Lombroso, Cesare (1835-1909).


Criminólogo y antropólogo italiano, nacido en Verona el 6 de noviembre de 1835 y fallecido en 1927, que propuso una teoría de la causalidad criminal según la cual los criminales presentan unas características físicas identificables.

Vida

Descendiente de una familia de judíos españoles, sus padres fueron Aarón Lombroso y Séfora Leví. Comenzó sus estudios de medicina en Pavía y los continuó en Padua y en Viena. Antes de doctorarse se enroló como médico en el ejército piamontés, participando en varias campañas contra Austria. En 1858 obtuvo el grado de doctor en Medicina en la universidad de Pavía con una tesis sobre el cretinismo. Cinco años más tarde comenzó a impartir clínica psiquiátrica en esa institución. En 1870 contrajo matrimonio con Nina Debenedetti, con la que tuvo cinco hijos, y un año después fue nombrado director del manicomio de Pesaro. En 1871 se reintegró a su trabajo docente en Pavía.

En 1880 fundó junto con Ferri y Garófalo el Archivio de Psichiatria, Antropologia criminale e Scienze penali. En 1875 había publicado su famoso libro L’Uomo delinquente. Tras esta obra, la citada revista y el Primer Congreso de Antropología Criminal celebrado en Roma en 1885, la antropología criminal comenzó a extenderse rápidamente por el mundo, con un gran número de trabajos y congresos (París, 1889; Bruselas, 1892; Ginebra, 1896; Amsterdam, 1901; Turín, 1906; Colonia, 1911), que difundieron sus obras y las de otros antropólogos positivistas italianos, como los ya mencionados.

Obtuvo la cátedra de psiquiatría de Turín en 1891 y dos años más tarde ingresó en el Partido Socialista, al que renunció poco tiempo después. Tres años antes de morir recibió un homenaje de sus discípulos, con la publicación del libro L’Opera di Cesare Lombroso nella ciencia e nella sue applicazioni (1906).

Teoría científica

Según la teoría de Lombroso existe una continuidad del delito que va desde las plantas hasta el hombre, pasando por los pueblos salvajes, en muchos de cuyos grupos estos delitos son perfectamente normales y hasta celebrados o reconocidos. De la misma forma sucede en los niños, donde, como en los animales y los salvajes, hay una multitud de actos que serían criminales en los adultos, pero que en ellos son normales. En los niños se forma la conciencia moral sobre todo por la fuerza del ejemplo y la madurez de los órganos; de fallar ambos se produce el estado de infancia moral prolongada de los delincuentes natos y de los locos morales.

Para fundamentar sus opiniones, Lambroso insistió en la presencia de determinados caracteres antropológicos físicos degenerativos o atávicos presentes en los criminales natos (ya evidentes desde la niñez), tales como las orejas en asa, la frente pequeña, mandíbula grande, pómulos salientes, formas craneales anormales, asimetría facial y, en especial, la fosita occipital que encontró Lombroso estudiando un famoso delincuente y que según él le sirvió para detectar al tipo criminal, aunque tuvo que reconocer que tal carácter no se hallaba presente en todos. Estos caracteres anatómicos se acompañaban de otros fisiológicos como la hipoestesia, la analgesia o la sensibilidad meteórica (ambiental), que en su conjunto constituían una desviación del tipo normal, transmisible a los descendientes bajo la forma de tabes hereditaria que conducían gradualmente con fenómenos de involución, a la extinción del individuo y de la especie. Entre las enfermedades que provocaban este retroceso en sus antepasados más remotos, y como la principal causa de la criminalidad, se encontraba la epilepsia -lo cual ya había sido señalado por Galton y otros- sobre todo la originada durante el desarrollo fetal.

