Lacroix, Jean (1900-1986).


Filósofo francés, cuyo pensamiento se centra enteramente en la persona. El personalismo es una intención que busca la edificación total de la humanidad mediante la edificación de la persona en sí y en los demás. Pero el personalismo, para convertirse en una filosofía requiere de un sistema. Ahora bien: la estructura universal y eterna del sistema se opone a la singularidad y temporalidad de la existencia. ¿Cómo conciliar esa oposición? Lacroix apela a un sistema abierto y progresista. El hombre es tensión de estructura y evento, eterno y temporal. Sin temporalidad no hay historia, pero sin eternidad carece de sentido la historia. En cuanto espíritu encarnado, la persona es el nudo y la trama de la historia y de la eternidad. La duda es un momento esencial del descubrimiento de la interioridad del sujeto.

El análisis reflexivo en torno a la persona, va acompañado del análisis complementario del sustrato y de los condicionamientos bio-sociológicos que hacen del espíritu un espíritu encarnado y por ello un «espíritu en situación». En consecuencia, Lacroix examina los aspectos vitales del hombre, los aspectos socio-culturales, etc., con vistas a marcar el itinerario por donde la naturaleza se humaniza y el hombre se espiritualiza, o hablando rigurosamente, se personaliza. Desemboca así en varias instancias que son fundamentales para la persona: primero, la instancia comunitaria: en la definición de la persona son esenciales el principio de individuación y el de comunión; segundo, la necesidad de diálogo: exponerse al riesgo, pero con lucidez, para progresar en el contacto con los demás y hacer progresar a los demás; y por último, la naturaleza íntima de la objetividad del saber, que estriba en el control mutuo y en el acuerdo de las conciencias. El progreso en la verdad es idéntico al progreso en la comunión con todos los hombres, cuyo límite es «la reciprocidad de las conciencias». Y así vuelve la exigencia del sistema abierto, y se establece lo que Lacroix llama croyance: que comporta conjuntamente verdad integrada y juicio personalizado, conocimiento y libertad, y que opta por el sentido de la acción y de la historia. Este sentido que, en definitiva, no puede venir sino de una Fuente trascendente: «Dudar del mundo es creer en sí; dudar de sí es creer en Dios».Obras: Itinéraire spirituel (1937), Vocation personnelle et tradition nationale (1942), Personne et amour (1942), Le sens du dialogue (1944), Marxisme, existentialisme, personnalisme (1950), Le sens de l’athéisme moderne (1958), Histoire et mystère (1962). Démocratie et crise de civilisation (1965).