Palmaroli González, Vicente (1834-1896).
Pintor español; nació en Zarzalejo (Madrid) el 5 de septiembre de 1834 y murió en Madrid el 25 de enero de 1896. Hijo del litografista y pintor italiano Gaetano Palmaroli, estudió en el taller de éste durante los años pasados por la familia en Italia a raíz del destierro de la reina madre María Cristina de Borbón antes de pasar a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde fue alumno de Madrazo, pintor del que también frecuentó el estudio. Durante su estancia en la Escuela, conoce a Raimundo de Madrazo y a Eduardo Rosales, de los que será amigo toda la vida. En 1854, la muerte de su padre le obliga a ponerse a trabajar en el taller familiar. El deseo de viajar a Roma lo obliga al pluriempleo y, así, realiza copias del retrato de Isabel II pintado por Madrazo para los centros oficiales de provincias y copia y graba las iniciales de códices con las que Rotondo pretendía ilustrar su Historia del Monasterio de El Escorial . En 1857, logra finalmente viajar a Roma, en compañía de Rosales y Luis Álvarez merced a una pensión otorgada por el rey consorte. En Roma, comparte las estrecheces de la vida estudiantil con los dos compañeros hasta que el nombramiento de litógrafo de cámara de Isabel II en excedente le permita aliviar la situación de éstos, singularmente la de Rosales. Su estancia en Roma se divide en dos etapas: la primera, hasta 1862, centrada en Roma, y la segunda, desde 1863 hasta 1866, en la que residirá en Florencia y Nápoles. Ya en 1862 había participado en la Exposición Nacional con los cuadros
Santiago, Santa Isabel, San Francisco y San Pío V, patronos de España, de SS. MM. y de S. S. Pío IX (padrino de S.A.R. el Príncipe de Asturias), interceden con San Ildefonso, arzobispo de Toledo y santo tutelar del Príncipe, para que lo lo bendiga y guíe, que obtuvo una medalla de segunda clase que el asunto, exageradamente cortesano, del cuadro hace sospechosa, y Una campesina de las inmediaciones de Nápoles, llamada Pascuccia, por la que le concedieron la primera medalla. El cuadro que le proporcionó la segunda medalla (conocido también como Los Santos Patronos y Los Cinco Santos) fue fruto de un encargo procedente de la propia reina, que nunca se distinguió por lo exquisito de su gusto. El asunto resultaba tan anacrónico a las alturas de 1860 que no se puede por menos de alabar la excelente composición, inspirada en las sagradas conversaciones frecuentes en el Renacimiento y el Barroco y centrada en la figura de San Ildefonso, sentado y en alto, al que se dirigen los demás santos y el pontífice, de la que se sirvió Palmaroli y que le permitió salir airoso del empeño. cabe pensar, incluso, si no sería tal habilidad del sufrido pintor lo que premiaría el jurado de la Exposición. El cuadro obtuvo mala crítica de Casado del Alisal que vio postergada su obra por este encargo regio.Posteriormente concurre a las de 1866 (donde vuelve a obtener medalla de primera clase por Sermón en la Capilla Sixtina, pintado en Italia y una de sus mejores obras) y 1871, de nuevo medalla de primera clase por el cuadro conocido por El Tres de Mayo (hoy en el Ayuntamiento de Madrid), probablemente su obra más conocida, cuyo extenso título, según el gusto de la época, explica la escena en la que Los parientes y amigos de estas cuarenta y tres víctimas víctimas las trasladaron a la Moncloa, y dominando su amargo dolor, les dieron sepultura por sí mismos en el sitio donde hoy se levanta un modesto cementerio. El cuadro es muestra de la admiración del pintor por Goya, tanto en la selección del tema como en los colores y las texturas de las telas pintadas, así como en detalles como el del perro que aúlla a los pies de la muchacha a la que se va a enterrar. A pesar de la fama posterior, la crítica a la obra no fue buena y, en efecto, no se trata de lo mejor de Palmaroli. Con todo, son dignos de ser destacados los efectos del viento y la luz, que ayudan a recalcar el abandono de las figuras en el llano de las afueras de la villa.En esta