Mediano, Mariano (1864-1923).
Militar español nacido en Peralta de la Sal (Huesca) en 1864 y muerto en Barcelona en 1923. Fue uno de los últimos militares españoles que quedó en Filipinas tras la pérdida del territorio por España.
Hermano menor de Vicente Mediano, militar condecorado en la última guerra carlista, Mariano Mediano sintió desde muy joven su vocación militar, quizá como reflejo de la brillante carrera de su hermano mayor. Así, a los 17 años (1881) se alistó en los carabineros y fue destinado a Jaca, donde pasó varios años persiguiendo a contrabandistas por los bosques pirenaicos. Gracias a su altura, 1,80 metros, pudo alistarse en la Guardia Real y fue destinado a Madrid, donde pasó varios años de práctica inactividad. Aburrido en su destino madrileño decidió marchar como voluntario a Filipinas, dejando a su mujer, Josefina Zueras, y a sus dos hijos; llegó al archipiélago en junio de 1897.
En Filipinas se alistó en las tropas de choque, los Cazadores Expedicionarios, con los que tomó parte en el asalto al monte Kamansi que defendía el general filipino Macaboulos. En el asedio de Kamansi estuvo bajo las órdenes del general Monet. El 28 de noviembre de 1897 las tropas españolas lograron tomar el monte Kamansi, perdiendo tantos soldados que los filipinos consideraron la acción como una victoria suya pese a perder la posición. Tras la toma del monte, el general Monet se presentó en el lugar junto a su estado mayor, rodeado de una serie de oficiales, los despectivamente conocidos como «paniaguados» por gozar de privilegios inmerecidos; Monet repartió honores y condecoraciones entre estos militares, de los cuales ninguno había participado en la contienda, relegando a un segundo plano a los auténticos combatientes. Mariano Mediano perdió entonces el mando de su sección en favor de un incompetente oficial, el cual mostró un absoluto desconocimiento de la realidad filipina cuando ordenó que la mencionada sección regresase a Manila poco más que como si se tratase de un desfile triunfal; ante semejante temeridad Mariano Mediano se quejó formalmente, por lo que fue encarcelado, aunque esto le salvó la vida, ya que la unidad sufrió una emboscada y fue aniquilada al completo. Tras esto, Mariano Mediano fue olvidado por sus mandos, ya que constituía un incomodo testigo de su incompetencia, por lo que decidió abandonar el cuerpo de Cazadores Expedicionarios y alistarse en la Guardia Civil indígena.
En la Guardia Civil fue destinado a la provincia de Tayabas, en la isla de Luzón; allí se convirtió en el azote del Katipunam (‘Altísima Sociedad de Hijos del Pueblo’, el ejército de liberación filipino) y de los insurrectos tulisan. Formó una compañía con indígenas buriks con la que logró capturar al estado mayor del Katipunam en Tayabas y a la guerrillera Francisca Inantinka. Mariano Mediano adoptó unas heterodoxas formas de combate, para lo que le fue muy útil su experiencia en los bosques pirenaicos, con las que lograba sorprender a sus enemigos. Entre sus tácticas más sorprendentes se encontraba el uso de un carabao (búfalo asiático de gran tamaño) como montura, lo que unido al hecho de que su tropa caminaba descalza, hacía que sus huellas no pudieran diferenciarse de las de los campesinos indígenas.
Una vez lograda la pacificación de Tabayas, Mediano dejó la Guardia Civil y reingresó en el ejército, en el XII batallón de Cazadores Expedicionarios encargado de la defensa de Tayabas. En este puesto se encontraba cuando estalló la guerra contra Estados Unidos (véase: Guerra Hispano-Norteamericana), y cuando éstos en la batalla de Cavite aniquilaron la flota española, dejando a las tropas de Filipinas sin la posibilidad de recibir refuerzos ni armamento. En la isla de Luzón se produjo entonces una sublevación general; los regimientos indígenas, tras asesinar a sus mandos españoles, desertaron y se pasaron a las filas del Katipunam, y el carismático general tagalo Aguinaldo regresó del exilio y se puso al frente de los sublevados. La situación para las tropas españolas era crítica. El comandante Pacheco, jefe militar de la provincia de Tayabas, organizó la defensa concentrando todas sus tropas en la capital homónima, en total unos 450 soldados que contaban con 34 cañones, los cuales no podían dispararse por carecer de pólvora; frente a ellos se situó el ejército insurrecto del Katipunam, dirigido por el general Malvar y Carpio, que contaba con 15.000 soldados y 25 cañones. En la noche del 12 de junio de 1898 la población civil de Tayabas fue desalojada y los españoles montaron la defensa en torno a los edificios más resistentes de la localidad, los pocos que estaban construidos en piedra. El día 24 del mismo mes tuvo lugar el primer encuentro entre ambos ejércitos y en los días sucesivos éstos se repitieron mientras la ciudad fue pasto de las llamas; tan sólo los edificios de piedra quedaron en pie. La guarnición española de Tayabas fue presa de la malaria y el hambre, a lo que se unía las cada vez más numerosas bajas y heridos provocados por los continuos combates. Finalmente, el 15 de agosto de 1898 Tayabas capituló, dos días después de que acabase formalmente la guerra entre Filipinas y España, y de que fuese tomada Manila. En la ciudad quedaban 20 oficiales y 175 soldados; por su parte, las pérdidas filipinas ascendieron a 1.500 soldados.
