Pascal, Blaise (1623-1662).
Científico y filósofo francés,nacido en Clermont en 1623 y fallecido en París el 19 de agosto de 1662, que supo poner todas sus fuerzas al servicio de su fe cristiana, sin abandonar sus inquietudes científicas.
Vida y obras
Pascal nació en Clermont. Hijo de un insigne magistrado y estudioso de problemas físicos y matemáticos, recibió las primeras instrucciones de su padre. Al trasladarse a París en 1631, frecuentó con su padre el círculo de intelectuales organizado por Mersenne, en el cual se discutían las cuestiones científicas y filosóficas de mayor actualidad. Pascal se distinguió muy pronto por sus propias investigaciones en los campos de la geometría y de la física. A los 15 años publicó Ensayo sobre las cónicas. Hacia 1646 entró en contacto con el movimiento jansenista y con el modelo de cristianismo austero de impronta agustiniana, que tenía su centro de difusión en Port-Royal. La adhesión al jansenismo marca para él el comienzo de sus preocupaciones por el estudio del hombre. No abandonó por ello el campo científico, en el cual desarrolló la teoría de las combinaciones, creó las bases del cálculo de probabilidades, y estudió la cicloide. Como físico hizo importantes investigaciones sobre el vacío y el equilibrio de los líquidos, cuyas conclusiones expuso en su obra Nuevos experimentos en torno al vacío (1647). Elaboró el principio que lleva su nombre y que dice: Toda presión ejercida sobre un líquido, es transmitida por igual a todos los puntos de su masa y actúa perpendicularmente sobre las paredes del recipiente que lo contiene. A la crítica del principio de autoridad en las ciencias, se suma su rechazo a mezclar la metafísica con las ciencias de la naturaleza. Aunque critica algunas teorías de Descartes, sin embargo, en su razonamiento filosófico se atiene al rigor cartesiano.
Tras un paréntesis de vida mundana, Pascal siente la llamada de la gracia que culminará, el año 1654, con lo que se ha dado en llamar la segunda conversión. Al año siguiente se une al grupo de los solitarios de Port-Royal (grupo de laicos que vivía dedicado a la meditación y al estudio en las cercanías del monasterio del mismo nombre). Aquí escribe Conversación con el señor de Saci sobre Epicteto y Montaigne. En esta obra aparece ya un tema que desarrollará más ampliamente en los Pensamientos (póstuma, 1658): la exaltación estoica de la grandeza humana, por un lado, y la degradación de la misma operada por el escepticismo de Montaigne. Dos verdades antitéticas, a las cuales sólo el dogma del pecado original y de la redención puede dar explicación. En la disputa entre jansenistas por un lado y clero galo y jesuitas por otro, Pascal toma partido por los primeros, y escribe en contra de la opinión ortodoxa sus Provinciales (1656-57, obra que consta de 18 cartas, consideradas como modelo de prosa en lengua francesa), que habrían de ser condenadas por la Iglesia. Minada su salud por una prolongada enfermedad, murió en París, reconciliado con la Iglesia.
La apologética de los Pensamientos
Los Pensamientos, la obra más importante y más conocida de Pascal, son el «boceto» de una gran apología que pensaba escribir, pero que no pudo terminar. Es una defensa del cristianismo dirigida a los incrédulos. Su argumentación no la hace descansar sobre argumentos racionales y filosóficos, sino que apela al corazón. Por eso, desde el principio señala la distinción entre espíritu de geometría (esprit de géometrie) y espíritu de finura (esprit de finesse), es decir, un espíritu guiado por la precisión matemática (el primero), y otro que se cuida de los mil detalles del hombre y de su interioridad (el segundo). En los Pensamientos traza primeramente el plan a seguir en torno a las cuestiones que piensa analizar, que aquí se centran en la naturaleza humana: qué es el hombre, qué ha sido del hombre en el transcurso de la historia y cuáles son sus comportamientos consigo mismo y en comunidad con los demás. Este repaso de la naturaleza humana aparece con tintes sombríos y pesimistas, porque tiene por objeto hacer ver al incrédulo disoluto que su condición no es sino una miseria, un ser vacío y sin sentido que ineludiblemente necesita la dependencia de Dios. Si el hombre logra reconocerse así, se halla ya en el principio del camino que se abre a la ilusión. Pero Pascal no se queda en el pesimismo: a pesar de su miseria, también es cierto que el hombre, dotado como está de la razón, puede conocerse a sí mismo en su situación real, y tender hacia Dios, ya que si está hecho para amar, también lo está para pensar. «El hombre no es más que un junco… pero un junco pensante«. La filosofía sin embargo no da luz suficiente. La fría razón no puede calmar los anhelos del corazón humano. El Dios de cuya existencia puede darnos razón la filosofía, es un ente abstracto, frío, mecanizado y distante.
No es que Pascal pretenda separarnos del uso del razonamiento, sino que nos pone en guardia contra la indebida extrapolación que se hace del poder de la razón. Es el espíritu de finura el que puede permitirnos adentrarnos en nuestra alma y en su religación con Dios. «El corazón tiene razones que la razón no entiende«.
Pascal propone una prueba de la existencia de Dios que es llamada la pureba de la apuesta, en la cual se apela al interés personal: ante la duda de la existencia o inexistencia de Dios, resulta más ventajoso para el hombre apostar por su existencia; porque, si existe, nada se pierde, más bien se puede ganar algo; por el contrario, si apostamos por la inexistencia, y luego resulta que sí existe, se puede perder todo. Es que, en el fondo, para Pascal lo que está en juego es la salvación.
Bibliografía
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LE GUERN, M., L’image dans l’oeuvre de Pascal, París, 1969.
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ERNEST, P., Approches pascaliennes. L’unité et le mouvement; le sens et la fonction de chacune des vingt-sept liasses titrées, Gembloux, 1971.