misma convocatoria se presentó con una serie de pinturas de tono patriótico y cortesano, tales como Batalla de Tetuán, 4 de febrero de 1860 o Interior de un salón del Palacio Real . La Batalla de Tetuán fue fruto de un premio convocado por el duque de Fernán-Núñez para conmemorar la breve guerra de Marruecos, pretexto tan fútil como inútil del gobierno de fortalecer el patriotismo y el espíritu monárquico de una nación que perdía por momentos la confianza en sí misma. Palmaroli viajó a Marruecos para ambientar el cuadro, bien que nunca estuvo demasiado convencido de sus dotes como pintor de historia. Las malas críticas mencionadas al referirnos a El Tres de Mayo se hicieron extensivas a esta otra pintura histórica. Por último y sin galardón, concurrió a la 1892.En el mismo 1866, vuelve a España, donde pronto se abre camino en la alta sociedad madrileña, y se casa. En 1872 es elegido académico de número de la de San Fernando de Madrid. Los años de Amadeo de Saboya le proporcionan encargos regios como el retrato del rey que se conserva en el Ministerio de Fomento o la Primera recepción de la Magistratura, nunca acabado. La inestabilidad de los años de la Primera República, que hace menguar considerablemente el número de encargos, lo llevan de nuevo a Italia, donde se instala en 1873. De aquí pasará a París, donde pinta de forma infatigable y obtiene gran éxito hasta 1883, fecha en la que decide retirarse tanto por cansancio como porque el cambio de moda pictórica ha hecho que los encargos disminuyan. Es en este año cuando es nombrado director de la Academia Española en Roma y vuelve a esta ciudad, en la que permanecerá hasta 1893, bien que la dirección de la Academia la deje en 1891 para que ocupe el puesto Francisco Pradilla. Más adelante, volverá a España donde entrará a trabajar en el Museo del Prado como secretario hasta que en 1893 ascienda a la dirección del museo. Murió a consecuencia de una embolia que se le produjo durante la asistencia a una representación teatral y que lo mantuvo inválido los últimos meses de su vida. Su muerte apenas tuvo repercusión pública. Se lo honró como académico y director del Museo, pero su obra era poco menos que un recuerdo para el público español, que no había estado al tanto de sus éxitos en Italia y Francia. Obtuvo honores como la encomienda de Isabel la Católica o la Cruz de la Legión de Honor. Asimismo, se le concedió segunda medalla en la Exposición Universal de París de 1867.Su obra se sitúa dentro de la tradición romántica de Federico de Madrazo, bien que la pincelada se vaya liberando conforme avanza el tiempo. Lo mejor de su amplísima producción se encuentra en pinturas de pequeño formato que pocas veces tenían cabida en exposiciones, pero que le produjeron fama y fortuna por la fácil salida que le dieron los marchantes parisinos. Son cuadros de género costumbrista como Una trastiberina, tipo romano, El Concierto, perteneciente al género de los «casacones» que Fortuny había puesto de moda, o El Estudio, en el que pinta el epacio abigarrado en el que se habían convertido en el XIX los estudios de los pintores. También destacó Palmaroli como retratista, sobre todo de mujeres, así el Retrato de S.A.R. Serenísima Señora Infanta doña Isabel , el Retrato de damita que se encuentra en el Casón del Buen Retiro, el de su mujer, el Retrato de Ida Bauer o el Retrato de dª. Concha Marimón de Duret, también en el Casón. Autor sumamente prolífico, la exposición celebrada a su muerte agrupó los ciento cuarenta cuadros que el pintor había legado a su hijo, pero eran muchas más las obras de su pincel que se encontraban en colecciones particulares. Pintor valorado de forma desigual, su obra continúa aún parcialmente dispersa y el intento de inventariar la todavía puede deparar sorpresas en algunas tiendas de anticuarios.
Bibliografía
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PÉREZ Y MORANDEIRA, Rosa; Vicente Palmaroli; Madrid, CSIC, 1971.
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Gerardo Fernández San Emeterio.