Los supervivientes a la toma de Tayabas fueron hechos prisioneros y pasaron a convertirse en esclavos de los oficiales del ejército vencedor, ante la total impasibilidad del Estado español, que ni supo ni quiso saber nada de la suerte que corrieron los defensores de la ciudad. Ante la indiferencia de España, en marzo de 1899, desesperados, los prisioneros españoles decidieron realizar un arriesgado plan de fuga que consistió en elegir a uno de ellos para que escapase y llevase la noticia de su situación a las autoridades españolas, puesto que eran incapaces de aceptar que su país les hubiese abandonado, mientras que el resto haría lo posible por evitar que sus captores se percatasen de la fuga. El elegido para fugarse fue el comandante Pacheco, el cual logró llegar a Manila e informar a las autoridades norteamericanas, en esos momentos en guerra con Filipinas, de su desesperada situación; estos informaron a las autoridades españolas, que preocupadas en desalojar la isla ignoraron, una vez más, la triste suerte de los prisioneros. En mayo de 1899, ante la falta de noticias del comandante Pacheco, los prisioneros de Tayabas decidieron fugarse en masa, pero fueron apresados de nuevo y encerrados en cuevas, las cuales se inundaban con las crecidas de un río cercano. De allí, sólo los tenientes Mariano Mediano y Viamente, gracias a su mayor estatura, lograron salvarse junto a otros cuatro oficiales que se aferraron a ellos para no ahogarse durante las crecidas. Los seis supervivientes fueron enviados a un campo de prisioneros en Rosario.
El 3 de junio de 1899 el gobierno español dio por finalizada oficialmente la repatriación de prisioneros de Filipinas, y poco después se rindieron «los últimos de Filipinas», los épicos defensores de El Baler. Pero aún quedaban unos cinco mil españoles dispersos por las selvas filipinas.
El 13 de enero de 1900 el ejército de Estados Unidos conquistó Lipa, localidad cercana a Rosario, donde liberaron a algunos presos españoles, los cuales instaron a las autoridades norteamericanas a que marchasen sobre Rosario para liberar a Mediano y sus hombres. Las autoridades norteamericanas se negaron a atacar Rosario,ya que no era un punto estratégico y los prisioneros no eran de su país, pero finalmente el coronel Anderson, engañado por los españoles, consintió en enviar a su caballería contra Rosario, con lo que los últimos presos españoles de Filipinas fueron liberados.
Mariano Mediano regresó a España ese mismo año y arribó a Barcelona, donde «desengañado por la pérdida de Filipinas, se dio de baja del Ejército, como tantos otros, y lanzó una consigna a todos sus hijos: olvidad Filipinas«. Mariano Mediano estuvo hasta en tres ocasiones frente al pelotón de fusilamiento, salvándose siempre en el último momento. Finalmente falleció en Barcelona en 1923 a consecuencia de una crisis cardíaca.
El 4 de octubre de 2000 el Ejército español, por medio del General jefe de la región militar Pirenaica, Rafael de Valenzuela Teresa, rindió homenaje a Mariano Mediano, entregándole a sus descendientes tres medallas, la cruz del mérito militar distintivo rojo pensionada, la cruz del mérito militar distintivo rojo y la medalla de sufrimientos por la patria, en reconocimiento a su gesta en Filipinas.
Bibliografía
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MEDIANO, L.: Los olvidados de Filipinas. Amor, guerra y traición. Zócalo Editorial. 2002
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MEDIANO, L. y MEDIANO, C.: «Los últimos de los últimos de Filipinas», en rev. La aventura de la Historia, nº 45 (2002), pp 32-36.
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