Lombroso añadió un buen número de factores en la etiología del delito, como el clima y otros agentes ambientales, la herencia (relacionada con el alcoholismo, las enfermedades mentales, la epilepsia y la prostitución, que a su juicio se evidenciaba en las familias de delincuentes), la edad de los padres, las razas, tribus y poblaciones, y los factores sociales (grado de civilización, condiciones económicas, densidad, emigración, educación). Estos aspectos debieron alertar a Lombroso y a toda la escuela positivista de derecho penal que estos últimos factores eran más importantes, pero eso significaba renunciar a sus teorías sobre la relevancia de la antropología en la criminalidad, y por eso insistió en defender las cuestiones anatómicas y fisiológicas del criminal al propio tiempo que las extrínsecas. Más tarde, algunos de sus colaboradores, como Ferri, con los estudios marxistas, hizo mayor énfasis en los factores sociales.

Fueron precisamente los aspectos sobre el criminal nato en las teorías de Lombroso y sus seguidores los que suscitaron el mayor número de críticas. La idea del criminal nato obligaba a admitir que un individuo por tener determinados rasgos antropológicos físicos y fisiológicos (incluyendo ciertas enfermedades como la epilepsia), era un degenerado moral o un hombre criminal; conferirle mayor importancia a esos rasgos sobre las condiciones sociales en que se desarrollaba el individuo constituía una nueva forma de marginación. A pesar de ello, la escuela lombrosiana continuó su influencia hasta bien entrado el siglo XX, estrechamente vinculada con las teorías degeneracionistas de los médicos franceses Morel y Magnan y con las corrientes eugénicas, que pretendían el logro de una población biológicamente superior mediante la regulación de los matrimonios y el control de la inmigración, de los enfermos mentales y de la herencia en general.

Para Lombroso, sin embargo, el concepto de degeneración se había extendido demasiado, y prefería hablar de una suspensión del desarrollo producida por una acción que tenía una base anatómica precisa y que conciliaba el atavismo con la morbosidad.

En relación con el atavismo en los caracteres psicológicos de los criminales y en la etiología del delito (en este último aspecto los factores hereditarios y étnicos en la manifestación del delito) pueden observarse algunas concepciones de carácter discriminatorio de Lombroso y sus seguidores. Así, arguyen que en los criminales, como en los pueblos salvajes, existe una incapacidad para el trabajo regular y metódico y una gran impulsividad. La habilitación de este trabajo y la selección más eficaz del mismo han sido la causa de la moralización de la sociedad. Asimismo, consideraron que muchos pueblos salvajes que normalmente viven tranquilos y pueden parecer modelos de dulzura de costumbres, están sujetos, justamente por ser impulsivos, a accesos de furor, durante los cuales cometen toda clase de violencias.

Estos mismos caracteres los creyeron hallar Lombroso y su yerno Mario Carrara entre los dinka, que habitan el alto Nilo, al sur de Sudán. Allí dijeron haber observado la nariz trilobulada, muy semejante a la de los simios; la barba entrante, las cabezas larguísimas, de un índice de 64 (muy bajo en relación con el término medio de 70) y de unos 1.500 centímetros cúbicos de capacidad craneana [!]. Aseguraron, además, que los hombres poseían abundante ginecomastia y virilidad las mujeres. Lombroso describe a los varones de este pueblo africano como vagos y explosivos; en sentido general tenían bajo nivel de sensibilidad en los órganos de los sentidos (salvo el de la vista), si bien no se observaba en ellos gran número de caracteres degenerativos y, por tanto, de criminales, lo cual armonizaba con la teoría del delito.

Como conclusión, según la teoría de Lambroso a las condiciones socioculturales y económicas de pueblos considerados como salvajes o de menor grado de desarrollo, se aunaban caracteres antropológicos físicos, morales, fisiológicos, y psicológicos degenerativos.

