María Mariusovna Petipa (1857-1940). La gran bailarina rusa que dejó huella en el ballet clásico
María Mariusovna Petipa, nacida en
San Petersburgo el 29 de octubre de 1857, fue una figura fundamental en
el mundo del ballet clásico ruso, destacándose no solo como bailarina
sino también como un referente cultural en la Rusia imperial. Hija de
dos grandes del ballet, Marius Petipa y Maria Sergeyevna Petipa, creció
en un ambiente artístico que marcaría su destino. En su vida
profesional, María Mariusovna brilló especialmente en papeles de
carácter, siendo conocida por su interpretación del Hada de Lilas en La Bella Durmiente
(1890). A lo largo de su carrera, dejó una marca indeleble en el
desarrollo del ballet y su influencia perduró más allá de su retiro.
Orígenes y contexto histórico
María Mariusovna Petipa nació en
una familia eminentemente artística. Su padre, Marius Petipa, es
reconocido como uno de los coreógrafos más influyentes del ballet
clásico. Durante su infancia, fue testigo de los ensayos y producciones
en los teatros más importantes de San Petersburgo. La figura de su
madre, Maria Sergeyevna Petipa, también desempeñó un papel crucial en
la formación de María, pues como bailarina experimentada, se encargó de
su formación desde una edad temprana.
La época en la que nació María fue
una de grandes cambios para Rusia. A finales del siglo XIX, San
Petersburgo era el epicentro del arte y la cultura rusa, y el ballet
ocupaba un lugar central en la sociedad de la época. Este ambiente de
creatividad e innovación fue el escenario perfecto para que la joven
María Petipa desarrollara su talento. De hecho, fue bajo la dirección
de su padre que inició sus estudios de danza en la escuela de ballet
del Teatro Imperial de San Petersburgo, uno de los más prestigiosos del
mundo.
Logros y contribuciones
El debut de María en el mundo del
ballet no tardó en llegar. En 1875, a la edad de 18 años, interpretó el
papel principal en el ballet Dalia Azul (Azul Dahlia),
una obra de su propio padre, Marius Petipa. Este debut marcó el inicio
de una brillante carrera que se caracterizó por su versatilidad y su
capacidad para interpretar diversos papeles, especialmente en ballets
de carácter. Entre sus interpretaciones más notables se encuentra la de
El Hada de Lilas en el icónico ballet La Bella Durmiente (1890), donde su talento y elegancia la convirtieron en una de las bailarinas más aclamadas de la época.
María Mariusovna fue también una
de las primeras bailarinas rusas en llevar su arte más allá de las
fronteras de Rusia. En 1897, fue invitada a París, donde realizó una
serie de presentaciones que dejaron una profunda impresión en la
audiencia europea. Esta no fue la única vez que viajó al extranjero, ya
que también fue invitada en 1903 y 1904 para actuar en París, así como
en Budapest en los años 1899 y 1901. Estos viajes internacionales
contribuyeron a la difusión del ballet clásico ruso en el ámbito
internacional y a consolidar su legado como una de las grandes figuras
del ballet.
Momentos clave en su carrera:
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1875: Debutó en el ballet Dalia Azul, obra de su padre, Marius Petipa.
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1890: Interpretó a El Hada de Lilas en La Bella Durmiente, uno de sus papeles más emblemáticos.
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1897, 1903, 1904: Realizó presentaciones en París, donde su arte fue ampliamente reconocido.
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1899, 1901: Fue invitada a Budapest, consolidándose como una estrella internacional.
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1907: Se retiró de los escenarios, aunque realizó algunas apariciones esporádicas hasta 1912.
Relevancia actual
El impacto de María Mariusovna
Petipa no se limitó a su tiempo. Hoy en día, su legado sigue siendo
relevante, tanto en la historia del ballet clásico como en la cultura
artística rusa. La técnica y la elegancia con las que ejecutaba sus
interpretaciones continúan siendo un referente para las nuevas
generaciones de bailarinas. Su influencia se extiende más allá de sus
papeles en el escenario, ya que ayudó a elevar el ballet ruso a un
nivel internacional, llevando la esencia del ballet clásico a Europa y
otras partes del mundo.
La importancia de su figura
también radica en su capacidad para interpretar papeles de carácter, lo
que contribuyó a la evolución del ballet en términos de expresión
emocional y técnica. Esto le permitió dejar una huella en varias
producciones, siendo una de las primeras bailarinas en recibir gran
atención por su habilidad para combinar técnica y emoción en sus
actuaciones.
Además, su legado no puede
separarse del contexto histórico en el que vivió. María Petipa, como
muchos de sus contemporáneos, fue testigo de los grandes cambios
políticos y sociales que marcaron a Rusia en el siglo XX, especialmente
con la Revolución Rusa de 1917. La situación política en Rusia la
obligó a salir del país, pero su legado perduró a través de sus
contribuciones artísticas y el reconocimiento internacional que alcanzó.
María Mariusovna Petipa es, sin
lugar a dudas, una de las figuras más influyentes del ballet clásico
ruso. Su talento y dedicación al arte la han convertido en un símbolo
de la elegancia y la perfección en la danza. A través de sus
actuaciones, enseñó al mundo la importancia de la gracia, la técnica y
la emoción en el ballet, convirtiéndose en un ícono cultural cuyas
contribuciones siguen siendo estudiadas y admiradas por generaciones de
bailarines y coreógrafos.
En la actualidad, su nombre se
asocia con la tradición y la grandeza del ballet clásico, y su
influencia puede encontrarse tanto en las principales compañías de
ballet de todo el mundo como en la manera en que se enseña y se aprecia
la danza clásica.
MCN Biografías, 2025. "María Mariusovna Petipa (1857-1940). La gran bailarina rusa que dejó huella en el ballet clásico". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/petipa-maria-mariusovna [consulta: 17 de junio de 2025].