que tenía del mismo papa. Ese mismo año y ante las presiones del valido, el rey le ordenó que renunciara a su cargo de inquisidor general, cosa que finalmente hizo, para morir en septiembre de 1600 en Cuenca.

Algunos historiadores han visto en el proceso que llevó a la destitución a la mayoría de los miembros importantes del último período de gobierno de Felipe II, un fenómeno curioso de largo plazo. Este se inició con la guerra de las comunidades en Castilla, en los primeros años de la década de 1520, contra ciertos aspectos de la política del emperador Carlos V. Como este resultó victorioso, los partícipes en la misma que salvaron la vida se vieron excluidos de las funciones administrativas y de gobierno en favor de otros miembros de la nobleza. Cuando subió al trono Felipe II la situación se mantuvo así hasta la década de 1580, en la que accedieron a puestos de importancia los hijos y descendientes de aquellos que participaron contra el emperador en la guerra de las comunidades, por lo que el grupo que hasta entonces venía realizando las funciones administrativas y de gobierno, se vio relegado. Finalmente, cuando subió al trono Felipe III a partir de septiembre de 1598, se produjo un nuevo cambio en el que los que fueron apartados de las funciones políticas de la monarquía a partir de 1580 o sus descendientes, volvieron a tales tareas en detrimento del grupo anterior. En este proceso constata la subida a cargos importantes de gobierno cortesano de Pedro Portocarrero a partir de junio de 1579, y su caída cuando subió al trono Felipe III y con el accedieron al poder familias hasta entonces relegadas en las funciones políticas.

Bibliografía

  • AA.VV., Actas de visita do licenciado D. Pedro Portocarrero, Gobernador de Galicia (1577). Universidad de Santiago de Compostela, 1992.

MFD.