A los factores hereditarios y étnicos le daba también connotación marginal, pues creía que existía una criminalidad heredada, o sea una herencia de la degeneración, y que en el delito influía la raza, equiparada aquí como era muy usual en la época, con tribus o pueblos. Así, estimaba algunas tribus y razas más o menos dadas al delito, mientras otras son famosas por su honradez. Al extrapolar esto a poblaciones enteras afirmaba, por ejemplo, que los zíngaros (véase gitano) eran una raza entera de delincuentes, cargados de ira, pereza, vanidad, ferocidad, gusto por la orgía, asesinando fácilmente los hombres y hurtando con igual facilidad las mujeres. De pueblos «más civilizados», extraía igualmente conclusiones discriminatorias, expresando que la mayor parte de los ladrones de Londres eran hijos de irlandeses establecidos en esta ciudad, o que los más hábiles ladrones ingleses habían nacido en Lancashire. Al referirse a la población italiana, incurría a veces en manifestaciones xenófobas, atribuyéndose los delitos y crímenes a elementos fundamentalmente de origen extranjero. Por ejemplo, la existencia de homicidas en Calabria, Sicilia y Cerdeña se debía a la presencia de elementos africanos y orientales; la criminalidad en Cosenza, Catanzaro y Campobasso, era originada por colonias albanesas,y la de Massa Carrara, por el asentamiento de ligures.

Entre los hebreos sin embargo la criminalidad era inferior a la de los países donde viven (no hay que olvidar que Lombroso era de origen hebreo), aunque existían entre ellos algunas formas de delito como la estafa, la falsedad, la calumnia y sobre todo, el encubrimiento y la usura, pero era raro el asesinato. Todos estos criterios errados perduran en gran medida, hasta las primeras décadas del siglo XX.

Su teoría la aplicó también a las prostitutas (donde asemejó la prostituta nata con la criminal nata, diferenciándolas de las prostitutas de ocasión, en término semejantes a los hombres criminales) y a los hombres de genio (pues se consideraba la genialidad relacionada con la locura) y con los delincuentes políticos (anarquistas, políticos, banqueros, etc.).

Desde el punto de vista médico, hay que destacar los estudios que realizó Lombroso sobre la pelagra, una enfermedad que diezmaba parte de la población italiana, en la que subrayó que la misma se producía a causa de consumir maíz echado a perder. Muy combatido por los terratenientes, el gobierno instituyó sin embargo, una ley basándose en opiniones de Lombroso, en 1902.

Además del ya citado L’Uomo delinquente, Lombroso publicó las obras: Genio y follia (1864), La Medicina Legale delle alienazioni mentali (1865), Azioni degli astri e delle meteore sulla mente umana sana ed alienata (1867), Studi clinici et esperimentali sulla natura, causa e terapia della pellagra (1869), Memorie del Laboratorio di Psichiatria e Medicina Lagale delle Regia Universià di Pavia (1875), Medicina Lagale del Cadavere (1877), La pellagra in Italia in rapporto alla pretesta insufficienza alimentare. Lettera polemica al Dott. Bonfigli (1880), La donna delinquente, la prostituta e la donna normales (1893) y Genio y Degenerazione (1897), entre otras. También expuso sus teorías en un buen número de artículos científicos, varios de ellos escritos en colaboración con otros miembros de la escuela positivista italiana, que llegó a tener gran resonancia internacional.

Bibliografía

  • LOMBROSO, C. L’Uomo delinquente studiato in rapporto alla antropologia, alla medicina legale ed alle discipline carcerarie. Milán, 1876.

  • LOMBROSO, G. Vida de Lombroso. Buenos Aires, Imp. Lamb y Cía, 1940.

  • MARISTANY, L., El gabinete del doctor Lombroso (delincuencia y fin de siglo en España), Barcelona, Editorial Anagrama, 1973.

  • PESET, J. L.; Peset, M., Lombroso y la escuela positivista italiana, Madrid, CSIC, 1975.

  • VILLA, R., Il deviante e suoi segni. Lombroso e la nascita dell’ antropologie criminale, Milan, Franco Angeli, 1985.

Armando García GonzálezConsejo Superior de Investigaciones Científicas