Halsman, Philippe (1906-1979).
Fotógrafo letón nacido en Riga en 1906 y fallecido en Nueva York (Estados Unidos) en 1979.
Estudió electrónica en Dresde, para después dedicarse a la fotografía como retratista y fotógrafo de moda free-lance en París, donde se instaló en 1928. Pese a la no formación en este campo, el autor pasa por ser uno de los fotógrafos retratistas más originales y creativos del siglo XX.
En 1940 emigró a Estados Unidos, donde trabajó asiduamente para la revista Life. Nueve años después publicó una serie de fotografías que tuvieron gran repercusión: se trataba de un curioso montaje donde varias personalidades del mundo de las artes saltaban por los aires, mostrando en cada uno de los encuadres gran sentido del humor e ingenio. “Imágenes de saltos” (1949) se tituló la serie.
Mas quizá la obra más interesante de Halsman pasa por su vinculación al movimiento surrealista de la mano del más famoso de todos sus artistas, Salvador Dalí, con quien mantuvo una gran amistad. Trabajó con éste durante treinta años en múltiples proyectos, trasladando la filosofía del surrealismo a la fotografía y trascribiendo las ideas del pintor en lenguaje fotográfico. De esta unión son magníficas las imágenes que incluyen al pintor de Cadaqués, como la titulada Dalí atómico (de 1948), en la que se observa a Dalí, con mirada excéntrica, dando un brinco, con un pincel en la mano, mientras todos los objetos del escenario pululan en el aire, incluidos los animales que vuelan ocultando tras ellos dos caballetes.
Aún más conocidas son las fotografías tituladas Desnudo-calavera de Dalí (1950) y Mona Lisa Dalí (1953). En la primera, Halsman sorprende al espectador, en primer lugar con una composición desestabilizadora en la que sitúa a Dalí, vestido de frac, en el borde inferior izquierdo de la toma para, en el superior derecho y en un segundo término, construir una impresionante calavera humana en la que seis cuerpos desnudos se abrazan en una mortuoria composición: las cuencas de los ojos de la calavera, son las cabezas de dos mujeres, los dientes, sus pies, el cráneo, un cuerpo extendido. Sobre un fondo gris, Dalí mira al lado opuesto, entrando en el fuera de campo donde se instala el espectador. En la segunda, el pintor rescribe la obra de Leonardo Da Vinci y, la Gioconda pierde su eterno misterio para constituirse en una “trasvestida” que, con mirada excéntrica y gran bigote, porta en su mano velluda una buena cantidad de monedas.
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